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La persona correcta por Chaque-chan

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Notas del capitulo:

'Intervención.'

—Te-chan. —dijo la dulce voz de su abuela. Kiyoshi cerró la revista que estaba leyendo y la dejó sobre su cama para mirar a su abuela. —Riko-chan te busca.

—Gracias, abuela. —le dijo el castaño y luego de estirarse se puso de pie.

En cuanto la anatomía del siete cruzó la puerta del pequeño living de su casa Riko corrió hacía él y se le abalanzó a los brazos. Hubiera sido una escena muy romántica si los ojos de Riko no hubieran estado centelleando con real enojo.

—Dime que arreglaste todo, Teppei. —dijo la entrenadora realmente ansiosa. Kiyoshi sonrió y con delicadeza la alejó de su cuerpo.

—No tienes que ponerte tan nerviosa, Riko. —le dijo con calma.

Riko frunció el ceño.

—No te pongas relajado ahora, Teppei. —dijo furiosa. —Si Kagami se va a América, nosotros

—Kagami no se irá a ningún lado. —dijo el pivót sonriendo. Riko parpadeó confundida.

— ¿Hablaste con él?

—No, yo no hablé con él.

—Entonces, ¿cómo estás tan seguro?

Kiyoshi amplió su sonrisa y obligó a la chica a sentarse para luego invitarle algo de té.

 

 

 

 

Cuando Kise cerró la puerta, luego de entrar a su hogar, se apoyó contra ella y se desplomó en el piso de la entrada. Las lágrimas no dejaban de brotar de sus ojos y su labio inferior no dejaba de temblar.

¿Por qué? ¿Por qué siempre tenía que recibir palabras tan crueles? ¿Y por qué tenía que ser su senpai la persona que se las diga? ¿Qué era lo que estaba haciendo mal? Él solo quería ser feliz junto a la persona que amaba, nada más.

Pero, primero Aomine lo rechazaba por Kuroko y ahora su senpai, la persona que tanto admiraba y apreciaba, le daba la espalda y lo dejaba solo con su tristeza y sufrimiento.

No creía merecerse todo aquello. Jamás había buscado el mal al prójimo ni tampoco se había aprovechado para conseguir lo que quería. Su cuenta pendiente con Kuroko, por sus días en Teiko, ya la había pagado. ¿Por qué no podía comenzar a ser feliz?

Entre tantos interrogantes y pensamientos negativos, logró calmarse y ponerse de pie. Dejó sus llaves en el recipiente junto a la puerta y con la manga de su remera se secó el resto de las lágrimas al tiempo que caminaba hacia la cocina.

Abrió la heladera y sacó una jarra con agua para dejarla en la mesada cuando su celular vibró dentro del bolsillo de su pantalón.

— ¿Hola? —dijo llevando el aparato a su oreja mientras buscaba un vaso en la despensa.

—Kise. —dijo la voz de Kobori del otro lado.

El rubio estaba aún algo pensativo por lo que no se fijó quién  lo había llamado y eso lo llevó a sorprenderse al oír la voz del pivót de Kaijo.

—Kobori-senpai, hola. —dijo el siete secamente.

—Kise, ¿estás bien? —preguntó Kobori preocupado. La voz de Kise sonaba algo lúgubre y triste. ¿Acaso Kasamatsu le había dicho algo más hiriente de lo que le contó?

Kise parpadeó algo confundido cuando sintió algo húmedo y frío y notó que el vaso se había rebalsado por el agua que le había echado. Molesto, chasqueó la lengua y dejó la jarra a un lado para buscar algo con qué secar el agua.

— ¿Kise? —volvió a hablar Kobori. El silencio del rubio solo lograba confirmar más sospechas.

— ¡S-Sí! —contestó Kise cuando volvió en sí. —Aquí estoy, lo siento.

— ¿Sucede algo?

—N-No, solo un accidente con el agua. —contestó el alero algo apenado. — ¿Por qué llamaste? ¿Es por mi falta de hoy? Si es por eso, yo

—Es sobre Kagami. —lo cortó Kobori con tono serio.

— ¿Kagamicchi? ¿Qué pasa con él?

Kobori suspiró. No sabía qué pasaría una vez que abriera la boca pero ya era tarde para arrepentirse.

—Kagami se va a América. —dijo Kobori de forma seca y cerró los ojos anticipando el fuerte grito que suponía Kise iba a dejar salir.

