Los días pasaron y Chiaki no sabía nada del mundo exterior. No había salido de su departamento en esos días. Le... daba miedo salir. No quería ser lastimado de nuevo.
¿Quién hubiera pensado que un día esa sonrisa tan inocente que él tenía desaparecería? Si alguien lo decía, seguro se reían en su cara. El dolor que sentía en su alma no tenía nombre. Pensar que Hatori, su amigo de toda la vida, quien siempre lo había ayudado y protegido, abusó de él... Era peor que el mismo infierno. No tenía ni fuerza para ir a la policía, sería incapaz.
-No entiendo. Él nunca fue capaz de hacerme nada. Jamás pensé que llegaría a esto. Pero ¿Por qué razón?-Chiaki daba vueltas en la cama, sin dejar de derramas lágrimas-. ¿Qué ganaba con hacerme semejante cosa? ¿Por qué me lo hizo?
Las lágrimas no paraban de fluir de sus ojos azules. No podía hacer nada. Apenas había comido los últimos días, por lo cual perdió algo de peso. Más del que perdía cuando estaba por llegar la fecha límite.
Su celular sonando de golpe lo sacó de sus lamentos. Era Yuu. Tomó aire para hablar sin soltar sollozos.
-Hola, Yuu.
-¿Chiaki? ¿Estás bien? Hace días no te veo-dijo preocupado.
-Yo...he estado mal-respondió, con los ojos llenos de agua.
-¿Mal? ¿Por qué?
-Porque... Tori... Él...
-¿Qué pasa con él?-preguntó algo extrañado. Chiaki nunca se ponía así por un asunto de Hatori.
-Él... abusó de mi-dijo apenas entendible.
-¿Cómo? Habla fuerte que no escucho.
-¡Tori me violó!-gritó sin dejar de llorar-. No lo entiendo, de verdad. He llorado muchos noches sin dejar de preguntarme por qué me hizo esto.
Yuu apenas se dio tiempo para digerir lo que escuchó, cuando el castaño colgó la llamado. No perdió tiempo y fue corriendo a su departamento para verlo y poder hablar.
Llegó en cuestión de minutos. Como siempre, entró sin llamar. Barrió el lugar con la mirada, notando que casi nada estaba fuera de su sitio, como acostumbraba a encontrar cuando iba a verlo. Miró en la habitación del castaño y ahí lo vio: su rostro húmedo, notorias ojeras, y estaba un poco más delgado que antes.
-¿Chiaki?-susurró pasmado.
-¡Yuu! ¿Qué haces aquí?-se exaltó el castaño.
-Yo... No digerí lo que me dijiste. Él de verdad te...
-¡No lo digas!-lo interrumpió en un grito.
-¡Bien, bien! No dire nada-aseguró con los ojos como platos.
-No paró de llorar en las noches y...-calló cuando vio a Yuu tratando de tocarle el hombro. Se alarmó y quitó su mano de golpe.
-Cálmate, no te hare nada.
-No puedo confiar. Yo... Creo que debes irte. Quiero estar solo-exclamó, muy nervioso. Ahora le tenía miedo al contacto físico.
-Chiaki...
-Por favor-suplicó.
Yanase suspiró, lo miró con tristeza y se fue. Yoshino volvió a tirarse en la cama.
-No puedo estar así por mucho tiempo. Debo poder seguir, pero........... Tori, ¿por qué?-sollozó.
Yanase llegó a su casa y quedó parado en medio de la sala, escuchando las gotas que caían del grifo de agua como único sonido en el lugar. La imagen de su amigo en ese estado lo atormentaba. Jamás pensó que Hatori podría hacer tal monstruosidad. Eso no tenía justificación.
-“Pobre Chiaki. Eso fue tan horrible de saber. Y peor para mí fue verlo en ese estado”-se entristeció el rubio.
Yanase habría aprovechado la mínima situación para poder acercarse a Chiaki, pero menos con esa. No era lo mejor. El pobre estaba muy nervioso como para empezar algo.
-Hatori es terrible. ¿Cómo se le ocurre?-musitó, encerrándose en su cuarto.
Yoshino decidió levantarse de una vez e ir a comer algo. Se moría de hambre. Aunque tampoco quería comer mucho.
-“Si muero... ¿lloraría por mí?”-ese pensamiento rondaba en su cabeza-. “Si lo hago, ya no sufriría”.
