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La persona correcta por Chaque-chan

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Notas del capitulo:

'Cumpleaños - Cuarta Parte'

Los rostros de ambos estaban a escasos centímetros de distancia y el carmín con el ámbar comenzaron una danza ejecutada sin siquiera un sonido. Mientras Kagami admiraba la belleza del rostro del alero, éste ultimo meditaba si decir o no lo que pasaba por su mente.

―Mientras yo te acariciaba ―comenzó seriamente. ―tú pensabas en Kurokocchi, ¿verdad?

―Pensaba que él jamás había hecho algo como eso. ―dijo Kagami sin tono alguno en especial. Estaba muy concentrado en los labios de Kise mientras éstos se movían. ―Ni siquiera cuando estábamos solos o luego de hacer el amor…

―De verdad… ―dijo el rubio no muy convencido y volvió a mirar el techo. Kise elevó la mano en el aire y la luz que venía de afuera, a través de la ventana, bañó su piel hasta volverla blanca. ―Yo si estaba pensando en Aominecchi y en lo mucho que te le pareces. ―volvió a hablar aún sin mirarlo.

En un impulso, pero con lentitud y la gracia que el momento ameritaba ―incluso sorprendiéndose a sí mismo por lo apacible de sus movimientos―, Kagami estiró su mano hasta la de Kise y la envolvió.

―Supongo que es natural. ―dijo tranquilo. ―Kuroko también lo ve reflejado en mí.

Aquella acción por parte del diez tomó por sorpresa a Kise, pero no hizo ademán de romper el contacto. Extrañamente se sentía bien; el roce de la piel del pelirrojo era suave y cálido, aunque algo en su mente le decía que aquello que estaba sucediendo estaba mal. Sin embargo, el comentario del de Seirin le molestó.

―Yo no soy como Kurokocchi. ―espetó enojado.

Con su mano libre, Kagami tomó el mentón de Kise y lo obligó a mirarlo a los ojos de nuevo.

―Yo no dije que eres como él, Kise. ―dijo Kagami con voz grave.

La piel de Kise se erizó por completo cuando aquella mano rozó su rostro y las mejillas se le encendieron de un momento a otro en cuanto oyó el tono de voz del pelirrojo. No sabía qué decirle, pero tampoco quería quedar como un idiota mientras titubeaba con los labios.

―E-Esta bien. ―dijo, porque fue lo primero que se le vino a la mente.

El pulgar de Kagami comenzó a dar suaves caricias al pómulo del alero y éste se sintió cohibido, intimidado. Pero, no porque Kagami lo estuviera asustando sino porque estaba sintiendo lo mismo que sintió cuando le dijo al pelirrojo que, si se iba a América, él se sentiría solo.

Kise ya había sopesado miles de veces la idea de que, quizá, Kagami le atraía. Pero jamás profundizó en aquella idea porque no quería llegar al mismo nivel que Kuroko.

Sin embargo, allí estaba; nervioso y avergonzado por la forma en que los ojos rojizos de Kagami lo miraban.

El de Kaijō sabía que Kagami amaba a Kuroko y que a pesar de haberse separado completamente, no había dejado de amarlo. También sabía que Kagami le atraía porque se parecía a Aomine, y el pelirrojo sabía todo aquello, pero parecía no importarle.

―Kagamicchi, esto… ―dijo nervioso. ― ¿Esto está bien?

Las caricias sobre su pómulo se detuvieron y sus ojos vieron los rojizos de Kagami mucho más cerca que antes.

― ¿A qué te refieres? ―preguntó el pelirrojo consternado.

El siete tragó fuertemente. Los ojos de Kagami habían centelleado por un momento y, no sabía si era la luz que se colaba por la ventana o porque él también quizá estaba un poco ebrio, pero el pelirrojo le parecía muy atractivo. De repente, el contacto con la mano de Kagami lo hacía sentirse muy consciente de lo fuerte que latía su corazón.

