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Mil Mundos por Rising Sloth

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Capítulo 30

 

Zoro fue el primero que la Vilaperis visitó esa noche. Soñaba con aquella vez que, siendo aun un crío, al cruzar la frontera entre Tigre y Ave para buscar a su padre, fue capturado y llevado con otros híbridos. Jamás había sentido tanto miedo de los que estaban a su alrededor, jamás le había quedado tan claro el monstruo que era y porque le habían mantenido escondido. A veces pensaba que tan sólo en una pesadilla como aquella podían aparecer semejantes seres malformados, mental o físicamente, pero después despertaba y recordaba que habían existido de verdad, que él existía de verdad.

Cuando la Vilaperis tocó su frente todo cambió. Entrenaba con Kuina y era derrotado por ella, pero después la rodeaba con los brazos y la besaba.

Los hermanos D. Monkey fueron los segundos que la Vilaperis visitó. Era algo poco usual, pero los tres compartían su sueño. En este, su madre fallecía en la cama tras dedicarle una última sonrisa, y la espalda de su padre, el cual siempre les había tratado con indiferencia, se alejaba por la puerta para no regresar jamás.

Cuando la Vilaperis tocó sus frentes, cambió el recuerdo por aquel en que surcaban juntos los cielos de Goa en las tablas solares que ellos mismo habían construido. No había tristezas en sus rostros, solo existía el presente y la libertad para ellos.

El tercero fue el capitán Yurakiur. El tenía un sueño complicado. Había vivido demasiado y demasiadas cosas, por ello no soñaba nada claro. En su mente estaban todas las crueldades e injusticias que había presenciado, todo el dolor y los malos sentimientos que había experimentado, y esa soledad casi sólida que había sido su compañera durante tanto tiempo.

Cuando la Vilaperis le tocó, volvió a aquella época en que era milenios más joven, y su alas se desplegaban majestuosas en el cielo. El viento en su cara le hacía sentir pleno, como si su camino para volar no tuviera fin.

El cuarto fue el profesor. Su negativismo y sus miedos estaba creando pesadillas que a ojos de otros hubiesen resultado bastante absurdas, incluso divertidas. Aún así la Vilaperis, con ternura, se apiadó de él, y con gesto marternal cambio su sueño por uno en el que volvía a casa después de un largo viaje solo para abrazar a su esposa, a la que amaba por encima de todo.

La quinta fue Vivi. Vislumbraba el Exterminio y como perdía uno a uno a sus seres queridos, empezando por su querida madre y terminando por su amado Koza. La Vilaperis cambió el sueño por uno en el que un hombre, con espada al cinto y aspecto de halcón, le regalaba por su cumpleaños un pequeño patito al que llamó Calú.

El sexto... fue Marco. Por él no pudo hacer nada. Aunque dormía profundamente, su alter ego siempre permanecía despierto en él. Entristecida, la Vilaperis se apartó para no ver sus peores pesadillas, en la que él mismo mutilaba de la manera más horrible a ese joven que quería tanto mientras que en su cara nacía y crecía un sonrisa cada vez más sádica.

El séptimo fue Eustass. Veía a ese hombre, veía como tocaba a Law, como le hería, como le humillaba mientras que él era incapaz de hacer nada. La Vilaperis cambió a su sueño, llevándole hasta un festival de los días de estrellas de cuando era niño, en que el daba saltitos para intentar ver las cabalgata. Law le tomaba de la cintura y lo subía para sentarlo en sus hombros.

El octavo fue el propio Law. En sus ojos, el cuerpo de Eustass se alejaba de la nave, llevado por la no gravedad y perdiéndose en el espacio para siempre. La Vilaperis lo cambió por aquella vez que el cortador tomó su mano por primera vez, haciendo que se sintiera completamente vivo, con esa calidez en el pecho que solo él le hacía sentir.

