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Juguetes sexuales. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Originalmente, este fanfic terminaba en el capitulo anterior y esto seria solo un pequeño epilogo, pero luego una nueva perversion lleno de ternura mi corazon y decidi extenderlo un poco mas.

Lamentablemente, ese lemon aun no lo escribo (nada que hacer, cosas de la musa) por lo que les dejo este pedacito previo que es todo lo que tengo.

No se cuando me saldra el final de esta historia, pero en cuanto lo haga, se las compartire.

Besitos.

El momento de separarse de sus mascotitas se aproximaba. Habia logrado viajar con ellas por mas de medio país, entre yanquis y mas yanquis, asombrándose de lo fácil que era salirse con la suya. Planeaba embarcar a Inglaterra desde Nueva York, a donde habia llegado con menos dificultades de las que espero al iniciar el viaje, luego del desastre de Atlanta.

Se encontró con Ashley, en ese lugar, y se aseguro de quedar en su escuadra. Ahorro una bala a los yanquis; de hecho, los proveyó de una, tamaño Ashley, inútil como lo fuera durante toda su vida. Desde que viera al hombre bala de pequeño en el circo, se habia preguntado que pasaría si de verdad un hombre fuera disparado, y aunque Ashley no llenaba su definición de hombre, por masa y composición podía pasar, y que mejor forma de averiguarlo que liberando de una ridícula obsesión a una coqueta señorita.

Como era un hombre de honor, aguardo a que la batalla estuviera perdida y entonces, mientras los confederados seguían peleando inútilmente, cambio su uniforme con el de un teniente yanqui, metio a sus amordazadas preciosidades en el carro multiusos del ejercito, le pinto la seña que indicaba que iba por suministros médicos y logro llegar muy, muy lejos en el.

Drogaba a sus nenitas mientras estaban entre la gente, pues como no eran muy inteligentes no podía confiarse en que no hicieran nada estúpido.

Su viejo amigo Ben, a la sazon gobernador del estado de Nueva York, lo alojo en su mansión, en cuyas amplias habitaciones no era molestado. Tenia tres, en el ala oeste, a pesar de que con el paso de los días mas amigos que habían permanecido en el bando equivocado llegaban, algunos después de grandes, e innecesarias, penurias. Asi llegaron Renard y Malfoy; Dixon, que se habia cambiado a tiempo, llego con un ascenso; MacCabe, que habia tenido mucho trabajo, venia a descansar luego de las grandes matanzas disimuladas en las aun mas grandes de la guerra.

Purefoy llegaría de un dia a otro de Liverpool, para celebrar la victoria, acompañado de unos amigos.

Muy finos caballeros se reunirían en la casa, si es que no se hospedaban ahí. Ahí, descansando en la maravillosa residencia del gobernador Asher, hecho cuanto un hombre podía desear hacer con dos bellezas, fue donde Renard le conto sobre la excitante moda que habia importado de Rumania para todos sus burdeles, ahora en propiedad de los yankees.

¡Oh si! Era una excitante idea. Pero, como siempre, daría a Robert y Forbes la oportunidad de salvarse.

 

***

 

Las nenitas creían que ya estaban en Europa. En el castillo de algún lord ingles, amigo de Fasmember. Ya ni siquiera pensaban en el como su captor; habia pasado tanto tiempo, tanto. Ni Robert ni Forbes habían sido nunca responsables de ellos mismos. Siempre habían sido alimentados, indicados sobre lo que debían hacer. Solo la naturaleza de las tareas habia cambiado. Robert, mas frecuentemente que Forbes, tenia regresiones a su verdadera naturaleza, recordaba lo que habían sido, como habían sido, y se horrorizaba ante la monstruosidad de las perversiones que cometían.

Se refugiaban uno en el otro durante las cada vez mas largas y frecuentes horas que Fasmember los dejaba. Pero cuan hondo los habia ensuciado se dejaba ver en las acciones que cometían a solas, fornicando cuando deberían amarse de una manera espiritual, elevada.

Que se oyeran ruidos, pasos y trabajadores en uno de los sotanos no podía presagiar nada bueno.

 

*

 

Fasmember los hizo comparecer. Se pusieron de rodillas con sus delicadas camisolas, vestiditos finos y ligeros que tenían que portar en su presencia, a menos que les indicara otro atuendo. No hacia frio en el lujoso castillo, pero por si les daba, tenían abrigos de pieles, cuya caricia sobre su piel desnuda agradaba tanto a Fasmember.

-En pie – concedio generoso – pónganse los abrigos y síganme.

Robert lanzo una mirada de inteligencia a Forbes, que se perdió, pues el rubio no se imaginaba, ni se preguntaba, que su amo podría querer.

