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Secretos y confesiones por LisShawol

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Taemin.

 

 

Las duras tablas de las gradas se sentían realmente incómodas, el calor del sol me parecía excesivo a pesar de que la temperatura según el noticiero estaba en un grado normal, las risas de las porristas y admiradoras me parecían molestas, y ni hablar de los gritos de sus voces agudas.

Para ser sincero debo decir que no me siento cómodo en este momento.

Estaba en un lugar donde las personas como yo encajan, ¿Por qué? Simplemente porque no es lo mío estar en el mismo lugar que chicas superficiales, huecas e irritantes, pero todos esos disgustos no me hacían evitar estar allí, era desagradable, sí, pero todo se esfumaba cuando esos ojos marrones me buscaban entre las personas hasta que conseguían hallarme, era allí cuando sus brazos se comenzaban a mover en el aire en forma de saludo.

Era momento de sonreírle y reiniciar en mi movil la lista de reproducción de música, no más gritos, no más bullicio ni cuchicheos de las chicas. Ahora solo me concentraba en él.

 

Choi Minho.

 

Jugador del equipo de futbol americano del instituto, el líder a decir verdad, su carisma era la razón exacta por la que se encontraba en ese puesto, también era la razón por la que tenía lo que yo llamaba su ejército de seguidoras, y también, su carisma, aquel carisma, es el motivo perfecto para que yo, Lee Taemin, estuviera enamorado de mi mejor amigo.

 

El uniforme del equipo era blanco y rojo, colores que a Minho le venían de maravilla.

 

El jersey carmesí era de una maravillosa tela spandex, lo que marcaba su abdomen dejando ver su six pack por sobre el material. Los protectores de hombros hacían ver su espalda un poco más ancha, en el centro de su pecho se encontraba el número 18 de un color blanco -con el cual bromeaba diciendo que lo había elegido por ser el número del día de mi cumpleaños- al igual que sus mallas que, nuevamente, eran ajustadas, aún con la codera y ante-bracera sus brazos se veían fuertes, pero ocultaban esa delgada vena que sobresalía de su brazo izquierdo cuando físicamente se esforzaba demasiado, y, además, bajo las calcetas blancas se escondían las piernas de Minho, las cuales se veían duras y ejercitadas.

Un ataque de sonrojos me embargaba cada vez que lo veía usando ese uniforme, y para los demás chicos del equipo era igual, todos delgados pero de buen cuerpo, guapos, sí, lucían bien en ese uniforme, pero yo solo podía ver a Minho, me era inevitable no hacerlo.

 

Abrí el cierre de mi mochila y tomé entre mis manos una botella de agua para llevarla a mi boca, ahora que lo veo me siento feliz de estar en otro de sus entrenamientos, y aunque mi trasero no se sentía realmente cómodo las palabras de mi amigo siempre lograban convencerme para que yo estuviese allí, tanto en sus entrenamientos como en los partidos.

 

 

“Te necesito allí, eres mi cábala, si no vas la suerte no estará de mi lado”

 

 

Minho y su equipo eran personas amables, a excepción de tres de ellos, Eunhyuk, Siwon y Kyuhyun, pero fuera de esas tres personas todos eran gentiles conmigo, me saludaban al iniciar sus entrenamientos y se despedían de mi al terminarlos, molestando a Minho con que yo me estaba convirtiendo en la cábala de todos, comentario que siempre lo ponía de mal humor, haciéndome reír.

Luego de los últimos ejercicios y de las diez vueltas a la cancha bajé la escalera de mi izquierda para bajar las gradas y dirigirme hacia Minho que se encontraba tendido sobre el pasto intentando regular su respiración.

 

 

- Ten –le pasé una botella grande con un líquido de color azul, un energizante, el favorito de Minho.

-  Estoy sudando como animal –bromeó con una sonrisa antes de dar un largo trago a la bebida, dejando su contenido hasta la mitad.

- No es novedad, el entrenamiento es agotador –hago una pausa- de haber estado yo haciendo eso hubiera terminado en el hospital a mitad de la preparación para el partido.

- Algún día te haré entrenar conmigo.

