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The night is dark and full of terrors por Asmodeo

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Notas del capitulo:

Bueno, vamos a ver, estoy en un foro de rol que retoma el universo de Harry Potter, pero sin Harry Potter, es decir el mundo mágico existe, pero la historia de los libros nunca pasó. Allí he creado muchos personajes con los que me divierto mucho. Hubo un concurso de fics hace un rato y me tocó escribir tanto de mis personajes, como de los personajes de otros. Estos tres fics son el resultado de este concurso.

Los fics debían desarrollarse en el futuro y yo llamé a estos tres fics la triada de los finales oscuros. En ellos pasan cosas no muy bellas, pero distintas, con el futuro del mundo mágico. No hace falta conocer las historias de los personajes porque el fic mismo las explica. Solo hay dos aquí porque el otro fic es hetero y pueden leerlo en mi cuenta de fanfiction o A03.

Espero que les gusten. Yo disfruté mucho con su escritura y son mis fics amados. Por cierto, si alguien tiene ganas de un buen rol, el foro se llama Expelliarmus rpg y pueden encontrarme allí como Janendra y conocer a mi ejercito de chicos gays.

Siéntete tocado

Por Janendra

 

28 de julio de 2029



Ese mundo exterior es un lío,
la vida bajo el mar es mejor que todo lo que tienen allá arriba.


Dante se resbaló al pisar una piedra y el pie se le metió en el lodo hasta el tobillo. Maldijo por lo bajo cuando recordó la cámara y se apresuró a recogerla del barro. La lente estaba cubierta de barro, la sacudió sin mucho éxito. Se buscó el pañuelo que no traía. Tomó una orilla del traje y con el interior limpió la lente. Revisó que no hubiera lodo en ninguna otra parte. Se tomó un respiro para mirar a lo lejos el castillo. Hogwarts ya no era lo que fue cuando él estudió allí. El mundo cambió para peor y ni siquiera el colegio más antiguo de Inglaterra se salvó.

—Aunque para ser justos, —le dijo al castillo lejano—, tú envejeciste mejor que yo.

Quizá porque Hogwarts no hablaba, ni escribía o tuvo un diario. En el pasado Dante se enorgullecía de dar la nota fuera cual fuera y pesara sobre quien pesara. En un mundo idílico el trabajo de un periodista debería ser sagrado, protegido por la ley. Era una lástima que un mundo así no existiera.

Dante se detuvo junto a un árbol a recuperar el aliento. Como decía el pueblo, sudaba la gota gorda. A los sesenta y cinco años, ya no tenía la misma resistencia que en sus años mozos. Que no tuviera dinero para pagar el uso de la varita y tuviera que caminar desde el pueblo, tampoco ayudaba. Recordó con amargura que hubo un tiempo donde podía usar su varita de forma libre, pagabas por el cacharro y era tuyo para usarlo como quisieras. En dos mil diecinueve eso cambió. Cada varita se creaba con una ranura donde entraba desde un galeón a un knut. Cada mago debía pagar por usar su varita, impuestos decía el Ministerio, no había mejor forma de cobrarlos que a través de las varitas.  

Los magos pudientes podían usar la varita a su antojo. Los pobres como él, y los marginados, también como él,  a los que se les atrasaban las cuentas de los hechizos realizados, no podían usar magia. Era frustrante, calculaban que esas medidas financieras volvieron squibs a  un treinta por ciento de la población. 

Con el aliento recuperado Dante continuó.  El caos se desató cuando Ethan Pevensie desapareció, a finales del ciclo escolar de dos mil catorce. Fue una rachita de buena suerte para el colegio, primero el asesinato de la chica Herondale, luego el cadáver de Chadwick Morgenstern y como cereza del pastel la desaparición de Pevensie. Aquello fue el gran escándalo que apresuró la caída de Hogwarts. El ministerio estaba desesperado, ni su Palmer dentro del colegio, ni sus controles excesivos contra los alumnos  sirvieron de algo. Un montón de cabezas cayeron, Palmer la primera. Cuando el ministerio presentó cargos de asesinato contra Candice Pevensie fue un acto de pura desesperación, que resultó de maravilla. 