El noveno fue Shanks. En su sueño la culpa y el arrepentimiento le atacaban. Las cosa que había hecho, las partes de su cuerpo que había perdido, sus manos manchadas por la sangre de un compañero... La Vilaperis lo cambio por aquel momento, en el que el todavía tenía quince años y un hombre al que admiraba y quería colocaba un sombrero de paja sobre su cabeza. Es un préstamo, le dijo en aquella ocasión, cuando seas capaz de superarme me lo tienes que devolver, eh. ¿Porqué yo? Le preguntó el pelirrojo. Porque sé que eres incapaz de decepcionarme.

Así la Vilaperis, tal y como decían las leyendas, trajo sueños placenteros a los marineros que en su travesía sufrían de si mismos. Pero tras esto, ella no se marchó, aún le quedaba ver a una persona.

Era el único despierto en ese momento, manteniendo el rumbo tras el timón y cuando vio a la Vilaperis no pudo sino asombrase.

Era tal y como contaban las historias. Un hermoso ser con un cuerpo femenino que dejaba pasar la luz y que contenía los brillos de las estrellas. Sus brazos extendidos se trasformaban en un manto que utilizaba como alas y dejaban una larga estela tras de si. Danzaba por todos lados, en todas direcciones, con elegancia, sutileza, incluso sensualidad.

Aterrizó justo delante de él. Sus cabellos trasparentes no dejaban de moverse como si estuviera debajo del agua. El hombre no veía facciones en ella, pero sabía que le estaba sonriendo con dulzura.

La Vilaperis saltó grácil para echar a volar y atravesó a aquel hombre que, en un acto reflejo, se había cubierto el rostro con los brazo.

El teniente giró hacia atrás para ver como ella se alejaba. Ya no estaba. Se analizó así mismo. Todo seguía igual. Volvió a mirar al frente para sujetar el timón.

Sus pensamientos, sin que el pudiera evitarlo mucho, fueron dirigidos a Ace. Sintió en el pecho un aire de preocupación por él. Y también tristeza.

A la mañana siguiente no contaría nada de lo que había visto, si las historias eran falsa sería innecesario decir nada, y si las historias eran ciertas ya nada podía cambiar su destino, debía estar preparado para aceptar que, como aquellos a los que se les aparecía la Vilaperis, jamás volvería a pisar tierra con vida.

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El pecoso, a la hora de comer, encontró al piloxiano sentado solo en una de las mesas. Con una sonrisa, decidió acompañarle.

–Eh, Marco –se sentó a su lado–, hace tiempo que no me enseñas a ser amigo del fuego ¿Retomamos las clases esta tarde?

Su interlocutor hizo un mueca. Le apartó la cara.

–Esta tarde no, Ace, estoy algo cansado –contestó tras llevarse el cuenco a la boca.

–¿Te encuentras bien?

–He pasado una mala noche.

El mayor de los D. Monkey iba a volver a hablar, pero en el tiempo que tardaba en hacerlo Marco había apurado su almuerzo y se había levantado de la mesa. Para Ace estaba cada vez más claro que algo no iba bien, por mucho que el rubio actuara mas o menos como siempre, por cierta razón le evadía.

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Roronoa Zoro no sólo le evadía, sino que al hacerlo le estaba amargando la vida. Esa fue la conclusión a la que llegó cuando tuvo que reescribir por vez vigésima lo acontecido las ultimas semanas el cuaderno de bitácora. Se llevó la mano al a frente de un golpe. Resopló por sus fosas nasales a la vez que dejaba descansar su espalda en el asiento. Se pasó la mano por el pelo.

No entendía nada. Veinticuatro horas después de dejar Soma el joven yokai había comenzado con esa actitud. Así, de manera espontanea, sin ninguna razón para ello. En un principio pensó que fue simplemente una manera de guardar las apariencias, pero en poco Mihawk se percató de que, en cuanto a lo que concernía al peliverde, él era una mera figura que daba ordenes. No había persona debajo de su uniforme. Ni tan siquiera había una relación capitán-tripulante como la que tenían antes de esa noche, por muy mala que fuera. Entre ellos sólo quedaba una dura y áspera indiferencia; puede que ni tan siquiera eso porque, para ignorar a alguien, había que ser consciente de su existencia, y desde luego ese híbrido parecía que ya no lo percibía por ningún sentido físico o metafísico.