- Mmmh no lo creo –tomé la botella y le tendí una mano- vamos.

- Estaba seco por dentro, en verdad –tomó mi mano y con un quejido se levantó para pasar un brazo por mis hombros- si no vinieras no habría quién me salve de morir deshidratado.

- Sabes que no es así –reí bajito comenzando a caminar lento, Minho siempre era el último de los jugadores en salir, su paso era excesivamente lento luego de los entrenamientos aunque sabía que no era por cansancio, a él solo le gustaba ser el último de todos en bañarse- los asientos de las grada en la que yo estaba sentado estaban completas de chicas con botellas de agua.

- Ya, pero quizás qué cosa lleva el agua, no gracias, no me arriesgaría a beber algo de esas brujas, solo te necesito aquí y estaré feliz… dame eso –arrebató mi mochila sacándome una sonrisa, si bien no tenía músculos como Minho tenía bastante fuerza, pero me gustaba que tuviera esos pequeños detalles conmigo, sabía bien cual era mi posición, la de un amigo, solo eso, pero aun así me gustaba cuando era atento.

 

 

No soy del tipo conflictivo, pero me encanta ver las expresiones envidiosas de las admiradoras de Minho, más de una vez habían ido corriendo a ofrecerle agua pero por más sediento que él se encontrara las rechazaba y aguardaba a que yo terminara de bajar las gradas para ir hacia mí y esperar a que yo sacara mi botella, que a pesar de que era mía la compartía con Minho cada vez que era necesario.

Soy gay, eso todos lo sabían, no tan solo por mi delicada apariencia, sino que también porque había tenido una que otra cita con algún chico, los cuales Minho se encargaba de espantar dándome como excusa un Ese tipo es un imbécil, no merece estar contigo. En más de una ocasión tomaron esa característica mía para intentar alejar a Minho, pero nunca se apartó de mi lado.

Nunca.

Ya en las duchas tomé de nuevo mi mochila para abrazarla contra mi pecho.

 

 

- Deja de abrazarme, apestas –lo molesté mientras me sentaba en el banco de siempre de espalda a los lockers. En realidad había mentido, el aroma varonil de Minho seguía intacto, estaba sudado, sí, mucho más que sudado pero no desprendía un mal olor, bueno, es eso o que solo estoy malditamente enamorado y todo de él me fascina, cualquiera de las dos opciones es válida.

- Yo no te digo cuando hueles mal –contraatacó sentándose a mi lado para desabrochar los cordones de sus zapatillas.

- Yo nunca huelo mal.

- Tienes razón, tú ganas –dijo luego de pensarlo un momento.

- ¡Hey! Taemin ¿Qué tal el entrenamiento? –Henry, el bromista del equipo, era considerado la mascota del grupopor los demás integrantes, siempre tenía algo extraño y gracioso que decir.

- Me he cansado yo de tan solo verlos –bromeé.

- Imagina como me siento yo, ayer fui al gimnasio y levanté pesas con un par de kilos extras a los que estoy acostumbrado, creí que mis brazos se caerían pero no lo hicieron, están fuertes, ¿se nota? –preguntó posando como un físico culturista, Henry se encontraba solo en pantalones cortos, no se inmutaba por el hecho de mi sexualidad, eso me agradaba.

- Definitivamente sí se notan, yo quiero un par de esos, ¿debería ir al gimnasio? –no es como si no lo haya pensado antes, con el equipo de futbol americano siempre me conseguía sentir rodeado de rocas andantes, mientras mi estómago aún lucía como el de un niño.

-No –dijo Minho incluyéndose en la conversación- estás bien así, no necesitas modificar tu cuerpo –prosiguió dándome un casto beso en la cabeza- y tú cúbrete maldito exhibicionista –le dijo a Henry a la vez que se sacaba el calzado de entrenamiento.

- Que humor… nos vemos luego, cuídense –se despidió amable.

- Grosero –lo reprendí.

- Él es un exhibicionista y no le dijiste nada.

- Todos tienen músculos menos yo –hice un leve puchero.

- Eres lindo así como estás.

- Pero quiero verme sexy –aparté la mirada cuando comenzó a desvestirse.

