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Juego Sucio por Svanire

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Notas del fanfic:

He vuelto! XD Con un fanfic AU, desde la perspectiva de Dean.

Debo advertirles que ésta historia no sólo contiene Destiel, sino también algo de Sastiel y Sabriel.

Espero que les guste. Gracias por leer ^^

Esto no es amor. Es un simple gusto por mirarlo pasar por el pasillo. Es un mero deseo por saber de él, si está bien o si está mal. Es una casualidad que me hace dirigirle apenas dos palabras. No, esto no es amor.

 

El amor es distinto. Se siente como una cadena que oprime tu cuello con tiranía. Es una pasión que te tiene eternamente agotado porque se alimenta de tus energías físicas y mentales. El amor es una pistola cargada que siempre te apunta directo a la cabeza y cuando menos lo esperas, el gatillo se jala. En el mejor de los casos, estas muerto. En el peor… quedas por siempre malherido.

 

¿Cómo lo sé? He estado ahí algunas veces, al borde de declararme enamorado, mas al darme cuenta de todo lo que he descrito, me he acobardado y decidí retroceder. No quiero salir herido pero en el intento siempre termino hiriendo a alguien más.

 

Por eso es que esto no es amor y no debe serlo jamás. Si lo dejo florecer, sería un pecado. Así que tomaré su tierna semilla y la sepultare en el cementerio de mis desamores, en cuya tierra nada vuelve a florecer, salvo los cardos que, con sus espinas, mantienen a mi corazón en una prisión de dolor. De esa manera, cuando lo miro a los ojos, mi corazón duele y sangra entre las espinas, grabando con sus afiladas púas el monótono mensaje que, irónicamente, me mantiene a salvo: “Esto no es amor”.

 

Mas el corazón es terco, indisciplinado y estúpido. Se olvida rápidamente de las lecciones aprendidas y no resiste las tentaciones, especialmente una como él.

 

-Hola Dean -me saludó aquella tarde, mientras yo lavaba el auto fuera de la cochera -¿Está Sam en casa?

-Hola Cass. Sí, está ahí dentro.

 

Era pequeño pero con un par de hermosos ojos azules cuya mirada me derretía hasta el alma. Su cabello negro siempre estaba en desorden, lo cual lo hacía lucir aún más atractivo. Su sonrisa era sincera y dulce, sus movimientos corporales demostraban cierta timidez pero en general se desenvolvía con seguridad y espontaneidad, especialmente en presencia de su hermano, Gabriel, o del mío. Cuando me lo encontraba en el pasillo de la preparatoria, sin embargo, se mostraba temeroso y retraído, cosa que odiaba. No es como si yo fuese un monstruo o algo parecido, nunca lo había lastimado ni molestado, ni aunque esa fuera mi fama y mi diversión. Era intocable para mí, no solo por ser el novio de mi hermano, sino también porque ya había tenido problemas con Gabriel y no quería desatar más conflictos. Además, me gustaba. No lo aceptaba ante nada ni ante nadie, pero me gustaba.

 

En tal caso, ¿por qué no fui tras él? ¿Por qué no lo hice mi novio antes de que mi hermano lo hiciera? Es simple: porque no soy tonto. No iba a arruinar mi vida en la preparatoria sólo porque me gustaba un chico. Yo era popular entre las chicas, no había ninguna que no deseara besarme y estar conmigo y yo jamás me hartaba de eso. Si aceptaba públicamente que Castiel me gustaba, eso se acabaría y, con el tiempo, me aburriría de él. Lo sabía, me conozco bien.

 

Sam, por el contrario, es un chico más interesado en los sentimientos y esas cosas. A él no le importaba lo que dijera la gente, en tanto fuera feliz con Castiel. Y hay que admitirlo, hacían una linda pareja. En parte, tengo que aceptar que me daban un poco de envidia: caminando tan tranquilamente por el pasillo, tomados de la mano, con Gabriel revoloteando alrededor suyo. Nadie se metía con ellos porque mi hermano era capitán del equipo de baloncesto, así que además de su posición dentro de la pirámide estudiantil, su altura era bastante intimidante. Además, ese Gabriel era todo un hijo de puta, parecido a mí, debo decir. Quizá por eso no nos llevábamos muy bien.

 

Como sea, volviendo al asunto de aquella tarde, Castiel pasó tiempo de calidad con mi hermano, estudiando. Sam era mayor que él, por lo que no coincidían en clases, pero siempre estaba dispuesto a servirle de tutor con las materias que le eran difíciles. Mientras ellos repasaban una y otra vez sus ecuaciones, yo me senté a mis anchas en el sillón para ver un poco de televisión. En repetidas ocasiones, Sam me hizo bajar el volumen y hasta me pidió que no me riera tan alto. Lo ideal hubiera sido irme a mi habitación pero quería fastidiarlos, así que continué cambiando canales y riendo muy fuerte cuando encontraba algo gracioso.

 

Una hora más tarde, el timbre sonó y apareció Gabriel. Cuando le abrí la puerta, apenas y me saludó con un movimiento de cabeza, yo simplemente me hice a un lado para dejarlo pasar. Fue directo con Sam y Castiel, a quienes saludó alegremente y a quienes también empezó a fastidiar con sus chistes y comentarios bobos. ¡Ah, pero a él no le dijeron que se callara! Al contrario, se rieron de todo cuanto dijo, por más estúpido que fuera. Miré a Castiel, cuya sonrisa me pareció tan insoportable como hermosa y lo odié.

