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My unknown husband por frizzante gatto

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Sasuke sólo había estado en dos ocasiones en su vida, antes de ésta, en la propiedad de los Namikaze. La primera vez, el día de su boda, cuando él tenía siete años. La segunda, tres años atrás, cuando había acudido a ellos para averiguar el paradero de Naruto. Se había encontrado con que lady Kushina era una mujer pálida y callada, de voz y aspecto apagados. Era de imaginar que lord Namikaze debía de ser un individuo frío, de esa clase de hombres que se consideran superiores a cualquier otra persona con la que se cruzan. Desde aquel día, Sasuke se preguntaba con frecuencia a quién preferiría Naruto, sí a su timida madre o a su autoritario padre. Ninguna de las dos posibilidades le atraía.**

Sasuke aguardó con paciencia en el vestíbulo de entrada. El interior de la casa tenía un aspecto lujoso, que intimidaba casi como una iglesia, con sus cielos rasos abovedados y su olor a madera encerada. ¿Cómo habría sido crecer en un ambiente así para un niño pequeño? ¿Habrían resonado en ese recinto los gritos caprichosos de Naruto, rebotando en los altos cielos rasos? ,¿O, quizás, habría jugado en silencio, en algún rincón propio, perdido en sus fantasías? La infancia del mismo Sasuke, con sus ausencias e incertidumbres era, con mucho, preferible a cualquiera de esas posibilidades.

¿Dónde estaría Naruto, en ese momento? ¿A dónde huiría tras haber sido criado en un sitio como éste? Huir... Cruzó por su mente el recuerdo de Menma Uzumaki, la noche que se habían conocido en la fiesta de fin de semana, y de lo que le había dicho:

“Jamás he conocido a una persona que se sienta en paz con su pasado. Siempre existe algo que nos gustaría cambiar u olvidar...”

La vuelta de la criada interrumpió sus pensamientos.

—Lady Kushina lo recibirá, milord, pero no tiene mucho tiempo. Por favor, señor, tenga en cuenta que su salud es delicada.

—Lo entiendo.

La criada lo condujo hacia la salida del vestíbulo, lo precedió por la escalera, anduvieron por corredores alfombrados, ante interminables extensiones de madera tallada. Sasuke no sabía bien qué iría a decir a Kushina. Hubiese preferido encontrar al padre de Naruto y hacer lo que fuese para obligarlo a revelar el paradero de su hijo. Pero, por desgracia, no era posible amenazar ni amedrentar a una mujer enferma.

Una madre enfermiza... Sasuke cayó en la cuenta de que ésa era otra semejanza que compartía con Naruto Namikaze. Hacía años, su propia madre había muerto de tisis, con su cuerpo en un estado de lastimosa fragilidad y su mente siempre arrasada por la constante preocupación que le causaba la suerte de su familia. Qué injusto que una mujer que ansiaba estabilidad se hubiese casado con un jugador compulsivo. Ah, si Sasuke hubiese sido capaz de protegerla de su padre, de darle la paz y la seguridad que ella merecía... La conciencia de que había fallado a su madre lo perseguiría toda la vida.

No pensaba abandonar a Naruto y cargar con él también en su conciencia. Su sentido del honor le exigía que lo ayudara en cualquier forma que le fuese posible. También tenía una deuda de responsabilidad hacia Sakura, pero había una diferencia entre ambas situaciones. Naruto era víctima de circunstancias que no hubiese podido controlar. Sakura, por el contrario, hacía todo lo posible para manipularlo a él; estaba seguro de que su embarazo no tenía nada de accidental.

Entró en una sala de recibo decorada en tonos rosados claros y salmón, y vio Kushina sentada en una silla grande. Su pose rígida, la forma en que se mantenía erguida, con su espalda recta, el modo en que le tendía la mano, sin levantarse, tenía algo de extrañamente familiar. Tenía el mismo aspecto que él recordaba, como el de un pájaro que prefería el cobijo de su lujosa jaula que el mundo que la llamaba desde fuera. Sin duda, debió de haber sido, en otro tiempo, una mujer encantadora.

Sasuke besó con respeto su mano delgada.

—Puede sentarse a mi lado —dijo, y él la obedeció de inmediato.

—Lady Namikaze, le pido que me disculpe por lo inoportuno de mi visita...

