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La persona correcta por Chaque-chan

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Notas del capitulo:

'Cumpleaños - Tercera Parte.'

Kuroko ya había perdido la cuenta de cuantas veces había rozado sus labios con los de Aomine, pero tampoco le importaba demasiado. Estaba muy ebrio y no iba a rechazar un poco de cariño cuando se le presentaba en bandeja de plata. Aomine por su parte estaba sobrio y solo aprovechaba la debilidad del peliceleste para hacer lo que quería.

—Tetsu, eres tan lindo. —dijo el moreno mientras le acariciaba la mejilla con el pulgar y luego se acercaba a besarlo otra vez. Kuroko no dijo nada y solo se dejó besar mientras cerraba los ojos y recordaba por qué había acabado en esa situación.

 

 

Dos semanas atrás…

 

Kuroko se deshizo de su bolso y lo dejó en una esquina de aquella desordenada habitación. Luego tomó la silla que correspondía al escritorio y la colocó frente a la cama del moreno para luego sentarse allí. Aomine lo observó en silencio y detenidamente desde que entró hasta que se sentó. No esperaba verlo allí, no después de todo lo que había pasado hasta el momento y menos después de lo mal que había dejado el ojo de Kagami.

Pero, al parecer, eso no le importaba a Kuroko ya que, desde que se había sentado, lo había estado mirando de forma amable y con una sonrisa.

—¿Cómo estás, Aomine-kun?

Aomine lo observó extrañado y con algo de miedo. No parecía que Kuroko estuviera enojado, pero su expresión amable y su sonrisa no daban buenas vibras al aire. Kuroko notó eso y suspiró algo resignado.

—No estoy enojado, Aomine-kun. —dijo la sombra con calma.

—Entonces, ¿a qué has venido? —preguntó el de Tōō con desconfianza.

—He venido a hablar, quizá llegar a un acuerdo.

—¿Un acuerdo?

Kuroko sonrió y se acomodó en su lugar.

—Aomine-kun —comenzó. —, tú sabes que yo te amaba, ¿no?

El asombro en el rostro del moreno era tan poco disimulable que Kuroko pensó que los azules ojos iban a salírsele de la cuenca. Por su parte, Aomine aún no podía procesar lo que el peliceleste le había dicho.

¿Kuroko lo amaba? ¿A él? Cuando decía que lo amaba, ¿hablaba solo del pasado o también del presente? Eso quería decir que, si hubiera tomado un poco de valor, ¿habría logrado estar con él sin pasar por tanto alboroto?

Aomine no sabía qué decir ni qué pensar, tampoco sabía cómo responder a la pregunta del peliceleste porque su cabeza estaba divagando por lugares diferentes al mismo tiempo. Por lo que, ante la prisa de tomar una resolución, decidió sacarse la primera de todas las dudas que acechaban en su pecho.

—¿Eso quiere decir que ya no me amas, Tetsu?

El tono que había usado el de Tōō había desmoronado en cierta medida las barreras de defensa que Kuroko había preparado para esa ocasión. Aomine sonó tan triste y decepcionado que el corazón del peliceleste se enterneció y dejó salir algo que había prometido jamás dejar salir delante de nadie.

—Aún te amo, Aomine-kun. —respondió el más bajo con cierta ternura que luego lo llevó a maldecirse a sí mismo.

Los azulinos orbes de Aomine centellearon por un microsegundo y en sus labios se formó una triunfante sonrisa. No obstante, Kuroko volvió a hablar y su euforia se fue tan rápido como había llegado.

—Pero también amo a Kagami-kun. —dijo seriamente. —Y no estoy dispuesto a perderlo por tu causa.

—¿Por mi causa? ­ꟷespetó el moreno molesto. —Yo no te pedí que lo dejaras ni tampoco le dije a él que se metiera con Kise.

—Tú me obligaste a dejarlo y obligaste a Kise-kun a que se metiera con Kagami-kun. —dijo Kuroko con real enojo en sus ojos que no se reflejaba en su voz.