El juicio fue una burla, una reunión de viejas chismosas que despedazaron la vida de los Pevensie para gusto y disfrute del público. Con la sociedad distraída se aprobaron leyes que callaban las voces contrarias al ministerio. El profeta cayó y Dante calló con él. Estuvo varios años en prisión por crímenes contra el gobierno. El Ministerio cerró Hogwarts, en favor de pequeñas escuelas de media jornada  en las ciudades más importantes del país. Brotaron escuelas particulares como setas y un par de años después el ministerio cerró las escuelas públicas. La educación se convirtió en un privilegio solo alcanzable para los más pudientes. La visión sangre pura se impuso con fuerza y los mestizos e hijos de muggles volvieron al mundo muggle, como los judíos que escaparon de la segunda guerra mundial.

Dante envió a Victoria al nuevo continente con la promesa de seguirla después. Fue imposible, a los delincuentes que atacaban al gobierno no se les permitía abandonar el país. 

Ellos trabajan sin parar y bajo el sol para variar,
mientras nosotros siempre flotamos bajo el mar.



Dante se quitó el saco y se limpió el sudor de la cara, estaba frente al gran lago. Ahora era reportero para un diario que era muy cuidadoso con sus palabras. Sobrevivía apenas y la dieta forzosa lo tenía delgado. El día a día era duro para un delincuente al que el gobierno mantenía bajo su constante escrutinio. Hacía medio mes que usaba la varita para rascarse la espalda. Pero allí estaba, detrás de la nota, como en los viejos tiempos. Se corrió el rumor de que alguien vio a Ethan Pevensie en el lago. Al principio nadie le dio mucha importancia. El rumor en vez de desaparecer cobró fuerza. Alguien dijo que habló con él, que intercambiaron impresiones sobre el clima. Un diario de mayor alcance dijo en son de burla que a Candice Pevensie le habría encantado saberlo, pero era tarde, ya conocía los labios de un dementor. Como todo diario sensacionalista, su periódico quiso desmentir el rumor desde la raíz  o confirmarlo. Lo enviaron a él con los gastos pagos y una habitación pulgosa en Hogsmeade. La nota, por más idiota que pareciera merecía su atención, tampoco es como si hubiera mucho que reportar con los duros controles del gobierno.

Hogwarts era ahora un glorioso museo sobre la historia de la magia. Para entrar al castillo debías pagar, los alrededores eran un parque nacional de admisión gratuita. Dante se sentó en el pasto, ya llevaba una semana allí. Hizo muchas entrevistas en el pueblo, habló con el hombre que dijo ver a Pevensie e iba cada día al lago. Sus notas fueron publicadas y eso eran  galeones seguros en su bolsillo. Quizá hasta pudiera pagar el uso de la varita.

Por unos minutos se dedicó a pensar en lo que pasaría si descubriera que Pevensie estaba vivo. Quizá se fugó con el novio, en el juicio todo se supo, y se dedicó a vender flores a las afueras de un pintoresco pueblo. Hasta que se aburrió y decidió volver.  De estar más atento habría notado que el agua del lago se aquietó, que los pájaros dejaron de cantar. El bosque entero estaba sumido en el silencio y la inmovilidad. Dante volvió  a pasarse el saco por la cara y pensó en lo mucho que le dolía la rodilla derecha. No escuchó el sonido de un cuerpo al salir del agua y cuando levantó la vista retrocedió sobre las nalgas.

—Sé que soy guapo, pero no es para tanto, —sonrió el recién surgido del lago.

A Dante se le desencajó la mandíbula. Ethan Pevensie era un tritón.

Bajo el mar
vive sereno, siendo sireno eres feliz.



Dante tuvo que sacudir la cabeza. Se llevó la mano a la frente mientras seguía con la mirada los movimientos de Pevensie. Era un hombre imponente que  debía estar cerca de los dos metros. Tenía la piel pálida veteada por sendas iridiscentes en colores azul y verde. A los costados de la frente dos cuernos hechos de escamas plateadas brillaban con el sol. En los brazos, manos y piernas tenía escamas en tonos nacarados. Era atractivo a rabiar, con ojos de color ámbar brillante y una barba cerrada donde anidaban una especie de pulpos diminutos. Por el momento tenía piernas y caminaba por el pasto. Tenía entre las manos un pescado ensartado en un palo. Lo hizo levitar sobre el fuego, junto a los otros cuatro que solo salieron del agua cuando él lo ordenó. 

