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Mil Mundos por Rising Sloth

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Capítulo 37

 

Shanks cruzó por aquel extraño portal; era igual que atravesar una cascada en la que no te mojabas; alzó la cabeza, se le cortó la respiración. Le costó una inmensidad creer lo que en sus ojos se reflejaban en aquel instante; sin embargo, cuando lo hizo, una sonrisa se marcó en su rostro, el bombear de su corazón se llenó como mucho tiempo atrás habían dejado de hacer y, con un sutil sollozo de alegría, su mirada se humedeció de un sin fin de emociones. Había llegado.

El botín de los Mil Mundos. Las leyendas eran incapaces de hacerle sombra; era tal que, sus montañas y dunas, cubrían por entero el núcleo de un planeta. Y él se encontraba en ese núcleo.

–¡Vamos a necesitar un barco más grande! –oyó gritar pletórico a alguien, así como a los vítores de los piratas, a nadie le faltó tiempo para lanzarse a al oro como si fuera una piscina.

El cyborg se tomó su tiempo, quería tomárselo. Su pecho no terminaba de embriagarse. Miró el suelo que estaba bajo sus pies; con cuidado debido a su pierna, se arrodilló. Sus manos se colocaron suavemente sobre el oro. Ya estoy aquí, pensó, ya estoy aquí, mi capitán.

Luffy también había entrado. Fue tanto su asombro, su alucinación; entre otros muchos sentimientos; que permaneció un buen rato en exagerada exclamación, quieto, con la mandíbula desencajada hasta el suelo y la lengua fuera. Así hasta que el esqueleto robot posó su mano en el hombro del chico.

–Señor Luffy, despierte, señor Luffy.

–¿¡Pero tú has visto todo esto Brook!? –sus ojos resplandecían–. ¡Con este tesoro podríamos construir mil posadas! ¡O más! ¡Infinitas posadas!

–Señor Luffy –insistió–, sus compañeros singuen en peligro. Por no hablar de que estas sensaciones que tengo –se abrazó así mismo estremecido–. Creo que va a pasar algo, señor Luffy. Tenemos que irnos rápido.

–Bah, te preocupas demasiado. Pero es cierto que mis hermanos y a mis amigos necesitan mi ayuda.

Se soslayo, Luffy, captó la oportuna forma de lo que parecía un bauprés. Giró la cabeza.

–¡Un barco!

–¡Señor Luffy, espere! ¡No salga corriendo!

Con sus pisadas sobre las monedas de oro y diamantes de todas las clases, se acercaron a la nave encallada. No era muy grande, pero les serviría para salir de ahí sin que todos esos bucaneros tramposos pudiesen hacer nada, además, desde lejos se atinaba a ver que iba cargada de monedas y joyas, no se irían con las manos vacías.

Mientras Luffy escalaba para llegar a la cubierta, Brook hablaba sin parar, insistiendo en que se fueran a la mayor premura y sin mirar atrás; incluso cuando Luffy extendió sus brazos para ayudarle a subir no paró. Al final lo hizo una vez ambos estuvieron dentro del barco, más no estaban solos. En parte.

Con la boca abierta observaron al esqueleto que se sentaba en un trono justo en medio de la nave. Tenía cuatro cavidades de ojos y una prominente mandíbula de puntiagudos dientes.

–¿Señor Roger?

El corazón de Luffy dio un vuelco.

–¿¡Roger!? ¿¡Has dicho Roger!? ¿¡Este es el capitán Gold Roger!?

–¡En carne y hueso! Aunque... él solo tiene huesos ¡Yohohohoho! No, en serio, me está empezando a doler la cabeza. Aquí va a pasar algo, no sé que es pero...

Seguía y seguía. Luffy no le escuchaba, casi que no le oía; estaba más pendiente de aquel hombre. Aquel que lo consiguió todo. Fama, oro y poder. Un escalofrío recorrió su cuerpo. La presencia de aquel muerto era tremenda, más que la de un vivo; el chico no se hubiese extrañado que en cualquier momento el Gran Pirata se fuese a levantar y cortale en dos con una espada. Se sentó en el suelo con su manos apoyadas en sus tobillos cruzados, le contempló, se preguntó que clase de persona fue fuera de sus leyendas, cómo consiguió hacer todo lo que hizo, cómo de libre se sintió. Una sonrisa se formó en su boca, hasta enseñar los dientes y las encías. Se le escapó una risilla. Era increíble, antes de salir de Goa jamás se hubiese imaginado estar frente a frente con él. Con el mismo Gold Roger. Haber llegado hasta allí valía la pena nada más que por haberle conocido.

–¿Me está escuchando, señor Luffy?

–No, solo es un robot.

–¡Qué cruel!

