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Mil Mundos por Rising Sloth

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Capítulo 31

Los silencios tensos en el barco iban cada vez peor. Para empezar estaba la pareja de Dawn, que se a penas se dirigían una mirada. Luego, Ace ya no hablaba ni con Smoker ni con Marco, y estos a la vez no hablaban con él; el primero por esperar y no querer insistir, el segundo por las anteriores razones de seguridad. Y para rematar, el capitán y el híbrido parecían como siempre, pero ellos dos sabían que no estaban como siempre.

Estos tres pilares marcaba cierta incomodidad en el ambiente, imperceptible tal vez a primera vista, pero subconscientemente letal. Solo había alguien que contrarrestaba todo eso, y ese era Luffy. El chico, ignorante a todos los niveles de lo que les pasaba a cada una de las personas nombrabas, continuaba la travesía con la misma pasión que al principio, tal vez con más.

–¿Qué estas haciendo? –le preguntó a Law.

Estaban los dos en la cocina, el chico pelaba patatas, mientras que el perlado, con un cuchillo de cocina y la cabeza apoyada sobre su mano, rayaba la mesa.

–Escribo.

–¿En la mesa? ¿Con un cuchillo? –no recibió respuesta. Alzó el cuello para para fijarse en los signos recién hechos. No los podía leer, eran jeroglíficos bastante raros, muy circulares, cada uno se le hacía un dibujo diferente–. Nunca había visto esas letras.

–Son del dialecto de Dawn. Te costaría toda una vida aprendértelas.

–¿Dawn? ¿Es de ahí de donde vienes? ¿Cómo es?

Law apartó la mirada de la mesa y quedó observando a Luffy. El chico le miraba curioso y expectante. Se resignó; resistirse con él era tiempo perdido, cada vez le quedaba más claro.

–Para ti puede que suene aburrido. Lo que lo hace único es que allí nunca es de día o de noche, salvo en alguna épocas del año. Por eso lo llaman el planeta del atardecer –hizo una pausa para perderse un poco en su memoria, en ese momento que traspasó el muro del palacio–. Aunque... desde que salí ahí he visto muchos crepúsculos, ninguno se le pudo comparar a los que te puedes encontrar en Dawn.

–¿En serio? Quiero verlo.

–Yo también –pronunció con un aire de nostalgia.

–¿Y por qué no vuelves?

–No puedo.

–¿No quieres?

–No, no puedo.

El chico rió.

–Que raro eres. Si quieres volver vuelves, si no, no vuelvas.

Law le hizo un mueca y entrecerró los ojos.

–Que fácil lo ves siempre todo.

–Eres tú el complicado. Tan complicado como tus letras. Mira que raras.

–Las vuestras si que son raras. Dos letras para cada sonido con tan solo una combinación de cinco por veinticuatro y poco más ¿A quién se le ocurre?

–¿Y como lo hacéis vosotros?

–Cada símbolo es una palabra o concepto. Por ejemplo, tenemos solo un símbolo que significa árbol, y otro que es bosque, que en realidad es una combinación del símbolo árbol con el símbolo del plural.

–No me estoy enterando de nada.

–Lo suponía.

–¡Escribe mi nombre con tus letras!

–¿Para qué? –preguntó algo más que irritado y molesto.

–Por que me hace ilusión.

Law resopló, se frotó los ojos, empezó a rayar la mesa. Hizo dos símbolos, el primero media circunferencia con aspas hacia a fuera y dentro de esta un triangulo.

–Parece un barco.

–¿Tu nombre no significa "navegar"?

–Ni idea. ¿Y este?

El otro era un circulo completo con otros tres en el centro, que además estaban rellenados.

–Primate. Es lo que significa tu apellido.

–¡Barco Primate! –carcajeó–. ¡Me gusta! ¡Escribe ahora el tuyo!

–Deja de darme ordenes.

A pesar de la queja dibujó primero dos medios círculos y luego otro que parecía una pizza dela que se habían comido un cuarto.

–Tu nombre se escribe bastante fácil para lo retorcido que eres. El primero significa Law ¿no? ¿Y el segundo?

–Trafalgar.

–¿Torao?

