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La persona correcta por Chaque-chan

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Notas del capitulo:

'Fiesta - Cuarta Parte'

Fukui aún no podía creer lo que había visto. Tuvo que parpadear varias veces y se pellizcó el brazo también para cerciorarse de que no estaba soñando.

Si bien el hecho de ver que alguien era capaz de hacerle frente a Aomine había sido algo impresionante, había otra cosa que lo había dejado pasmado.

La disputa entre los ases de Kaijo y Tōō había sido bastante similar a la de una discusión de pareja.

Fukui estaba al tanto —al igual que el resto de los otros equipos— que Kagami y Kuroko de Seirin eran novios. Lo que no sabía era que el resto de la Generación de los Milagros también bateaba para ese lado.

¿Qué diablos estaba pasando allí?

Olvidando por completo el cuerpo semiinconsciente de su capitán, Fukui se puso de pie y lentamente caminó hacia Kise que seguía en la misma posición que antes.

—Oi, ¿estás bien? —preguntó Fukui realmente preocupado. El siete de Kaijo temblaba levemente y sus manos no dejaban de estar cerradas en fuertes puños. —Oi. —volvió a hablar el cinco de Yosen y ésta vez puso su mano derecha en el hombro de Kise.

Pero el alero pronto se sacudió la mano del otro de forma brusca y sin decir una palabra se dio media vuelta y salió de la cocina dejando al base de Yosen realmente confundido.

Kise no podía dejar de apretar los dientes con real enojo a medida que avanzaba por su casa sin dirección alguna. Se había sentido tan humillado. Es decir, en un lugar muy hondo de su pecho sabía que Aomine había ido a su fiesta porque Kuroko también iba a estar allí, pero no esperaba que el moreno fuera tan descarado de admitirlo frente a sus ojos y sin tener en cuenta que era el día de su cumpleaños.

Lo detestaba tanto. Aunque no sabía muy  bien qué era lo que detestaba. No sabía si detestaba a Aomine por ser tan insensible, o si detestaba a Kuroko por arrebatarle lo que más quería o si se detestaba a sí mismo por ser tan idiota de mantener las esperanzas en alto.

Tan hundido estaba en su odio —que se veía potenciado por su estado de ebriedad— que no estaba viendo por dónde iba y sin darse cuenta terminó chocando con su senpai en medio del living.

— ¡Oi, idiota! ¡Ten más cuidado! —gritó Kasamatsu irritado mientras se sacudía la cerveza que había caído sobre su jean. Levantó la mirada para insultar un poco más a la persona que lo había chocado y se encontró con el rojo y lloroso rostro de Kise. —Ki-Kise, ¿qué…?

Pero no pudo terminar de formular la pregunta porque de un instante a otro, Kise se había abalanzado sobre él, tirándolo sobre el sofá y abrazándolo.

Kasamatsu se quedó estático sin saber qué hacer y luego la sangre le subió rápidamente al rostro para teñir sus mejillas de un rojo carmesí. Tragó con fuerza y, mientras Kise sollozaba contra su pecho, le acarició la espalda con mano temblorosa.

—Kise, ¿qué pasó? —preguntó el base con voz seria aunque no podía esconder su ansiedad. Jamás había estado en una situación parecida con el rubio, no podía creer que eso estaba pasando realmente.

Kise se separó de él lentamente e hipando y con los dedos se secó las lágrimas. Kasamatsu se sentó en el sofá lo más erguido que el alcohol se lo permitía y luego de que el rubio respirara hondo lo oyó con mucha atención.

—Aominecchi solo vino aquí para estar con Kurokocchi sin importarle que fuera mi cumpleaños y mi propia casa. —habló Kise con seriedad e intentando no romper en llanto nuevamente. Kasamatsu al principio asintió y luego hizo un gesto de confusión y alzó las cejas.

—Espera, ¿qué?

Kise bufó.

—Lo que oíste, senpai.

— ¿Estás diciendo que armaste todo éste drama por eso? —indagó Kasamatsu realmente confundido. Kise asintió.

Entonces, algo dentro del pecho de Kasamatsu comenzó a burbujear incesantemente y su mente quedó momentáneamente en blanco.