Volvió a resoplar.

Lo peor era que, a pesar de todos los años que llevaba cargando a su espalda, nunca había estado en una situación como esta, y desde luego no sabía como actuar. Todo por culpa de es crío mentecato.

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Una noche, toda la tripulación decidió reunirse en cubierta haciendo un corralillo. Motivo: que salieran valientes al centro para contar la más increíble aventura que hayan vivido a riesgo de sufrir las consecuencias de poder aburrir a los demás.

–¡Que emocionante! ¡Me muero por oírlas! ¿Tú no Zoro? ¿Tú no Law? –se dirigió a cada uno de los hombres que estaban sentados a cada uno de los lados del muchacho, evidentemente porque Luffy lo había querido así.

–A estas alturas de la vida...– comenzó el peliverde.

–Pocas cosas nos pueden emocionar ya –terminó el perlado.

–Vaya par de viejo amargados que sois los dos...– miró a un y a otro con los ojos entrecerrados.

En lado contrario del corro estaba Marco, pero se levantó y se fue cuando vio que Ace iba a ponerse a su lado. El pecoso se quedó con el gesto desconcertado, ya no sabía siquiera si intentar llamarle.

–¡Bueno, bueno! –alzo la voz Shanks para que todos le atendieran– ¿Estamos todo?

–¡El cangrejo no está!

–¡Sigue peleado con Law!

–¡Eh, Law! ¡Ábrete un poco más de patas! ¡Que seguro que así le cambias el humor!

El que lo dijo se llevó un buen corte de manga por parte del perlado, y eso casi lleva una buena pelea interrumpida por la voz del cocinero.

–Empezamos señores. Y señoritas –se reverenció para Vivi y Catalina, aunque de esta última casi se olvida–. La ronda de historias de hoy ¿Quién será el primero?

–¡Tú el primero, Shanks! –se oyó por ahí, proposición que fue bastante coreada.

–¿Qué decís? Lo mejor del evento siempre tiene que ir al final. ¿No hay ningún valiente que se atreva en ese ruedo?

–¿Valiente dices? Valiente es mi segundo nombre.

Todo el mundo miró al profesor, que se agarraba la barbilla con aire interesante. Su comentario produjo cierto escepticismo.

–¡Dajaja! ¡Como usted quiera profesor Valiente! ¡Acérquese y cuéntenos! Pero le advierto: si no nos gusta la historia le echaremos por la borda.

–¿¡Pero que dice que usted, desgraciado!?

–Las reglas del juego –se alzó de hombros.

–¿¡Que reglas ni que niño muerto!?

Cuando pararon las carcajadas a costa del profesor este se atrevió con cierto aire de orgullo herido a ponerse en el centro de todos. La historia era todo pura fantasía, pero el narizotas tenía un don para narrar; por muy mentira que fuera todo, la ficción les atrapó por completo. Y cuando terminó, Usopp se llevó toda una horda de aplausos.

–¡Increíble historia, increíble! ¡Solo le faltaba ser verdad!

–¡Que haga un bis, que haga un bis!

–Desde luego, profesor– le dijo el cyborg pelirrojo aplaudiendo– la astronomía se ha cargando a un gran novelista.

–¿Usted cree? –habló con falsa modestia– Si no es para tanto.

–Vaya... –dijo Luffy desde su asiento– No sabía que el profesor había hecho todas esas cosas.

Zoro y Law no daban crédito a tanta inocencia. Ambos se miraron y suspiraron.

–Bueno –se levantó Teach– Mi historias no es tan fabulosa como la del profesor pero de seguro os reiréis un rato ¡Zejajaja!

Era tan solo algo que le había ocurrido en un bar por pelearse con un tipo que decía que la carne estaba mejor que es pastel de melonarandanos.

–¡Y le estampé la cara contra la puerta! ¡Zejajajaja!