 

-Dean… Dean… ¡Dean!

 

Mi hermano me había estado llamando pero yo estaba demasiado concentrado en la sonrisa de su novio, por lo que no le había puesto atención, hasta que me gritó.

 

-¿Qué? -respondí, molesto.

-¿Quieres pedir pizza?

-Sí, como sea.

 

Pidió pizza y cuarenta minutos después estábamos comiendo todos juntos. Estaba dispuesto a comer sentado en el sillón pero Sam no me lo permitió, así que me senté con todos ellos en el comedor. Iba a tomar asiento junto a Castiel, pero Gabriel prácticamente me arrebató la silla y se sentó. Le lancé una mirada amenazante, la cual fue detectada por Sam.

 

-Dean, ya basta. Siéntate aquí.

 

Tomé asiento junto a él de mala gana. Los ojos azules intensos de Castiel me miraron reprobatoriamente, lo cual me produjo una sensación muy desagradable pero traté de sepultar mi malestar con pizza. No entendía cuál era el afán de mi hermano por forzarme a convivir con sus amigos. Era obvio que Gabriel y yo no podíamos llevarnos bien y Castiel apenas me dirigía la palabra. Sé que en gran parte era mi culpa, me la pasaba molestando a otros y era un idiota, pero Sam me hacía sentir como si fuera un niño pequeño y berrinchudo al que tiene que disciplinar cada que llega una visita. ¡Yo era el hermano mayor, no él!

 

Mientras comíamos, ellos se pusieron a conversar de varias cosas: los torneos de baloncesto, de compañeros que tenían en común, de las películas que habían visto juntos, las fiestas que se acercaban, etc. Me di cuenta de que, desde que Sam los conocía a ellos, cada vez pasaba menos tiempo conmigo. Solté un resoplido de enojo y luego estiré mi brazo para poder alcanzar el último pedazo de pizza. Mis dedos rozaron con los de Castiel, quien también quería ese último pedazo y no pude evitar quedarme varios segundos en shock.

 

-Ah, lo siento -dijo Castiel con timidez- Adelante, tómalo tú.

-No, es tuyo -le dije- Ya voy a retirarme.

 

Le dirigí una mirada nerviosa mientras me levantaba de la mesa. Luego me di la vuelta y salí al patio. Llené mis pulmones con aire fresco de la noche. ¿Qué demonios había sido eso? Mis dedos apenas y rozaron los suyos pero inmediatamente me sentí como si estuviera en llamas. ¿Sería porque nunca lo había tocado, siquiera? No sabía pero apenas y podía respirar.

 

-¿Cigarrillo? -me preguntó de pronto Gabriel.

 

No había escuchado cuando salió de la casa y me sobresalté. Me ofrecía un cigarrillo de su cajetilla y lo acepté. Después de que ambos soltamos la primer bocanada de humo, Gabriel me dijo:

 

-Quiero hablar contigo.

 

Fruncí el ceño y me volví a mirarlo. Gabriel estaba muy serio con el cigarrillo entre los dedos. Soltó otra bocanada de humo y me dijo:

 

-No creas que no me he dado cuenta de la manera en que miras a mi hermano.

 

Me reí y le pregunté:

 

-¿De qué hablas?

-No te hagas el tonto, al menos no en esto.

-No tengo idea de qué estás hablando. Dilo claramente.

-Te gusta Castiel.

 

Toda palabra que estaba a punto de salir de mis labios, se esfumó. Me quedé mudo, tuve que meterme el cigarrillo en la boca para disimular mi estupor. Cuando logré calmarme, ya era muy tarde.

 

-Lo sabía -asintió Gabriel; tiró el cigarrillo y se puso frente a mí, para decirme- Escúchame bien, Dean: sé que no te agrado y tú tampoco me agradas, pero esto no se trata de nosotros, se trata de nuestros hermanos. Eres un hijo de puta, al igual que yo, pero estoy seguro de que la felicidad de tu hermano es más importante que cualquier otra cosa… ¿o me equivoco?

 

Negué con la cabeza y él continuó:

 

-Bueno, para mí también es muy importante la felicidad de mi hermano, por lo que voy a tener que pedirte que no te interpongas en su relación, sea cual sea el motivo.

-¿Por qué lo haría? -pregunté con una sonrisa burlona.

-Porque vi esa mirada tuya sobre mi hermano y no quiero que hagas nada estúpido que destruya su relación. Así de simple.

-No haré nada.

-Más te vale.

-¿Es una amenaza?

-Tómalo como quieras.

 

Entró de nuevo a la casa, dejándome a la merced de sus palabras. Yo nunca había tenido intenciones de entrometerme en la relación de mi hermano con Castiel, pero Gabriel había sembrado la duda en mí y, sin sospecharlo, al advertirme que no lo hiciera más bien me estaba retando. Traté de frenar cualquier posible ardid que mi cerebro se inventara pero la pregunta ya estaba en el aire:

 

¿Y por qué no intentarlo?






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