–Trafalgar. Llevas oyéndolo desde hace más de medio año.

–Pero gusta más Torao. Sí... creo que de hecho te podría llamar así.

–...

–Entonces tu padre se apellidaba Torao...

–Yo no tengo padres. Creo que ya lo expliqué la otra vez. Pero cuando me muera me convertiré en una perla, de esa nacerá otro o otra como yo. Ese que nazca se quedará con mi apellido. Así lo hacemos nuestra raza, especie o como quieras llamarlo.

–Que raros sois.

–Lo mismo podrías decir yo de ti. A la hora de reproduciros los mamíferos sois siniestros.

–¿Puedes escribir otra cosa?

–¿Otra? –se quejó.

–Esta será la ultima, te lo prometo.

–Esta bien. Dime.

–"Amigo".

Law abrió los ojos. Luffy seguía sonriendo. Suspiró. Era como nadar contracorriente.

–De acuerdo –por alguna razón, notaba calor en sus mejillas.

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Nadie pudo prevenir lo que pasó ese día, como nadie puede prevenir las catástrofes. Estas simplemente llegan, sin que las esperes, sin que puedas prepararte para sus consecuencias. Sólo llegan. Y la que llegó lo hizo cuando todo estaba en calma, cuando todo el mundo seguía su rutina.

–¿Y como consiguieron descontaminar la Tierra?–le preguntó el profesor a la yokai mientras ordenaban libros en la biblioteca del barco.

–Desde el 2000 al 3000 después de Cristo la tecnología humana avanzó muy deprisa. Ellos a penas se daban cuenta pero los historiadores posteriores pudieron ver el asunto con perspectiva. El caso es que en esa época la contaminación se convirtió en un problema grave. Los yokais aún no habíamos aparecido, pero en libros y en películas pude ver el planeta era algo peor que Nut.

–¿En serio? Que horror...

–Así es. Por ello los mejores científicos se pusieron a remediar el asunto. Fue un proceso largo, pero como ya sabe pudieron salir de lo que se conoce como la Edad Contaminada.

–¿Y el planeta quedó bien?

–Lo milenios que yo viví allí si. Las macro-ciudades seguían existiendo pero también había bosques, océanos y... ¡Ah!

La habitación se tambaleó con fuerza y ambos cayeron al suelo junto con montañas de libros.

–¿¡Pero que demonios pasa!? –la voz del narizotas ya temblaba de miedo.

La catástrofe había comenzado.

Salieron corriendo a la cubierta, donde el ajetreo se había extendido, todo el mundo corría de un lado a otro tomando sus posiciones. El barco a penas se mantenía derecho. El profesor se acercó con cuidado a estribor y lo vio, casi muriéndose de la simple impresión.

–¡La estrella a explotado en una supernova!

–¡Aten sus cuerdas de salvamento! –gritó el teniente– ¡Que nadie olvide sus cuerdas de salvamento!

–¡Vamos chico!–animó Shanks a Luffy. Ambos se colocaron su cuerda sincronizándose, como si fueran solo uno.

Mientras tanto el barco hacía lo que podía por huir. Jesus Burgues estaba al timón, pero ni con sus seis musculosos brazos podía con él. Fue derrotado cuando una nueva honda de la supernova los golpeó. Por suerte, Mihawk no tardó ni una milésima de segundo en tomar el mando del timón y mantener el rumbo. Con sus ojos amarillos vio como rocas ardientes sobrevolaban su cabeza y casi golpeaban en una de las velas.

–¡Plieguen las velas antes de que ardan! ¡Rápido!

La nave se estremeció de un golpe. Una fuerza empezó a tirar de ella, hacía atrás. Mihawk manejó los mandos, pero era inútil. Estaban siendo atraídos. Se le ocurrió mira hacia atrás una vez. Incluso para alguien como él, que había vivido y visto tanto, fue difícil de creer.

–¡Es el fin! ¡Se está convirtiendo en una agujero negro! –gritó Usopp con las manos a la cabeza y los ojos llenos de lágrimas.

