Cucaracha
Era un día normal en la vida de Aomine Daiki o al menos eso pensaba, el sol brillaba y las aves cantaban; había despertado súper relajado, todo iba como siempre, planeaba dormir hasta el mediodía y luego jugar un partido de básquet con sus amigos y su novio hasta que escuchó los gritos insistentes que provenían de la sala, y justamente ahí se arruinaban sus planes del fin de semana.
“Aominecchiiiii…. ¡UNA CUCARACHAAAAAAAAAAAA!” – gritaba a todo pulmón Kise Ryouta modelo y ex jugador de la generación de los milagros, futuro piloto y pareja de Daiki desde hace ya 3 años. Ryouta no solía hacer escándalos tan temprano en la mañana, pero al ver a tremenda cucaracha en la pared no supo hacer más que llamar a su caballero de brillante armadura, o así es como veía Kise a su sexy novio.
“Kise, se considerado con el mundo y al menos haz silencio por las mañanas” – decía Aomine intentando calmar a su ruidoso enamorado, aunque la realidad era otra, Daiki amaba escuchar a Kise; todo lo que el rubio decía e incluso aquellas cosas más absurdas que el modelo le contaba, porque la voz de Ryouta podía ser exasperante , chillona, e irritante para muchos pero para el moreno era perfecta y por mucho su sonido favorito, pero antes muerto que contárselo a Kise, de seguro lo molestaría por el resto de su vida.
“¡Pero Daikicchi! Tu sabes bien que me dan mucho miedo” – contestó el rubio mientras hacía uno de esos pucheros que tanto le gustan a Aomine – “Además yo no te digo nada cuando gritas como niña porque te temes a las lagartijas” fue el contraargumento de Kise quien intentaba mostrarse lo más valiente posible escondiéndose tras su amor por miedo a que la cucaracha vuele y según él decida atacarlo y causarle traumas físicos y psicológicos.
“Ya haz silencio sino quieres que te lance al bicho ese” – era difícil para Daiki ganarle alguna discusión a Ryouta pero aun así lo intentaba porque bueno esa era su naturaleza, su esencia; debatir y pelear por cualquier cosa que ocurría durante el día y llegar a casa ansias de comerse a besos y derretirse con cada caricia dentro de su habitación.
“Moo Aominecchi, que te cuesta ser un poco más dulce conmigo, si no puedes con la cucaracha le puedo decir a sempai que venga” – le picó Kise con puro capricho y ganas de ver celoso a su novio, le daba mucha ternura y gracia; es que Aomine debía estar igual de ciego que Midorima como para no darse cuenta que lo tiene enamorado hasta la China.
“¿Qué dijiste rubio tonto?, creo que no escuché bien” – Daiki no odiaba a Kasamatsu para nada, incluso sentía algo de respeto por él, pero se había dado cuenta que kise y su capitán se llevaban tan pero tan bien que en el último partido en el que Kaijou venció al Shūtoku el sempai se había lanzado hacia Ryouta en un abrazo que duró más de un minuto, sí, un minuto ¿pueden creerlo? y no es que él esté celoso, NO que va! Es sólo su sentido arácnido advirtiéndole algo, y bueno como sale en el programa de refranes que ve a las 8 mejor prevenir que lamentar.
“Pues que sempai casi tiene título matando cucarachas, imagínate que hasta Baygon lo tiene en la mira”
“¿Ah sí?, y ¿tú? Como que también lo miras mucho ¿no?” – reclamaba el moreno encajando sus manos en la cintura de Kise y acercándose lentamente hasta su boca para juntar sus labios con los del rubio y darle piquitos.
“Mmm… Te amo Daiki, solamente a ti” – las manos de Ryouta acariciaban el cabello de Aomine
“Más te vale Kise”
“Jajaja no podías decir algo como también te amo o el único que puede amarte soy yo”
“¿Necesita de halagos princesa?”
“Idiota” – como le prendían los besos de su novio, es que Daiki se le llevaba el aliento cada vez que se ponía cariñoso, aunque sea un ególatra de primera.
“Te amo Ryouta, te amo mucho y como no tienes idea” – y los besos empezaban a subir de tono igual que las caricias.
“A- Aominechi, l-la la”
“¿La que Kise? ¿La quieres ahora? Que goloso” – ronroneaba sobre el cuello del rubio
“¡La cucarachaaaaaaaaaa! ¡Está volando! ¡Aaaahhhhh!”
“¡Huye Kiseee ve a la policía y pide ayuda, si no estoy vivo para cuando vuelvas recuerda que te amo y por nada del mundo revises el último cajón de la cómoda!”
“Noooo no te voy a dejar aominechi, ¡luchemos juntos!”
Y así iniciaba un día normal en la vida de Aomine y Kise y por supuesto de la misma manera empezaba el día de la cucaracha.