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My unknown husband por frizzante gatto

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Notas del capitulo:

Recuerden que tiene sólo un poco xD de Ooc ( no es de mi entero gusto, pero es necesario u_u)

a casa era tan elegante como podía serlo cualquier vivienda de un barrio tan elegante como Laura Place. Los relucientes suelos de roble estaban cubiertos con alfombras inglesas hechas a mano; sobre ellas estaban distribuidos los muebles de palo de rosa lustrado y tiestos de lozanas plantas. De las altas ventanas colgaban cortinas amarillo pálido y verde, y unos espejos con ornamentados marcos daban a las habitaciones un aspecto aireado y abierto.

Naruto se relajó en el ambiente lujoso del pequeño comedor iluminado con velas y se concentró, hambriento, en la comida. Dentro de la variedad de platos franceses había polio con trufas en salsa de champaña, escalopes de ternera a las hierbas y verduras que relucían, porque habían sido pinceladas con mantequilla. Como postre, les sirvieron una fuente de frutas al vino y unas diminutas tartaletas de almendras coronadas con frambuesas y merengue.

—Después de una cena tan copiosa, no voy a caber en mi ropa—dijo Naruto, mordisqueando una tartaleta y lanzando una exclamación de placer.

—Ya no cabes, casi.

El matiz de celos que había en su voz hizo sonreír a Naruto.

—Comparados con los de otras personas, mi vesturiao no es muy ceñido.

Recogió una frambuesa que había caído de su plato y la comió con gestos infantil.

La expresión de disgusto perduró en el rostro de Sasuke.

—No me agrada que otros hombres puedan ver tan bien la figura de mi esposo.Yo sé muy bien qué piensan cuando te miran.

Su actitud posesiva divirtió a Naruto, que apoyó el mentón en la mano y lo contempló.

—¿Qué piensan? —preguntó.

Con el pretexto de servirle más vino, Sasuke se puso de pie y se acercó al rubio. Llenó la copa del menor y lo miró. Naruto no se movió, ni siquiera cuando la cálida mirada del contrario se posó en su pecho y luego volvió a su rostro. El azabache tomó entre sus dedos, levemente, el contorno frágil de su mandíbula y le hizo echar la cabeza hacia atrás.

—Se imaginan cómo es la textura de tu piel y sí, en verdad, es posible que sea tan suave como aparenta serlo —dijo, recorriendo con el dedo índice la curva de la mejilla marcando las líneas tan articulares que lo hacía parecer a un zorro —. Se preguntan cómo será tu sabor... piensan que pasarían sus dedos sobre tu cabello de sol… que podrían contplar el mar en tu mirada… querrían corromper ese toque dulce e infantil —En una lenta caricia, su mano bajó por la garganta del blondo y, acaricio su cuello.

La respiración de Naruto se aceleró y sus dedos se aferraron al borde de la silla, mientras trataba de recuperar la compostura. Sintió el impulso de ponerse de pie, de apretarse entre sus piernas, de recibir, gozoso, la tibieza de sus manos sobre la piel.

Sasuke siguió jugueteando con él, sin apartar un instante la mirada de sus ojos azules, de cada mínimo cambio en la expresión del doncel. —Piensan en domesicar al zorrito…querrían hacerte el amor —murmuró el moreno

Sus dedos se deslizaron por el dorso del menor tratando de hacer camino por debajo de la tela

Temblando, Naruto le retuvo la mano.

—Habías dicho que no me tocarías antes de llevarme de regreso a la posada.

—Eso dije —confirmó él, retirando poco a poco sus dedos del abdomen del menor Sus labios se cernieron sobre los del rubio, haciéndole sentir su aliento cálido y dulce sobre la piel—. Tienes una pizca de merengue en los labios.

Con gesto automático, Naruto sacó la lengua, encontró una pequeña cantidad de materia pegajosa y la dejó disolver en su boca. La mirada de Sasuke no perdió el fugaz movimiento. Sus manos, aun retenidas en las del menor, eran duras como el acero.

Naruto fue soltándolo lentamente y miró, como al pasar, el diamante que brillaba en su dedo. A la luz de las velas, la belleza de la piedra era notable, despidiendo relumbres que cambiaban todo el tiempo. Se sintió culpable por haber aceptado la sortija de manos de él, por usar una alhaja que no tenía derecho a conservar.

—Tendrías que aceptar que te la devuelva —dijo Naruto, quitándose la joya y tendiéndosela.

—No me sirve para nada. —A mí no me pertenece.