El peluche blanco resaltaba lo sonrosado de sus mejillas, mas al descender la temperatura en el sotano. Fasmember ilumino el lugar, mostrándoles su obra maestra, espiando a su reacción, a ver si algún signo delataba que sospechaban para que podían ser esas ventanitas bajas con una especie de repisa acolchada. Las argollas metálicas, dos a cada lado de las ventanas, mas arriba.

Pero nada. Ni porque una de esas argollas los habia acompañado desde que se conocieran. Suspiro. Imaginaba que no se podía esperar otra cosa de señoritas decentes. O que lo habían sido.

-En este lugar – les explico – voy a compartirlas con mis amigos.

Las nenitas se abrazaron aterradas. Hasta Forbes.

-Ustedes ni siquiera sabran quien se las esta follando.

Aquello era horrible, ¡horrible!

-Sin embargo, les dare una oportunidad, como siempre.

Robert casi protesto. Nunca, nunca ganaban. Siempre era todo para peor.

-Les voy a vendar los ojos, y si adivinan que les estoy metiendo, no los poseera nadie mas que yo. Robert salvara a Forbes y viceversa, ¿les parece justo?

Forbes asintió y luego Robert.

-Pongan las pieles en el suelo… adelanten las manos… buenas niñas – dijo al amarrar con cordel las muñecas de Forbes juntas - ¿Seran buenas y mantendrán las piernas abiertas, les meta lo que les meta?

-Si. – contestaron ambos.

-Muy bien.- se acerco por detrás a ellos, vendándolos, primero a Robert, sintiendo la suavidad de sus cabellos, dándose un momento para olerlos. Repitio la operación con el rubio. - Pónganse en cuatro sobre las pieles, no, deja que yo te levante la enagua Forbes… que delicia… - dijo, acariciando la pronunciada nalga bajo el fino, muy fino algodón de las antiguas plantaciones, bordado todo el amplísimo ruedo, mas cargado a la orilla, difuminándose hacia arriba, donde los motivos florales se adentraban en líneas cada vez mas finas por los muslos del rubio hasta unas esporádicas hojitas en la cadera. Se ceñia en la cintura y en el pecho, donde los bordados volvían a recargarse como si hubiera algo que tapar.

Blanco, todo era blanco, para preservar la ilusión de pureza que las dos nenas aun tenían. Despues de todo, solo habían sido suyas, y tal vez asi permanecerían.

Compartirlas habia sido algo a lo que le habia ganado el morbo mas que la generosidad: ver a ambas, penetradas al mismo tiempo, una y otra vez, sin tregua, era algo que el solo no podía lograr. Ademas, algunos de sus amigos se le antojaban y era una excelente ocasión para verlos desnudos y en acción.

Robert llevaba un modelito parecido, pero con tirantes enroscados (la fina tira girada sobre si misma) y un motivo mas como de olas y pajaritos en el bordado.

Enrrollo las naguas de ambos por encima de la cintura y contemplo las orondas nalgas. Tenian marcas y cardenales, eso era inevitable, pero su piel lucia mucho mas tersa: las azotainas que les propinaba iban seguidas de masajes con un aceite excelente, y las habia dotado de ungüentos especiales para maximizar su belleza. Que fueran tan bellas como podían ser, y eso, aunado a la alimentación, habia mejorado sobre todo su cabello.

Se los habia mantenido corto, pues le gustaban sus respectivos cortes, incluso en ocasiones el bigotito. Lindas, lindas que eran. Todo un premio. Si sus amigos las conseguían, que botin se iban a llevar.

-Empezaremos con algo fácil. – dijo tomando el cesto que habia llevado ahí mas temprano, luego de que Renard se lo prestara.

Lo abrió con cuidado y una silenciosa serpiente, con escamas que tornaban del purpura al azul profundo, se irgio ondulante, oliendo los maravillosos traseros y enfilando hacia ellos su roma cabeza.

Era una serpiente especial, despojada de su veneno desde pequeña y entrenada para hacer aquello por lo que su especie tenia especial predilección en las regiones hindúes donde la selva colindaba con la montaña de donde era oriunda.

Quiso huir pero la mantuvo en sus manos, acercándose con ella. Sus ojos brillaban, aunque decían que era ciega. Era, sin duda, presa de una gran excitación.

¿Robert o Forbes? Dejo que la serpiente decidiera. Naturalmente, la golosa criatura se fue por el culo mas grande.

-¡Ah! – chillo Forbes, moviendose, faltando a su palabra - ¡Esta vivo! – se dejo caer y volteo, no pudiendo ver nada por la blanca venda que cubria sus ojos.

