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Caminar de tu mano por Andy OFarril

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Notas del capitulo:

Nuevo episodio, espero les guste :D

 

 

La calma matutina de aquel parque lleno de árboles, se vio interrumpida por aquel chico de gorra que sostenía a un joven desconocido entre sus brazos. La piel del que estaba despierto se erizaba y no por el frío característico del sitio debido a la humedad, se le enchinaba a causa de que el desconocido no reaccionaba, comenzaba a preocuparle seriamente el haberlo dañado más allá de un simple desvanecimiento.

-Poor fa, reacciona, no seas mal plan, te juro que no quería… ¡Debo dejar de hacer esto!- se reprendía pues recordaba que no era la primera ocasión que lastimaba a alguien por su afición a patear el balón- Reacciona chavo… ándale, abre los ojos…- comenzaba formársele una sonrisa pero ésta distaba de ser de felicidad, era de preocupación, demasiada preocupación. Su acelerado ritmo cardiaco fue acelerándose cuando observó aquellos orbes abrirse lentamente- ¡Eso, eso! Abre los ojos…- lo animaba mientras con cuidado lo sostenía. El de gorra se sentó junto a la banca para, en el suelo, sostener el cuerpo del desvanecido.

-¿Eh?- un confundido Ren al abrir completamente los ojos, parpadeó repetidas veces para poder aclarar su borrosa vista.

-¿Ahora sí estás bien?- volvió a preguntar aquel muchacho desconocido, el agredido lo miró fijamente, como intentando recordar qué había ocurrido.

-Si…- al terminar de exclamar el monosílabo hizo una mueca de dolo, pues intentó mover la cabeza y una punzada en la misma se lo impidió- Creo…- acompañó su respuesta con un gesto de dolor.

-¿Entonces? ¿Estás bien o no?- por unas fracciones de segundo, Renato se quedó mirando el rostro juvenil de aquel hombre, era de ojos color verduzco, piel algo requemada y una quijada cuadrada que le daba ese toque tan masculino que le parecía muy atrayente- Hey… ¿sigues despierto o te moriste con los ojos abiertos?- debido a su mutismo intervino de nueva cuenta al desconocido.

-Si… sí, sí, estoy bien…- tratando de disimular su atracción contestó apresuradamente, con esfuerzo se incorporó para poder sentarse también en el suelo- ¡Ay! Estuvo bueno el trancazo- se sobó la parte trasera de la cabeza, no se golpeó la nuca, pero el golpe fue algo fuerte que le dejó de inmediato un chichón en el lugar en el cual se pegó al caer- Un poco más y aparte de tirarme la cabeza me tiras un diente- sonrió acariciando su pequeña bolita.

-Amigo, en verdad lo lamento, no fue mi intención, ya me habían dicho cientos de veces, Fer no le pegues al balón fuera de la cancha, no lo juegues en la calle, no andes pateando en parques porque golpearás a alguien, no andes haciendo jugadas porque puedes romper otro parabrisas, pero ¿hago caso? ¡No! Bien me lo dicen y no hago caso, hoy casi asesino a alguien y espero que esto me sirva de lección…- el que se cubría la cabeza se levantó reprendiéndose a sí mismo, ignorando por unos momentos al adolorido que estaba en el suelo.

-¡Hey! Tranquilo, que el que debería estar haciendo un drama soy yo- a pesar de sentir aun dolor, Ren sonrió pacíficamente, notó que el otro estaba afectado por lo ocurrido, y como ya había despertado y no se sentía tan mal decidió liberarlo de culpa, lo vio durante unos momentos ganándose su atención, y luego de ello, ambos rieron- Dicen que si te caes y pasan cinco segundos ya te chupó el diablo, pero no hay problema, tengo tan mala suerte que a lo mejor ya hasta me vomitó como trescientas veces, solo que no me molestaría si me ayudas a levantar- el que vestía uniforme de futbol lo miró entendiendo perfectamente lo que debía hacer.

-Perdón, perdón- se apresuró a darle la mano, al contacto sintió su calidez, era suave, un poco callosa, pero no tanto como para perder aquella suavidad que su mano percibía. Cuando se puso de pie el uniformado retrocedió un par de pasos y continuó su disculpa -En verdad, de veras lo siento- juntó sus manos y se inclinaba, al otro le parecía gracioso verlo hacer aquella reverencia, por segundos olvidó la gran pena que lo aquejaba.-Lo siento mucho, espero no haberte lastimado mucho, soy un torpe- negó disculpándose.