- ¿Para qué quieres verte sexy?

- No lo sé –me encogí de hombros- así todos me verían como alguien guapo –y quería ser llamado por esa palabra, guapo, porque soy un chico, que me digan que soy lindo es como compararme con un oso de peluche, no con un chico. Esperé un nuevo comentario  mientras me despedía con una seña de los últimos miembros del equipo que quedaban, pero la habitación seguía en silencio- ¿Minho?

- Escucha –escuché sus pasos hasta que quedó frente a mí vistiendo nada más que su ropa interior. La razón por la que me encontraba a espaldas suyas era porque no quería verlo en todo su esplendor, ¿qué puedo decir? No controlo mis sonrojos, y él siempre me lo complica- eres lindo, tierno y realmente guapo, para mí estás por sobre todas las chicas y chicos de este lugar así que deja eso de que no eres guapo, porque lo eres –finalizó con una sonrisa.

- Lo dices porque eres mi amigo –rodeé los ojos cuando él se levantó para ir a una de las duchas- y no digo que sea un patito feo, pero no me vendría mal verme más masculino.

- Lo digo porque es cierto, pequeño inconforme –el agua se escuchaba caer y suspiré volteando hacia los casilleros. Luego de un rato jugando con mi celular me paré hacia ellos y me dirigí al de Minho, tenía la puerta entre abierta y la abrí hasta el final para detenerme a mirar lo que había allí adentro.

 

 

Cuando Minho decidió que sería parte de las audiciones para entrar en el equipo fui la primera persona en saber, y la única en realidad, Minho tenía miedo de fallar y es por eso que no le contó a sus padres, porque sabía que ellos hubieran venido al instituto a apoyarlo y él no quería decepcionarlos si no lograba entrar.

La mañana del día en que iría con el entrenador le di una cadena de plata con una pequeña medalla de un balón de futbol americano, la misma que se encontraba en su casillero ahora mismo.

 

 

“Ya no estés nervioso, úsalo durante el entrenamiento de práctica, estoy seguro de que te dará suerte, además eres bueno en esto, sé que serás el mejor”

 

 

Lo admito, quizás fue mi culpa que ahora me tenga como amuleto de la suerte, pero me hace sentir feliz que me crea la fuente de sus victorias.

En la pared de fondo del casillero había una foto pegada de dos de sus extremos, en la foto estábamos Minho y yo, la tomó con su celular cuando festejamos en la heladería su triunfo en la audición del equipo.

Tiene también un perfume, un desodorante, loción para el cabello, una libreta, su reloj, una muda de ropa, una toalla pequeña, su celular y unos audífonos.

 

 

- ¿Inspeccionando que esté todo en orden? –escuché a mi espalda antes de obtener unos abrazos rodeandome el abdomen.

- Lo está –me giré sonriendo para quedar frente a él, ahora se encontraba vestido como un adolescente normal, uno muy atractivo, con un agradable aroma fresco, con su cabello castaño desparramado y pequeñas gotas de agua cayendo desde las puntas- debo admitir que me siento ligeramente asombrado.

- Soy bastante ordenado.

- ¿Limpiaste ayer?

- Y tú bastante asertivo –sonrió avergonzado- lo confieso, allí adentro estaba todo hecho un asco pero sabía que vendrías así que me obligué a limpiarlo.

- Es una buena confesión –sonreí.

- Es tu turno –dijo llevando su celular y audífonos al bolsillo derecho de su pantalón.

- ¿De qué?

- De confesarte –sacó del casillero la cadena que le di y me la extendió.

- No tengo nada que confesar –la tomé para luego pasarla sobre su cuello y abrocharla.

- Sí hay algo

- ¿Ah sí? –levanté una ceja.

- Sí –cerró su casillero y ladeó su cabeza para mirarme- admite que me veo guapo.

- Creído –reí leve.

 

 

Y asertivo, muy asertivo.

Lo confieso, confieso que amo a Choi Minho.

Confieso que me encanta cuando lo veo usando el uniforme del equipo de futbol americano y que definitivamente amo ser su cábala.

 


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