¿De verdad Aomine era tan importante para Kise hasta el punto de lograr que el rubio hiciera a un lado su dignidad? Después de todo lo que le había hecho y de las facetas horrendas que el moreno le mostraba, ¿Kise aún se tomaba la molestia de entregarle tanta atención?

No podía soportarlo.

No podía tolerar que Kise decidiera hacer de su vida una desgracia por culpa de aquel idiota descarado. No podía aguantar la idea de que Kise siguiera queriéndolo —hasta el punto de llorar por él— cuando al cinco de Tōō le importaba tres mierdas lo que pasara con el rubio.

Estaba empezando a odiar a Kise de a poco y gracias al alcohol no pudo evitar dejar salir ese odio de una vez por todas por su boca.

—Esto no hubiera pasado si no fueras tan caprichoso. —dijo Kasamatsu con voz monótona. Kise parpadeó confundido.

— ¿Q-Qué? —preguntó el alero totalmente descolocado.

—Lo que oíste, Kise. —dijo Kasamatsu con tono despectivo al decir el nombre del rubio. —Si tan solo pudieras aceptar que no siempre tendrás lo que quieres.

— ¿Estás diciendo que Aominecchi es solo un capricho para mí? —preguntó Kise molesto. —Sabes que lo amo, lo sabes.

Aquella última frase dicha por el rubio había terminado de sacar a Kasamatsu de sus cabales.

—Solo digo que si no te regalaras tan fácilmente a él, tal vez, no estarías pasando por todo esto.

Ésta vez, nadie había oído el sonido de la bofeteada porque no había nadie alrededor de ellos en ese momento. Kasamatsu parpadeó confundido aun con el rostro hacia un lado a causa del golpe de Kise. El siete, por su parte, volvió a hacer un gran esfuerzo para no volver a romper en llanto.

—No puedo creer lo que acabas de decirme, senpai. —dijo Kise con el ceño fruncido y los ojos húmedos. —Siempre soporté tus insultos porque no eran lo suficientemente hirientes. Pero, esta vez, esta vez llegaste muy lejos.

El base no le contestó y siguió en la misma posición en la que había quedado luego de la bofeteada. Sabía que había cruzado la línea y no tenía con qué justificarse por sus acciones. Pero es que tampoco pudo evitarlo. Los celos solo comenzaron a quemar cada vez más en su pecho y luego el alcohol en sangre hizo el resto del trabajo.

Sin embargo, no iba a decirle eso a Kise. Primero, porque no estaba preparado para hacerlo. Y, segundo, porque sabía que aquello no sería suficiente para calmar el enojo de su compañero.

Al ver que el mayor no contestaba, Kise se puso de pie y luego de enviarle una mirada de real odio a Kasamatsu, se fue del living.

El base, por su parte, tomó su vaso de cerveza y se lo bebió todo de una sola vez. Luego estiró su mano y tomó otra botella de la mesa de váyase a saber qué y también la bebió entera, sin detenerse. Sus mejillas se pusieron más rojas y, de forma tambaleante, se puso de pie para ir a la cocina a buscar otra botella más de lo que sea para seguir bebiendo.

 

 

 

 

Haber llegado a la entrada del living había sido toda una hazaña luego de haber bebido todos y cada uno de los vasos de cerveza que había en aquella mesa de jardín, además de algunas botellas que Imayoshi se había tomado la molestia de traer para cumplir con su castigo por haber perdido en el beer-pong contra Himuro.

Kagami se encontraba solo, apoyado contra una de las paredes cercanas a la puerta que daba al jardín con ayuda de sus manos mientras intentaba mantener el equilibrio. Y estaba solo porque luego de que él, Riko y Kiyoshi terminaron de cumplir su castigo compartido, éstos dos últimos oyeron un fuerte grito de furia proveniente de la cancha de básquet, al otro lado del jardín. Kiyoshi no tardó en reconocer que se trataba de la voz de Hyuuga y, tomando a Riko consigo, salió corriendo —como podía— en dirección al lugar donde el capitán de Seirin estaba gritando. Imayoshi también fue con ellos porque, al parecer, al que Hyuuga le estaba gritando no era otro que Sakurai. Y según el de gafas, más allá de que era el ex capitán, no podía dejar solo a un compañero.