Todo el mundo soltaba carcajadas. El hombre siempre destacaba poco, pero caía bien a todo el mundo y desde luego sabía lo que era hacer reír.

Así, después de él, se levantaron unos cuantos más. Cuanto más pasaba el tiempo más se animaban y reían. Excepto en una sola ocasión, en la que Luffy cayó en un profundo sueño y, sin pretenderlo, apoyó su cabeza en el hombro de Law.

–Te lo dije Buggy. Tus historias son soporíferas.

–¡Cállate ya, Shanks! ¡Que aquí todos sabemos que los D. Monkey tienen un problema de narcolepsia! ¿¡Cuantas veces se a quedado ese –señaló a Ace– dormido sobre su propio plato!?

–Deberías asumir tus debilidades como un hombre.

–¿¡Cómo un hombre!? ¡Si crees que puede hacerlo mejor ponte aquí y deja de prometer historias!

Siguieron peleándose, o más bien, Buggy se peleaba con Shanks mientras que éste se divertía a su costa, acaparando toda la atención del publico.

–Da miedo ¿eh? –le dijo, mientras tanto, el híbrido yokai al perlado.

–¿El qué?

–La confianza que de repente coge –señaló al dormido Luffy con la barbilla–. Contigo tiene más escusa, tú y él habíais sido compañeros ya durante un tiempo, pero él empezó a llamarme amigo nada más conocerme, y justo después de que le hubiera robado su bolsa de dinero.

Law apartó la mirada."Amigo". Esa palabra hinchó los pulmones. Nunca había tenido algo así. En el palacio evidentemente no le pudo colocar a nadie esa etiqueta. Shakky había sido una buena compañera, una buena mentora, pero nunca catalogó esa relación de amistad. Bonney y Killer, les tenía cariño pero... no no era lo mismo. Y Eustass siempre ha sido Eustass.

Miró a Luffy. Sonrió, olvidándose por un momento de porque estaba en ese barco y alegrándose de esa amistad. Así dormido le recordaba un poco a Eustass cuando tenía su edad.

Algo más apartado, sin ni siquiera estar en la cubierta puesto que estaba sentado en las escaleras que daban al camarote de la tripulación, el cortador de Dawn miraba la escena, sin que nadie supiera de él, miraba a Law y miraba como sonreía. La sangre le hirvió.

–¡Despierta! –gritó Shanks dándole un cogotazo a Luffy que hizo que su cabeza se estrellara hacia delante contra el suelo.

–¿¡Quieres matarme o qué!? –le rugió.

–Que te pierdes mi historia. ¿Quieres perderte mi historia?

–¡Puedes despertarme normal!

–Cuando se trata de ti nada puede ser normal ¿La vas a escuchar o no?

–¡Sí! ¡Pero la haré cabreado! –con exagerados movimientos se cruzó de brazos y se quedó mirando al centro del corro con cara de mala leche. Por contradicción, su rodilla se movía con impaciencia por escuchar aquella historia, fuese la que fuese.

Shanks se aclaró la garganta.

–Esto me pasó hace tiempo, cuando aún era un joven adolescente pero ya sabía lo que era enfrentarse a una travesía por el universo...

Siguió hablando y contando, mientras que en susurros, Vivi le hablaba a Sabo.

–Tú hermano admira mucho a Shanks, se le nota en los ojos. Le brillan con solo escucharle.

–No me extraña. En este tiempo ha sido como un referente paterno para él, algo que nunca ha tenido en condiciones. Además, Shanks es un persona que hace que se le admire, Luffy no es el único que está así ahora mismo.

La chica miró a su alrededor. Era como si la historia del cyborg tuviera algo que atrapara a todos.

–Todos creímos de verdad que ese día sería el punto y final de nuestras vidas –seguía relatando el cocinero, tenía pasión en la voz–. Que la próxima botella de ron la compartiríamos en el mismo infierno. Pero entonces escuchamos una carcajada que parecía venir de lo más profundo del alma. Eran las carcajadas de mi capitán.

