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Reencarnación por noah_uzumaki

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Notas del capitulo:

Tratando de llevar una vida normal, Godric Gryffindor, ahora en el cuerpo del pequeño Oliver decide charlar con unos de sus antiguos alumnos…

Reencarnación 

Capitulo 3

Viejos Conocidos

 

Dumbledore se encontraba en la torre de astrología donde acostumbraba pasar su tiempo meditando, en especial las primeras horas de la mañana. El anciano observaba distraídamente hacia el horizonte donde se desplazaba majestuosamente Fawkes, un ave fénix, y su compañero fiel.

La criatura legendaria batía su enormes alas desprendiendo una estela brillante de chispas doradas. Su cola, de al menos un metro, tenía plumas multicolor, que dejaban la misma estela detrás de ella, era una ave hermosa.

El anciano no se había percatado de que era observado por alguien, hasta el instante que se giró encontrándose con un pequeño niño rubio con un parche blanco en el ojo derecho, el cual estaba sostenido por pequeños hilos conectados en sus esquinas y que le daban la vuelta a su cabeza perdiéndose en sus cabellos dorados. El pequeño lo miraba fijamente sentado en el barandal de la torre con una sonrisa.

–Oliver… –dijo sorprendido–. Es muy raro que alguien logre pasar desapercibido en mi presencia.

Oliver le sonrió.

–Un segundo, ¿A qué se debe ese parche en tu ojo? –el rostro del mayor se tomo un rubor colorado–. Dejame adivinar, ¿otra caída?, solo que esta vez no pienso tolerarlo –dijo seriamente.

–Tranquilo Albus… –al profesor Dumbledore le extrañó el tono y la confianza del niño, dejándolo sin palabras–. No me paso nada, solo que es un poco cansado tener este ojo al descubierto… –se lo señalo con el pulgar.

El rubio bajo la cabeza mientras se quitaba el parche, Dumbledore al ver aquel ojo, brillante y azulado del chico no pudo evitar sonrojarse.

–Volviste… –finalmente dijo mientras que lo rojo de su rostro se remarcaba aún más.

–No has envejecido bien Albus, y te has vuelvo un viejo cursi… –dijo divertido.

–Me gustan mis canas, maestro… –bajo su cabeza en una reverencia–. Aunque es raro llamar  maestro a un niño tan pequeño que de seguro no tiene ni un solo vello… –sonrío.

–Entonces no lo hagas, además  sabes que no puedo escoger el cuerpo, en todo caso prefiero ser un mocoso que tener el cuerpo de una chica, sabes lo difícil que es quitarme a los hombres de encima –dijo en tono burlón compartiendo una risa con Albus.

–Pero para poder reencarnar en otro cuerpo la persona anterior debe… –no alcanzó a terminar su frase antes de preguntar–. ¿Cómo paso?

–No importa el cómo haya pasado… –contestó suspirando–. No te preocupes por nada, pero solo puedo decirte que para el final extrañamente este chico se sentía libre.

Albus a pesar de no sentirse satisfecho con aquella vaga respuesta, no quiso indagar más sobre el asunto, confiaba plenamente en el juicio de su maestro.

–Sea cual sea el caso son cosas que pasan, así que trata de no pensar en eso mucho, después de todo técnicamente ahora este chico vive en mí, o yo vivo en él, mejor dicho –terminó con una suave sonrisa.

–¿Qué harás a partir de este momento? –preguntó.

–Pues, quiero intentar algo diferente… –Albus lo miró curioso–, tratare de llevar una vida normal, aunque lo normal es relativo en nuestro mundo… –decía sin perder su sonrisa–. Tengo una familia y amigos, así que supongo que sería un buen comienzo.

–¿Estarás bien con eso?, no me lo tomes a mal, pero eres una persona algo imprudente, impaciente, incluso con malos hábitos.

–Ey, hace mucho que no camino por este mundo así que no molestes, además, después de todo fui alguna vez Godric Gryffindor uno de los fundadores de este colegio, y tu maestro en una de mis vidas… –dijo con una gran sonrisa mientras se paraba en el barandal con las manos extendidas–. Lo que si es que no prometo es que alguna vez salga a divertirme por ahí, así que estas invitado anciano.

Dumbledore no contuvo la risa ante la actitud del pequeño delante de él, soltando una carcajada…

 

***

Era la clase de transformaciones. Ian se hallaba en su asiento anotando y tratando de prestarle atención a todo lo que decía la profesora McGonagall, pero sus pensamientos se encontraba en otro lugar, en el asiento vacío a su lado.

–“¿Dónde estás idiota?, y ese ojo…” –pensaba preocupado, intercalando en mirar el asiento vacío a su lado, y prestarle atención a la profesora que daba vueltas en el salón.

Una cálida mano se posó en su hombro haciéndolo saltar.