-Ya te dije que estoy bien, mira…- puso sus propias manos en cada mejilla y movió su cabeza de derecha a izquierda- ¿viste? No se me cayó la cabeza, lo cual quiere decir que no fue tan grave- soltó una sincera carcajada.

-De verdad, si  te sientes mal puedo llevarte a  un médico, no vaya a ser de esos casos en los que se pegan y dicen sentirse bien y luego se mueren en la noche- se acercó para verlo detenidamente.

-Podría hacer…- pensó por unos instantes fingir sentirse mal solo para seguir platicando con aquel atractivo chico de ojos verdes, pero desistió con la misma rapidez con la que lo pensó, no quería hacerse ilusiones de nueva cuenta, quizás aquel chico ya tendría a alguien a su lado y prefería evitarse otro fracaso.

-Ya, no te preocupes, estoy bien, pero por si las dudas escribiré una nota a mi madre diciendo que si muero por la noche a causa de este golpe venga a este parque a buscar a un sujeto con uniforme deportivo y gorra, el cual es el culpable de mi deceso- sonrió y comentó en tono bromista.

-Oh, qué bueno que me avisas, así evitaré este lugar por los próximos, no sé… ¿Cuarenta años?- él también bromeó- Va, en verdad discúlpame, no fue mi intención… con esto me queda claro que no debo lanzar tan fuerte en un parque-

-Pues hoy escribirás doscientas veces en el cuaderno ‘No debo golpear a las personas en la cara’-bromeó con él, consiguiendo que su interlocutor dibujara aquel gesto que se parecía tanto al de Álvaro, su sonrisa.

-De acuerdo, hoy lo haré y como parte del trato no lo haré de bajadita, lo prometo- levantó su mano derecha a modo de juramento-por cierto, luego de casi asesinarte y llegar a un trato, creo que es hora de presentarme, soy Fernando Curiel- le estiró la mano como saludo.

-Yo soy Renato Balvanera, Ren para los amigos, puedes decirme Renato- el otro iba a hablar pero cerró la boca de inmediato.

-¡Oye!- le reclamó, logrando que el golpeado soltara por primera vez una sonora risotada.

-Estoy bromeando, llámame Ren, y quitando el balonazo, el desmayo, porque creo que me desmayé, el dolor y demás daños colaterales, es un placer conocerte-

-Lo mismo digo, Ren, y bueno, espero que me disculpes ¿sí?- sonrió de lado, fue cuando el chico que tenía enfrente se preguntó si era posible que ese sujeto fuera más encantador.

-¿Otra vez? Bien, para que puedas vivir sin remordimientos y cargos de consciencia, si, te disculpo, la paz esté contigo-

-Eres un cabrón- sonrieron por la broma- Gracias, podré vivir en paz a partir de ahora- se dieron nuevamente la mano, esta vez era la despedida- Pues nos vemos…- posiblemente nunca lo volvería a ver, pero nadie le podía arrebatar el derecho de soñar  con volvérselo a encontrar y que quizás, y solo quizás estuviera soltero. Una posibilidad, a su parecer, remota.

-Nos vemos…- con un dejo de tristeza, muy poco notoria, se despidió del chico con gorra. El futbolista comenzó a caminar en dirección a su destino, Renato miraba como aquel se comenzaba a convertir en una silueta cada vez más lejana, no pudo evitar una sonrisa al ver como ese chico volvía a juguetear con el artefacto que casi lo manda al otro mundo- ¡Qué rápido se te pasó el susto!- se dijo a sí mismo- Fernando Curiel- se miró atentamente la mano con la que se saludaron- Curiel, nunca había escuchado ese apellido, Kuri… no suena tan mal… Kuri, como curita- se negó y metiendo su mano al bolsillo sintió su móvil -Sí, lo olvidé por un rato, él se hará de novia hoy, ni modo- una sonrisa melancólica se formó en su rostro.

 

Sin otra cosa mejor que hacer comenzó a caminar tranquilamente, por fuera parecía el chico más tranquilo del mundo, por dentro su alma y corazón se desgarraban lenta y dolorosamente. Mientras estaba sumido en sus pensamientos, a su mente llegó la sonrisa de Kuri, como lo bautizó, probablemente nunca lo volvería a ver, por tal razón le parecía justo nombrarlo como mejor le acomodara; comparaba su sonrisa con la de Álvaro, eran similares, pero sin duda alguna y por muy atractivo que fuera el de ojos verdes, seguía prefiriendo la de su amigo, la de su amado y lejano amigo. Iba en su caminata pacífica, cuando el móvil volvió a vibrar, con fuerza lo apretó dentro de su bolsillo, lo sacó  y comprobó que era quien imaginaba, nuevamente era su mejor amigo y amor platónico,  volvió a ignorarlo, en ese momento ese hombre era la persona que más daño le hacía en el mundo.