—Sí, te pertenece —corrigió —. Tú eres mi esposo.

Naruto frunció el entrecejo, sosteniendo el anillo en la mano.

—Este es el símbolo de un matrimonio que nunca ha existido para mí... y que nunca existirá.

—Quiero que lo conserves. Pase lo que pase en el futuro, cada vez que mires ese anillo sabrás que, una vez, has sido mío.

Naruto no había caído en la cuenta de que, para Sasuke, la joya era un símbolo de posesión. La dejó sobre la mesa y, con esfuerzo, se desprendió del bello diamante. La alhaja tenía un precio que no estaba seguro de querer pagar.

—Lo siento —dijo, sin poder mirar a Sasuke.

Por más que no pudiese ver el semblante de Sasuke, el rubio percibió el cambio en el ambiente… la feroz voluntad de un guerrero en batalla, el fuerte impulso de conquistar y y dominar. Naruto tuvo conciencia de la violencia que Sasuke a duras penas contenía y permaneció inmóvil. Mantuvo su rostro vuelto prestando oídos a la respiración de él, hasta que los movimientos del pecho de Sasuke que acompañaban a su respiración volvieron a ser calmos.

—Algún día, me lo pedirás.

Sorprendido, Naruto cometió el desliz de mirarlo. El rostro del moreno estaba muy cerca, sus ojos relucían como la hoja afilada de un cuchillo. El rubio tuvo que echar mano de toda su capacidad de control para que el susto no lo hiciera temblar. En ese momento, le fue fácil comprender cómo había hecho el mayor para sacar solo a su familia de la pobreza y llenarla de riqueza con la única ayuda de su fuerza de voluntad.

—No —dijo el blondo con suavidad—. Aun cuando me enamorase de ti, no aceptaría el anillo ni me convertiría en propiedad tuya.

—Propiedad —repitió el uchiha, en un tono que fustigaba como un látigo—. ¿Así es como tú crees que yo te trataría?

Naruto se puso de pie y lo miró cara a cara, mientras el contrario seguía sentado en el borde de la mesa.

—Si yo fuera tu esposo, ¿me permitirías que yo fuese a donde quisiera, que hiciera lo que se me antojase, sin preguntas ni recriminaciones? ¿No protestarías si yo continuase con mi profesión, si fuese a los ensayos por las mañanas y volviese de las funciones a medianoche o aun más tarde? ¿Y qué pasaría con tus amigos y con tus pares? Con los comentarios lascivos y malintencionados que harían de mi persona, en su suposición de que yo sería casi un fácil. ¿Encontrarías la forma de aceptar todo eso?

El semblante de Sasuke oscureció varios tonos, y Naruto confirmó lo que sospechaba.

—¿Por qué el teatro significa tanto para ti? —preguntó Sasuke con acento áspero—. ¿Acaso es un sacrificio tan grande abandonar una vida de gitano?

—Nunca he podido depender de ninguna otra cosa. Es lo único en lo que me siento seguro. No quiero un título y una ronda interminable de acontecimientos sociales y una propiedad tranquila en el campo: ésa es la clase de vida que mi padre habría elegido para mí.

Sasuke sujetó las caderas de Naruto con las manos y la aprisionó.

—Una parte de ti desea esa clase de vida.

Naruto se retorció, lo empujó en el pecho tratando de soltarse, pero Sasuke lo sujetó con más fuerza. Lo atrajo más hacia él hasta que los forcejeos del menor se convirtieron en una fricción entre los dos. Naruto se paralizó súbitamente, al comprender el efecto que estaban ejerciendo sus movimientos en el mayor. La prueba era su rígida erección junto a su vientre, provocando, a su vez, una reacción inmediata en su cuerpo.

—Quiero marcharme ahora mismo —dijo, agitado.

Sasuke lo soltó, pero su mirada clavada en la azul no le permitió moverse.

—No te facilitaré las cosas. No vas a poder eludirme ni librarte de mí sin luchar.

Naruto lo miró con una mezcla de furia y anhelo. Ya era bastante difícil negarse a sí mismo algo que deseaba con tanta intensidad. Todavía persistía el sueño que albergaba en su interior, el sueño de tener su propia familia, su hogar, dormirse todas las noches en brazos de su esposo y pasar largas horas jugando con sus hijos. Y ahora esas imágenes sin rostro habían definido su forma en su mente: quería ser el esposo de Sasuke y concebir con él hijos de cabellos oscuros. Ahora, los sueños tenían la posibilidad de concretarse y desistir de ellos sería lo más duro que le habría tocado hacer en la vida.