Aomine lo miró confundido y enojado, pero más que nada confundido. ¿Que él había hecho qué? Si bien había estado perdido en la mayoría de todo aquel melodrama entre Kise, Kuroko y Kagami, estaba totalmente seguro de que él no había hecho nada malo.

—¿Disculpa? —dijo incorporándose sobre la cama hasta quedar sentado. Sus ojos centelleaban furiosos al ser incriminado por algo que sabía no era su culpa. —¿Acaso yo te pedí que dejaras a Kagami? ¿Crees que yo busqué acabar así? —dijo el moreno señalando su ojo que aún estaba morado y su labio inferior que seguía roto.

Al principio Kuroko no mostró señales de que le importara lo que el de Tōō le decía, pero cuando éste se sentó frente a él con aquella mirada de fastidio y con ese tono de voz, algo en su mente le dijo que había dicho las palabras equivocadas.

Kuroko había ido a la casa de Aomine con la idea de que el moreno, luego de escucharlo, lo ayudaría a recuperar a Kagami. Había estado al menos dos días diciéndose así mismo que no era su culpa todo lo que había pasado, que había sido culpa de Kise por idear aquel plan para conseguir la atención de Aomine, y culpa de éste último también por haber rechazado al rubio y decidir declarársele en el momento menos oportuno. Sin embargo, las preguntas del de Tōō lo hicieron reaccionar y le recordaron que fue él quien aceptó la petición de Kise, no Kagami o Aomine, y que también fue él quien decidió dejar a Kagami porque el beso de Aomine le había destruido todo el esquema.

Kuroko había sido el único que había tomado aquellas decisiones sin pesar en los sentimientos de Kagami o los de Kise. Aomine solo había sido sincero y se había arriesgado al rechazo con ese beso, y Kuroko fue el que dejó que el pasado lo invada al punto de dejar de lado lo que sentía por el pelirrojo y lo que éste podía llegar a sentir por él.

Aomine se lo quedó mirando un buen rato, esperando cualquier tipo de respuesta por parte del más bajo, pero como al parecer eso no iba a suceder, no le quedó otra opción que chasquear la lengua molesto y rascarse la cabeza.

—Será mejor que te vayas, Tetsu. —le dijo mientras se preparaba para volver a acostarse.

Ante aquella frase, Kuroko volvió en razón y sus ojos mostraron real alarma.

—N-No… Yo no

—Solo vete, Tetsu.

Kuroko podía sentir cómo su corazón se estrujaba a sí mismo, como las paredes lo apresaban, como la oscuridad lo abrazaba. Se estaba hundiendo en la desesperación de la soledad y no le gustaba. No quería quedarse solo, no de nuevo.

Necesitaba pensar en algo que devolviera al moreno a su lado y tenía que pensarlo rápido antes de que la oscuridad en su cabeza lo consumiera por completo.

—Se mi pareja, Aomine-kun.

Aomine detuvo todos los movimientos que estaba haciendo y abrió sus ojos tan grandes que sintió que iban a salírsele de las cuencas. Lentamente se giró hasta quedar enfrentado al peliceleste de nuevo.

—¿Qué dijiste? —preguntó con tono serio.

Frente a él, Kuroko sonrió de forma cínica y dejó que una lágrima se escapara y bajara por su rostro. La sola idea de estar solo, sin Kagami y sin Aomine, le hicieron decir esas palabras que jamás había pensado que le diría al moreno.

—Tetsu, repite lo que dijiste. —insistió Aomine moviéndose sobre la cama para terminar a los pies del más bajo y apoyado sobre su regazo.

Kuroko lo miró fijamente sin borrar su sonrisa porque en cuanto vio el rostro del moreno recordó el de Kagami y pensó que, si dejaba fluir los viejos sentimientos que tenía por Aomine y suprimía los de Kagami, podría mantener una relación hasta que pudiera encontrar una forma de volver con el pelirrojo.

—Quiero que seas mi novio, Aomine-kun. —dijo con su voz calma de siempre.

