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Entre Guerras por Liageth

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Notas del capitulo:

Los capítulos siguientes serán más cortos que el primero, sin embargo intentaré que no sea un fanfic muy largo.

Era dos de octubre de 1950, hace un mes y un día acababa de cumplir veinte años.

 

 

 

A mis 16 años descubrí que los zapatos de mi madre ya no me quedaban. Así que a escondidas fui a una tienda de segunda mano y me compré unos preciosos. De color negro y su taco era de sólo cinco centímetros. Me costó encontrarlos de mi talla pero los encontré de todas maneras.

 

 

 

Estuve tan feliz por eso que me puse a dar saltitos de alegría y a reír mientras tapaba mi boca con mis manos. Esos mismos zapatos son los que uso hasta el día de hoy, teniendo veinte años mi pie no ha crecido ni un milimetro (gracias a dios).

 

 

 

El día de hoy tengo una agradable colección de vestidos echos a la medida (por mi mismo) sin embargo no tengo más tacones que de los que hablé anteriormente.  Sin embargo me sentía feliz con ellos, se me adaptaban perfectamente y eso era todo lo que me importaba.

 

 

 

Exactamente a las nueve y media de la noche me coloqué uno de esos vestidos. Uno de color borgoña. Me delinee mis ojos, coloqué colorete en mis mejillas y puse un rojo labial en mis labios.

 

 

 

Mi cabello era largo en comparación a muchos muchachos de mi edad pero no era lo suficientemente largo para ser el cabello de una mujer, así que hace un mes atrás compré una peluca con un peinado parecido al de la chica con las dos M (Marilyn Monroe) excepto por su color, era del mismo tono que mi cabello.

 

 

 

Al momento de terminar admiré mi figura en el espejo. Me veía bien y si podía ser egocentrico era una chica linda.

 

Me sonrojé con ese pensamiento y agarrando uno de mis abrigos salí disparado a la calle.

 

 

 

Desde los quince años quise saber como se sentiría el caminar con una falda por las calles de la ciudad. Me decidí hace un mes que sólo por una noche saldría a la calle y caminaría hacía un bar, tomaría una copa y luego regresaría a mi hogar como si nada hubiese sucedido.

 

 

 

Y así podría vivir en paz.

 

 

 

Ese dos de octubre sería mi vida y lo grabaría en mi memoria como si fuese mi último día en la tierra, aunque si me descubren quizas lo sea.

 

 

 

Aún vivía con mi madre y Robert, no quería dejarla sola con el negocio pues sabía que ella no podría manejar todo por su cuenta. Además que queríamos ahorrar para que Robert fuera a la universidad. Por esas razones no encontré apropiado irme a ella no le molestó y a Robert tampoco.

 

 

 

Mi madre se dormía a las nueve de la noche cuando recién comenzaba a oscurecerse en verano. Robert y yo teníamos el mismo hábito, salvo que yo esta noche no dormiría tan temprano.

 

 

 

Tomé una profunda respiración cuando el frío viento de la noche golpeó en el rostro, estaba ansioso por lo que ni el frío de la noche haría que me arrepintiera de mi desición.

 

 

 

Con paso decidido caminé por las calles, no mucha gente se veía, tal vez por la temporada. Eso lo hacía mucho mejor para mi, no correría mayor peligro de ser visto y la oscuridad de la noche ayudaría también.

 

 

 

Me detuve frente al único bar que conocía. Mucha gente iba a bailar allí o simplemente a tomar una copa. No lo conocía por dentro y a pesar de que el temor me inundaba entré.

 

 

 

El olor a cigarrillo estaba en todo el lugar, además de otros olores que desconocía. El color de las paredes era un rojo carmesí que se oscurecía por la baja iluminación y la música no era lo suficientemente fuerte para que la gente no pusiese hablar entre sí. Habían por lo menos veinte personas bailando en la pista, la mayoría parejas y uno que otro borracho bailando solo.

 

 

 

Me acerqué al cantinero pero realmente no sabía que pedir.

 

 

 

-¿Qué deseas, corazón?

 

 

 

Tardé unos segundos en darme cuenta que me estaba preguntando a mi. Nadie aparte de mi madre me había hablado con tanta amabilidad.

 

 

 

Al no saber que responder realmente ordené lo primero que se me vino a la cabeza.- Un whisky.-

 

 

 

El cantinero silbó, su bigote se movió junto con sus labios lo cual me sacó una risita.- Eso es un poco fuerte ¿estás segura, dulzura?- El hombre debía ser unos diez años mayor que yo, con el cabello castaño bien peinado y un cigarrillo sujeto a su oreja. Era atractivo si me lo preguntaban pero su bigote me sacaba una risa involuntaria.

