No me gustan las personas, ya que todos mienten. Este odio que viene por una mala experiencia en mi vida.
En el momento que comencé a pensar así, me di cuenta que nunca cambiaria de opinión porque ese es el plan de una vida perfecta, fuera de dolor y angustia.
Tenía que ser ignorado por todo el bachillerato, mi rutina diaria consta de leer un libro en los recesos, aun si era intentado hablar yo solo debía ignorarlos.
Sea hombre o mujer, ese era el plan.
Pero eso tuvo un giro drástico, por un compañero de la clase. El alegre, popular e inteligente Edgar.
-¿Ya te vas Tom? – dijo Edgar con una sonrisa, me daba odio que deslumbrara mucho.
En respuesta a la pregunta, solo me limite a mirarlo y del mismo modo a ignorarlo mientras guardaba mis útiles.
Mi presentación es así: mi nombre es Tomas, tengo 16 años y curso 2do semestre de bachillerato.
-Tom deja de ignorarme, sabes que soy una persona alegre e insistente. Y seguiré hablándote hasta tener una respuesta propia de ti. –Aun sin quitar la sonrisa que siempre llevaba consigo, Edgar se acercó a mi pupitre y comenzó ayudarme con lo que quedaba. –Si dos ayudan a recoger, acabaras más rápido, y nos iremos juntos a casa.
La historia comienza así, Edgar se había cambiado a este vecindario a finales del primer semestre en la casa que se encontraba a tres de la mía. Al comenzar la escuela fue un éxito el primer día, ya había personas en su entorno e incluso se volvió muy popular con todos los profesores. Fue así durante 4 meses, ya tenía un grupo social y lo habían nominado como jefe de clase, algo que termino ganando, pero a finales del mes pasado mientras regresaba a casa él se acercó a hablarme.
-¿Tu nombre es Tomas? Bueno te diré desde hoy Tom. –Yo, que había colocado una barrera invisible contra todos me había quedado estupefacto ante semejante chico. Pues sabía que ya había sido advertido de mí, lo sé muy bien. Pues a la semana su grupo de amigos me mencionaron en una de sus miles de pláticas gritonas. “Tomas es el nerd, evítalo. Es de esas personas que odia las pláticas” entonces si ya sabía de mí ¿porque él me había hablado?
Recobre el sentido y comencé a caminar más rápido, pero Edgar en ningún momento se quedó atrás. –Era verdad lo que decían de ti Tom, no te gusta que te hablen. Pero yo soy una persona más insistente, me gusta ser amigo de todos y me alegra tener una oportunidad para hablarte. –Odiaba esa sonrisa que embozaba, sentía que se creía superior.
En ningún momento se separó de mí, y me contaba del lugar de donde venía. Pero yo no le respondía.
-Bueno, ya hemos llegado a tu casa Tom. Hasta mañana, te vendré a buscar temprano.
Y es así como dos semanas han transcurrido.
-Todos los días te hablo, pero no puedo creer que me sigas ignorando. Me estoy comenzando a deprimir. –Decía con un suspiro. Yo me sentía emocionado, porque muy pronto se rendiría conmigo. Entre la emoción Edgar me miro detalladamente. –Ni te emociones, que no te dejare de hablar. Solo digo que espero una respuesta de ti.
Lo mire sorprendido, pues que se diera cuenta de lo que pensaba eso nadie lo había hecho.
“No sabemos lo que piensas T” siempre decían mis padres en las cenas.
-No entiendo por qué no hablas a nadie, te ves alguien interesante. Porque no intentas hablarme hoy, si hablas solo conmigo yo evitare que los demás te hablen. –Yo lo mire sobre el hombro, pues sabía que los otros jamás me hablarían. Ya que en primer semestre ignore a todas las personas que intentaban hablarme. Solo podía pensar en el pobre Edgar no sabe en la posición que se encontraba. Aun así me seguía mirando con esa sonrisa, no sé por qué pero su sonrisa se sentía muy fría.
-Si me hablas ya no te molestare todos los días, y solo será un día por semana. –Mi cabeza giro rápido y luego baje la mirada.
-Está bien, pero promételo. –Edgar me miro.
-Lo prometo, pero este día no cuenta. Ya que quiero que me hables todo un día, así que iniciaremos mañana. –Decía Edgar, manteniendo como siempre esa sonrisa.
Esa noche había pensado en la estupidez que hice, contestarle a alguien. Por qué tenía miedo que no fuera a cumplir su promesa, aunque Edgar no se veía una persona así.
-T, ya llegaron por ti. –Gritaba mi madre mientras yo me alistaba. Pues Edgar tenía la costumbre de llegar muy temprano por mí, y por culpa de su costumbre de madrugar yo deje de desayunar. Aunque eso mantenía contenta a mi madre, que temía que yo fuera acosado en la escuela. –T, debería decirle a Edgar que venga a comer hoy con nosotros. –Embozaba alegremente mi madre.
-Si mamá, se lo diré. –Contestaba con toda la falsedad posible, me daba pereza solo pensar que él estuviera aquí.
Salí despidiéndome de mi madre, estando en la entrada Edgar ya se encontraba en el patio de mi casa, el sol se reflejaba en su cabello que parecía oro, apenas me percataba que era como dicen las chicas “hermoso”
-Te demoraste Tom. –Me percate, y me sonroje levemente. En qué demonios estaba pensando, rápidamente retome mi compostura antes de que él lo notara.