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Reencarnación por noah_uzumaki

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Notas del capitulo:

Luego de una larga caída Oliver despierta delante del majestuoso Lago Negro, todo parece haber cambiado para el niño, mientras que uno de los profesores del colegio se preocupa por él…

Reencarnación 

Capitulo 2

Despertar

 

Abrió sus ojos repentinamente mirando los alrededores, se encontraba en la orilla de un oscuro lago. Levantó la vista a las alturas donde el cielo era iluminado por un centenar de estrellas y una enorme luna que se alzaba en el horizonte. Oliver dejo escapar un largo y pesado suspiro.

–De nuevo con vida… –dijo amargamente.

Observó sus manos delante de él y luego tocó su rostro. El rubio se giró gateando un poco más de un metro hasta estar muy cerca del agua donde observó su reflejo, prestando especial atención a su ojo derecho, que a diferencia del izquierdo color carmesí, este era de un color azul claro.

–Siempre lo mismo, pero este tiene un lindo color al menos, de hecho me gusta ese color rojo… –dijo en voz baja.

El chico se levantó estirando ambos brazos realizando movimientos giratorios, para luego comenzar a palparse el resto del cuerpo llegando a su entrepierna.

–Al menos soy un chico, y tengo edad suficiente para ir al baño por mi mismo… –dijo en tono burlón para sí mismo.

Miró su uniforme, el logo que reconoció le hizo sonreír.

–Interesante… –un trió de dementores lo miraban con curiosidad con cierta distancia–. Este será un buen ejercicio, además supongo que nadie los extrañara… –terminó por decir con un aire de seriedad.

El niño apretó su puño delante de él para luego hacer un movimiento horizontal de un lado al otro hasta terminar con su brazo derecho extendido en un ángulo recto.

Solo un destello basto para hacer desaparecer aquel trío de espantosas criaturas  en una nube de humo negro, Oliver los había eliminado de la faz de la tierra.

–Ha disminuido mi nivel… –gruñó–, pero era lógico, después de todo llevaba mucho sin usar magia, pero igual nada que un poco de entrenamiento no cambie… –se dijo antes de comenzar a caminar en dirección al castillo.

 

***

Una profesora Minerva McGonagall caminaba de un lado al otro en la entrada del castillo, estaba preocupada, la profesora ya de cierta edad, no solo era la Jefa de la Casa Gryffindor, también estaba encargada de la clase de transformaciones.

Era acompañada por otras dos personas, el Profesor Flitwick, un pequeño hombrecito que impartía Encantamientos, y el señor Argus Filch, el celador del colegio. En sus brazos cargaba a su compañera fiel, la Señora Norris, una gata flacucha con un humor muy particular que ronroneaba en su regazo.

–Haya viene… –señalo Filch levantando su huesudo dedo índice.

Allí a lo lejos, en la dirección que señalaba el adulto, Oliver entraba por las rejas del castillo. Llevaba un paso calmado contemplando el entorno que lo rodeaba, McGonagall por otro lado no espero a que el niño estuviera más cerca, si no que salió a su encuentro cortándole el paso con su rostro colorado, y antes de decir algo, alcanzó a mirar al niño de arriba abajo, donde notó que estaba mojado de pies a cabeza, con sus ropas sucias y rotas en varios lugares, e inclusive le faltaba un zapato, el derecho.

–¡Jovencito, ¿Qué diablos te paso?! –bramó la mujer con sus ojos apunto de salírseles–. ¡Nos tenías a todos preocupados, y no solo a nosotros, también a tus amigos!

El profesor de encantamientos y el celador observaban todo desde una distancia prudente, sabían que cuando McGonagall comenzaba a retar a alguien, era mejor no meterse en su camino, a menos que quisieran salir ilesos, en especial cuando a la mujer se le subía la sangre a la cabeza haciendo que su rostro se tornara completamente rojo.