–Presta atención a la clase… –dijo delicadamente la profesora Minerva.

–S-Sí profe… disculpe… –dijo, algunos rieron.

McGonagall continuaba explicando cómo transformar lo que parecía ser una simple copa de agua en tinta, pero guardo unos segundos de silencio al notar que Oliver no se encontraba en su asiento, ella así como el chico también estaba preocupada por el pequeño, pensando que pudo haberle pasado algo, o alguien le hizo algo…

 

***

Albus y  Oliver seguían poniéndose al día luego de lo que parecía décadas de no haberse visto, ya que la reencarnación del mago ocurría de una forma aleatoria. Así como podría revivir instantáneamente, también había una posibilidad de que esta ocurriera siglos después de su muerte.

–Mi nuevo hermano es toda una joyita… –decía con amargura, mientras acariciaba a Fawkes el fénix, el que alguna vez le perteneció, pero había pasado a los cuidados de Dumbledore, y el que ahora se encontraba disfrutando la sección de mimos de su antiguo dueño.

–Lo ha molestado mucho, incluso físicamente… –dijo con tristeza el anciano–. Tenía que…

–No te culpes, esto es solo una pelea de hermanos… aunque parecía más de enemigos mortales –intervino con una sonrisa–. Pero luego le daré una lección.

–¿Cómo que le darás una lección…? –dijo preocupado el mayor.

–Ya me conoces… –le contestó mostrando sus dientes en una sonrisa de oreja a oreja–. Por cierto, ¿Qué hacen los perros del Ministerio aquí? –dijo señalando a un Dementor que podía verse a lo lejos.

–Buscan al prófugo Sirius Black, el cual escapo de Azkaban…

–Sirius Black, creo recordarlo, pero ese tipo de cosas me aburren –alzó los hombros–. Será mejor que me vaya, ya falte a mi primera clase así que no debo seguir faltando si de verdad quiero llevar una vida normal –dijo con desdén, mientras que Dumbledore trataba de contener la risa–. Nos vemos Albus…

El chico se colocó nuevamente el parche en su ojo antes de desaparecer en un instante…

 

***

Severus Snape entró desde la puerta del fondo para dar su clase de pociones. El pelinegro caminaba dando tumbos y agitando su varita como acostumbraba hacerlo, y con esto iba cerrando las ventanas y puertas del salón.

Emily ya se encontraba en su asiento cuando de pronto sintió una brisa que levantó varios pergaminos encima de su mesa de trabajo, al girar se encontró con Oliver que le sonreía desde su asiento.

–¿Qué demonios? –dijo sorprendida–. ¿En qué momento llegaste?

–Siempre he estado aquí… –le contestó alzando sus hombros.

–No es cierto, no estabas hace un segundo…

–Estás loca… –dijo secamente, mientras que la chica apretaba los dientes.

–Silencio –dijo Snape–. Si quieren conversar hay tienen la puerta, pero les sugiero que no vuelvan a mí clase –luego de aquellas palabras todo había quedado en completo silencio…

No había pasado ni media hora cuando Oliver se había quedado dormido en su asiento, Emily lo miraba nerviosamente mientras Snape ya un lado mirándolo furioso.

El pelinegro recogió las mangas de su túnica, y con el libro que sostenía le daba un golpe en la nuca al niño que se levantaba de inmediato mirando a los lados.

–Dios, ¿Por qué me pegas?, que amargado eres Snape –dijo sin pensar al tiempo que bostezaba.

El rostro de Snape paso de pálido a un intensó rojo. El gritó se escucho en las escaleras que daban a ese calabozo que Snape llamaba salón, y en donde ahora les quitaba treinta puntos a la casa Gryffindor, todos se miraron sus caras entre gruñidos y quejas, y otros riendo.

–¿Acaso quieren que sean cuarenta? –Snape agregó con fiereza–. Y a ti, te veré después de clases… –terminó por decir…

 

***

Una hora más tarde, el rubio ya se encontraba caminando tranquilamente por los corredores del castillo, iba al salón comedor, estaba hambriento. Una sonrisa se formó en sus labios. Snape pensó que un buen castigo sería hacerlo limpiar el salón donde impartía sus clases de pie a cabeza, hechizando la entrada con un conjuro que le impedía salir hasta que no dejara todo impecable.

No habían pasado ni cinco minutos en que Severus se había marchado del salón, cuando Oliver ya había acabado su castigo. Le basto un movimiento de manos para que todo en la habitación volara por los aires, ocupando el lugar que le correspondía, así como una auto limpieza, aunque deseaba quedarse para verle la cara al amargado profesor en el momento que regresara y viera todo, el hambre podía más.

–Vaya… –dijo deteniéndose.