De pronto, recordó la voz fría y burlona de Neji, diciéndole:

“Tal vez llegues a la conclusión de que amas lo bastante a Sasuke como para entregar tu cuerpo y tu alma a sus cuidados, pero yo no te lo aconsejaría”.

Naruto retrocedió con pasos vacilantes, hizo varias inspiraciones profundas, procurando que no se desataran las emociones que se agazapaban dentro de él. Sasuke se le acercó por detrás, próximo pero sin tocarlo y, cuando habló, lo hizo con voz inexpresiva, por encima de la cabeza del rubio.

—Yo te acompañaré hasta la posada.

—No tienes por qué hacerlo... —comenzó a decir el menor.

Pero el moreno no le hizo caso y fue a tocar la campanilla para pedir el carruaje.

Se mantuvieron en silencio durante el trayecto hasta la posada; el ambiente entre ellos era tenso. Los muslos de ambos se tocaban ayudados por los tumbos del vehículo en los baches de la calle. Naruto trató de apartarse pero seguía resbalando hacia Sasuke. Prefería morirse antes que cambiarse al asiento de enfrente bajo la fija, fría y sarcástica mirada contraria. Por fin, el desdichado viaje terminó y bajaron del coche.

—Subiré solo hasta mi cuarto —dijo Naruto, intuyendo que Sasuke tenía intenciones de acompañarlo.

Sasuke negó con la cabeza.

—Es peligroso. Te acompañaré hasta la puerta.

—He estado aquí solo más de una semana y me he arreglado perfectamente bien sin tu protección —destacó Naruto.

—Por el amor de Dios, no voy a tocarte. Si esta noche hubiese tenido intenciones de seducirte, tú estarías en mi cama. Sólo quiero comprobar que entras en tu cuarto sano y salvo.

—No necesito...

—Dame el gusto —dijo Sasuke entre dientes, como si tuviese ganas de strangularlo.

Exasperado, Naruto alzó los brazos y entró antes que el mayor en el edificio, pasando ante la mesa del propietario y por el comedor vacío, en dirección a la escalera que llevaba a la planta alta. Sasuke lo siguió, andando a paso más lento, sus cejas negras unidas en un ceño de disgusto. Avanzaron por un largo corredor mal iluminado hasta que llegaron a la habitación del blondo. Naruto sacó una llave y concentró su atención en la cerradura. La llave giró con demasiada facilidad.

Supuso que quizás había olvidado de cerrar el cuarto con llave esa mañana al marcharse y fingió dar muchas vueltas con la llave en la cerradura. Esa noche, ya tenía bastante sin necesidad de que se la acusara de descuidado y resaltaran su torpeza. Mientras hacía girar el tirador, se detuvo y miró a Sasuke.

—Ya has cumplido con tu deber de caballero —le informó—. Me has dejado sano y salvo ante mi puerta. Buenas noches.

Tras un indicio tan poco sutil, Sasuke lo miró con expresión enfurruñada en sus ojos negros, luego le dio la espalda y se alejó a zancadas.

Naruto lanzó un suspiro, entró en su habitación y tanteó en busca de la caja de fósforos.

Encendió uno, con cuidado, y acercó la pequeña llama amarilla a la lámpara que había sobre el tocador. Volvió a colocar el globo de cristal y ajustó la mecha hasta que la habitación se llenó de un suave resplandor. Los pensamientos que desbordaban su mente le provocaban dolor de cabeza. No captaba lo que lo rodeaba, perdido como estaba en sus preocupaciones pero, cuando miró el espejo de cuerpo entero vio, con el rabillo del ojo, un atisbo de movimiento en el cuarto. Al mismo tiempo, se dejó oír un extraño ruido como de algo que rascaba el suelo.

No estaba solo. Un estremecimiento de miedo lo recorrió. Naruto giró sobre sí mismo y lanzó un grito que fue sofocado por la mano de un hombre aplastándose sobre su boca. Alguien lo levantó y lo apretó contra un cuerpo que, si bien no era fornido, poseía una fuerza considerable. Con sus fosas nasales dilatadas, sus ojos agrandados, clavó la mirada en el cuerpo Hidan, que se acercaba a él. El que lo sujetaba era su compañero, Kakuzo. Eran los dos sujetos que lo habían acosado en el Teatro Nuevo, ese mismo día. Era evidente que habían acrecentado su coraje por medio de una gran cantidad de alcohol; ambos despedían un apestoso aliento agrio y tenían una actitud insoportablemente petulante.