—Es un grato placer verlo —lo interrumpió ella con dulzura—, además de que ya había sido bastante postergado. Dígame, ¿cómo está su familia?

—Mi hermano Itachi está bien. Lamentablemente, mi padre ha sufrido varias hemorragias cerebrales y está muy debilitado.

—Lo lamento —dijo ella, en tono cargado de simpatía.

Sasuke guardó silencio un momento, pensando en cómo continuaría. No tenía interés en una conversación trivial y, a juzgar por el modo en que ella lo miraba, estaba esperando que él mencionara a Naruto.

—¿Ha tenido usted noticias de su hijo? —preguntó, bruscamente—. Sin duda, habrá tenido alguna novedad de él, puesto que han pasado tres años.

La mujer respondió en forma evasiva pero amistosa. —¿Ha seguido buscándolo, lord Uchiha?

Sasuke asintió, mirándola con expresión significativa.

—Sí, y no he tenido suerte. Al parecer, Naruto Namikaze no existe en ningún lugar del mundo civilizado.

Naruto, en la habitación vecina, apretó el oído a la puerta, incómodo por estar escuchando sin que el azabache lo supiera, pero incapaz de contenerse. Sentía una insoportable curiosidad por saber qué le diría Sasuke a su madre, qué táctica emplearía para tratar de descubrir la verdad.

—Y, en caso de que usted, en un momento dado, encontrase a mi hijo —quiso saber Kushina—, ¿qué intenciones tendría con él, milord?

—A juzgar por todas las señales, o bien Naruto me tiene miedo o no desea ocupar su lugar como esposo mío. Dios es testigo de que no lo culpo. Somos desconocidos uno para el otro. Lo único que yo quiero saber es si él está bien, y si tiene todo lo que necesita. Después, pienso resolver la cuestión del modo que Naruto prefiera, cualquiera sea éste.

—¿Y si él quisiera seguir siendo su esposo? Existe la probabilidad de que quiera convertirse en duque algún día.

—En ese caso, que él misma me lo diga —repuso Sasuke con aire sombrío y, de repente, su tensión se liberó de su control—. Que yo pueda verlo en sus ojos y oírlo en su voz. ¡Maldita sea, me gustaría saber qué desea para dejar de buscarlo y terminar con esto de una vez!—en cuanto soltó la exclamación, se arrepintió, temiendo haber ofendido a tan delicada criatura—. Perdón —musitó.

Ella desechó la disculpa y lo miró con desconcertante comprensión.

—Por sobre cualquier otra cosa —dijo la peliroja—, lo que más desea mi hijo es poder elegir por sí mismo, siempre se ha rebelado contra el hecho de que le hubiese sido arrebatada una de las elecciones más importantes de su vida. Estoy segura de que usted debe de sentir lo mismo.

De súbito, las emociones de Sasuke se precipitaron en su interior como un río que empujara una represa a punto de derrumbarse. No tenía a nadie en el mundo en quien confiar, ni siquiera en Itachi. Siempre había tenido que cargar él solo con sus problemas y sus sentimientos, y él era el único responsable por ellos. Y, en ese momento, la necesidad de decírselos a alguien se transformó en una de las compulsiones más poderosas que hubiese experimentado jamás.

Sasuke flexionó sus manos y las estiró sobre las rodillas.

—Sí, yo siento lo mismo —dijo, en voz áspera. No pudo mirar a la mujer—. Yo sé por qué Naruto se rebeló y por qué no puede enfrentar las consecuencias de lo que habían acordado lord Namikaze y mi padre. Por más que siempre haya sabido que no era culpa de él, aun así culpé a Naruto por cosas con las que él no tenía nada que ver. Lo he odiado durante años, casi tanto como he odiado a mi padre por ser un derrochador y un jugador compulsivo. Hasta he intentado olvidar su existencia misma. La muerte de mi madre y la mala salud de mi padre me dieron la posibilidad de sumergirme en un mundo de nuevas responsabilidades. Pero Naruto siempre seguía ahí, en el fondo de mis pensamientos. Nunca he podido amar a nadie, nunca sentí que tuviese derecho a amar, a causa de su existencia. He comprendido que sólo podría ser libre de él enfrentándolo.