Pero no sucedió así.

Al oír las palabras de su senpai, los ojos de Kise se abrieron de par en par y el trapo que tenía en su mano cayó al piso, salpicando el agua que había absorbido. Ningún grito salió de su boca como Kobori lo esperaba pero si se escapó una pequeña lágrima de su ojo derecho.

— ¿Q-Qué? —dijo Kise con la voz quebrada. Esperaba haber oído mal.

—Su senpai me llamó y me lo dijo. —contestó Kobori algo sorprendido por la reacción del rubio.

La comunicación se cortó automáticamente y dejó a Kobori con la ansiedad a flor de piel.

 

 

 

 

No veía nada.

Ni siquiera sabía si lo que había escrito en aquel mensaje estaba bien.

Pero de algo estaba totalmente seguro: luego de aquello, no habría vuelta atrás.

Su dedo temblaba y vacilaba sobre el botón de ‘send’ de su celular. No quería hacerlo pero al mismo tiempo sabía que era lo correcto en ese momento.

Sus sentimientos por Aomine jamás se habían ido y odiaba reconfirmarlo cada vez que lo veía, como ese mismo día, dos horas atrás. Y por culpa de eso estaba hiriendo a Kagami.

Ya no podía hacer de cuenta que no pasaba nada malo, ya no podía fingir que él no había hecho nada malo. Por más que solo hubiera sido un beso, había engañado a Kagami y, peor aún, le había estado mintiendo.

Kuroko cerró sus ojos con fuerza una vez más e intentó buscar otro culpable que no fuera él en todo aquel embrollo antes de enviar de aquel mensaje. Pero era inútil, nadie más que él tenía la culpa.

Por no haber borrado a Aomine de su corazón.

Por haber utilizado la imagen de Kagami para borrar a Aomine.

Por usar sus sentimientos por Aomine para amar a Kagami.

Por no haber detenido a Aomine y convencerlo de que estuviera con Kise.

Por robarle a Kise la persona que amaba.

Por todo eso no había otro culpable más que él.

Entre lágrimas leyó aquel mensaje por última vez y luego apretó el botón de ‘send’.

 

 

 

 

— ¡Satsuki, el timbre! —le dijo su madre desde la cocina.

La pelirrosa se reincorporó de su sofá y a paso rápido fue hacía la puerta de entrada.

En cuanto la abrió, fue apresada por unos fornidos brazos morenos que conocía muy bien.

— ¿D-Dai-chan? —preguntó algo atónita, en respuesta solo recibió un leve apretón en torno a su cuerpo. Así que sonrió y le devolvió el abrazo a su amigo de la infancia. —Pasa, Dai-chan. Mamá estuvo preguntando por ti.

El moreno, sin soltar a su amiga, entró y la puerta se cerró detrás de ambos.

 

 

 

 

En ese momento de su vida, Kise solo rogaba por dos cosas: que sus pulmones no escaparan de su cuerpo y que la dirección que Kobori le había enviado —luego de haberle cortado el teléfono sin despedirse— fuera la correcta. Aunque, en realidad, estaba mucho más preocupado por recuperar el aire lo más pronto posible.

A penas cortó la llamada con su senpai, Kise salió de su casa, aun en pijama y sin calzarse, y llamó un taxi en medio de la calle y la noche. Cualquier pensaría que el taxi solo sería para llegar a la estación de trenes pero la desesperación del rubio era tal que le gritó al chofer que lo llevara al centro de la ciudad de Tokio.

Por supuesto, el conductor acotó la orden de inmediato pero, cuando estaban a pocos metros de la entrada de la ciudad, el transito se volvió denso, lento y ruidoso. Y eso era algo que ni Kise ni el taxista habían considerado.

Había pasado más de media hora desde que el taxi se había atascado y la ansiedad de Kise no hacía más que ir en aumento. No sabía con exactitud el porqué del repentino viaje de Kagami pero sospechaba que la causa principal era el hecho de que se había enterado que a Aomine le gustaba Kuroko —eso lo supo por la propia boca del moreno— y, además, que, quizá, Kuroko también tenía sentimientos para con el cinco de Tōō.