Se fijó en la mano de Roger, cerrada. Parecía retener algo. ¿Qué era? La abrió sin ningún cuidado, incluso destrozándola, total, a su dueño no le iba a servir de mucho de cara a un futuro. Observó el objeto, era una especie de cartucho negro, una especie de algo familiar.

–¿Esto es tuyo Brook?

–¡Mi cartucho de memoria! ¿Dónde estaba?

–Por ahí.

El esqueleto no dudó en colocárselo. Se hizo una pausa de expectación, un ruido de recarga de datos. Le vinieron entonces como una especie de cortocircuitos, empezó a convulsionarse de manera extraña y exagerada mientras hacía sus "yohohohos". De repente paró.

–¡Lo recuerdo todo! –traqueteó a Luffy por los hombros– ¡Todos mis recuerdos desde mi creación están en mi cabeza de de nuevo! ¡Yohohoho! Yoho... – quedó en punto muerto. Si hubiese tenido cara, esta hubiese acogido un tremebundo y turbio color–. ¡Tenemos que salir de aquí señor Luffy! –le gritó con aura de pánico.

–¡Otra vez con eso!

–¡Esta vez es de verdad! ¡Roger quería dar la oportunidad de que alguien llegara a su tesoro, pero no de que se lo llevaran, así que colocó un sistema que haría volar el planeta si alguien intentaba ponerle las manos encima!

Una enorme explosión corroboró las palabras de Brook. Se giraron, vieron crecer una gran grieta por la que se vertía y desaparecía el tesoro para fundirse en un rio de lava. Hubo otra explosión más, y otra. Poco faltó para que se dieran cuenta de que era una cadena.

–¡Ya ha empezado! –se llevó Brook las manos a la cara–. ¡No quiero morir, no quiero morir! Aunque realmente no estoy vivo ¡Yohohoho!

–¡Brook! Ve a ayudar a los demás yo iré enseguida, os recogeré con el barco.

–¡Pero este barco lleva casi dos siglos sin funcionar!

–No te preocupes. En nuestra épocas de gamberros Ace me enseñó como puentear una nave –se golpeó el pecho con orgullo.

–¿En serio? Que jóvenes más virtuosos.

–¡Date prisa!

–¡Ya voy, ya voy!

 

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Un joven pelirrojo con un sombrero de paja se alejaba a zancadas de un enorme navío.

–¡Shanks! –el segundo de abordo corría hacia él–. ¡Espera, Shanks! No lo entiendes, –le alcanzó. Puso una mano en su hombro–. Él no quería preocuparte.

–¡Vete al infierno, Rayleigh! –retiró su azulada zarpa de un golpe– ¡Ayer era todo normal y hoy me cuentas lo enfermo que estaba y que se ha ido a enterrarse en su propio oro! ¡No voy a tolerarlo!

–Sé que es duro saber todo de golpe, que sólo tienes diecisiete años. Pero algún día comprenderás.

El joven apartó sus ojos del ao con un gruñido, hacia el suelo, se llevó la mano a la cabeza.

–Voy a buscarle –se le quebró la voz–. Voy a buscarle y devolverle el sombrero.

–¿Pero qué dices? Eres solo un niño. Y eso es imposible hasta para un hombre.

–¡Él me dijo que se lo devolviera cuando le superara!

–Te lo dijo hace años, para motivarte, las cosas han cambiado. Seguro que él quería que te lo quedaras como recuerdo.

Shanks se mordió los labios, estaba demasiado embargado por el dolor y la pena como para escuchar. Se quitó el sombrero, fijó su vista en él. Con un contenido sollozo entre dientes, lo retuvo contra su pecho

–¿Cómo puedo llegar a ese planeta?

Rayleigh resopló cansado.

–No hay manera de llegar.

–¡No te creo! –le miró con determinación–. Él seguro que dejaría una camino. Le conozco –se quedó pensando–. ¿Dónde está ese mapa que siempre llevaba consigo?

Rayeigh afiló sus ojos con severidad.

–Ese mapa está perdido, si no destruido. Olvídalo Shanks, no consigues nada.

Pero no lo pudo olvidar, cada paso que daba marcaba más su deseos de llegar hasta donde estaba Roger. A cada fracaso y sacrificio esperaba con más ansias una catarsis. Tuvieron que pasar dos siglos para que todo aquello que deseaba se mostrara ante él. Y sólo dos minutos para que le fuera arrebatado.

Desesperado se echó a correr, a la inversa los piratas que huían a su espalda. El suelo del centroide y la paredes que lo rodeaban se estaban desmoronando a cachos, el tesoro caía en descomunales olas a ríos de pura lava. No. Fue la primera palabra que se formó en su mente. No. Todavía no había encontrado a su capitán, todavía no le había podido devolver el sombrero.

–¡Yohoho!

Esa risa, que más que risa se le hizo un grito de socorro, llamó su atención; se detuvo. El esqueleto robot huía como alma que llevaba el diablo. Reaccionó. ¿Dónde estaba Luffy?