 

 

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Era un descanso entre clases, Jery aprovechó para hablar por teléfono y poder así matar un poco de tiempo.

-¿Y? ¿Cómo estás?- esperó la respuesta del otro lado – Me alegra, porque a mí me mata el aburrimiento, horriblemente si te soy sincera- hizo a un lado su preciosa cabellera pelirroja- Me fascina que digas eso, ya sabes que escuchar cosas así me hacen reír como loca- una sonora carcajada salió de su boca- Pues cualquier cosa me la avisas, es divertido escuchar tus aventuras, no olvides mensajearme más tarde para contarme cómo te fue ¡eh!- luego de la respuesta de la persona con la que hablaba, colgó el teléfono- Quisiera estar ahí… contigo- hizo una mueca de frustración, le daba lata estar lejos, en escuelas separadas, suspiró, ya habría un momento apropiado para volver a verse, miró atentamente el celular como si fuera el objeto más preciado del mundo, suspiró y lo guardó en el bolsillo de su ajustado pantalón para después volver a la realidad de sus clases, un poco desanimada comenzó a caminar ignorando las miradas seductoras de los chicos que estaban a su lado.

 

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Ya era más de medio día, algunos ya comenzaban a dar vueltas a aquel bien podado y limpio campo de futbol. Era sabido que la Universidad del Estado, tenía su propio estadio, no era muy grande, pero lo suficiente para albergar a unas cientos de personas. En ese lugar algunos tenían la oportunidad de entrenar a sus selecciones. El lugar se ubicaba en una zona llena de vegetación y grandes árboles que servían como un pulmón generoso para la tan contaminada ciudad. Entre los que ese día tenían práctica llegaba un ajetreado muchacho de gorra, con mochila al hombro y balón en pie.

-¡Ya llegó su padre!- gritó a modo de que los presentes lo escucharan, sin embargo fue recibido por silbidos que dejaban clara una grosería muy conocida- Todavía que soy el que mete los goles, pero van a ver, me les voy a ir y sufrirán, niñitas- se acomodaba las espinilleras cuando otro muchacho de cabellos cortos y piel morena se sentó a su lado.

-¿Qué onda Fer? Hoy no te vi por la escuela- le comentó para luego beber agua de su botella desechable.

-Fui, pero me quedé en el laboratorio de cómputo terminando una tarea, se me hizo tarde y pues ya no entré a clases, hoy tuve una mañana bastante complicada- sonrió mientras terminaba de ponerse su uniforme adecuadamente.

-¿Pues qué te pasó? Aunque siendo a ti, no me sorprendería que todo lo malo te ocurra- soltó una carcajada el joven moreno.

-Gracias eh, gracias por siempre desearme lo mejor Román, por eso eres mi mejor amigo… cabrón- dijo seriamente, pero ambos sabían que era juego.

-Ya, no seas tan nena, ven acá y deja que te bese para que tu día se mejore- lo tomó de la cara y casi le plantaba un beso en la cara cuando otro chico apareció.

-¡Hey parejita! Sonrían para la cámara- al escucharlo ambos voltearon los rostros y sonrieron mostrando los dientes- ¡Perfecto! La mejor imagen del amor homosexual- los tres se carcajearon.

-Solo no se lo digas a los demás, ya sabes que todas esas niñas del equipo me aman, pero solo pude elegir a una perrita ¿verdad, negra?- volteó a ver a su amigo.

-¡Deja de discriminarme por mi color!- lo empujó y casi lo tira de la banca- ¿Verdad que no soy tan negro, Fabián?- Román miró esperanzado al chico que llevaba una cámara fotográfica en las manos.

-No, para nada, no viéndote ni se nota lo negro que estás- los tres chicos volvieron a reír, sin embargo el ambiente de paz se vio interferido por la llegada de él, el integrante menos querido del equipo, era bueno en el deporte, pero como persona era una escoria, a palabras de ellos.

-Mira, ya llegó- el moreno habló.

-Ya lo vi, y ¿qué? ¿Le mato un pollo?- lo miró, Marco era conocido por ser pedante, presumido y sucio en sus jugadas.