Robert también volteo, tensándose.

-¡Quieto! Ya te has ganado un castigo, Cabbot. Si no te es suficiente con uno, puedo volver a ponerte uno diario.

Forbes temblo. La cosa se movia, ¡se movia! Robert estaba aun mas angustiado, lo sabia por como movia su naricilla; Fasmember habia llegado a conocerlo muy bien. Mejor que a nadie, de hecho.

Amaranth encontró la hendidura, se sumio entre las abundantes colinas. No era justo para la viborita, por lo que se acerco a poner al rubio bien en cuatro, separándole las nalgas, viendo como la colorida cabeza topeteaba contra el hoyito, hacia torque para entrar, lo lograba, pese a lo que se apretaba Forbes.

Que buena idea habia sido mantenerlos siempre lubricados. Cada hora, si no les habia hecho el nada, tenían que meterse los deditos aceitados en sus tersos culitos; asi, en cualquier momento, a cualquier hora que llegara o se le ocurriera, podía penetrarlos sin mas. Y cuando los recordaba, lejos de ellos, sonreía al pensar que en algún momento tenían que dedearse, acordándose de el también.

Forbes se apretaba, el aceite salía exprimido de su interior. La cabeza de la serpiente se veía tan brillosa, como hecha de un material nunca visto por el hombre. La víbora se exforzaba, pero Forbes apretaba duro, evitando que lo penetraba. Era delicioso de ver, pero mas aun lo seria verla penetrándolo. No era justo para el animal.

-Cabbot, deja de apretarte. – le ordeno – Dijiste, ambos dijeron, que serian buenos chicos y se dejarían meter lo que fuera.

Forbes chillo y aflojo el esfínter, arrepintiéndose al momento de hacerlo.

-¡Aaaah! ¡Quitenmelo, quitenmelo! – pataleaba y habia cerrado las piernas, inútilmente. De haber tenido los brazos libres, se la habria sacado, pero estaba bien amarrado. -¡Por favor! ¡Se siente horrible! – lloraba la nena, mojando bien la venda.

Robert, con el pecho agitado, volteaba sin poder ver nada. Lo desesperaba el sufrimiento de Forbes, preferia sufrirlo el.

-Por favor, metemelo a mi.

-Asi me gusta Robert – le sobo el culo – que seas goloso, pero tendras que esperar tu turno.

Forbes chillaba, sufria. Esa penetración era horrible, y deliciosa; la textura de lo que fuera que estuviera dentro de el…

-Esta fría… - gimoteaba – se mueve…

-Tienes que decirme que es.

-Por favor… - babeaba la turrita rubia. Cada vez estaba gustándole mas, pese a lo horrible.

-Ultima oportunidad.

-Por favor…

-¡Que lastima! Espero que tu hagas un mejor trabajo salvando a Forbes, Robert.

-Quitemela, por favor…

-No. Vas a permanecer con ella Cabbot.

Tenia otra serpiente, pero le parecía que Robert ya habia recibido muchas pistas. Paseo los ojos por los objetos que tenia a su disposición.

-¡Ah!

Introdujo de golpe el elegido entre las nalgas de Robert.

-¡Es un palo!

-No. Tienes que ser mas especifico, Robert. – le dio otra oportunidad, a pesar de que ya habia perdido.

Robert movio su extraordinario culito. Devoro con sus nalgas el palo, metiéndolo mas, sintiendo un borde. Hechaba atrás las caderas, se penetraba, tratando de descubrir que era. A Fassmember ya estaba cansándosele el brazo de cargar el peso del objeto.

Robert se penetraba con el paraguas; cerrado era demasiado estrecho para que lo gozara, muy delgado. Jadeitos venían de su lado; siseos no, pues Amaranth se habia metido de cabeza.

-¿Y bien? – pregunto a Robert.

-Es un palo con un borde.

Fassmember chasqueo la lengua.

-Muy mal Robert; Forbes también será poseído por innumerables hombres.

Le saco el paraguas y lo sustituyo con el baston. Era divertido penetrar a esa putilla con el. ¡Si tan solo pudieran hacerlo por las calles! Y los gemiditos del rubio, su cadencia, coordinada con los movimientos de la serpiente.

Dejo el mango del baston apoyado en el repisapies y se sento en el sofá a disfrutar el espectáculo, acariciándosela ligeramente por encima del pantalón. Robert no gozaba mucho, solo se veía bien, pero Cabbot… quería ver cuanto tardaba la serpiente en hacerlo correrse.

 

Continuara...

 

Notas finales:

Amaranth es una vieja amiga...


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