 

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Luffy, de una manera milagrosa, consiguió puentear a la nave. Oyó el motor encenderse y sintió como el cacharro cobraba vida.

–¡Bien! –se apartó de los cables y fue a por el timón–. ¡Esto marcha, esto marcha!

–¡Chico!

Se giró con el pecho contraído. El cyborg subió a cubierta en un salto. Luffy miró a su alrededor buscando con qué defenderse, había una espada entre el oro, la agarró y enfundó con dos manos.

–¡No me importa que te subas! ¡Pero ahí quieto!

–¡He venido a salvarte!

–¡Ahora vienes a salvarme! ¡Estoy harto! ¡No sé de que vas! ¡No sé si manejas a los piratas o eres su victima! ¡Si eres noble o te gusta sacarle ojos a la gente! ¡No sé nada! ¡Ni tan siquiera sé porque quieres este tesoro si en verdad no lo quieres! ¡Eres demasiado complicado!

Shanks le miró serio, culpable.

–Es cierto que no quería el tesoro. Pero necesitaba llegar hasta aquí. Más que nada.

–¿Por qué?

–Porque...

No pudo hablar, se quedó mudo al ver la persona que estaba detrás de Luffy, ya muerta, sin carne, pero siempre reconocible para él.

–Capitán.

Luffy, sin bajar la guardia, observó como la expresión del pelirrojo cambiaba, se quedaba pálida. Los pies del cyborg se adelantaron, pasó por el lado del chico como si éste hubiese dejado de existir, como si todo hubiese dejado de existir. Salvo Roger. Shanks alzó su mano para alcanzarle.

Pero no hubo momento para más contemplaciones. Una explosión les vino demasiado cerca. La nave se ladeó. El oro, Luffy y el cyborg cayeron por estribor. Shanks se recompuso con rapidez: apoyó firme los pies en el suelo y agarró la balaustrada del barco con sus brazos para evitar que la nave se fuera. Miró a Roger, a punto de caerse de aquel trono. Tenía que aguantar, si aguantaba podría sacar ese barco junto con él, devolverle su sombrero, despedirse.

–¡Shanks!

La voz de Luffy le hizo mirarle. Con pánico descubrió las manos del chico sobresalientes al borde de una recién nacida fisura, a unos diez pasos de él.

–¡Ayúdame!

El cyborg no dudó en extender su brazo humano, pero no fue más que un gesto vano. Por más que estirara era todo en vano. El chico estaba en su limite, no podía más.

–¡Shanks!

Entonces, con un quiebro vacío en el pecho, el viejo cyborg lo comprendió todo. Miró a Roger por última vez. Le sonrió resignado, lleno de pena. Todo había sido en vano.

Con un grito de rabia lanzó el navío directo a las fauces de una explosión y, sin querer mirar como se convertía en astillas, corrió tirándose al suelo para coger a Luffy del brazo. Se había quedado a un segundo de caer en la lava.

–¡Arriba!

Le ayudó a subir de un tizonazo y, una vez a salvo, le abrazó, le abrazó con fuerza. Por su miedo a perderle, por necesitar que le sostuvieran. Luffy le correspondió, porque de alguna manera había entendido su sacrificio.

–Shanks...

–¿Estás bien? –apartó el pelirrojo al chico para mirarle a la cara, éste asintió–. ¡Entonces en marcha!

Le obligó a levantarse y ambos se lanzaron a la carrera entre explosiones y oro. No pensaron que lo iban a conseguir, pero lo hicieron. Cuando traspasaron el portal se permitieron hasta respirar. Pero no por mucho.

–¡Señor Luffy!

Alzaron la mirada. El Sunny se acercaba hacia ellos. Brook y el profesor Usopp alzaban sus manos para avisarles. Avisarles de que se apartaran puesto que; siendo Ace y Sabo los encargados de atar a los piratas que ellos mismos habían noqueado mientras Law curaba a los heridos; la única apta en ese momento para conducir y que podía mantener serenidad y calma era la chica yokai. De poco no aplasta al chico y al cyborg con la quilla.

–Más suave, acércate más suave –le guiaba Mihawk, con el brazo en cabestrillo por su chaqueta desecha.

–Eso hago, eso hago –obedecía ordenes con la cabeza todo lo fría que podía mantener. Inspiró calma y volvió a intentarlo.

Una vez la peliazul puso la nave lo suficientemente cerca, el profesor les lanzó una escalerilla a los dos que faltaban, por la cual los dos iban avanzando mientras el barco ya se alejaba.

–¡Oh, capitán!– le saludó alegre Shanks una vez ya en el barco– Está usted como venido del cielo.

De manera sorprendente, Mihawk le sonrió.

–Guárdese esos halagos para el juez, Akagami –y su sonrisa era puro hielo.