Aomine cayó rendido sobre sus rodillas y la mirada perdida en la nada. No podía creer lo que había escuchado ni la situación que estaba viviendo. Kuroko, por su parte, solo lo miraba desde arriba en silencio.

—Tetsu —habló el moreno mirándolo suplicante. —, ¿puedo besarte?

Kuroko dejó salir una sutil sonrisa que muy pocas personas vieron.

—La última vez no necesitaste permiso.

Aomine sonrió de lado complacido y se acomodó mejor sobre sus rodillas para quedar a la altura del de Seirin. Estiró sus manos con nerviosismo y cuando sus palmas tocaron la suave piel de las mejillas pensó que su corazón iba a detenerse de la emoción. No era la primera vez que se besaban, pero sí lo era como pareja.

Kuroko esperó tranquilo y sin moverse. Sus ojos estaban rojos y algo hinchados por llorar, y Aomine retiró los restos de lágrimas con sus pulgares.

De forma lenta, el moreno fue acortando la distancia entre ambos rostros hasta que sus alientos chocaron en una danza de aire caliente. Kuroko cerró los ojos y cuando sintió los labios de Aomine sobre los suyos algo en su mente se cerró para siempre al igual que en su corazón.

 

 

Aomine volvió a besarlo para traerlo a la realidad de nuevo, cosa que funcionó. Kuroko, algo mareado y con las mejillas sonrojadas, se incorporó en su asiento y miró para todos lados como si no supiera donde estaba.

—Tetsu, ¿estás bien? —preguntó el moreno.

—Quiero irme a casa. —contestó el más bajo arrastrando las palabras.

Aomine lo miró enternecido y con una sonrisa, luego se puso de pie y ayudó a Kuroko a ponerse de pie también. Despacio lo llevó por la enorme casa hasta llegar a las escaleras donde justo estaban subiendo Kagami y Kise.

Kuroko no pudo soportar la imagen y giró el rostro para besar profundamente a Aomine, el cual quedó atónito ante semejante comportamiento por parte del más bajo.

—Hoy duerme conmigo, Aomine-kun. —susurró el peliceleste aún sobre los labios del moreno.

—O-Ok. —fue todo lo que pudo decir el más alto a causa del estupor.

Finalmente, desaparecieron por la misma puerta que habían usado Himuro y Murasakibara.

 

 

 

 

 

Solo habían pasado un par de minutos, pero sentía como si hubieran pasado horas y su alma se hubiera ido por el inodoro. Aunque no podía negar que luego de aquello comenzó a sentirse mejor y el mundo había dejado de dar tantas vueltas, pero la cabeza seguía doliéndole horrores.

Kagami se acercó al lavamanos y mojó su rostro, luego hizo lo mismo con su cabello, el cual peinó hacia atrás para que no le molestara. Su nariz captó el olor que provenía de su boca así que intentó encontrar algo que le dejara un aliento fresco como, por ejemplo, el enjuague bucal que estaba en el estante de la ducha y que tenía escrito el nombre de Midorima en la etiqueta. Luego de hacer varias gárgaras hasta casi dejar la botella vacía, el pelirrojo salió del baño como si nada.

Kise estaba mirando su celular para no aburrirse y en cuanto Kagami salió por la puerta, rápidamente se puso de pie y lo observó preocupado.

­—Kagamicchi, ¿estás bien? ¿Por qué estás mojado? ¿Vomitaste?

El as de Seirin se lo quedó mirando de forma seria y luego comenzó a caminar hacia donde suponía estaba la cocina. Kise se apresuró a detenerlo tomándolo de la mano.

—Espera, Kagamicchi. ¿A dónde vas?

—A la cocina. —dijo el pelirrojo con simpleza. Aún arrastraba las palabras al hablar así que Kise no podía quedarse tranquilo. —Tengo hambre.

—Kagamicchi, acabas de… ­—dijo el rubio y luego tragó con fuerza por el asco. —Acabas de vomitar, no es seguro que comas tan pronto.