―Esto… De estar así… ―Kise intentó alejarse, pero parecía como si el pelirrojo se moviera con él sobre la cama cada vez que retrocedía. ― ¿Acaso ya no te importa Kurokocchi?

―Solo diré ―comenzó Kagami mientras acercaba la mano de Kise a su rostro. ―que no eres un sustituto de nadie, en absoluto. ―finalizó, y de forma delicada besó el dorso de la nívea mano.

Aquello realmente había impresionado al rubio y lo había tomado tan desprevenido que su rostro era la fiel imagen de un tomate bien maduro.

De forma rápida, Kise alejó su mano de la de Kagami y se incorporó en la cama para sentarse y meditar. Llevó una mano hasta su pecho y casi sintió como su corazón peleaba con fuerza por salir de su caja torácica.

“Quizá está confundido.”, pensó el rubio con la mayor cantidad de calma que pudo reunir en ese momento. “Quizá malinterpretó mi ayuda y mi compañía.”, se decía a modo de consuelo.

Pero, era en vano engañarse a sí mismo cuando su cuerpo expresaba lo que no quería decir su boca. Estaba rojo, agitado, nervioso y le temblaban las manos. Temía girar el rostro para ver el de Kagami porque sentía que si volvía a ser observado por esos ojos de fuego terminaría sintiéndose desnudo y débil. Kise sabía a la perfección lo que significaban esos síntomas, pero no quería aceptarlos porque no quería ser como Kuroko, que le había robado a su persona más preciada.

Kagami, por su parte, también se sentó en la cama, pero estaba más calmado gracias al alcohol. En medio de su ebriedad, había recordado lo que Tatsuya le había aconsejado y no le pareció mala idea ponerlo en practica en ese mismo momento.

Para Kagami, Kise era guapo, alegre, cariñoso y extrovertido. No pensaba que Kuroko fuera feo, pero el resto de las virtudes del rubio eran inexistentes en el peliceleste y eso era lo que le llamaba la atención sobre el siete de Kaijō hasta el punto de gustarle.

Por esa razón, el pelirrojo pensó que ya no tenía nada que perder al intentar declarársele al rubio. Asique se inclinó levemente hacia él y le rodeó los hombros con el brazo.

―Kise…

Aquel susurro, la forma en que el aliento de Kagami golpeó la zona lateral de su cuello, el peso de aquel fornido brazo sobre sus hombros, todo aquello le confirmaron a Kise que no estaba errado al pensar que quería a Kagami, que le gustaba, que lo deseaba.

El siete no lo pensó dos veces y sin decir nada giró el rostro y estampó sus labios de forma algo torpe contra los de Kagami. Se quedó así unos minutos, muriéndose de los nervios y totalmente tieso, para luego separarse lentamente y mirarlo con culpa en los ojos.

 

 

 

 

 

Sentía el cuerpo demasiado liviano para su gusto, pero eso no quería decir que se sintiera mal. Al contrario, nunca se había sentido mejor.

Con la mirada perdida pero iluminada, Takao cruzó toda la sala de estar sin prestar atención a los invitados. Subió las escaleras de forma rápida y entró a la habitación donde estaba su Shin-chan.

―Oh, volviste. ―dijo Mibuchi desde su lugar en el escritorio. Estaba leyendo una de las revistas de Oha-Asa que Midorima tenía en su cajón.

―Tu capitán te llama. ―dijo Takao de forma seca. Aquel chico no le caía bien, no sabía por qué.

Mibuchi sonrió y cerró la revista, dejándola sobre el escritorio.

―Sé que eso es mentira. ―dijo mientras se ponía de pie. ―Pero también se que es una excusa para alejarme de aquí. Asique, por esta vez, te perdono.

Takao frunció el ceño y cuando el escolta pasó a su lado, lo esquivó como si fuera la peste misma.