Los marineros todavía luchaban por plegar las velas. Estaban en el límite, un solo error y pasabas de vivo a muerto, lo sabían, la guadaña del tiempo estaba en sus gargantas. Shanks miró a Luffy, sin poder evitar preocuparse por él, pensar en lo que sería que su cuerpo se perdiera por algo como eso. Esa fue su debilidad, la que le procuró un momento de despiste cual la guadaña aprovechó para cortar. El cyborg se resbaló desde el palo de mesana; su cuerpo se precipitó de cabeza contra la cubierta.

–¡Shanks!

Luffy agarró la cuerda de salvamento que sujetaba al cocinero, con todas sus fuerzas. La caída de Shanks se detuvo, no en seco pero sí en un peligroso derrape. No era momento de que la guadaña bajase todavía. Con las manos quemadas del roce de la cuerda, Luffy tiró de ésta y ayudó a subir a su mentor, que aún no creía que no se hubiese roto la crisma.

–No estas en lo que está, eh –le sonrió el muchacho una vez le ayudó a incorporarse.

El pelirrojo, recuperando el aliento y sin creerse que ese chico le hubiese salvado la vida, puso una mano en su hombro.

–Gracias chico.

Otra honda tambaleó el barco.

–¡Es imposible saber cuando van a venir estas jodidas hondas! –se quejó Zoro.

–¡Imposible no! –gritó Usopp con uno de los ordenadores del puente de mando. Vivi le había hecho reaccionar a guantazos, aunque eso no había hecho que las piernas del narizotas dejasen de temblar– ¡La próxima vendrá en diez coma cuatro segundos! ¡Después otra en cinco! ¡Y esta será seguida por la más descomunal de todas! ¡Y entonces...!

El narizotas fue silenciado. Una pequeña roca le había acertado en la cabeza haciendo que cayera de boca al suelo.

–¡Profesor!– La peliazul fue rápido a socorrerle, estaba completamente inconsciente.

Por suerte, ya le había dado una idea al capitán.

–¡Velas plegadas mi capitán! –le avisó Smoker.

–¡Estupendo! ¡Vuelva a desplegarlas!

–¿¡Disculpe!?

–¿¡No me ha oído!? ¡Que las despliegue!

–Si, mi capitán... ¡Ya habéis oído! ¡Arriba a desplegar las velas!

–¡A ver si se aclara!

El teniente también fue a ayudar, en su camino coincidió con Ace. Este, incluso en un momento como ese, le apartó la mirada ignorándolo.

–¡Grumete! –le gritó Mihawk a Luffy.– ¡Asegure bien las cuerdas de salvamento!

–¡Si, señor!

Smoker desplegaba las velas con los demás, a su lado estaba Eustass.

–¡Cuerdas asegurada, capitán!

–¡De acuerdo! ¡Prepárense para las turbulencias señores!

El golpe de honda predicha por Usopp volvió a arremeter contra el barco, con ella el teniente perdió el equilibrio y salió volando. La cuerda de salvamento atada a su cintura le salvó esa vez de perderse en ese infierno de caos. Agarró esta con ambas manos dispuesto a volver al navío. Fue, en ese momento, cuando una pinza roja cortó su cuerda.

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La base estaba tranquila ese día. La mañana era nublada, pero columnas de luz adornaban el paisaje de selva que les rodeaba.

La capitana Hina, que trabajaba concentrada en su despacho, percibió como alguien se movía a través de la foresta. Echó un vistazo. Una sonrisa con un tono triste se dibujó en su rostro.

–Tanto te hecha de menos Hina que hasta los oesed se apiadan de ella, Smoker –murmuró para si misma.

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La penúltima honda llegó. Fue corta y débil comparada con las demás. El barco era arrastrado a lo profundo del agujero negro.

–¡Agárrense como puedan!

Luffy se agarró al mástil, notó como alguien le cubría y evitaba que saliese volando.

–Cierra los ojos, chico –le protegió Shanks–. Esto puede quemar.

Se hizo el silencio, tal vez en el espacio, tal vez en sus mentes. Fue como si el tiempo se parara un instante. Ese instante en que se decidían sus destinos. A menos, pensó más de uno, que ya estuviesen decididos.