Kagami se deslizó por la pared externa de la casa con mucho cuidado de no caerse para ingresa totalmente al living. Cuando lo logró, algo lo golpeó y casi pierde la poca estabilidad que había logrado conseguir.

—Lo siento. —dijo una voz débil entre sollozos mientras se alejaba del cuerpo de Kagami.

El diez no estaba acostumbrado a escuchar esa voz, con ese tono y en un volumen tan bajo, pero no le costó nada identificarla como la voz de Kise.

Sin saber muy bien por qué, se recobró de la confusión que la cantidad de alcohol que había ingerido le había generado y tomó de los brazos al rubio para mirarlo a la cara.

Los ojos de Kise estaban muy hinchados y rojos, y su labio inferior —al igual que todo su cuerpo— temblaba levemente.

—Kise, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras? —le preguntó Kagami realmente preocupado. Ya lo había visto llorar una vez, pero ahora parecía peor. Su rostro no solo demostraba decepción, sino dolor y rabia.

Kise levantó la mirada y lo observó fijamente. Ya era la tercera vez que le preguntaban lo mismo y, las últimas dos veces, todo había salido mal luego de contestar. Así que no estaba muy seguro de si decir o no la verdad.

‘La tercera es la vencida.’, pensó el siete de Kaijo recordando el dicho y cierta luz de esperanza encendió en su pecho.

Pero en ese momento había mucha más gente alrededor que cuando había hablado con Aomine y su senpai, así que no pudo evitar sentirse un poco incómodo.

— ¿Quieres ir a hablar a otro lugar? —le preguntó Kagami con amabilidad luego de leer la expresión en el rostro de Kise. El rubio asintió.

—Vayamos a mi habitación. —murmuró desganado y comenzó a caminar hacia las escaleras. Cualquiera hubiera mal pensado aquella sugerencia —sobre todo, teniendo en cuenta la situación de Kagami y Kise con respecto a su vida amorosa—, pero no era la primera vez que el pelirrojo ingresaba a la habitación del rubio, así que la mente de ambos se encontraba en total calma.

Aun sosteniéndose de las paredes, Kagami lo siguió lentamente e intentando no llevarse nada puesto y romper algo.

Cuando ambos llegaron al pie de la escalera se encontraron con la enorme anatomía de Murasakibara. Kise lo esquivó con maestría, como si estuviera acostumbrado a ese tipo de cosas. Kagami, sin embargo, se lo quedó mirando unos minutos.

Murasakibara estaba dormido, con la cabeza apoyada contra el barandal de la escalera y la boca abierta, dejando escapar un poco de saliva. Otra persona hubiera pensado que el titán había terminado de esa manera a causa del alcohol, pero Kagami sabía que no era así. Murasakibara era lo más parecido a un niño gigante que existía y además sus mejillas no estaban ni un poco sonrojadas.

‘Pobrecito.’, pensó Kagami pasando a su lado sin hacer mucho ruido y subiendo los primeros cinco escalones. Lo más probable era que Murasakibara había sido obligado a ir a la fiesta por Himuro y aquellas golosinas —que ya no existían pero que si habían dejado su envoltorio dentro de la bolsa que el nueve de Yosen tenía entre las piernas— eran su soborno. Quizá, se había quedado dormido porque había estado esperando a que Himuro decidiera irse de la fiesta y el aburrimiento terminó siendo más fuerte que él.

—Ven, Kagamicchi. —habló Kise desde la cima de la escalera. Kagami giró el rostro para mirar al rubio y asintió al tiempo que subía los escalones faltantes, dejando atrás al dormido pelilila.

La habitación de Kise seguía estando como la recordaba desde la última y primera vez que la había visitado. Contra la ventana estaba la cama que era de una plaza y media, cubierta por un acolchado color azul eléctrico, y a su lado había una pequeña mesa de noche con una lámpara encima. De un lado de la puerta había un enorme ropero y del otro lado un escritorio con un lapicero, algunos libros y una computadora portátil cerrada y apagada encima. Frente a la cama había un espejo ancho y alto, y al lado de éste un pequeño mueble con perfumes, cremas y lociones sobre ella. También había otra puerta que daba al baño personal de Kise, pero la luz se encontraba apagada y al otro lado de la puerta solo se veía la profunda y negra oscuridad.