—No esperabas volver a vernos, ¿verdad? —ronroneó Hidan, alisando con su mano las hebras de su plateado cabello. Recorrió con mirada complacida el cuerpo de Naruto que se retorcía—. ¡Eres una perra de primera, la mejor mercancía que hayamos visto jamás!

La boca de Kakuzo se abrió en una sonrisa jactanciosa mientras se dirigía a Naruto:

—No tienes por qué asustarte. Nosotros nos regocijaremos contigo y, después, te pagaremos generosamente. Así, tú podrás comprar cualquier chuchería que desees.

No te indignes de ese modo, querido. Apuesto a que has recibido a muchos caballeros ansiosos como nosotros, entre tus bonitas piernas —dijo, acercándose y, tras atrapar una de las manos de Naruto, que se debatía, la llevó por la fuerza hasta su hinchada erección. Una mueca lasciva crispó su cara —Eso —arrulló—. Esto no está tan mal, ¿verdad? Creo que vas a disfrutar con...

Pero jamás pudo completar su frase. Naruto oyó el estampido de la puerta que se abría de golpe y sintió que lo soltaban. No logró conservar el equilibrio y cayó hacia delante, dando de manos y rodillas contra el duro suelo. Fue arrastrándose hasta un rincón y apoyó la espalda contra la pared. El dolor de la caída le nublo la vista obstruyéndole la visión de la acción que se desarrollaba delante de él. Oyó el ruido sordo, carnoso, de los puños que se incrustaban en la carne en golpes repetidos y los aullidos de dolor que llenaban el ambiente.

Naruto trato de recomponerse rapidamnete, y comprobó que Sasuke había regresado y que tenía toda la intención de matar a los sujetos que lo habían atacado. Una vez que dejó a Kakuzo tirado en el suelo hecho un montón, concentró su atención en Hidan, golpeándolo hasta que el sujeto gimió pidiendo piedad. Pese a su susto y su miedo, Naruto cobró conciencia de que realmente Sasuke estaba dispuesto a matar.

—¡Detente! —jadeó el rubio—. Yo estoy bien. Si no te detienes, vas a matarlo...

¡Teme!

Al oír el apodo que últiamente escuchaba mucho de los labios del rubio, paró y lo miró con ojos oscuros como el carbón. Fuera lo que fuese lo que vio en su rostro, bastó para sacarlo del trance de rabia mortal en que había caído. Bajó la vista hacia el hombre tembloroso que tenía debajo de él y sacudió la cabeza como para despejarla de la roja niebla de sangre. Se limpió los puños ensangrentados en la chaqueta de Hidan, se incorporó y atravesó la habitación acercándose a Naruto. Los otros dos aprovecharon la oportunidad para escapar de inmediato, gimiendo y maldiciendo mientras se marchaban.

Naruto supo que no podría ponerse en pie por sus propios medios y tendió, hacia las de su esposo, sus manos, que temblaban de manera evidente. Sasuke se inclinó y la alzó como si el rubio fuese un niño, apretándolo contra su pecho. El blondo se aferró con fuerza al moreno, esforzándose por comprender qué había sucedido.

—Gracias —jadeó Naruto, tragando con dificultad—. Gracias...

Sasuke se sentó sobre la cama con el menor sobre su regazo, alisándole el cabello revuelto.

Naruto sintió que el contrario enjugaba las lágrimas de sus mejillas con los dedos. A pesar del retumbar que vibraba en sus oídos.

Pudo oir el sonido de la voz del mayor que lo tranquilizaba con palabras serenas, repitiéndole que estaba a salvo, que nadie le haría daño. Naruto mantuvo los ojos cerrados, concentrando toda su voluntad dentro de sí, esforzándose por no volver a estallar en lágrimas Si Sasuke no hubiese regresado, Hidan y su compañero le ha-brían hecho daño. La idea de ser sometido a semejante brutalidad era aterradora.

—¿Por qué por qué has vuelto? —logró preguntar al fin

La caricia de la mano del mayor sobre su cuello era de una exquisita ternura

—Al llegar al extremo del pasillo, tuve la impresión de que te había oído gritar. A riesgo de quedar como un tonto, decidí volver a ver como estabas.

El menor llevó su mano a la de Sasuke y la oprimió con fuerza los dedos. —Al parecer, siempre estás rescatándome.

Sasuke lo obligó a levantar el mentón, impidiéndole volver el rostro para poder mirarlo a los ojos.