–Tan molesta como siempre Minerva… –todo quedo en completo silencio, mientras que los dos hombres atrás de ellos quedaron viéndose con los ojos en blanco–. “Diablos… lo dije en voz alta…” pensó al caer en cuenta lo que había dicho.

–¡¿Qué acabas de decir?!

La profesora sin titubear lo tomaba de la oreja arrastrándolo de vuelta al castillo, mientras que él solo podía quejarse…

 

Fueron directo a la oficina de McGonagall.

–Quítate esa ropa de inmediato… –dijo revisando en sus cajones, mientras Oliver la miraba desde lejos, hasta que dijo:

–Oh… vera profesora, en serio me alaga, pero, y lo digo en serio, usted de seguro fue una mujer muy atractiva en su tiempo, pero no creo que sea apropiado esto…

La mujer se giró de inmediato observando al niño delante de ella, antes de lanzarle un par de prendas de ropa.

–No sé en qué puedas estar pensando, pero te sugiero que dejes tanta imaginación a un lado… –le lanzó una dura mirada antes de poner sus ojos en blanco, hasta que finalmente dijo–. Ponte esa ropa, está limpia y seca.

–Bueno, disculpe, debido a la situación, usted es una mujer adulta, y bueno…

–Basta te dije, y cámbiate de inmediato…

Oliver dejo escapar una leve sonrisa antes de empezar a cambiarse. Se quitó el único zapato que llevaba, ya que seguramente el compañero ya debe estar tocando tierra, o en el estomago de alguna criatura en el fondo del Lago Negro. Luego los calcetines quedando descalzo. Sintió un leve alivio en sus pies al ya no estar tan húmedos. Al lanzar su suéter este cayó encima de su único zapato y calcetines.

La profesora McGonagall no pudo evitar observar el cuerpo delgado del niño mientras se quitaba la camisa. Moretones y pequeñas heridas cubrían su espalda y costados, así como un par en su pecho.

Un sentimiento de culpa emergía en el interior de la profesora, ella era la Jefa de la Casa de Gryffindor después de todo, y uno de sus alumnos estaba siendo lastimado frente a sus narices y no había hecho algo para evitarlo.

Para ese momento el chico ya se había quitado su pantalón a medio rasgas, en ese momento la mujer desvió la mirada dándole un poco de privacidad mientras se terminaba de cambiar.

Admiro sus nuevas ropas una vez vestido por completo.

–Me queda algo grande… –llevaba un viejo uniforme con el logo de Gryffindor.

–Pero al menos esta seco y limpio… –le dijo Minerva–. Quisiera hablar contigo un momento.

La profesora se estaba comportando particularmente amable con el pequeño, quien la miraba curioso, “Esta no es la minerva que recuerdo”, pensó con una sonrisa.

La mujer se había sentado en una silla cercana, y con un movimiento de su varita hizo volar una tetera que en segundos ya estaba llena de agua, y al otro encima de la recién prendida chimenea.

–Usted me dirá… –le contestó sentándose en el asiento delante de ella, con un aire de seguridad.

–Veras… –la profesora se calló mirándolo con sorpresa, incluso acercándose un poco más para mirarlo con más detalle, Oliver comenzó a sentirse incomodo–. Tu ojo…

–¿Qué tiene…?

–Ahora tienes un ojo azul…

Oliver se acordó de aquello.

–¿S-Sí…? –se hizo el desentendido–. ¿E-En serio tengo un ojo azul?

La mujer le alcanzo un pequeño espejo enseñándoselo ella misma.

–¿Qué le parece? –dijo riendo nerviosamente–. Aunque creo que tiene estilo… me gusta…

Antes de que dijeran algo más Minerva se apresuró a realizarle un serio interrogatorio.