A lo lejos un trió de chicos tenía acorralado a otro. Estaban fuera de la vista de cualquiera que pudiera ir en su ayuda, eran de primer año todos, y pertenecientes a la casa Gryffindor. Los reconoció.

–¿Qué pasa Rose…? –un niño regordete y pelirrojo llamado Clark lo molestaba, al contrario de Rose; un chico delgado y pálido de cabellos castaños, incluso un tanto más pequeño que el mismo Oliver.

El niño gordo mantenía su brazo derecho apoyado en la pared detrás del chico, cortándole la vía de escape.

Oliver, lo vio en sus memorias. Era ese tipo de personas que se valía de la alta posición de sus padres para intimidar a los otros, sin decir que por lo musculoso que era, más grasa que otra cosa, pensaba Oliver, le daba la apariencia de tener unos catorce años.

En más de una ocasión le hizo la vida imposible tanto a él, como a varios de sus compañeros. En una, ese chico junto a sus amigos lo sacaron de su cama a no menos de la medianoche, lo desvestían, dejándolo en el salón común, donde fue visto por toda la casa Gryffindor, hasta que finalmente un par de chicos, incluyendo al mismo Percy Weasley fue en su ayuda, pero ya el daño estaba hecho, el pequeño había sido humillado delante de sus compañeros y compañeras, que cuando lo veían, en más de una ocasión se reían de él.

Aquella solo fue una de muchas, sin contar las veces que recibía algún golpe de parte de aquel chico tan desagradable, o de parte sus amigos que eran tan viles como él, como si no fuera suficiente por la forma que era tratado por su hermano. Una amarga sonrisa se marco en su rostro, ahora todo era diferente.

–Ahora entiendo lo que decía Salazar de ser más exigentes con quien entrara aquí… –Oliver apresuró el paso hasta estar a solo metros del trió.

–Rose, sabes quién es mi padre, ¿verdad? –dijo arrogante.

–D-Dejame… –le contestaba en voz baja, con pequeñas lagrimas asomándose en sus ojos.

–Crees que no lo sé… –dijo–, que no sé lo que te gusta… –con su mano izquierda apretó con fuerza la entrepierna del más pequeño haciéndolo gemir incomodo.

El gran chico movía su mano, mientras que Rose se movía incomodo tratando de sacar distancia, pero detrás la pared, y delante aquel chico le impedían alejarse.

–Ni siquiera siento nada, ¿seguro no eres una chica? –dijo perversamente, mientras que sus amigos lo acompañaron con una risa burlona.

Un fuerte chasquido atrás le hizo levantar la vista, un segundo después sus dos acompañantes, más como sus guardaespaldas que sus amigos, se precipitaban al suelo, estaban inconscientes.

–P-Pero, ¿Qué demonios? –se giró nervioso–. ¡¿Tú?!

Lo último que alcanzo a ver fue la silueta de Oliver, su mano derecha estaba extendida en su dirección, mientras lo miraba con una sonrisa, de pronto fue cayendo al tiempo que todo se volvía negro.

–¿Estás bien? –le preguntó Oliver al chico–. ¡¿Ey?!

–S-Sí… estoy bien… –finalmente reaccionó.

–Creo que deberías irte, seguro alguien los encontrara y los llevara a la enfermería, igual despertaran en un par de horas… –dijo comenzando a caminar, tenía hambre, y de seguro sus amigos lo esperaban en el salón comedor.

El castaño observó al trío de agresores en el piso, inmóviles, como si solo estuvieran tomando una pequeña siesta, alzó la vista viendo como su salvador se alejaba cada vez más.

Reacciono a los segundos saliendo en carrera detrás del rubio, hasta encontrarse a solo un par de metros de distancia, abrió la boca para decir algo, pero enseguida la volvió a cerrar.

Avanzaron de esa forma varios metros, Oliver delante, aquel chico detrás, tratando de ordenar sus pensamientos, hasta que llenándose de valor acelero el paso hasta quedar aún lado.

–¡Oliver espera! –gritó el chico, sonrojándose al instante de vergüenza.

El niño lo vio sorprendido.

–¿Cómo sabes mi nombre? –preguntó.

–Vamos a las mismas clases… –le contestaba en voz baja.

–Cierto, que tonto soy… –dijo el rubio rascándose la cabeza.

–Bueno… he visto las cosas que te hacen… –balbuceó–. G-Gracias por lo de antes…

–No fue nada, además no hice mucho, ellos se merecen mucho más que un simple desmayo…

–M-Me llamo Rosepher Lewis…, pero todos me llaman Rose… –terminó por decir apenado.

–Mucho gusto Rose... –saludó con una sonrisa.

El chico en todo momento mantuvo un color rosado en sus mejillas mientras caminaban hacia el salón comedor…

Notas finales:

Mis saludos y feliz fin de semana, gracias por leer mi fic, que la pasen bien :3


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