Un ruido atronador lo cubrió todo, hacía demasiado calor. Las velas, tal y como había planeado el capitán, se sobrecargaron de tanta energía estelar que casi se rasgan por completo al superar su límite. Los propulsores rugieron con tanta fuerza que parecían estallar. Luffy sentía la velocidad del barco como nunca antes, sentía que estaba cruzando el universo de esquina a esquina.

La velocidad y el fuego duraron unos largo minutos, los suficientes para pensar que nunca pararían. Sin embargo, poco a poco, percibieron que el barco estaba cada vez más estable. Después. volvió el silencio, no el silencio mortuorio de antes sino de incredulidad. Cada uno de los tripulantes miraba a todos lados, se miraban los unos a los otros, se palparon, pellizcaron e incluso guantearon para asegurarse de que no era un sueño, de que de verdad seguían vivos.

Un grito de victoria se extendió por toda la nave.

–¿Qué? –se despertó Usopp medio atontado– ¿Seguimos vivos?

–¡Si profesor! –le abrazó la peliazul– ¡Gracias a usted!

–¿A mi?

–Tiene razón –admitió el capitán–. Sus conocimientos en astronomía han sido más que útiles.

El profesor se quedó con la boca abierta, le costó más creerse que Mihawk le había dicho eso a que de verdad estuviese vivo. Eso no quitó que se recompusiera rápido y empezara a reírse orgulloso con los brazos en jarra.

–¡Ya lo tenía todo planeado! ¡A partir de ahora podéis llamarme Capitán Usopp!

El resto estaba tan contentos que incluso le aplaudieron y vitorearon al intelectual. Mihawk incluso se permitió sonreír.

–A usted también le felicito, señor Akagami. Su grumete ha hecho un buen trabajo con las cuerdas de salvamento.

–Gracias mi capitán. Aunque casi el mérito es suyo ¿Eh, grumete?

Shanks le dio una palmada de reconocimiento a Luffy en la nuca que casi le tira de cara al suelo, éste le respondió con un codazo de camaradería en la boca del estómago. El cyborg le revolvió el pelo. Mihawk apartó su atención de ellos para ponerla en el peliverde. Sus dos miradas se cruzaron por lo que, de un repullo, la apartaron sin pensarselo dos veces. El capitán carraspeó.

–¿Estamos todos, Teniente? –habló alto, por encima del jolgorio. Aún así no recibió respuesta.

Se produjo otro silencio más, diferente a los otros dos anteriores. Ace miraba a todos lados, sentía frió el aire de sus pulmones y difícil de respirar.

–Se cayó –se alzó una voz.

Todos miraron a Eustass Kid. Él permanecía apoyado en la balaustrada con los brazos cruzados. Law le observó como los demás, queriendo que no fuera verdad lo que estaba pensando de su compañero.

–Estaba a mi lado desplegando las velas. Se tropezó y se cayó.

–¿¡Que quieres decir con que se tropezó y se cayó!? –fue Ace hasta él–. ¿¡Y a ti no se te ocurrió nada!? –le agarró del cuello de su abrigo.

–Disculpa por estar más preocupado de mi mismo –le apartó de un empujón.

–¡Serás cretino!

–Vuelve a hablarme así y te rajo la cara capullo. Yo no tengo la culpa de que su cuerda de salvamento no estuviese asegurada.

–¡Eso es mentira! –saltó Luffy– ¡Yo las aseguré todas!

–¿Ah, sí? Para mi que te faltó una.

El cortador señaló el mástil. Efectivamente, faltaba una cuerda. El color se fue de la cara del menor de los D. Monkey.

–¡Yo las aseguré todas! ¡Lo juro! ¡Ace, tienes que creerme!

Su hermano mayor no le dijo nada. Absolutamente nada. Estaba en estado de shock, no podía apartar la mirada de la cuerda que faltaba. Luffy se quedó sin palabras, bajó la cabeza, derrumbado.

Shanks se fijó en el chico con culpa, después en Eustass, este ultimo le dedicó una sonrisa cómplice.

–Dejemos esto –habló el capitán, en un tono extraño, de un esfuerzo impropio de él–. Todos sabíamos el riesgo que corríamos al empezar esta travesía. El teniente Smoker el primero. El viaje continua.