―Estúpido. ―murmuró cuando Mibuchi abandonó la habitación por completo. Luego cerró la puerta y caminó hacia la cama de Midorima.

El peliverde dormía muy apaciblemente y eso hacía que el corazón de Takao fuera invadido por una ternura incontrolable. Sin embargo, se contuvo de sacarle fotos con su celular y solo se limitó a sentarse al lado del seis con cuidado para no despertarlo.

La conversación que había tenido con Akashi lo había tranquilizado y hasta había logrado disipar cualquier duda sobre los sentimientos actuales del peliverde para con él.

Bueno, casi todas las dudas.

Si no mal recordaba, ninguno de los dos se le había confesado al otro como correspondía. Todo había sido puro jugueteo y besos robados. Takao jamás le había confesado a Midorima como se sentía realmente hacia él, y el peliverde… Bueno, esa era otra historia.

Mientras la mente del base seguía rumiando en sus propios pensamientos, mirando a la nada, Midorima había despertado y se encontraba mirando en total silencio el perfil del pelinegro.

Como si de telepatía se tratara, el peliverde se encontraba pensando exactamente lo mismo que el base. Con la diferencia de que su cuerpo estaba siendo invadido totalmente por los nervios.

“Es ahora o nunca. No lo arruines.”, se dijo a sí mismo y con sigilo estiró su mano hasta alcanzar la muñeca de Takao.

 

 

 

 

 

Riko y Hyūga casi gritan de espanto al oír las palabras que habían salido de los labios de Kuroko, y sus ojos casi se salen de sus cuencas al ver como el peliceleste se retiraba de la casa de Midorima tomando la mano del mismísimo Aomine Daiki.

Si no fuera porque Kiyoshi los sostuvo a ambos de sus hombros y se los apretujó levemente, de seguro los dos hubieran montado el escándalo más grande después de que Izuki le vomitara el vestido a Momoi en la fiesta de Kise el mes pasado.

― ¡¿Cómo diablos puedes estar tan calmado?! ―exclamó Hyūga al tiempo que golpeaba su vaso contra la mesada de la cocina. Kiyoshi le sonrió con calma mientras los tres mayores de Shutoku ―Ōtsubo, Miyaji y Kimura― observaban al cuatro de Seirin con algo de miedo y confusión.

―Entonces, ¿Kuroko-kun engañó a Kagami-kun? ―murmuró Riko algo perdida. Por fuera parecía calmada, pero por dentro era una tormenta de emociones y sentimientos encontrados; ya no sabía que pensar o esperar de toda aquella situación.

Por su parte, Kiyoshi solo sonreía mientras observaba como sus amigos intentaban procesar algo que él ya sabía desde hacía casi un mes atrás.

Hyūga se dio cuenta de aquella expresión y lo que ocultaba esa sonrisa, y no pudo evitar abalanzarse sobre el pivót cual animal salvaje. Teppei solo lo esquivó y luego le rodeó el cuello con su fornido brazo para controlarlo.

― ¡¿Por qué no dijiste nada!? ―gritó el de gafas con el rostro rojo a causa de la cólera que lo invadía. Los de Shutoku, presos de la curiosidad, no pudieron evitar meterse en el asunto.

― ¿De qué esta hablando? ―indagó Ōtsubo mirando fijamente el apacible rostro de Kiyoshi.

― ¿Acaso tú sabías todo lo que estaba pasando entre Kagami y Kuroko? ―dijo Kimura algo sorprendido.

― ¿Y no dijiste nada? ―espetó Miyaji algo molesto, pero no tanto como Hyūga que peleaba con ahínco por zafarse del enorme brazo del siete y tener la oportunidad de, aunque sea, darle una buena bofetada.

Kiyoshi se limitó a sonreír de nuevo y solo guardó silencio.

―Teppei. ―habló Riko con tono serio. La chica lo miraba fijamente y había posado una mano sobre el pecho del más alto. ―Por favor, dinos qué fue lo que pasó y cómo te enteraste.