¿Pensamientos suicidas? Puede ser. Muchos dicen que los que piensan así son dementes. Pero pocos saben lo pasan o lo que pasaron. Casi siempre se tienen luego de semejante experiencia.
Fue hasta el baño, tomó una de las hojas de afeitar de Hatori e...hizo lo que su mente le ordenó, por decir algo. No fue mucho como para morir desangrado. Se hizo tres cortes en cada muñeca, mordiéndose el labio para no soltar los gritillos de dolor que anhelaban hacerlo. Vio la sangre fluir; ese color carmesí...
Alejó la hoja de muñeca y, como pudo, desinfectó y curó sus heridas. Se quedó sentado, mirando por la ventana.
-“Si aun estoy despierto, ¿cuándo fue que dejé de sentirme vivo?”
Quería dejar de sentir. Quería dejar de llorar. Quería dejar de sufrir. Siempre leyó cosas hacia personas que hacían lo mismo. Algunos los alentaban a dejar eso y seguir adelante. Pero otros les decían que el mundo estaría mejor sin ellos; que debían terminar lo que empezaron...
-¿Qué hare si viene?
Hablando del Rey de Roma...
-Yoshino, soy yo. ¿Me abres?
Se asustó. Esa voz hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Se acercó a la puerta para hablarle y que escuchara.
-No...No-no...cre-creo...que sea lo...mejor-habló como pudo.
-Por favor... Necesitamos hablar-suplicó.
-No... No hay-hay na-nada que hablar.
Hatori sintió que sus ojos se empezaban a llenar de agua. Quería entrar y hablar con él. Arreglar las cosas.
-“¿Y si...? Por favor, que no haya cerrado ahora”-pensó tomando la perilla. La puerta se abrió.
Se adentró en el lugar, viendo que todo estaba como debía. Miró hacia la ventana y ahí lo vio, mirando hacia fuera.
-Yoshino...-lo llamó.
-¡¿Tori?!-se asustó cuando lo vio parado frente a él.
-Por favor... solo necesito que me escuches.
-No... No hay...na-nada que... ha-hablar-dijo llorando a lágrima viva.
Al ver esa expresión y escuchar la forma en la que hablaba, Hatori sintió como su corazón se quebraba en millones de pedazos. Su temor más grande en el mundo se hizo realidad: Chiaki le tenía miedo.
Como si no pudiera soportar su peso, cayó de rodillas. Aprovechando la corta distancia, abrazó las piernas del menor. Éste se aterró.
-¡Perdóname, por favor! Lo que te hice fue horrible, no tengo justificación-exclamó sin soltarlo.
-Dé-déjame, Tori... Por favor-pidió sudando-. Su-suéltame...
-No te voy a lastimas, te lo juro-repitió sin soltar al pequeño.
Éste apenas podía moverse. Estaba muy asustado, no quería ser abusado nuevamente, y menos por quien era su amigo de toda la vida.
-Tori... por-por favor...vete...No te-tenemos nada...de qué hablar-dijo en un hilo de voz, separándose del mayor.
Hatori sintió que lloraría en cualquier momento. Se dirigió a la puerta y antes de salir dijo:
-Lo lamento mucho.
Caminó por las calles oscuras, pensando en cómo había visto al menor. Esa mirada tan triste y llena de miedo le partían el alma.
-“¿Por qué? ¿Qué he hecho? ¡Soy un estúpido!”-se reprochaba. Lágrimas caían por sus ojos y terminó de rodillas en el suelo.
Jamás, desde que tenía memoria, había llorado. Sentía dolor por su acción. ¿Quién hace eso? Y más “importante”, ¿Por qué? Justificación no hay, pero se quiere saber cuando pasa.
-Debo arreglarlo de alguna forma-se dijo.
Al día siguiente, Chiaki estaba en compañía de Yuu. Estaban en el departamento del castaño. Yanase había tratado de convencer a Chiaki para que fuera con un psicólogo, pero se negó, diciendo que si lo hacía debía decir quien le había hecho eso, y no quería exponer a Hatori.
-¿En serio no vas a ir aunque sea una sesión?-preguntó el rubio.
-Estoy...seguro. No-no... lo ha-hare-dijo con voz algo rota. Cuando sintió la mano de su amigo en su hombro...- ¡NO!
Yanase quitó la mano de golpe y se quedó viéndolo con tristeza, como la última vez. Quería ayudarlo, pero no sabía cómo.
Continuara...