 

 

 

.- Estoy segura, aunque si te soy sincera realmente nunca lo he probado.

 

 

 

Increíblemente para mi, mi voz no salió mal. Había practicado continuamente que mi tono de voz pareciera el de una mujer y me había funcionado, aunque no tuve que practicar mucho, mi madre siempre me ha dicho que tengo una voz fina.

 

 

 

.- Entonces, corazón. Deberías probarlo, es bueno probar cosas nuevas, pero ten cuidado, no vaya a ser que te emborraches y uno de estos puercos quiera atacarte.- apuntó a todos en general.

 

 

 

Asentí y él me sirvió el trago, luego se fue a atender a un gran grupo que había llegado.

 

 

 

Detesté con mi vida el whisky. Apenas probé un poco hice un gesto de asco, escuché una risa a lo lejos al mismo tiempo. Lo tomé todo al final. Luego le pedí al cantinero una coca cola, él se rió de mi y dijo que era la mejor decisión que pude haber tomado.

 

 

 

No habían pasado más de diez minutos cuando me sentí observado, pensé que tal vez estaba siendo paranoico pero la sensación persistía.

 

 

 

Comencé a mirar a mi alrededor, un poco asustado pero al poco tiempo capté unos intensos ojos azules mirandome atentamente. Se me cortó la respiración, lo único que hice por lo que me pareció una eternidad fue mirar atentamente a unos profundos ojos azules. Luego me di cuenta de lo que estaba haciendo y desvié la mirada, miré a mi botella como si fuese el objeto más interesante del mundo.

 

 

 

Escuché como un cuerpo se acomodaba a mi lado pero pensé que debía ser mi imaginación. Pero no lo era.

 

 

 

El mismo hombre que me miraba atento desde lejos estaba ahora sentado a mi lado, pidiendo una cerveza.

 

 

 

Intenté no mirarlo, de verdad lo intenté, pero no pude. Tal vez era debido a sus amplios hombros o a su bien definida mandibula, tal vez era simplemente porque no estaba acostumbrado a tener a otros hombres tan cerca de mi (si no contamos a James)

 

 

 

El hombre en cuestión me dirigió la mirada, tenía un rostro amable y una sonrisa contagiosa, una nariz que parecía haber sido rota y a la vez que alguien la intentó arreglar de manera desprolija.

 

 

 

-¿Cómo te llamas?

 

 

 

Su pregunta me agarró por sorpresa pero intenté mantener la compostura. Pude notar un marcado acento inglés.- Mi nombre es Julia, Julia Johnson ¿Y el suyo?

 

 

 

Julia había sido el nombre que mi madre me habría puesto si fuese niño, Julian fue una leve modificación del nombre por lo que pensé que era apropiado usarlo ahora.

 

 

 

-Charles, Charles Bradley, un placer.- me extendió su mano mientras su sonrisa se agrandaba, pude apreciar unas leves líneas de expresión alrededor de sus ojos. Imaginaba que era unos ocho o diez años mayor que yo.

 

 

 

Yo le entregué mi mano para el saludo, pero en vez de estrecharla se la llevó a los labios y besó uno de mis nudillos.

 

 

 

Sé perfectamente que este tipo de saludo es normal entre hombres y mujeres, pero no pude evitar inquietarme por el mismo.

 

 

 

Pero él no era inquietante en absoluto, sino todo lo contrario. Su conversación era agradable sin introducirse en muchos temas personales, más que nada en generales de gustos y música. Incluso su forma de hablar me parecía agradable.

 

 

 

Después de un rato me sacó a bailar, yo sabía como bailar pues mi madre una vez me enseñó pero nada más que eso, yo le hice saber mis inseguridades a Charles y él simplemente respondió:

 

 

 

-El sacarte a bailar sólo fue una excusa para tenerte más cerca, por lo que en realidad me da igual como bailas.

 

 

 

Me reí con sus palabras y me hizo sentir cómodo.

 

 

 

Él era un espléndido bailarín y sin duda me hizo ver mejor, al darme vueltas me sentía en las nubes, como si no pesara más que una pluma y me movió alrededor como si fuese una experta. Charles dijo después que él no se ganaba todo el crédito pues yo también puse de mi parte, sabía que era una bobería así que me reí de él.

 

 

 

Pasamos toda la noche juntos y me rogó ir a dejarme a mi casa, me tuve que negar pues si alguna vez le interesaba ir a verme se encontraría con mi verdadero yo.

 

 

 

Sabía que él quería ser un caballero y no desistiría de su pedido así que lo callé con un beso antes de salir corriendo con una sonrisa en mis labios.

Notas finales:

Recuerden que dejar un review se aprecia demasiado! <3


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