—Yo nunca comprendí de qué modo podría afectar el matrimonio a ambos —murmuró Kushina—. En aquel entonces, parecía tener cierto sentido. Dos familias de buena sangre que aseguraban a sus respectivos hijos un compañero de vida apropiado... Sentí alivio, creyendo que el futuro de mi hijo estaba asegurado y que, algún día, él podría tener un título que todo el mundo respetaría. Tal vez hubiese sido un arreglo respetable para cualquier otra clase de hijo, pero no para Naruto. Por desgracia, yo no sabía que mi familia se vería desgarrada por una decisión que yo acepté. No comprendía lo fuerte que era la voluntad de Naruto... que es —se corrigió, con sonrisa amarga.

—¿Cómo es él? —preguntó Sasuke en voz espesa, para su propio asombro.

—Naruto no se asemeja a mí ni a su padre... al parecer ya de niño sostenía sus propias opiniones y juicios en lugar de aceptar los ajenos. Ojalá no fuese tan independiente; yo no considero que sea una cualidad conveniente en un doncel. Y hay otro aspecto de él que es fantasioso, apasionado y vulnerable. Él tiene infinitos talantes e intereses. Nunca he visto que hiciera algo predecible, — nada de eso...

Sasuke contemplaba a lady Kushina y, de pronto, atrajo su atención el brillo de una alhaja entre los volantes de su cuello, Ella seguía hablando pero, de repente, el significado de sus palabritas comenzó a escapársele y sólo pudo percibir el fragor amortiguado deI tamborileo de su corazón. Apartó su mirada para ocultar una expresión que pudiera traicionar sus pensamientos pero en su mente ardió una imagen que explotó dentro de él. Hizo esfuerzos por normalizar la respiración.

La mujer llevaba el collar con el cristal que él había regalado a Menma Uzumaki.

No existía otro como ése en el mundo, y no había posibilidades de que Kushina lo hubiese recibido de nadie que no fuese...

Se lo había regalado su hijo... Menma Uzumaki... Naruto Namikaze...

Sasuke no conseguía dejar de mirar fijamente el cristal aguamarina del collar. Él lo había comprado para Menma Uzumaki y había tenido el placer de imaginar que el rubio usaría algo que él le había regalado. Muchas cosas comenzaban a cobrar sentido: su actitud esquiva, su ausente y misterioso esposo, su reconocimiento inmediato de las rosas raras que había regalado su madre hacía muchos años.

Las preguntas quemaban en su mente, y las conclusiones subsiguientes hicieron que su boca se endureciera amargamente. ¿Por qué el kitsune no le había dicho quién era? ¿Qué juego estaba llevando adelante? Él había creído que el blondo había sentido por su persona la misma atracción que él el había sentido por el rubio, pero quizá todo había sido una ilusión. Menma era actor, y talentoso. Podía haber planeado enamorarlo mientras, para sus adentros, se reía porque él ignoraba que era su esposo.

Su sangre se agitó a influjos de la ira y el orgullo herido. Ardía en deseos de ponerle las manos encima y estrangularlo por lo que le había hecho pasar. Tres años de búsqueda infructuosa, mientras el menor se ocultaba en el más público de los lugares posibles: el teatro. Había imaginado a Naruto Namikaze como una frágil paloma que se refugiaba para protegerse de las insoportables consecuencias de su matrimonio; en cambio, Naruto era un actor de éxito y poseía habilidad para engañar.

No era de extrañar que su familia no quisiera admitir lo que había sido del rubio. Era insólito que un joven doncel de fortuna y buena familia se dedicara a la escena. La mayoría de los pares de lord Namikaze lanzarían exclamaciones desdeñosas y afirmarían que Naruto era una desgracia. Aun así, Sasuke tenía conciencia de una furtiva admiración por la audacia de Naruto. Hacía falta valor para lograr lo que él había logrado: sobrevivir, no, prosperar sin apoyarse en otra cosa que en su propio talento. Había hecho tremendos sacrificios y arrostrado graves riesgos para alcanzar su objetivo. El despecho por el matrimonio arreglado y el deseo de contrariar los designios de su padre habrían sido muy potentes.