Y ya que esa última revelación había salido de la misma mente y boca del rubio, era obvio que se sentía culpable. Kise jamás quiso entrometerse en la vida amorosa de Kagami y Kuroko. Nunca quiso que las cosas acabaran de esa manera, él solo buscaba una inocente forma de lograr que Aomine girara a verlo, aunque sea, una vez. Pero se sintió acorralado por la situación en la que todos eran participes y estaba enojado por la forma en que Kuroko le pidió que mintiera si Kagami preguntaba algo.

Estaba enojado con Kuroko y por eso abrió la boca y dijo lo que no debía.

Por lo tanto, con todo eso en mente y con la ansiedad que le causaba el taxi por estar totalmente atascado en aquel tedioso transito estando a pocas calles de la casa de Kagami, Kise salió del auto sin pagarle al conductor y comenzó a correr.

Al principio corrió sin rumbo y sin preocuparse por la cantidad de gente que había en la calle esa noche y que notaba que estaba en pijama y descalzo, pero luego consideró la idea de calmarse y pensar. No sabía dónde quedaba la casa de Kagami y debía llegar allí de forma rápida. ¿Cómo hacerlo?

Lo más seguro es que los únicos que sabían dónde quedaba la casa del diez de Seirin eran sus compañeros y su amigo de Yosen, pero Kise no tenía el número de ninguno de ellos. Así cómo los había conseguido y utilizado para enviar las invitaciones de su fiesta, los había borrado. Tenía el número de Kuroko pero no quería hablar con él en ese momento.

Entonces, su mente sufrió una revelación y recordó que estaba en esa situación porque Kobori lo había llamado y le había avisado de la sorpresiva decisión de Kagami. Por lo que, tomó su celular y lo abrió dispuesto a llamar a su senpai para que le dijera la dirección del pelirrojo.

Pero, para su sorpresa, cuando desbloqueó el aparato, ya tenía un mensaje del pivót en su buzón de entrada que tenía escrita la dirección que tanto necesitaba.

En ese momento, Kise sonrió de forma genuina y le agradeció a su senpai mentalmente para luego echar a correr como alma que se lleva el diablo.

Y ahora, allí estaba, con el corazón totalmente acelerado y con la respiración agitada. Jamás había corrido tanto y tan rápido en su vida y eso lo hacía sentirse mareado. Elevó la mirada y la altura del edificio lo intimidó un poco. Había muy pocas luces prendidas y Kise no sabía cuál de ellas era la de Kagami. O, por lo menos, esperaba que alguna lo fuera y que no hubiera llegado demasiado tarde.

—Bien. —dijo aun algo falto de aliento y se incorporó. Buscó con la mirada el número que Kobori le había enviado y presionó el botón.

Solo habían pasado segundos pero para el alero fueron horas. Su garganta estaba muy seca y no sabía si era por lo que había corrido o por los nervios.

¿Qué iba a decirle a Kagami cuando lo atendiera? ¿De qué forma podría convencerlo para que se quede? ¿Bajaría a recibirlo o simplemente hablarían por medio del portero eléctrico? ¿Fingiría que no había escuchado el timbre? ¿Quizá ya se había ido y era tarde para hacer algo al respecto?

De repente, algo hizo contacto del otro lado del portero y el alma de Kise volvió a su lugar.

— ¿Quién es? —dijo la tosca voz de Kagami. Kise se estremeció un poco al oírla pero logró disimularlo.

—Kagamicchi. —dijo con calma. —Soy yo.

El intercomunicador se quedó en silencio un instante y Kise tragó con fuerza. Tampoco pudo evitar asustarse porque jamás había visto a Kagami enojado pero por su tono de voz parecía que ésta vez realmente lo estaba.

—Empuja con fuerza o no se abrirá. —dijo la voz del diez de nuevo y el contacto con el comunicador se perdió.

Kise se quedó estático y parpadeando confundido hasta que un timbre sonó y lo devolvió a la realidad. Con fuerza empujó la enorme puerta del edificio e ingresó caminando directamente hacia el ascensor.

— ¿A qué has venido, Kise? —le preguntó Kagami en cuanto abrió la puerta. —Estoy ocupado.

Kise se cohibió un poco ante aquella pregunta. Durante el viaje en ascensor había pensado mil veces lo que iba a decirle a Kagami pero al verlo y oírlo todo se fue por la borda. No sabía cómo lidiar con su enojo.

—Ne-Necesito que… hablemos. —dijo con algo de miedo.

—No pasó mucho desde que nos vimos. ¿Qué es tan importante que tengas que decirme ahora en persona y que no me dijiste antes?