Kagami observó como la mano del rubio sostenía la suya y luego observó los ojos de éste. Pasó totalmente por alto lo preocupado que lucía el rostro de Kise y se detuvo a admirarlo de otra manera. Lo fino de sus labios, lo suave que parecían sus mejillas, lo respingado y pequeño de su nariz, lo largo de sus pestañas y lo brillante de sus ojos dorados. Por un momento, Kagami encontró demasiado atractivo el rostro de Kise hasta el punto en que por la mente se le cruzó cierta imagen indecorosa con el de Kaijō como protagonista. Razón por la cual, Kagami asintió a las palabras de Kise y de dejó guiar por la mano de éste.

El siete de Kaijo no recordaba muy bien la casa de Midorima; había ido solo dos veces y jamás había pasado del living y el comedor. Pero, suponía que las habitaciones estaban arriba y que, considerando lo grande que era el hogar del peliverde, de seguro habría una o dos habitaciones que fueran para los huéspedes.

Efectivamente, luego de pasar algunas puertas y abrir otras equivocadas, el alero encontró una habitación vacía y aún con Kagami de la mano, entró. La habitación era simple con una ventana enorme, una cama de plaza y media, una mesa de noche con una lámpara, un escritorio y un alto armario con un espejo en una de sus puertas.

—Acuéstate allí, Kagami. —le dijo Kise soltándolo y acercándose a la puerta para salir. —No cierres la puerta, iré a buscar a Murasakibaracchi y Himurocchi.

A pesar de seguir un poco ebrio, el pelirrojo reaccionó lo suficientemente rápido como para volver a tomar la mano del rubio y obligarlo a que se volteara a verlo.

—Pero Tatsuya dijo que no me dejes solo. —dijo el ala pivót con una sonrisa de lado.

—¿Qué eres? ¿Un niño? —preguntó Kise algo molesto. Pero luego reaccionó. ¿Y si las náuseas volvían? No podía dejarlo solo si se quedaba dormido y se atragantaba con su propio vómito.

Kagami caminó hacia la cama y se recostó al darse cuenta de que ya había convencido al rubio de quedarse y, aunque a Kise la sola idea de ver vómito le horrorizaba, no podía dejar que algo le sucediera al pelirrojo.

Asi que, finalmente, el rubio suspiró y se tragó sus propias palabras. Cerró la puerta y se acercó a la cama donde estaba el de Seirin para sentarse en el piso, a su lado.

—¿De verdad vas a estar en el piso, Kise? —preguntó Kagami entre molesto y decepcionado. Lentamente se movió para dejarle espacio en la cama.

—No voy a arriesgarme a que me vomites encima. ­—dijo el rubio con el ceño fruncido. —Desde aquí puedo vigilarte muy bien.

Kise dirigió su mirada hacia la puerta. Algo le decía que ni Himuro ni Murasakibara iban a buscarlos el resto de la noche y eso le daba mala espina.

—No me atrevería a vomitar esa ropa tan sexy. —dijo el pelirrojo entre risas. —¿Acaso me tienes miedo?

El alero lo miró confundido ante la expresión de ropa sexy, pero no le dio mucha importancia considerando que, tal vez, Kagami seguía un poco ebrio.

—No te tengo miedo, Kagamicchi. Tengo miedo de que sufras otra nausea y me vomites. —espetó Kise. —Es al vómito al que temo.

—Te dije que estoy sobrio. No hay vómito al que temer.

Kise se lo quedó mirando de forma fija y con desconfianza por unos segundos y luego suspiró resignado.

—Si me siento en la esquina de la cama, ¿dejarás de ser molesto?

El pelirrojo se encogió de hombros como respuesta. Kise bufó y se puso de pie para luego sentarse en la esquina de la cama que estaba al lado de los pies de Kagami. Acto seguido, el de Seirin, ni lento ni perezoso se sentó en la cama invirtiendo el ángulo en el cual estaba acostado, de forma tal que su cabeza quedó en el regazo de Kise, con la mirada hacia arriba.