Dicha la orden, dio la espalda a todos y se fue a su camarote. Seguido de esto, todos se dispersaron.

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Era la hora de la cena. Sabo salió del comedor con un cuenco. Buscó a Luffy y lo encontró en una de las escalas babor. Tomó aire y se dispuso a acercarse. Alguien le detuvo poniendo su mano en su hombro.

–Déjame a mi –le dijo Shanks.

El rubio se lo pensó, pero al final le dio el cuenco con una sonrisa de agradecimiento y volvió dentro. Ahora era el pelirrojo el que debía tomar fuerzas. Sus pasos se acercaron hasta el joven con cautela.

–¿Cómo lo llevas chico?

Luffy le miro, pero durante menos de un segundo y sin decirle nada. Shanks puso el cuenco en el borde.

–No has comido nada desde esta mañana. Seguro que te estas muriendo de hambre –bromeó, pero nadie se rió de su broma. Se rascó el cuello– Oye, lo que ha pasado hoy no ha sido culpa tuya. La mitad de la tripulación estaría...

–Solo tenía que asegurar unas estúpidas cuerdas, Shanks, y ni siquiera he sido capaz de eso –los ojos se le inundaron, soltó un sollozo–. El teniente... mi hermano...

Se derrumbó en un sollozo. Shanks le observó con aprensión, con dolor en el pecho.

–Tenías razón –siguió con la voz cada vez más quebrada– por mucho que se quiera lo planes no tienen porqué salir bien. No soy más que alguien a quien todo el mundo tiene que estar salvando. Soy... –se llevó una mano a los ojos– una decepción.

Shanks alargó la mano, agarró la chaqueta de Luffy y de un tirona lo devolvió a cubierta. Miró con determinación esa cara atusada e infantil.

–Los únicos que son aquí una decepción son los que se rinden, y tú no te vas a rendir ¿me entiendes? –hizo una pausa–. No tienes madera de persona que se hecha a atrás, lo he visto. En cada planeta que hemos pisado, desde Aladrum hasta los oesed –sonrió, amable–. Eso no va contigo, como no va con nadie que merezca la pena en este universo.

Más lagrimas se derramaron desde los ojos del chico, se llevó las manos a cubrirlos.

–Pero Shanks... Mi hermano...

Suavizó su tono.

–Tú hermano es el primero que sabe que ha sido un accidente, el también hizo coste de oportunidad al embarcarse en este viaje.

Más lágrimas, más sollozo. El pelirrojo quiso contenerse, pero fue superior a él. Le abrazó con fuerza contra su pecho. Luffy se aferró a su espalda.

–Llorar está bien Luffy. Detenerse en el camino no es rendirse, solo tomar fuerzas para seguir adelante.

–Shanks... –se aferró aún más a él.

El cyborg sonrió, dejó que se desahogara un poco más. Después, cuando parecía más calmado, le apartó y tomó su rostro con ambas manos, con cuidado.

–Será mejor que vayas descansar. Es tarde y cada día que pasa se hace más duro.

El chico asintió, todavía moqueando. Su estómago gruño sacándole los colores; Shanks se tuvo que reír. Juntó frente con frente, quedando su sobrero de paja un poco ladeado hacia atrás.

–O mejor come primero, has pasado demasiadas cosas para morirte de inanición, sería ridículo.

Consiguió que se riera, muy débil y quebrado, pero risa al fin al cabo.

Más tranquilo, con un brazo enlazado al cuello de Luffy, lo guió a la cocina; el cuenco que le había traído debía de esta frío y había que entrar en calor; convencido de que el chico estaría como siempre al despertar a la siguiente mañana pero sin saber que su conversación había sido vista y oída por cierto cortador que se mantenía oculto en la sombra.

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Mihawk estaba sentado en el sillón de su despacho, con la mirada puesta en el vacío. Ni siquiera se había molestado en encender una luz, como si la sencilla claridad le molestara. Era una sombra en la oscuridad.

Escuchó como golpeaban el cristal del ventanal a su espalda. Giró el asiento. Zoro estaba de cuclillas sobre el alfeizar. Se levantó para abrirle.