Kise tragó con fuerza. Kagami enojado era muy intenso y él se sentía algo confundido porque nunca pensó que pasaría por esa situación justamente con Kagami.

—Me… Me dijeron que te irás.

Kagami suspiró resignado y se dio media vuelta para entrar a su departamento. Kise lo observó algo perdido pero luego lo siguió y cerró la puerta detrás de sí. Avanzó por el pasillo y cuando llegó al living notó dos cosas: sobre el sofá había una enorme valija negra a medio hacer y en la mesa había varios papeles, un pasaporte y otros documentos necesarios para solicitar un pasaje a nivel internacional.

‘Es verdad,’, pensó Kise sin despegar la mirada del alborotado panorama. ¿Todo aquello era por su culpa? ¿Kagami se iría de Japón por lo que él le había dicho? No pudo evitar sentir ganas de llorar, aunque se contuvo lo mejor que pudo.

— ¿De verdad te iras? —preguntó con la voz quebrada. Kagami lo miró desde su lugar, del otro lado de la mesa de su cocina americana.

— ¿Quién te lo dijo? —preguntó el pelirrojo con tono frío.

Kise frunció el ceño, para nada conforme con que su pregunta fuera contestada con otra pero apretó los labios y decidió no quejarse por el momento.

—Himuro-san… él fue el que dijo que te irías. —contestó Kise algo triste. —Llamó a tu senpai y él llamó a Kobori-senpai que fue el que me avisó.

—Nunca más vuelvo a pedirle un favor. —dijo moviendo con sus dedos en anillo que colgaba de su cuello.

— ¿Es por… lo que dije antes? —insistió el siete. —Sobre Kurokocchi y Aominecchi.

— ¿Importa el por qué?

—Sí, sí importa.

— ¿Por qué?

—Porque no puedo vivir con culpa. —dijo Kise de forma cortante.

— ¿Así que viniste hasta aquí para no sentirte mal contigo mismo después? —preguntó Kagami con una sonrisa arrogante.

— ¡No! —contestó el rubio molesto. — ¿Por qué dices eso? Eso no es lo que quise decir.

—Entonces, ¿qué?

Kise guardó silencio y se lo quedó mirando de forma fija y con el ceño fruncido. No sabía qué decirle para lograr que no se fuera, a pesar de que lo había estado pensando desde que había salido corriendo de su casa.

En realidad, si sabía que debía decirle pero le daba pena hacerlo porque, estaba seguro que, sonaría extraño. Aun cuando la relación con Kasamatsu no se había roto del todo, Kise se sentía muy solo con su dolor y Kagami lograba, con su presencia, que aquello fuera un poco más leve. Pero no sabía por qué era así y también le daba miedo averiguarlo. Por esa razón, no quería exteriorizarlo. Seguramente Kagami le pediría una justificación a sus palabras y Kise no las tendría.

Así que decidió usar el motivo más obvio antes de perder su oportunidad.

—No puedes irte, Kagamicchi. Si te vas, Kurokocchi

—Kuroko no importa ya. —lo cortó el diez de Seirin. Aquello descolocó a Kise.

— ¿Q-Qué?

Kagami suspiró y buscó su celular en el bolsillo de su pantalón. Tecleó un par de veces y luego arrojó el aparato en dirección al rubio. Kise lo tomó entre sus manos y observó la pantalla. En ella había un mensaje de Kuroko que decía que necesitaba un tiempo para pensar porque la situación con Aomine lo había confundido demasiado y ya no sabía qué hacer.

Kise leyó aquello casi tres veces y siguió sin comprender. ¿Por qué Kuroko había mandado eso? ¿Qué le había pasado?

— ¿Lo ves? —dijo Kagami llamando la atención del alero. —Ya no tengo nada que me ate aquí.

Kise lo observó con tristeza. No sabía qué más decirle o hacer. No esperaba que su tonta teoría fuera verdad y mucho menos esperaba que Kuroko realmente se separara de Kagami por culpa de Aomine.

El rubio cerró el aparato y caminó hasta la cocina para dejarlo allí y quedar frente a Kagami, del otro lado de la mesa americana de desayuno.

— ¿Aún crees que debo quedarme? —preguntó el pelirrojo mientras tomaba el teléfono y volvía a guardarlo.