Kise se sobresaltó por aquello y sus mejillas se tiñeron de un leve bordó.

—¿Q-Qué haces, Kagamicchi?

­—¿Puedes acariciar mi cabeza, Kise? —dijo el pelirrojo en un susurro casi inaudible. —Así me dolerá menos.

­—¿Q-Qué? —dijo Kise confundido. Pero, al ver que el pelirrojo había cerrado los ojos dispuesto a ignorarlo, no tuvo otra opción que obedecer.

El rubio se aclaró la garganta y deslizó sus manos por el rojizo cabello, descubriendo que era muy suave al tacto, y luego enterró los dedos con delicadeza haciendo bailar las negras puntas.

Al principio estaba concentrado en su labor, pero luego la mente de Kise comenzó a divagar. Mientras estaba callado y tranquilo, Kagami era un chico muy llamativo, sobre todo físicamente, y eso le recordaba un poco a Aomine en sus tiempos en Teiko, con aquel semblante amable y casi despreocupado.

Por otra parte, para Kagami aquello se sentía realmente bien y lo relajaba mucho. Las manos del rubio rozaban cada hebra de su cabello con extrema delicadeza, una que se le antojaba casi femenina, y eso logró robarle una sutil sonrisa que pensó que solo estaba en su mente. Sin embargo, el recuerdo de que Kuroko jamás había hecho eso con él interrumpió su tranquilidad y la sonrisa se fue de sus labios.

Kise se había entusiasmado al ver lo complacido que el pelirrojo estaba gracias a sus atenciones. Pero, cuando el rostro de Kagami volvió a ser serio, el rubio detuvo el movimiento de su mano lentamente hasta alejarla por completo del rojo cabello.

—Kise, ¿por qué te detienes? —preguntó Kagami aún con los ojos cerrados.

—Creí que estabas durmiendo, Kagamicchi. —dijo Kise mientras se recostaba sobre el colchón y fijaba su mirada en el techo.

—Se sentía bien y estaba tratando de disfrutarlo. —le dijo el de Seirin con cierta vergüenza que no dejó que se notara.

—Hmmm…

Sin despegar su mirada del techo, Kise llevó las manos a su abdomen y allí las dejó. No es como si no estuviera cómodo, pero la situación era extraña y no podía evitar pensar que aquello no estaba bien.

Como si se lo hubiera dicho, Kagami se sentó en la cama y luego dejó caer su cuerpo hacia atrás para quedar al lado del alero. Kise giró el rostro en dirección al pelirrojo y se lo quedó mirando.

Notas finales:

Buenas noches! He vuelto, pero tengo malas noticias!

Debido a mis horarios de trabajo y universidad, no he podido escribir mas de lo que ya esta escrito tanto aqui como en la historia que esta publicada en Wattpad y que actualizo todos los domingos. Por ende, el fic quedara detenido aqui nuevamente hasta nuevo aviso.

El cap de hoy fue el ultimo que escribi hace meses, en verano. Y realmente pense que iba a tener tiempo de poder seguir escribiendo para poder actualizar aqui aunque sea una vez cada dos semanas, pero no me fue posible. Asi que este será el ultimo cap por ahora.

Espero sepan disculparme y me entiendan. Se que es la segunda vez que los dejo asi pero no puedo hacer nada al respecto, mi carrera y mi trabajo son muy importantes y no puedo permitirme perderlos por nada.

Prometo intentar volver lo más pronto posible asi podemos terminar esta bella historia que tanto me gusta escribir y que tanto se que les gusta leer.

Dicho esto, también les pido perdon por no poder contestar sus rw de nuevo y lamento que queden sin responder hasta la proxima vez que vuelva aquí.

Fue un gusto compartir con ustedes estos capitulos y espero podamos disfrutar de nuevo cuando vuelva.

Los quiero mucho y que tengan un buen fin de semana y año.

Nos leeremos pronto! Matta ne!


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