Kise cerró la puerta cuando Kagami ingresó y automáticamente comenzó a llorar de forma desconsolada. Kagami se alarmó al oírlo y con delicadeza lo guió a la cama para que ambos se sentaran.

—Kise, cálmate. —le pidió el diez con amabilidad. El cuerpo del alero no dejaba de temblar y de sufrir leves espasmos, y eso estaba asustando a Kagami.

— ¿Por qué, Kagamicchi? —dijo Kise entre balbuceos. — ¿Por qué tiene que ser así?

— ¿Por qué tiene que ser así qué cosa, Kise?

El siete se irguió y secó sus lágrimas con el dorso de sus manos antes de mirar al pelirrojo a la cara.

—Aominecchi no vino por mi ésta noche. —dijo el rubio con un tono de voz realmente triste. Kagami lo miró confundido.

— ¿De qué hablas, Kise?

—Él vino porque la persona que le gusta también vino aquí ésta noche. —dijo Kise con simpleza.

Mientras el rubio intentaba calmarse para continuar su relato, Kagami se tomó un momento para analizar lo que había dicho Kise.

La primera vez que le había preguntado al alero sobre la persona que le gustaba a Aomine —y por la cual lo había rechazado indirectamente—, Kise le había dicho que el moreno no le había revelado la identidad de dicha persona.

Entonces, ¿cómo sabía Kise que aquel individuo estaba en su casa en ese momento? ¿Acaso el moreno se lo había dicho por voluntad propia en ese momento? Y, si lo había hecho, ¿no le dijo quién era?

Si bien Kagami no era una persona que le daba muchas vueltas al mismo tema, tenía en claro que algo en aquella historia no cuadraba.

— ¿Y cómo saber que así es, Kise? —preguntó Kagami aun atando cabos en su mente.

—Porque en toda la noche no se me acercó y cuando lo hizo fue para preguntarme por él. —contestó Kise sin darse cuenta de que había revelado algo importante.

Kagami se quedó pensando en silencio un poco más. Así que la persona que le gustaba a Aomine era un chico. Bueno, no es como si aquello le sorprendiera. Desde que lo había conocido, jamás lo había visto con una novia, a pesar de que el moreno se la pasaba diciendo que amaba los pechos grandes.

Aunque Kise había esclarecido un poco más el enigma que era la persona que le gustaba a Aomine, también había vuelto a complicarlo. La fiesta estaba llena de chicos y todos ellos eran una posibilidad factible. Todos menos el mismo Kagami, su novio Kuroko y Kise, ya que se sabía que estaba descartado de antemano.

Entonces, la ficha de la comprensión cayó dentro de la cabeza del pelirrojo. Si Aomine le había preguntado por esa persona a Kise, lo más seguro era que haya dicho el nombre de la misma.

—Kise, ¿por quién te preguntó Aomine cuando se acercó a ti? —le preguntó Kagami mirándolo a los ojos. Kise tragó con fuerza.

No podía decirle eso a Kagami.

Se había prometido no entrometerse en la pareja del pelirrojo aunque tuviera relación con su problema con Aomine. Pero, ahora que lo pensaba bien —o mal, gracias al alcohol—, tampoco quería mentirle. Kagami no se lo merecía después de lo bueno que había sido con él.

Pero, ¿cómo decírselo? ¿Cómo decirle que Aomine había preguntado por Kuroko? Y, peor aún, ¿cómo explicarle a Kagami que sabía que Kuroko era la persona que le gustaba a Aomine porque el mismo moreno se lo había dicho aquella vez en el parque?

Cualquiera de las dos respuestas dejaría en claro que le había estado mintiendo todo éste tiempo y Kise no sabía cómo podría llegar a reaccionar Kagami en ese momento al oír aquello. Aunque, quizá, el alcohol en su sangre hiciera algo bien y disminuiría el enojo.