—Puedo adquirir una forma más humana, —dijo divertido. 

Era obvio que su desnudez contrariaba a Dante. Quizá era el miembro descomunal que se mecía entre sus piernas a cada paso. O quizá que era un tritón; solo Merlín podía saber lo que aquel hombre pensaba. Dante parpadeó y Pevensie era un hombre adulto, vestido con pantalón corto y camisa blanca desabotonada. Los pequeños pulpos aún le caminaban por la barba.

—Toma, come, estás demasiado delgado.

Pevensie le dio un pescado y pese al temor y la incredulidad, ganó el hambre. Pevensie se sentó a su lado y estiró las piernas.

—En realidad no es una historia tan rara. Admito que cuando estaba en el colegio era un poco desenfrenado. A veces venía al lago, tomaba una poción para respirar debajo del agua e iba en busca de alguna sirena linda, o lindo —le guiñó un ojo y le dio un codazo—. Éramos especies distintas, ¿cómo iba a saber que éramos compatibles? El hijo del rey  de los tritones quedó embarazado de mí, ya sabes entre los tritones son los chicos quienes llevan a los bebés, y su padre no quería que lo vieran como un tritón deshonrado.

Así que un día que Pevensie retozaba cerca del lago, el rey tritón apareció junto con su hijo. El tritoncillo lo señaló y su padre lo convirtió en tritón.

—Ese bastardo tenía un poder inmenso. Me volvió sireno con un movimiento de su tridente. Tuvimos una boda muy fastuosa y nos dedicamos a llenar el lago de pequeños Ethans. Por desgracia mi sireno ideal murió  y yo me convertí en el heredero al trono marino. Este lago se conecta con el mar. Vivimos aquí en primavera y migramos en el invierno a aguas más cálidas.  El rey murió hace uno meses y yo soy ahora el rey del lago.

Dante asintió entre una mordida al pez. La historia era fascinante, pero el pescado estaba tierno  y calentito. Pevensie sacó otro pez del fuego y se lo tendió.

—Aunque sería mejor decir que soy el rey del mar, —levantó y bajó las cejas de forma rápida—, de los siete mares en realidad.

Pevensie sonrió de forma arrebatadora. 

—No hay mejor partido que  yo en los territorios del agua y estoy en busca de un mago lindo para hacerlo mi sireno ideal. No sabes lo aburrido que es estar casado con un tritón que solo sabe hablar de corrientes de agua, algas y peces. Yo lo que quiero es un mago, —las últimas palabras las susurró al oído de Dante. 

Dante tragó saliva y el trozo de pez que tenía en la boca. Pevensie estaba muy cerca, demasiado para su gusto. Lo único bueno es que no querría a un sesentón por pareja, era imposible.

—¿Otro pez, cariño?

Si no te quieres arriesgar y los problemas evitar
entre burbujas debes quedarte bajo del mar.



—¡Tu maldito imbécil! —gruñó Dante cuando pudo salir a flote del lago, donde Pevensie acababa de arrojarlo.

Dante se llevó la mano a  la garganta, su voz era demasiado chillona, juvenil. Pevensie, parado en el pasto, se rió. Dante se miró las manos, el cuerpo, se sentía por completo diferente, más ligero y con energía. 

—Me gustan jóvenes, —sonrió Pevensie.

Dante miró su reflejó en el agua, parecía de quince o dieciséis años. Bufó indignado. Pataleó para nadar a la orilla y el movimiento lo arrojó al frente con fuerza. Horrorizado se miró las piernas que ya no tenía, en su lugar había una cola en colores rosas. 

—¡Tengo una hija! ¡Una vida! —chilló con su voz aguda—. ¡Y rosa! ¿Qué soy? ¿Una jodida princesita?

Pevensie  se rió.

—Si fuera tú comenzaría a nadar.

Pevensie se arrojó al lago. Dante miró como sus piernas y su cuerpo se transformaban en el de un tritón. Abrió la boca al ver el miembro descomunal y decidió que nadar era lo más sensato que escuchó en la vida.   

Bajo el mar, bajo el mar,
hay siempre ritmo y lo sentimos al natural.

 


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