—Sí. —dijo Kise con firmeza. No dejaría que se fuera aunque eso implicara que pelearían. —Por el básquet, el instituto y tus amigos. Debes

—Puedo jugar en cualquier otro lado. —lo cortó Kagami amargamente. —Y mis amigos seguirán siéndolo, aunque a distancia.

Kise apretó los labios insatisfecho. Eso no era lo que quería escuchar.

—Pero…

—Pero, ¿qué?

—Yo no quiero que te vayas.

— ¿Por qué?

Kise apretó los ojos y un par de lágrimas se escaparon de sus ojos.

—Porque… no quiero estar solo… —contestó hipando.

—No estarás solo. —dijo Kagami suavizando un poco su expresión. No esperaba que Kise llorara. —Tienes a tu equipo y a tu senpai…

— ¡No es lo mismo! —exclamó el rubio molesto. Kagami se sorprendió un poco, jamás lo había visto tan ofuscado y tampoco sabía que podía ponerse así. — ¡No es lo mismo, Kagamicchi! Contigo es diferente, contigo…

Kagami se asustó un poco más en ese momento. Kise estaba hipando desesperadamente y el pelirrojo temía que terminara ahogándose. Así que, se acercó a él y lo tomó de los hombros con toda la amabilidad que podía demostrar en ese momento.

—Oi, oi. Cálmate. —le dijo en voz baja. —Tu saliva se irá por el camino equivocado. Tranquilízate, idiota.

Interiormente, Kise hizo un puchero por aquel innecesario insulto pero omitió aquello y decidió obedecer al ala pivót.

—… solo… —murmuró Kise cuando se calmó. Kagami frunció el ceño confundido.

— ¿Qué? —preguntó.

Kise respiró hondo y lo miró a los ojos. Hizo un pequeño puchero con sus labios y luego habló con tono aniñado.

—Cuando estoy contigo —comenzó el rubio tranquilo. —no me siento solo.

— ¿Ah, no? —dijo Kagami sonriendo. Kise frunció el ceño. — ¿Y se supone que esa es una buena razón para quedarme?

—Sí.

Kagami se lo quedó mirando un instante. Kise era espantosamente feo cuando lloraba y, sinceramente, no quería volver a ver ese tipo de expresión en el rostro del alero. Y si él iba a ser la razón de que el siete se quedara de esa forma cuando se fuera del país, entonces prefería suspender todo su plan. A fin de cuentas, había sido descubierto.

Sí, sabía que era un disparate lo que estaba haciendo y que, realmente, era la peor y más patética excusa que Kise había decidido usar para convencerlo, pero no podía decirle que no. No a Kise.

No sabía por qué pero quizá, si se quedaba, terminaría por averiguarlo. Y de verdad quería saberlo.

—Espero se te ocurran buenas idead para distraerme de mi mal humor. —le dijo Kagami palmeándole la cabeza y pasando por su lado.

Kise se lo quedó mirando confundido y cuando la ficha de la comprensión cayó en su cabeza, no pudo evitar sonreír ampliamente e ir corriendo hacía Kagami y abalanzarse sobre él para abrazarlo.

Notas finales:

Hola! He vuelto como lo prometí la semana pasada!

La verdad que pensé que no iba a poder actualizar hoy y los iba a tener que hacer esperar hasta la semana que viene, pero me las arregle y aquí estoy!

Lamento no haber podido contestar sus rw pero les cuento que he empezado a estudiar para la uni porque al operarme perdi semanas de clases y estoy tratando de ponerme al día así que no he podido acercarme a la computadora ni una sola vez. Y no les iba a contestar una por una el mismo día que actualizo porque sino iba a terminar durmiendo super tarde y pues, tengo que estudiar.

Asi que decidí contestarles a toda juntas aquí! Muchas gracias por recibirme tan bien luego de mi desaparición y gracias por dejar comentarios! Me alegro que el fic les este gustando hasta ahora y que no lo hayan perdido de vista a pesar de los meses que pasaron! Espero poder seguir entreteniendolas un poco más!

Bueno, debo irme. Mi cama me llama.

Nos leemos la semana que viene, a la misma hora y por el mismo canal si Dios quiere! Bye!

PD: Pido perdón por lo horrores de ortografía y los errores de tipeo, no tuve tiempo de corregir el capitulo como me hubiera gustado! Espero entiendan las palabras u oraciones a pesar de los errores!


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