O, al contrario, lo aumentaría y Kise terminaría siendo insultado por tercera vez esa noche.

‘Pero si no lo intento no tiene caso.’, se dijo el rubio a sí mismo para darse valor.

Kagami aun lo miraba fijamente y ansioso por escuchar su respuesta. Nunca se había sentido tan tenso, ni siquiera cuando veía una película de terror.

Kise de aclaró la garganta con algo de miedo y se sentó correctamente sobre la cama, acercándose un poco a Kagami.

— ¿De verdad quieres saber cuál fue el nombre que dijo Aominecchi? —le preguntó el alero al diez. Kagami asintió fervientemente y Kise suspiró. —Bien, pero no te vuelvas loco.

Kagami asintió de nuevo. Kise abrió la boca para hablar, pero luego la cerró abruptamente al oír que algo había caído en el piso del baño. El pelirrojo también había oído aquel ruido, así que se giró para observar la pequeña habitación oscura.

— ¿Hay alguien aquí? —preguntó Kise poniéndose de pie. Si alguien más se enteraba que Kagami no era realmente su novio y, además, oía la verdad sobre la persona que le gustaba a Aomine, todo se iría al mismísimo demonio.

Kagami también se puso de pie y caminó detrás de Kise lentamente. El rubio abrió por completo la puerta de su baño pero no logró ver nada. Así que, metiendo la mano en la negrura, tanteó la pared de azulejos hasta encontrar el interruptor de la luz y encenderla.

— ¿Ku-Kurokocchi? —dijo Kise confundido, mirando al once desde arriba. Kuroko alzó la mano a modo de saludo.

—Hola, Kise-kun. —habló con voz monótona.

—Kuroko, ¿qué haces aquí? —preguntó Kagami más confundido que Kise. El peliceleste iba a explicarse cuando un estruendo y un par de gritos provenientes del pasillo lo detuvieron.

Automáticamente, los tres chicos salieron de la habitación en dirección al pasillo para saber qué rayos estaba pasando como para crear tanto alboroto. Cuando lo hicieron, se encontraron con Midorima tirado en el piso y con Momoi semidesnuda a su lado, ayudándolo a pararse. Frente a ellos, Ōtsubo y Moriyama estaban sosteniendo a Takao de los brazos, y éste último se encontraba forcejeando entre las manos de los mayores para zafarse y abalanzarse sobre el peliverde.

— ¿Qué demonios pasa aquí? —preguntó Kagami.

Takao se giró para verlo y de un empujón de deshizo del agarre de su capitán y el escolta de Kaijo para caminar por el pasillo —empujando a Kuroko y Kise en el proceso— y bajar corriendo por las escaleras.

Midorima se puso de pie, ayudándose con la pared y rechazando la ayuda de Momoi. Se acomodó las ropas, luego las gafas y con seriedad miró al sorprendido trío que estaba frente a él.

—Ustedes no vieron nada. —dijo y, acto seguido, imitó a su compañero halcón y desapareció de la vista de todos.

Kise miró confuso a Moriyama, Ōtsubo y Momoi. Pero éstos tres solo se encogieron de hombros en respuesta.

Notas finales:

Konbawa, Minna-san! Cómo has estado? Cómo estuvo su semana? Espero que bien!

Lamento haberme atrasado una semana de más en la actualización pero, les paso a explicar: este lunes que pasó tuve un examen super importante así que es jueves pasado no hice otra cosa más que estudiar y estudiar y estudiar, por lo tanto ni toque mi computadora y fue por eso que no subi el cap.

Odio faltar a mi palabra y ser tan inpuntual pero admito que valió la pena porque en el examen me fue super bien ya que me saque un bello y sexy nueve!!

Bien, aquí termina la fiesta del cumpleaños de Kise. Espero les haya gustado como describi todo y las situaciones que sucedieron en esa noche. Pero, no se preocupen, aun hay un cumpleaños más que será crucial en esta historia, pero no les voy a decir de quién es. Espero lo adivinen!

Como siempre, son libres de escribir lo que deseen en sus rw, no se repriman!

Nos leemos la semana que viene! Besos y abrazos! Matta ne!


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