El mismo había luchado contra los mismos sentimientos durante todos esos años, sólo que habían reaccionado de manera diferente a las mismas circunstancias. Naruto había dejado todo de lado: su reputación, su seguridad y hasta su apellido. Él, por su parte, había ocupado la posición de su padre como cabeza de familia y había resuelto controlar no sólo su propia vida sino también las de todos los que lo rodeaban.

Sasuke mantuvo los ojos fijos en el rostro de Kushina, y sintió un involuntario impulso de piedad por ella. Daba la impresión de ser una mujer bondadosa aunque mal preparada para vivir con un marido dominante y un hijo voluntarioso. Lady Kushina, por su parte, lo miraba con expresión interrogante, pues había percibido un cambio en su expresión.

—Comprendo que Naruto no quiera ser hallado —dijo Sasuke con calma forzada—, pero esto ya se ha prolongado demasiado. Yo tengo obligaciones que usted no conoce.

Necesito tomar importantes decisiones, y debo hacerlo pronto. He esperado durante años a que Naruto apareciese. Ya no puedo esperar más.

Su mirada directa incomodó a la peliroja.

—Sí, lord Uchiha, lo entiendo. Si yo pudiera enviar un mensaje a Naruto, trataría de convencerle de que se encontrara con usted.

Antes de que Sasuke pudiese replicar, otra voz intervino en la conversación: —¡No lo harás!

Los dos alzaron la vista al mismo tiempo, vieron al hombre que había entrado en la sala... y Sasuke se puso de pie para enfrentar a su suegro, lord Namikaze.

—¡Minato! —Exclamó Kushina, y su rostro se puso blanco de consternación—. No esperaba que regresaras tan pronto.

—Fue una suerte que lo hiciera —repuso su esposo, con el rostro crispado en una expresión altiva e indignada—. Tendrías que haberte negado a recibir a lord Uchiha hasta que yo estuviese presente para verlo, querida.

—No podía rechazar al marido de Naruto...

Minato Namikaze no hizo caso de la débil protesta de su esposa y clavó una larga mirada en Sasuke, que se la retribuyó. Durante los últimos dos años, había envejecido algo, su cabello rubio se habia convertido en una melena un poco platinada. Una red de líneas finas no había contribuido a suavizar su rostro sino, más bien, le había dado la apariencia de una talla de granito gastada por el tiempo.

—¿A qué debemos el placer de su inesperada visita? —preguntó a Sasuke en tono cargado de sarcasmo.

—Usted ya lo sabe —respondió éste, cortante.

—No debería haber venido. Creo haber señalado con claridad que, acudiendo a nosotros, no averiguará nada acerca de nuestro hijo.

El rostro de Sasuke se mantuvo inescrutable, pese a la furia que crecía y se extendía a través de su ser. Quiso abalanzarse sobre el hombre mayor y barrer de su cara ese aire de complaciente superioridad. Era evidente que Minato no sentía el menor remordimiento por nada de lo que había hecho ni le importaba haber herido a alguien.

—Esta situación no la he provocado yo —dijo Sasuke en voz baja—. Tengo derecho a saber qué ha sido de Naruto.

El padre echó a reír con aspereza.

—No querrá saber la vergüenza que nos ha acarreado a todos nosotros... a sí mismo, a su familia e incluso a usted, su esposo. Haga lo que quiera con respecto a él, pero no mencione su nombre en mi presencia.

—Minato-dijo Kushina en tono lastimero, con la voz quebrada—. No entiendo porqué las cosas tienen que ser así.

—Él eligió esto, no yo —repuso el rubio mayor con vivacidad, sin conmoverse ante la lágrima que resbalaba por la mejilla delgada de su esposa.

En el cuarto vecino, Naruto estaba inmóvil, aplastado contra la pared junto a la puerta, escuchando el encuentro entre Sasuke y sus padres. Su instinto de sobrevivencia lo impulsaba a huir, se sentía en extremo vulnerable como si una palabra dura de labios de su padre fuera a hacerlo trizas. Le aterrorizaba enfrentarlo. Sin embargo, la necesidad de verlo, de obligarlo a reconocer su presencia, lo arrastró a la acción. Antes de poder tomar conciencia de lo que estaba haciendo, abrió la puerta y entró en el recibidor con paso seguro.

Notas finales:

**Recuerden que tiene un poco de OCC

Gracias por leer


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