La risa de Shanks se volvió forzada.

–¡Rápido! –azuzó Brook tecleando un ordenado desplegado con piezas de su mismo pecho– ¡Quedan dos minutos y treinta y cinco segundos para que se destruya el planeta!

–¡Rápido, Roronoa! –ordenó Mihawk de nuevo a Vivi– ¡Sácanos de aquí!

–¡Sí, mi capitán!

–¡Luffy! –Ace, junto con Sabo, salió del camarote de la tripulación.

–¡Ace, Sabo! –el más pequeño se lanzó a abrazar a los dos mayores–, ya le decía a Brook que sabíais apañaroslas –carcajeó.

El pecoso se fijó en quién iba a su espalda

–¿Por qué vienes con él? –señaló a Shanks.

–¡Shanks me salvo!

El hermano y el falso cocinero se miraron. El primero desafiante, el segundo solo miraba.

–¿Por qué le has salvado, porque era tu resguardo?

Shanks sonrió.

–No creo que sea el momento, Ace.

Y no lo era, como tampoco era momento para que una enorme piedra caliente se cargara la parte de arriba de la vela del palo mayor, la cual cayó sobre uno de los cañones. Los propulsores perdieron fuerza.

–¡Fuerza suprimida a un treinta por ciento! ¡Yohohoho!

–¡No tiene gracia –le gritó el profesor al borde del cataclismo personal– ¡Capitán! ¿Qué vamos hacer? ¡No vamos a poder salir del planeta a tiempo!

–¡Cálmese profesor! ¡Haga el favor de calmarse de una vez!– él mismo estaba perdiendo los nervios.

El barco intentaba alejarse como podía, pero era evidente que no tenía suficiente rapidez y que no la iban a tener. Luffy miró hacia atrás, hacia el portal. Después oyó un ruido, era el cañón medio destrozado entre un montón de escombros, sobre todo de un escombro que parecía... ¡Una tabla!

–¡Capitán! –corrió hacia el cañón– ¡De media vuelta! ¡Hay que ir al portal!

–¡Se puede saber que dice, grumete!

–¿¡En que estas pensando, Luffy!? –le preguntó el profesor–. ¡Ese portal lleva ahora al mismo Infierno!

–¡Lo sé! –dijo arrodillado intentando juntar la tabla con el cañón con una cuerda–. ¡Pero si consigo llegar hasta allí podré cambiarlo a otro sitio!

–¡Eso es una locura!

Shanks vio el camino que el chico tenía por delante. Era complicado, muy complicado. Pero él había visto a Luffy hacer piruetas más difíciles que ese recorrido.

–¿Qué necesitas, chico?

–¡Necesito unir esto a esto! –señaló la presunta tabla y al cañón.

–Déjame a mi.

Con el láser de su brazo juntó el cañón, ahora propulsor, a los restos de escombro, ahora tabla.

–Aquí lo tienes.

Entre los dos colocaron el invento sobre la balaustrada. Luffy se montó en ella.

–¡Luffy! ¡Detente! –le paró su hermano más mayor– ¡Entiendo lo que quieres hacer! ¡Pero déjame a mi!

–¡Tú no puedes! ¡Ni Sabo ni tú podéis! ¡Lleváis años sin coger una tabla!

En el pecoso se formó un gesto de impotencia. Le echó una mirada a Sabo con interrogantes. El rubio asintió, más resignado que convencido. Ace se fijó de nuevo en Luffy.

–Como no lo consigas pienso darte por culo toda la otra vida.

–¡Hecho!

Y salió por la borda.

Con el talón pulsó el disparador del cañón. Funcionaba perfectamente. Despegó como una flecha.

En el barco Vivi y Mihawk se miraron. No hubo orden, pero aún así la chica giró el timón para dar media vuelta.

 

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Law, que trataba en la enfermería el ojo del peliverde, se dio cuenta del giro.

–¿Por qué han dado media vuelta?

–¿Por qué va a ser? –se rió Zoro– Porque a Luffy se le ha ocurrido una idea de las suyas.

 

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Luffy iba lo más rápido que podía y con gran soltura esquivaba rocas, explosiones y paredes que se levantaban sin avisar. Todo iba bien, podía llegar, estaba llegando.

El cañón reutilizado dejó de funcionar.

–¿Qué? –caía, por más que seguía pulsando con el talón– ¡No, no, no!

Desde el barco podían verle, como si sus corazones fuese atravesados por puñales.

–Vamos, Luffy –murmuraba el cyborg apretando su puños– Vamos...

Luffy miró la pared, teniendo otra de sus ideas. Con un movimiento de cadera, dirigió el cañón contra ésta.

–¡Vamos!

El calor de la fricción hizo saltar chispas, encenderse nuevo el trasto; el cañón explotó propulsando al chico con más fuerza que antes.

