Capítulo 2
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En el que hubiera sido el cumpleaños veintiséis de Derek —y fue, en lugar de eso, el segundo—, finalmente se las arregló para salir de su cuna sin ayuda de nadie. Una vez en el suelo, sintió ganas de gritar "¡Libertaaaad!", pero sólo lo hizo en su mente, ya que no tenía manera de explicar cómo sabía esa referencia y el ruido hubiera despertado a todos en la casa. Observó la puerta pensando ¿qué carajo hago ahora? No había manera de que pudiera alcanzar la perilla.
Terminó sentándose en el suelo, esperando.
Cuando su madre llegó para llevarlo abajo, seguía sentado ahí como un idiota.
—¡Yo salí! —Gritó para compartir su orgullo. Mira, mamá, ¡ya soy bastante grande para tener una cama real! Por favor…
—Ya veo, pero ¿por qué te saliste de la cama? —Lucía un poco preocupada—. ¡Pudiste haberte lastimado!
Derek se rehusó a escucharla. Tenía veintiséis años; tenía derecho de levantarse temprano si quería. Caminó tan rápido como sus pequeñas piernas le permitieron, intentando eludir los brazos de su madre cuando pasó a su lado. Ella lo vio con sorpresa y lo dejó ir antes de seguirlo para asegurarse de que no intentara bajar solo las escaleras.
Como siempre, el señor Hale estaba haciendo el desayuno en la cocina, donde Peter y Laura ya se encontraban sentados a la mesa, esperando. Derek fue colocado en su silla alta —apostada lo más lejos posible de Peter desde aquel incidente con el puré de papa— y pocos minutos después tuvo una taza de entrenamiento llena de algo que olía como jugo de manzana enfrente de él.
—¡Noooo! —apartó la taza con un empujón y miró a su madre. ¿Jugo de manzana? No me gusta el jugo de manzana, ¡nunca me ha gustado el jugo de manzana! ¿Por qué me estás haciendo esto?
—¡Derek! ¡Cuidado! ¿Qué pasa contigo hoy?
¿Qué pasa CONMIGO? Tú eres quien me está dando jugo de manzana.
—¡No –ugo! —. ¿Qué pasó con el jugo de naranja? Las naranjas saben bien. ¡Quiero jugo de naranja! Intentó comunicarse por medio de sus ojos, pero lo único que consiguió fue una mirada exasperada de Talia. Los ojos de cachorro tampoco funcionaron.
—Es tan llorón…
Y tú eres un pendejo. Observó a su tío, que probablemente era responsable por la falta de jugo de naranja, el idiota. El niño de doce años también lo observó y el concurso diario de fulminarse con la mirada de Derek y Peter comenzó.
Era miércoles, así que Derek se quedó en casa con su padre mientras Laura y Peter estaban en la escuela y Talia, en el trabajo. Estaban viendo caricaturas, algo que se había convertido en la actividad favorita de Derek, cuando el teléfono sonó. El señor Hale salió de la habitación para contestar y regresó con una expresión enojada plantada en la cara. Aún así, se forzó a sonreír cuando le dijo a Derek que saldrían un momento.
—¡Salir! —gritó Derek con entusiasmo. Quiso preguntar a donde iban, pero aún no dominaba la palabra "dónde". De hecho, no podía decir más que "salir", "no", "mamá", "papá" e "imbéhil". Estaba empezando a preocuparse, pero de todas formas su madre siempre había dicho que la sapiencia de su vocabulario había tardado en florecer.
Luego de veinte minutos en el carro, que resultaron demasiado largos al estar atrapado en un asiento de bebé, por fin se detuvieron en lo que parecía ser la Escuela Preparatoria de Beacon Hills.
Oh… Peter se metió en problemas… Derek se vio incapaz de dejar de sonreír.
Derek fue puesto en su carriola, incluso después de protestar de forma vehemente durante cinco minutos. Derek quería llorar para asegurarse de lo mucho que detestaba el cochecito, pero Peter se burlaría de él. Acerca de él, lo encontraron sentado en uno de los asientos frente a la oficina del director. También estaban ahí un profesor y otros tres chicos. Los tres estaban llenos de moretones y uno tenía el labio roto.
El señor Hale alejó a Peter de los otros y ambos comenzaron a susurrar. Derek podía escuchar de qué estaban hablando. Según Peter, los tres chicos empezaron la pelea y merecían cómo había terminado. Se rehusó a decir más después de eso. Todos esperaron a que cada chico tuviera una figura de autoridad a su lado antes de entrar a la oficina.
Derek ya tenía una sonrisa lista para cuando Peter fuera culpado. La había ensayado durante días.
—Antes que nada, me gustaría decir que la violencia, sea cual sea el motivo, no es tolerada en esta escuela. — Oh, vaya que te van a castigar, tío Peter—. Pero acosar a otro estudiante es inaceptable. El profesor Thomas vio cuando estos tres chicos insultaron y empujaron al señor Hale en el corredor mucho antes de que este soltara el primer golpe. Es entendible que cualquiera sienta la necesidad de defenderse cuando está siendo atacado (y estoy usando esa palabra porque de eso se trató), como hizo el señor Hale con estos tres muchachos.
Oh.
»—Y ésta no es la primera vez que sus hijos son atrapados atormentando a otros estudiantes, incluido el señor Hale. Creo, y el profesor Thomas está de acuerdo, que ustedes tres se beneficiaran de unas cuantas horas de detención, todos los días, durante dos semanas. El señor Hale también tendrá detención mañana por usar la violencia en vez de pedirle ayuda a un maestro.
¿A Peter lo molestaban en la escuela? Siempre creí que había sido el chico más popular. Cuando levantó la mirada y vio a su tío, Peter tenía la cabeza agachada. Derek pudo ver lágrimas cayendo antes de ser limpiadas a toda velocidad.
El viaje de vuelta a casa fue silencioso. El padre de Derek parecía querer decir algo, pero sin saber cómo. Peter ya no estaba llorando, pero mantenía la cabeza inclinada. Derek nunca se hubiera imaginado que a su tío lo molestaban en la escuela. Eran hombres lobo, ser popular en la escuela era supuestamente fácil para ellos. Lo fue para Derek. Tal vez fue por eso… lo que pasó en la vida de Peter y lo convirtió en el idiota manipulador que Derek siempre conoció.
He estado haciendo todo mal…
Cuando por fin llegaron a casa, Derek no desperdicio el tiempo. Le dijo a su padre "yo jugar" antes d seguir a Peter, que había corrido a su habitación apenas el auto se había detenido. Su padre supo que mentía, pero quizá le daría tiempo suficiente para ejecutar el plan "Salvar a Peter".
Tuvo suerte: la puerta estaba entrecerrada, así que no tuvo que suplicar hasta que Peter la abriera. En vez de eso, empujó la puerta y entró. Peter estaba sentado en el suelo, con la espalda recargada en su cama. El niño de doce años no se movió ni miró al infante.
Derek se le adelantó: se paró en el regazo de Peter para poder colocar sus brazos alrededor de su cuello. Se quedaron en esa posición durante un tiempo, hasta que las piernas de Derek comenzaron a temblar y cayó hacia atrás. Peter lo atrapó antes de sentarlo en su regazo.
—Pensé que me odiabas —a Derek se le rompió el corazón: no podía creer que le había negado a su tío una segunda oportunidad cuando él había obtenido la suya sin siquiera pedirla.
—Peldón.
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