–¿Qué haces ahí?

–Pensé que era la manera más discreta para verte.

El capitán suspiró.

–La sutileza no es lo tuyo.

Se apartó de la ventana, dejando paso a Zoro. El peliverde, ya en el interior, miró de arriba a abajo la habitación, olía entera al capitán.

–¿Buscas algo? –Mihawk volvió a sentarse.

–No –contestó aturrullado. Le miró con un deje claro de preocupación–. ¿Estás bien?

–¿Por qué lo preguntas?

–Acabas de perder un subordinado –se apoyó de espaldas en la mesa, con las manos en el borde–. Pensé...

–Que tal vez necesitaría consuelo –sonrió con algo de amargura–. Puedes volver a tu camarote tranquilo. Sabes también como yo que los yokais estamos acostumbrado a este tipo de cosas. Es nuestro día a día. La gente que nos rodea muere fácilmente.

–Pareces afectado.

–Reconozco que no me esperaba esto. Al menos no del teniente.

Ambos callaron.

–¿De verdad no quieres que me quede?

–Quiero que te quedes –le miró a los ojos–. Pero mañana no sería capaz de volver a tratar con tu indiferencia. Por eso prefiero que te vayas.

–No... no pensé que te importara –dijo un tanto sorprendido.

Mihawk volvió a sonreír.

–Yo tampoco.

Pasaron otros segundo sin que los dos dijeran nada.

–Yo no quería hacerlo, apartarme así. Pero creí que era lo mejor. Después de todo solo fue una noche y habíamos bebido.

–Yo no estaba borracho.

–Yo tampoco –hizo una pausa–. Mihawk... yo tuve una persona importante en mi vida. Y desde que ella murió no he sentido algunas cosas. Al menos no hasta esa noche en Soma –se detuvo, el otro no dijo nada–. No quiero quedarme más pillado si no soy correspondido... de alguna manera. Puede que para ti sea una tontería, pero yo me siento como si mancillara su memoria.

Mihawk tomó aire y expiró por la nariz.

–Me lo estas poniendo muy difícil Zoro. Es mucho para pensar en una noche como hoy.

–¿Quieres que me vaya?

–No, aún quiero que te quedes. Pero eso es cuestión tuya.

–Yo quiero quedarme.

–Entonces quédate.

Volvieron a callarse. Lentamente, Zoro se separó de la mesa, disminuyo su distancia para con el otro. Le besó.

 

Continuará...

Notas finales:

Hasta aquí la octava tanda. Como os dije han pasado bastantes cosas. Para empezar la relación de Mihawk y Zoro ha dado un vuelco xD

Debo confesar que he tendio un problema aquí que ya me sucedió la primera vez que escribí este fic, que casi lo convierto en un LawLu xD Mis deseos subsconscientes me traicionan. Pero tranquis, eso no va a pasar... ¿o si?

Recpecto a la última escena de Shanks y Luffy... no sé si alguien que haya visto la película la esperaba con ansias y directamente la ha comparado. Pero la primera vez me topé con un buen muro al escribirla, porque mi primera idea era reintrepretarla, cosa que me resultó imposible, por los personajes de Silver y Jim y por la escena así, era todo demasiado maravilloso para que lo cogiera y lo metiera en este fic y prentender que fuese igual de maravilloso. De manera que hice mi propia escena que aún no se separaba del todo de la pelicula. En esta segunda versión he tenido que volver a lucharla, cambiíandola por completo. No sé si os habrá gustado, pero creo que por lo menos la he liberado un poco de su antecesora y tiene más sentido para Shanks y Luffy.

Y bueno, eso lo tengo que decir: Ojú, Smoker lo que ha tardado en morirse ¿no? xD y que conste que no lo digo por mi, a mi me dolió mucho escribir este capitulo por él, más de lo que me imaginé, lo digo por los reviews casi incendiario anti-SmoAce. Nunca había visto tanta inquina hacia una pareja xDD o un personaje, no sé.

En cualquier caso, como os dije, espero que lo hayáis disfrutado, nos vemos en la siguiente actualización ;)


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