-Ya, mejor vamos a calentar, que si el entrenador llega nos dirá su cantaleta de siempre- Fabián fue a su lugar para guardar su cámara y seguir a sus colegas.

-Al rato me cuentas lo que te pasó en la mañana- Román le dijo en voz baja a Fer, este último asintió para finalmente incorporarse con el resto de sus compañeros.

 

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Ese primer día de clases no había sido para nada el mejor de su vida, todo lo contrario, se tornó triste desde las primeras horas. Como alma en pena, Ren llegó a su hogar ya caída la noche. Sabía que si regresaba a la escuela se toparía con Álvaro y su muy seguramente nueva novia, no iba a poder resistir verlos juntos, no cuando su corazón estaba tan destrozado como en esos momentos. Al estar frente a la puerta de la entrada principal y reuniendo toda su capacidad actoral, escondió su tristeza para poder lucir impecablemente la máscara de la felicidad, esa que muy seguido ocupaba, tan acostumbrado a ella estaba que la consideraba su verdadero rostro, la bella mentira de la alegría.

-A darle…- se dijo antes de girar la llave para abrir la puerta, suspiró y entró con una gran sonrisa en la cara- ¡Mamá, ya llegué!- exclamó en voz alta, para que su progenitora escuchara donde quiera que estuviera. No pasaron ni dos segundos cuando la atareada mujer fue a su encuentro con la cara más preocupada que podía tener. 

-¡Renato Balvanera!- le llamó por su nombre una vez que lo abrazó y confirmó que estaba bien- ¿Se puede saber dónde estabas? ¿Por qué no me contestabas en teléfono?- la madura pero no por ello menos bella mujer, belleza heredada, en modo masculino, a su retoño, cuestionó con el móvil en la mano. Lo olvidó, pero era cierto, al igual que a su amigo, ese día ignoró cualquier llamada recibida- Álvaro me llamó alarmado, no sabe de ti desde la mañana, ¿Estás bien? ¿Te ocurrió algo?- esperaba una respuesta.

-Estupendo, gracias amigo- pensó el chico antes de contestar algo- Sí mamita, estoy perfecto, mírame- levantando los brazos dio una vuelta entera- Tan completo y guapo como siempre- intentaba sonar casual, pero le estaba costando mucho trabajo. La mujer lo miró fijamente, algo no terminaba de gustarle- Estoy algo cansado, fue un día un poco pesado, ¿te molesta si me voy a dormir? No tengo hambre- a sus fosas nasales llegó el olor de la cena, sin embargo no podría pasar bocado, estaba deprimido, no tenía ánimos para nada. El semblante angustiado de la mujer pasó al de comprensión, no sabía exactamente el motivo, pero su instinto le alertaba que su hijo no estaba bien, la máscara se comenzaba a cuartear.

-Sí hijo, ve a descansar- se acercó y dándole un fuerte abrazo lo reconfortó a su manera, el sincero gesto tan maternal sirvió para percibir un poco de ese dolor que el chico experimentaba en esos momentos.

-Gracias má- el labio inferior le temblaba, estaba a punto llorar, todo el día rogó porque alguien lo abrazara de esa forma, y al final del día recibía aquel añorado cariño.

Sin decir una palabra más, el atribulado joven subió las escaleras rumbo a su alcoba. Abrió la puerta y se tiró en la cama, su respiración tranquila, poco a poco se tornó agitada, sus ojos cristalizados indicaban que estaba a punto de romper en llanto. Con pesadumbre se levantó de la mullida cama y en esos arranques masoquistas que solía tener, se colocó frente a su ventana, para ver desde ella a su amigo. Pudo saber rápidamente que el muchacho no estaba porque la luz de aquella habitación estaba apagada, y conociendo a su mejor amigo, sabía que de estar él ahí, tendría escándalo y luces parpadeando.

-Seguramente estás con ella, la estás besando, está disfrutando de tus brazos… está contigo…- sin resistirlo más, el llanto se hizo presente, hipando y cuidando de no hacer ruido, se acostó en su cama, le dolía, dolía el amor no correspondido, una de las formas de sufrimiento más crueles que un ser humano puede experimentar- Perdóname por sor un mal amigo… perdóname por haberme enamorado de ti… perdóname por amarte como te amo…- haciéndose ovillo, apretó su almohada y lloró como sólo se puede llorar por alguien a quien se ama…

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

Notas finales:

¡Gracias por su lectura!


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