En el barco hubo una celebración de gritos. Excepto por el capitán que seguía dirigiendo a la chica.

–¡A la derecha, a la derecha! ¡Tenga cuidado con esa roca!

Entonces, Vivi, sucumbida por la presión que le daba la situación y, sobre todo, que le daba el capitán, explotó como el cañón.

–¿¡Quiere callarse de una vez y dejarme conducir tranquila!?

Luffy se acercaba al portal. Solo tuvo que inclinarse, solo eso. Como si fuera lo más fácil.

 

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El universo estaba silencioso por aquellos lares, estaba en paz. Nada lo perturbaba. Hasta que cierto portal de forma triangular dejó paso a una nave que huía de la gran explosión de un planeta.

Esta vez el grito de entusiasmo fue definitivo.

–¡Lo ha conseguido, lo ha conseguido! –el narizotas y el esqueleto se abrazaban entre saltos.

–¡Yohoho!

–¡Ese es nuestro hermano, Ace! ¡Ese es nuestro hermano!

–¡Lo sé, joder! ¡Es el capullo con más suerte del mundo!

Vivi, con sus ojos llorosos de la emoción vio como Law y Zoro, éste con un parche, salían también a ver como había acabado la cosa. No les fue muy difícil deducir el porqué de la celebración. También sonrieron.

Shanks seguía apoyado, mirando al chico con una sonrisa. Pensando "es increíble". No obstante se dio cuenta de algo más, el chico estaba perdiendo fuerza, igual que hacía unos segundos y cada vez estaba más atrás del barco. Y esa vez no tenía manera de hacer funcionar el propulsor de turno. Si seguía así se perdería en el espacio.

–¡Parad la nave! ¡Le chico no puede llegar!

Todos miraron a Luffy confirmando las palabras del cyborg. La chica apagó los propulsores, pero aún así Luffy estaba demasiado lejos. No iba a llegar.

–¡Law!–le llamó el híbrido–. ¿No puedes hacer nada?

–¡Está demasiado lejos y esa tabla es demasiado grande!

–¡Esto es absurdo!– exclamó Ace–. ¡Ese gilipollas no puede morirse ahora!

Alguien saltó por la borda. Nadie vio bien quién era, pero lo supieron cuando sus brazos se transformaron en dos alas de fuego celeste y dorado.

–¡Marco! –le llamó el chico cuando el piloxiano estaba junto a él.

–Rápido, súbete a mi espalda. Mis fuerzas no está en sus mejores condiciones.

Law le había tratado antes que a Zoro, porque aunque pareciera lo contrario, su estado había estado más critico que él del peliverde. En ese momento estaba bien, suficiente para volar, pero no era para tirar cohetes, algo de lo que todo el mundo era o iba siendo consciente. Los diez minutos que tardaron en volver al barco fueron eternos para muchos.

–¡Pues no ha sido para tanto! ¡jajaja! –rió el chico a carcajadas.

Y por variar, esa vez el capón no se lo dio Ace, ni Shanks, se lo dio Sabo. Todo el mundo tenía un límite en cuanto a aguantar tensiones. Mientras tanto, el mayor de los D. Monkey y el piloxioano se miraban, sin decir nada.

–Disculpa, Ace – le susurró Shanks al oído–. Pero no deberías preguntar algo así como "¿Por qué era tu resguardo?".

–¡Cállese! –le ordenó con la cara roja.

Mihawk, todavía detrás de la chica que manejaba el timón, miró al frente. A lo lejos se veía el puerto espacial. ¿Cuanto tardarían en llegar?

–¡Cuatro horas y cuarenta y cinco minutos para llegar al puerto! ¡Yohohoho!

 

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Law bajó a la cocina por las escaleras, donde su antiguos compañeros estaban todos atados al palo mayor. Incluido Eustass. Ignoró los insultos de los demás y se arrodilló ante el pelirrojo. Sonrió.

–Eres un idiota. ¿Por qué me dijiste que había matado a Smoker?

El cortador se sorprendió al oír eso. Apartó la mirada.

–No te lo dije, tú lo distes por hecho.

El perlado resopló cansado.

–Siempre serás un crió –el otro le puso una mirada asesina, pero la ignoró–. Me voy, Eustass.

Los ojos del pelirrojo se abrieron, por un instante, recuperó el gesto de aquel niño asustado de que lo abandonara.

–Me voy de este barco –siguió–. Quedan un par de botes abajo, y tengo una amnistía firmada por Mihawk. No sé a donde iré pero planeo hacer una nueva vida. Sin ilegalidades.

–¿Por qué me cuentas esto?

–Porqué tengo otra amnistía para ti.

Ahora si que se sorprendió.

–Fue el trato con él capitán –Law se encogió de hombros. Le dedicó otra sonrisa–. ¿Quieres venirte conmigo?