–¿Qué te paso esta noche?, ¿Por qué estabas todo mojado?, ¿Cómo me puedes explicar todos esos moretones, golpes, cortadas?, y ahora ese ojo tuyo… ¿Quién te está haciendo eso?, y no me mientas, lo sabré…

“Cielos… que mujer tan pesada… –pensaba Oliver, esta vez solo para sí mismo–, pero, tiene razón, tengo muchos golpes en todo el cuerpo”

El chico organizó todos sus pensamientos mientras rebobinaba gran parte de los últimos sucesos de su vida. Hawk junto a sus amigos golpeándolo, varios compañeros de clase molestándolo, burlándose, y riéndose de las humillaciones por las que pasaba. Mostró una sonrisa amarga.

–¿Bien? –dijo impaciente la profesora.

Con un movimiento de su  varita, hizo que la tetera volara llenando par de tazas encima de la mesa, antes de colocar una bolsita de té en cada una, así como un par de cubitos de azúcar, los que bailaban en el aire un par de segundos antes de aterrizar en sus respectivas tazas humeantes–. Toma.

La mujer le extendió una de las tazas, Oliver la tomó entre sus manos dándole un largo sorbo.

–¡Espera te quemaras…! –se apresuró en decir la mujer, pero el chico no reacciono en lo más mínimo, por el contrario, tomaba otro sorbo.

–No se preocupe por mí… –finalmente dijo–. Estoy bien en serio.

–No es cierto, no lo estas, yo estoy muy preocupada por ti.

–Lo sé, y de verdad se lo agradezco, pero en serio, ahora todo estará bien, se lo prometo.

–¿Quiero saber quién te maltrata?, ¿Es tu hermano verdad, o alguno de tus compañeros? –insistía.

–Que perspicaz es… –dijo en voz alta en un tono sarcástico, Minerva solo lo ignoro–. “De nuevo en voz alta” –pensaba molesto al no poder mantener sus pensamientos para sí mismo.

–Deberé hablar con tu hermano me parece… –le contestó la mujer.

–No se preocupe de mi hermano, yo sabré como lidiar con él…

–Eso quiere decir que sí es él…

–Ya le dije que estaré bien… –le interrumpió Oliver, usando un tono muy diferente, a lo que McGonagall enmudeció.

“Este niño…”

–En serio, estaré bien…

Oliver se levantó de su silla dando media vuelta.

–Gracias por el té…

Terminó por decir por encima de su hombro y levantando su mano derecha despidiéndose,  abandonando la oficina de la profesora, dejándola sola con sus pensamientos.

“¿Qué le paso esta noche?, algo le tuvo que haber pasado, es muy diferente al pequeño que conocí hace un par de semanas…”

 

 

***

–Diablos… de verdad que esto me queda grande, o quizás es que solo soy muy pequeño… –observaba cómo las mangas de aquella chaqueta le cubrían por completo sus manos.

–¡¿Dónde diablos estabas?! –alguien le golpeo desde atrás haciendo que casi se cayera.

–¡Oye, ¿Qué te pasa?! –respondió el niño recuperando el equilibrio.

Al girar se hallaba Emily junto a Ian, sus mejores amigos. La chica no dejaba de mirarlo.

–¡¿Dónde estabas?! –repitió la chica–. ¡Te la vives desapareciendo, primero esta mañana, luego en la tarde!

Ollie por su parte nuevamente organizó sus pensamientos antes de contestarle.

–Cálmate Emily… –dijo recuperando un tono relajado–. Veras…

De pronto la chica se le quedo mirando fijamente a su cara.

–¿Pero qué tienes en el ojo? –dijo.

–Cierto… –Ian también lo noto.

–D-Dejen de mirarse así… –dijo el rubio sonrojado.

–¿Por qué tienes el ojo azul ahora? –insistía la chica.

–Vamos, dinos… –continuó Ian.

–¿Qué te paso?

–Diablos… ahora a todos les da por curiosear… tendré que buscar con que taparlo…

Oliver le contestó dando media vuelta y saliendo en la dirección contraria, con sus dos amigos detrás tratando de sacarle algunas respuestas…

Notas finales:

Mis saludos y gracias por leer mi fic, feliz fin de semana...


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