 

 

 

 

 

La tensión que se había formado en la habitación en ese momento era tan pesada que podía cortarse hasta con un hacha.

Ninguno de los dos dejaba de mirarse a los ojos fijamente y las mejillas de ambos ardían más de vergüenza que por el alcohol que circulaba por su sangre ―y que prácticamente ya era casi inexistente en sus cuerpos.

Kagami no dejaba de parpadear anonadado mientras Kise apretaba sus labios con fuerza al punto de que éstos se tornaron blancos.

Ninguno de los dos podía controlar el acelerado latir de su corazón, pero también sabían que si seguían en silencio todo se volvería más tenso aún.

Pero ni el pelirrojo ni el rubio sabían qué decir luego de aquel beso.

Ni Kise pensó que se atrevería a hacerlo por voluntad propia, ni Kagami creyó que el rubio lo besaría de la mismísima nada.

¿Aquello era lo que se llamaba “una confesión silenciosa”?

¡Al diablo!

Aquello no importaba en ese momento.

Ambos muchachos necesitaban comenzar algún tipo de conversación o aquello seguiría siendo una situación incomoda hasta en sus propios sueños.

―Kise, yo…

―Kagamicchi…

Hablaron al mismo tiempo.

Se callaron abruptamente y bajaron la mirada.

Se miraron a los ojos nuevamente.

Y, por último, comenzaron a reír.

―Lo siento. ―dijo Kagami con una sonrisa de lado. ―Soy muy torpe para estas cosas.

―Si, yo también. ―habló Kise, también sonriendo. ― ¿Qué querías decirme, Kagamicchi?

―No, tú primero. ―espetó el pelirrojo. ―Yo fui quien te interrumpió por empezar.

Kise negó con la cabeza.

―Lo mío puede esperar. Lo tuyo parece más urgente. ―le dijo sonriendo casi de forma burlona. Y es que realmente Kagami había hecho cierto gesto de desesperación cuando comenzó a hablar.

Kagami se mordió el labio inferior con fuerza.

Realmente no tenía nada para decirle al rubio ―salvo pedirle otro beso―, pero luego de ver su sonrisa y notar que ya no había tanta tensión en el aire y entre ellos, una idea algo descabellada se cruzó por su cabeza.

“El ‘no’ ya lo tengo.”, se dijo Taiga a sí mismo. “Solo debo luchar por un ‘sí’.”.

Kise lo observaba paciente pero expectante. La curiosidad lo estaba matando.

¿Quizá iba a criticarle el beso? ¿Quizá iba a decirle que se olvidara de aquella situación y que ambos le echarían la culpa al alcohol si alguien preguntaba? ¿Iba a rechazarlo? ¿Iba a insultarlo?

Por la mente del rubio solo transitaban pensamientos negativos, ninguna idea optimista parecía querer aparecer para hacerlo sentir seguro del beso que le había dado a Kagami.

Sin embargo, y contra todo pronóstico, la pregunta del diez de Seirin lo dejó totalmente helado y con la mente en blanco.

―Kise, ¿quieres venir de vacaciones a América conmigo lo que resta del verano?

Notas finales:

Ohaio, Minna-san!!!

NO ES INCREIBLE? HE VUELTO!

Después de tanto tiempo, volví a tener tiempo e inspiración para escribir!! Ni yo lo puedo creer!

Hay tantas cosas que quiero contarles y preguntarles pero por ahora me limitaré a dejarles un abrazo enorme y un beso mas enorme aún si es que vuelven a ser mis fieles lectores!

Les dejo mi instagram, por si quieren hablar conmigo: @chaque_

Y, como siempre, saben que sus rw son más que bienvenidos!

Nos vemos en la próxima actualización que, espero, sea pronto! Mandenme sus buenas vibras para que así sea!

Que tengan bello comienzo de la semana! Matta ne!


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