Eustass bajó la cabeza, avergonzado.

–Sí.

Segundos más tarde, ambos estaban en uno de los últimos botes que quedaban en el barco, se alejaban de éste.

–¿Por qué no te has despedido? Son tus amigos del alma ¿No?

Law se divirtió ante el comentario.

–Lo mio nunca han sido las despedidas formales, es mejor así –hizo una pausa–. Eustass. Quiero derrocar a Doflamingo.

El pelirrojo le miró estupefacto.

–¿Al Maluka?

–Sí, por eso empecé a usar mis poderes. Sé que puedo derrotarlo, después de esta odisea aún más.

–¿Por qué no me lo contaste?

–No quería involucrarte. Quería una vida en paz contigo.

Eustass miró al infinito. Chistó mosqueado.

–Espero que no me lo hayas dicho para que espere mi muerte sabiendo que cuando la palme iras a darle una paliza a ese cretino sin mi.

–Yo espero que no pienses ir a Dawn ahora mismo.

–Claro que no, no soy tan imbécil. Pero yo también puedo volverme más fuerte ¿Sabes? Tú eres el listo, te dejaré a ti que decidas cuando estamos preparados. Pero más vale que sea antes de que tenga que llevar bastón, si no nunca te lo perdonaré.

En ese momento, el sorprendido fue Law.

–Vaya, Eustass, cuanta madurez.

–¡Deja de cachondearte de mi con tu maldito sarcásmo!

Se quedaron callados durante unos segundos.

–Eustass.

–¿Ahora qué quieres?

–Te he echado de menos.

–Y yo a ti, joder.

 

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–¿Esos del bote no son Law y Eustass? –preguntó el peliverde.

–¿Quééééé? –empezó Luffy a hacer pucheros mirando como se iba el bote–. Sin despedirse... ¡Bueno, no importa! ¡Seguro que nos volvemos a encontrar tarde o temprano! –carcajeo–. ¡Hasta luego, Torao! ¡Que te vaya bien con el imbécil de Eustass!

El bote que se alejaba con la pareja de Dawn estaba a un distancia considerable, aun así, se intuyó la replica airada del cortador, cargada de insultos, hacia el chico.

Al otro lado de la cubierta, Marco saltó sobre la balaustrada y se acuclilló mirando dentro del barco.

–Espero que no importe si yo también me voy yendo. Han pasado muchas cosas en esta odisea pero sé que si piso puerto con vosotros me tocará un viaje a prisión. ¿Me equivoco, capitán?

–No se equivoca– respondió Mihawk de manera cortante.

–Entonces no me queda más remedio que aprovechar este momento de invalidez por parte de la mayoría e irme –miró a Ace, le sonrió–. Pero de verdad espero veros de nuevo.

Saltó hacia atrás en una voltereta. Extendió sus alas. Se marchó, sin que nadie pudiera detenerle o decir nada.

–¿Creéis que llegará? –preguntó el pecoso preocupado mientras contemplaba su estela–. Seguía muy débil.

–¿Qué más te da?– se alzó de hombro el híbrido–. Oíd, ¿Dónde esta Shanks? ¿También se ha ido?

–No os preocupéis ¡Yohohoho! Solo necesita unos momentos sólo. No pasará nada.

–¿Y tú donde estabas?– le preguntó el profesor.

–Secreto, yohohoho.

 

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Brook había recuperado su memoria, con ella, el numero de códigos que formaban la clave que abría una pequeña caja fuerte detrás de sus costillas. También recordaba lo que era.

–Roger me dijo que se lo diera aun tal Shanks Akagami si me encontraba con él.

Así el pelirrojo se fue, solo, al camarote de la tripulación. Sentado en una esquina, cobijado de miradas indiscretas, abrió el paquetito que le había dado el esqueleto robot. Era una cinta de audio. Con su mano humana, temblorosa, tomó la cinta, la colocó en el reproductor de su brazo robótico. Dejó que esta se escuchara.

–Hola, Shanks.

El corazón se le paró unos segundos.

–No me preguntes cómo pero sabía que nada te detendría ir a por ese tesoro, pequeño cabrón, ni tan siquiera Rayleihg, seguro. –rió aquella voz, pero se notaba que era una risa poco sana, enferma–. Siento que hayas tenido que irte con las manos vacías. Pero, joder, me costó toda una vida reunir todas esas montañas de oro, por muy divertido que me pareciera que alguien lo intentara –volvió a reír, tosió–. Solo quería despedirme de una manera más correcta de lo que lo hice en su tiempo. Sé que fui egoísta, pero pensé que así sería más fácil para los dos. Espero que no haya sido demasiado tarde –rió un vez más–. Cuida mi sombrero, Shanks. Quiero que esté siempre en buenas manos.

Eso fue todo. No había más.