—Escúchame, Naruto... no siempre estaré en condiciones de llegar a tu lado justo a tiempo. El hecho de que yo estuviese aquí esta noche ha sido un golpe de suerte...

—Ya ha terminado —interrumpió el menor, al percibir que la ternura se había esfumado y ahora había en la voz del uchiha una nueva nota de reproche.

—No ha terminado —replicó Sasuke con aspereza—. De ahora en adelante no hará más que empeorar. Habrá más tipos como Hidan que quieran llevarse algo de ti, y que harán cualquier cosa por estar cerca de ti. Si quieres continuar con tu carrera como actor, necesitarás protección día y noche; ésa no es una función que yo tenga intenciones de ocupar.

Sin ninguna ceremonia, Sasuke lo dejó caer sobre la cama y se irguió, mirándolo con aire implacable.

—Si ésta es la vida que tú quieres, pues bien; así sea. Detestaría privarte de un placer como ése. Pero sigue mi consejo y contrata a alguien que te proteja de tu legión de admiradores. Y cierra con llave esa maldita puerta cuando yo me marche.

Naruto se quedó sobre la cama y observó en silencio cómo Sasuke dejaba la habitación. Sintió deseos de pedirle que se quedara. “No me dejes... te necesito...” Pero las palabras permanecieron presas dentro, y mantuvo su boca fuertemente cerrada. La puerta se cerró con estrépito marcando la salida del azabache. Naruto tomó la almohada y la arrojó con todas sus fuerzas, pero no obtuvo ni pizca de satisfacción cuando golpeó sin ruido el marco de la puerta.

¡Cómo se atrevía ese teme a lanzarle acusaciones como si se hubiese buscado lo que le había sucedido! ¿Acaso el hecho de que se ganara la vida sobre un escenario daba a alguien el derecho de atacarlo? ¿Por qué era obligatorio que un doncel viviese bajo la protección de un hombre? Se levantó de un salto, fue hasta la puerta y la cerró con llave, para que no pudiesen entrar ni Sasuke ni el resto del mundo, encerrándose en la pequeña habitación. Se frotó vigorosamente la cara con las palmas de las manos y descubrió que sus mejillas aún estaban húmedas de lágrimas.

Por alguna razón desconocida, hasta ese momento no había comprendido hasta qué punto Sasuke desaprobaba su carrera. Los dos se encontraban en un impasse.

Sasuke lo obligaría a elegir: jamás toleraría un acuerdo entre los dos. La profesión de actor exponía a un doncel a la censura y al peligro y no dejaba espacio para las necesidades de un esposo y de una familia.

Naruto se paseó por la habitación sintiéndose desdichado, rodeando su cintura con los brazos. Quizás, unos años después, conocería a algún otro, a un hombre que no tuviese ni asomo de la exigente arrogancia de Sasuke. Sería un hombre de carácter más suave, que aceptaría mejor su independencia y no tendría nada que ver con el extraño, absurdo pasado que había compartido con Sasuke.

Sin embargo, ese pasado siempre los ligaría, por mucho que tratasen de ignorarlo. Él y Sasuke habían sido moldeados por las mismas fuerzas, templados, durante años, por la secreta conciencia de la existencia del otro. Había sido un error evitar a su marido en la esperanza de que, contra toda lógica, el uchiha desapareciera en forma milagrosa y creer que al cambiar de apellido y de vida tendría la seguridad de que ellos nunca se encontrarían. El rubio no debió haber huido sino que, al contrario, debió haberlo enfrentado hacía ya mucho tiempo.

Por desgracia, ya era demasiado tarde para eso. Naruto sabía que el parentesco entre ellos, el resplandor de la pasión entre los dos, el ardiente deleite que encontraban en la mutua compañía no lo tendría nunca con ningún otro. Si lo prefería por encima de todas las otras cosas que valoraba gozaría de amplias compensaciones. Pero, sacrificarle su profesión seria como amputar una parte de  mismo; llegaría el momento en que aparecería el resentimiento contra el azabache por no haber sido capaz de llenar el espacio vacío que dejaría atrás.

 

Se recostó en la ventana y apretó su frente en el pequeño y frío panel, su visión borroneada por las sutiles ondas y distorsiones del cristal. Pensó que Sakura sería mejor para Sasuke. Sakura ni querría ser otra cosa que su esposa y la madre de sus hijos; no le pediría que aceptara acuerdos que él no estaba en condiciones de cumplir.

Notas finales:

Gracias por leer n___n 


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