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Los días de travesía seguían pasando. No con tranquilidad, para nada. Apenas salían de un atolladero para meterse en otro. Pero, gracias a la suerte, todavía se daba el lujo de que aparecieran momentos como éste:

–¿Así está bien hecho Shanks? –le mostró el grumete el nudo marinero recién hecho.

–Sí, la verdad es que si. Un nudo perfecto. Hazlo otra vez.

–¿Otra vez? Pero si lo he hecho miles de veces.

–Entonces haremos que sean dos mil. Quiero que lo hagas tan bien que lo hagas sin mirar y hasta sin pensar.

–Como te pasas... ¿Y Vivi por qué no práctica esto?

–Vivi ha pasado paulatinamente de ser mi grumete a ser la del profesor. Así que olvídate de ella. Se ha ido con el enemigo.

–¿Con el enemigo?

–Claro, el profesor se cree que puede tener un grumete mejor que yo. Y le voy a demostrar que se equivoca, por mucho que la suya sea un yokai,

–¡Ya lo entiendo! ¡No te decepcionaré Shanks!

–¡Dajaja! Así me gusta.

–Terminé este.

–Si, si, cada vez mejor lo veo chico. Venga, otra vez.

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Law entró en el camarote de la tripulación, en una de las hamacas estaba tirado Eustass, con los ojos cerrados y las manos entrelazadas de almohada. El perlado tomó aire y expiró.

–Eustass –le llamó en tono amable pero el otro no dijo nada– Eustass ¿Estas despierto?

–No, lárgate.

El de las ojeras se arrepintió por un momento de haber bajado esas escaleras. Pero no se fue.

–Ayer te perdiste la historia de Shanks –se acercó a la hamaca–. Creí que te gustaban. Después de todo su capitán era...

–¿Es que no me has escuchado? –le puso una mirada afilada–. He dicho que te largues.

Law resopló.

–Lo del agua en la cocina pasó hace varias semanas. Creo que es suficiente para este cabreo sin sentido.

–¿Sin sentido? ¡Ah, claro! sin sentido –dijo sarcástico y se puso de pie en el suelo, encarando al otro y adelantando los pasos hacia él– Mi cabreo es sin sentido ¿no? Como todo lo que hacemos. Como este maldito viaje. Nada tiene sentido para ti ya ¿verdad, Law?

–Te agradecería que fueses claro. No sé de que me hablas.

–Sabes perfectamente de que te hablo. A ti ya te da igual que consigamos esa mierda de tesoro o no. Lo único que te importa que es que ese maldito grumete te alabe por tus "poderes de dios".

–¿Qué? Estas sacan...

–Ni se te ocurra decirme que estoy sacando las cosas de quicio, Law. Te vi ayer como le sonreías.

–Eso no es lo tú...

–¿"Eso no es lo que tú piensas" me vas a decir? Lo que yo pensaba es que te importaba. Pero voy y descubro que desde hace siete años sientes que no estas haciendo nada con tu vida. Si, te escuché, no pongas esa cara de sorprendido.

–¡Lo estas entendiendo todo mal! –estalló.

–¡Es ahora cuando empiezo a entender! ¡Tú solo esperas que me muera para volver con él!

–¡No sabes lo que estas diciendo!

–¡No me jodas! ¡Te gustaba esa vida Law! ¡Eras un dios! ¡Tenía todo lo que querías! ¡Para ti solo soy un mierda con que pasar el rato!

–¡Racionaliza un poco lo que estás diciendo! ¡Si fuera así no hubiese llegado tan lejos con esto!

–¡Si fuera así no lo echaría todos por la borda usando tus malditos poderes!

–¡Ya te dije porque los uso!

–¡Para sentir que haces algo con tu vida!

–¡Deja de decirme eso! ¡Estos poderes son parte de mi! ¡Sean las razones que seas está en mi criterio usarlos!

–¡Fuiste tú el que decidió dejar de usarlos en un principio!

–¡Por que yo quise, no porque nadie me lo ordenara!

–¿¡Me sales con lo mismo que ese grumete!?

–¡Claro que lo hago! ¡Estoy harto! ¡Yo no abandoné Dawn para que me esclavizara un capullo diferente!