El pelirrojo sintió la tibieza de sus lagrimas recorrerle por la mejilla derecha.

–Adiós, capitán.

 

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Luffy bajó donde los botes. Shanks estaba desamarrando el último que quedaba.

–¿Te vas?

El pelirrojo levantó la mirada. Sonrió al verle.

–He dedicado mi vida a una obsesión. Me gustaría que lo que me queda pudiese descansar un poco, disfrutar.

–¿Dejarás los viajes?

–No creo –reconoció–. Deberé buscarme una nueva tripulación, más fiable y tal vez más formada. Conocí a una tal Ben una vez... ¿Vas a avisar al capitán?

Luffy miró la palanca que abría la compuerta para los botes. Fue hasta ella y la empujó hacia abajó para que el casco del barco se abriera.

–Después de todo –se alzó de hombro–, te debo una.

Sin poder evitarlo, el cyborg abrazó al chico, éste le abrazó a él.

–Vente conmigo –le dijo una vez apartado con las manos sobre sus hombros– viviremos aventuras más espectaculares que esta.

Luffy sonreía. Con suavidad, apartó esas manos de sus hombros.

–Cuando llegué a este barco te hubiese pedido que me llevaras contigo. Pero han cambiado mucho las cosas. Quiero ser el propio capitán de mi navío, proteger a mis propios compañeros, vivir mis propias aventuras. Y eso debo hacerlo solo.

Shanks le escuchó. Se llenó de admiración por el muchacho.

–¡Ja! De todas formas no te iba a llevar –le sacó la lengua en forma de burla–. ¿Quién quiere un grumete inútil consigo?

–¿¡Qué dices, cabrón!? ¡Te aseguro que te vas a tragar tus palabras! ¡Sigo siendo un grumete pero algún día te superaré! ¡Te lo juro!

El cyborg abrió mucho los ojos, luego empezó a reír y después a carcajear.

–¿¡Que te hace tanta gracia!?

–Nada, nada –seguía riendo, tanto que se le saltaron las lágrimas–. Luffy.

El el corazón del joven retumbó, quedó atrapado en la forma de pronunciar su nombre, en la manera en que le miraba, que le sonreía. El viejo cyborg se apartó el sombrero de su cabeza; lo colocó sobre la del chico

El tiempo se detuvo para ellos en ese instante. Shanks cerró los ojos, acercó sus labios a los de Luffy. Le besó.

–Cuídalo –le susurró al oído–, es muy importante.

El pelirrojo se apartó y se subió en el bote.

–Shanks –aturrullado, le llamó con la voz quebrada y la mano sosteniendo el sombrero que le acabada de entregar–. ¿Volveremos a vernos?

–Eso depende de si te haces lo suficiente fuerte como para ello.

El bote se liberó y desapareció por la gran escotillas. Luffy se acercó corriendo al borde, Shanks le saludó desde allí, él le correspondió el saludo. Estaba feliz, pero a la vez triste, por las dos razones el chico no pudo parar de llorar en un buen rato.

 

 

18 MESES DESPUES...

 

Las cosas no podían ir mejor en la nueva posada. Esta era mucho más grande y con mejores comodidades que aquella que se perdió en el fuego. Además, la buena comida, el amable servicio y el músico robot que amenizaba las veladas atraían mucha clientela.

Sin embargo, ese día aparentaba ser tranquilo. Solo dos hombre estaban allí ocupando una mesa. El primero era joven, de apariencia de unos casi treinta años en humano, vestía de calle aunque algo formal. El segundo era ya bastante viejo, pero muy jovial y enérgico, vestía con el uniforme de la vicealmirante. De fondo se oía el violín de Brook.

–Que alguien como tú haya dejado la Marina es una auténtico desastre –dijo el de apariencia más anciana–. Sobre todo ahora que ha aparecido ese Akagami por ahí. Se ha convertido en uno de los Cuatro Emperadores en tiempo récord ¿sabes?

–No sé apure, Garp –contestó un rejuvenecido Mihawk–. No es algo permanente. Solo necesito un corto descanso.

–Con el concepto de tiempo que tiene tu raza para cuando termine es "corto" descanso ya hará muchos siglos que yo estaré bajo tierra –resopló–. Al menos me has dado un sustituto perfecto.

–¿Cómo le va a Zoro?

–Mejor que a nadie. No ha escondido lo que es. Se ha ganado la admiración de muchos.

–Y el odio supongo. Cuando me lo comentó le dije que era una locura y una inconsciencia.

El viejo rió.

–No te preocupes, Mihawk, no te creas que eres el único yokai infiltrado, el chico estará bien. Además, mi nieto está con él –inspiró con orgullo– Mi nieto. Aún me cuesta creer que Luffy decidiera hacerse marine.