Sintió el golpe de su puño en la cara, que lo echó hacia atrás hasta acabar apoyado en la pared. Se sentía mareado. Se tocó el labio y se miró la mano temblorosa. Tenía sangre. Dirigió su vista a Eustass. El pelirrojo se había quedado parado, dándose cuenta de lo que había echo.

Entonces apretó el puño y los dientes.

–Al infierno...–murmuró– ¡Al infierno!

Salió del camarote por las escaleras, llegó a cubierta. No sabía que estaba haciendo ni quería saberlo. De repente, su hombro chocó contra el del teniente. Le miró con odio. Su mano se transformó en pinza en cuestión de segundos y fue directa al ojo de Smoker. Su ira le nublaba todo.

El marine le cogió el brazo del pelirrojo justo tiempo para desviarlo, consiguiendo que solo le hiciera un corte en la mejilla. Eustass quiso volver a atacarle pero el otro le propinó una patada en la boca estomago, con la suficiente fuerza como para que acabara con la espalda estampada en la balaustrada. Faltó un pelo para que no cayera por la borda.

Eso, como era de suponer, no lo calmó.

–¡Te voy a matar, hijo de puta! ¡Te voy a matar!

Se abalanzó de nuevo sobre el teniente, pero no llego ni a rozarle. Intervino un tercero, que le ajustó un golpe justo por donde no esperaba, con algo metálico que no era otra cosa que el brazo robótico de Shanks.

Todo se quedó en un silencio expectante.

–¿Qué demonios pasa aquí? –salió a cubierta el capitán Yurakiur–. ¿Qué eran todos esos gritos?

–Perdone mi capitán –se reverenció con el sombrero el pelirrojo–. Parece ser que el señor Kid a tenido un ataque de ansiedad.

A Mihawk no le pasó desapercibido el corte de subordinado.

–Teniente, ¿qué ha pasado?

–Me temo que no puedo responderle, mi capitán. Solo sé que de repente me vi atacado por el señor Kid.

–Ha sido cosa mía –dijo Law al salir del camarote, todo el mundo pudo ver que tenía el labio partido y que la zona cercana a la comisura se le estaba empezando a inflamar–. Hemos tenido un cruce de palabras algo agitado. Tal vez le haya cabreado demasiado. Asumo la responsabilidad.

–Su responsabilidad no sirve de nada –habló el capitán–. Señor Akagami, lleve al señor Kid al calabozo. Que pasé ahí hasta mañana a ver si se tranquiliza. Y los demás –alzó la voz– ¿Qué estáis mirando? Volved al trabajo.

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Shanks dejó caer desde su hombro el cuerpo del cortador. Lo miró por un momento, luego se agachó.

–Eh –le dio un palmada en la cara– Eh, despierta –le dio otras cuantas más.

El cortador se fue despertando mas lo hizo de golpe cuando notó la mano del cyborg en su cuello asfixiándole.

–No sé que ha pasado entre tú y Law y, con sinceridad, me trae sin cuidado. Pero si da la casualidad de que por culpa de alguno de los dos yo no llego hasta el tesoro ambos lo lamentareis tanto que me rogareis que os envíe al mismo infierno de una patada. Así que nada de numeritos ¿entendido?

Eustass asintió como pudo y en cuanto el otro le soltó dio una gran bocanada.

–El ilustrísimo capitán ha dado ordenes de que te quedes aquí hasta mañana. Será una buena terapia para que calmes tus nervios.

Con su sonrisa amable, cerró las puertas de la celda haciendo un sonoro eco.

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Smoker volvía a hacer la guardia tras el timón. No había ningún ruido, ninguno salvo uno pies sobre la madera. Echó la mirada a un lado, encontrado a Ace que llegaba por las escaleras.

–Buenas noches –le saludó el joven.

–Buenas noches.

–¿Te encuentras bien? –señaló el corte de su mejilla–. Creí que tenías la piel de piedra –se burló un poco.

–Las pinzas de Kid son más fuertes de lo que se puede uno imaginar –le explicó serio–. He visto esclavos de su raza, y desde luego no saben el poder que tienen.

–Ya... –dijo en un suspiro. Siguió sonriendo, pero su mirada cambió–. La verdad es que hoy me he quedado preocupado por ti ¿sabes?

Smoker le miró un segundo. Sintió calidez, pero a la vez inquietud.

–Sabes que no hay necesidad de ello, solo es un rasguño.

–Ya, lo sé. No se trata de eso –hizo un pausa– Es Eustass quien me preocupa. Cuando ha dicho que te mataría... parecía muy convencido de ello. Como si lo estuviese jurando.

–Solo ha tenido una riña conyugal, estaba calentado.

–Si, si, lo sé... pero ten cuidado ¿Vale? No quiero perderte.

Smoker tardó en contestar. La imagen de la Vilaperis era todavía muy viva en su cabeza.

–De acuerdo –dijo por fin.

Ace sonrió. Resopló apoyándose en la balaustrada.

–Siento molestarte con mis neuras. Si Marco siguiera siendo mi confidente se las tragaría él pero... –se alzó de hombros– Ya se le pasará lo que quiera que tenga y recuperaré el tiempo perdido como venganza –rió.

Smoker se debatió si debía seguir hablando o no. Concluyó que estaba demasiado preocupado por el pecoso, y que a él podría no quedarle demasiado tiempo. Midió sus palabras

–¿De verdad piensas que sea buena idea?

El joven se quedó extrañado ante la pregunta, y algo serio.

–¿Buena idea el qué?

–Seguir alimentando tu relación con Marco.

–¿Por qué no? Bastante me ha demostrado que es un buen amigo.

–Esa parte de él si. No conoces a su otra parte o lo que es capaz de hacerte.

–¿Y tú si? –se alejó de la borda, estaba empezando a cabrearse.

–No creas que no sé la pelea que tuvo con Burgess en el comedor.

–¡Joder! ¡Solo le dio una patada en lo huevos! ¡Te crees que yo no he dado patadas de esas o peores! ¡Que no me he ensañado alguna vez! ¡Marco me salvó la vida!

–Solo has visto la punta del iceberg de lo que es el "otro" Marco.

–Y tú lo has visto entero ¿no? Es igual, porque yo decido con quién... –guardó silencio, con los ojos muy abierto. De repente lo entendió. Miró al teniente enfurecido–. ¿Qué le has dicho a Marco?

–Nada.

–No me mientas. Sé hacer cuentas, Smoker. Marco me ha dejado de hablar por alguna razón y tú me estas dando varias.

El teniente resopló.

–Le dije que si te apreciaba minimamente que se alejara de ti.

Ace rió sin creérselo y aún más enfadado.

–Es que sois gilipollas... ¡Sois gilipollas los dos! ¿Quién os ha dado derecho a decidir por mi? ¿Soy un discapacitado mental o algo? ¡Es mi vida y yo decido con quien hablo y con quien no!

–Es tu seguridad la que está en juego.

–¡La mía! ¡La mía y no la tuya! ¿Si me diera ahora por hacer punto también me lo prohibirías porque me podría pinchar con la aguja? ¡Ah!– resopló–. ¡Sois los dos tan gilipollas!– se fue por las escaleras.

–Ace ¿A donde vas? –no quería que fuera directo al piloxiano.

–¡A dormir! ¡Y será mejor que por mi seguridad no vuelvas ha hablarme! ¡No sea que me subas la tensión y me explote la cabeza!

Le dio la espalda y siguió bajando. Ya en su hamaca dio varias vueltas intentando dormirse, pero estaba muy enfadado. Sin poder aguantarlo más cogió una de sus botas y se la tiró a Marco en la cabeza con toda su fuerza. ¡A la mierda con su "otro yo"!

El piloxiano, por su parte, del golpe y del susto cayó al suelo. Miró la bota que le habían arrojado, le reconoció, pero cuando miró al propietario este se hacía el dormido.

 

Continuará...


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