–Eso es porque eres un viejo manipulador de mierda –puso Ace su plato de comida de un golpe en la mesa–. Termina eso y largate ya.

–¡Tendrá el niño poco respeto por tus mayores! –se levantó y estampó la cara del pecoso contra la mesa de un capón–. Dime algo como eso y os desmantelo el chiringuito. Que te recuerdo, nieto desagradecido, que lo habéis levantado con mi dinero.

–¿Ah, sí? ¿Y crees que Luffy seguiría en la Marina después de eso?

–¡A mi no me amenaces! –le dio otro capón, resopló y volvió a sentarse– Bueno, bueno, mejor comamos, que para eso hemos venido.

–Y para fisgonear como una vecina cotilla.

–¿Quieres callarte ya niño? –el abuelo se llevó el tenedor a la boca– ¿Mm? ¿Esto lo ha preparado Sabo? No sabe como siempre.

–No. Ha sido nuestro nuevo cocinero.

–¿Nuevo? ¿Habéis contratado a alguien más? Creí que solo teníais al robot músico y esta chica, a Vivi ¿De que raza es el nuevo?

–Piloxiano.

El profesor Usopp entró por la puerta con fuerte ánimo.

–¡Buenos días! Uff, la que está cayendo. Como se nota que estamos en esos meses que llueve día si, día también.

–Hola profesor –paró el músico de tocar–. Un gusto verle ¡Yohohoho!

–Igualmente. Capitán, vicealmirante, buenos días a ustedes también.

–Buenos días.

–Yo no soy capitán.

–La costumbre.

–¿Qué tal está, profesor?

–Muy bien, Ace. Gracias. La verdad que mejor que bien –dejó el paraguas en la entrada y se quitó el abrigo para ponerlo sobre el respaldo de la silla en la que se iba a sentar–. Cuando escribí un libro retratando nuestras aventuras por el tesoro de Roger jamás pensé que se convertiría en un best-seller universal. He recaudado lo perdido en este viaje con creces.

–Y tampoco le hará falta inventarse nada –comentó el halcón–. La travesía que vivimos fue ya bastante surrealista de por si.

–Pero tampoco esta mal adornar un poco la cosa, digo yo– defendió el narizotas.

–¿Cómo las hazañas del capitán Usopp?– bromeó el pecoso.

La puerta del local se abrió una vez más. Todos se quedaron extrañados más el supuesto desconocido siguió cubierto con la capa que le venía protegiendo de la lluvia.

–¿Necesita algo?

–Traigo una carta –mostró un sobre–. No concreta a quién va, solo que debía llegar a esta posada.

–A ver...– el pecoso tomó el sobre y la examinó sin abrirla–. ¡Eh! ¡Venid todos! ¡Tenemos carta de Law!

–¿En serio? Ya era hora– salió Sabo de la cocina seguido por los demás, Vivi y Marco.

–Empiezo –Ace se aclaró la voz–. "Para los de la posada: Ha pasado el tiempo desde la última vez que escribí. La verdad no han cambiado mucho las cosas. Eustass y yo seguimos de acá para allá. Aunque no es por eso por lo que os envió esta carta. Hace unas semanas nos encontramos con alguien, que decía conocer a Vivi y a Zoro, os lo envío junto con esta carta".

Todos miraron directamente al encapuchado, a la vez que la peliazul y Mihawk se dieron cuenta de que había un olor que la lluvia y lo mojado habían tapado. Pero fue a la chica la que le afectó ese olor, porque lo reconocía.

Vivi se llevó las manos a la boca en un grito contenido mientras que sus ojos empezaban a humedecerse.

–No puede ser. Es imposible.

El encapuchado se descubrió el rostro.

–Estaba en Perro cuando sucedió todo, pude sobrevivir al Exterminio –explicó aquel hombre con aspecto de ave rapaz con una sonrisa–. Os he echado de menos, princesa Vivi.

–¡Pellu!

Entre lágrimas, abrazó a aquel hombre que tanto quería.

 

FIN

Notas finales:

Y hasta aquí ¡^¡

Tanto en la primera versión como en esta me debatí si Luffy debería seguir ir para marine o para pirata. Al final, igual que en la anterior versión, decidí mantenerme fiel a la película y ponerlo de uniforme. Cosa que todavía no sé si será peor para la Marina que tenerlo de pirata xD

Una cosa que sí a cambiado, por un mínimo detalle, es la relación de Shanks y Luffy. Por un lado aquí Luffy llega a comprender al pelirrojo un poco más; por otro, el beso, en la anterior versión no estaba y su relación quedaba mucho más ambigua. (la verdad es que creo que queda igual de ambigua pero con beso).

De verdad, espero que os haya gustado, y si no habéis estado con el corazón en un puño que por lo menos no os haya aburrido xD

Ahora subiré el epílogo. Muchas gracias por llegar hasta aquí y apoyarme ;)


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