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La persona correcta por Chaque-chan

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Notas del capitulo:

'Fiesta - Primera Parte'

¿Por qué le pasaba eso a él? Siempre hacía todo de la manera correcta, era un buen hijo y un buen estudiante. Jamás había fallado un tiro en los partidos y todos los días, por la mañana, miraba el programa de Oha-Asa religiosamente.

Entonces, ¿por qué?

Bueno, no es como si pudiera evitar que Kise cumpliera años esa misma noche —eso hubiera requerido de su presencia en el pasado para matar al rubio y los viajes en el tiempo no pasaban en la vida real.

No consideraba el cumpleaños del de Kaijo como algo relevante, algo que pudiera alterar su estilo de vida. Al menos, no lo había considerado de esa forma en el pasado. Pero ahora que el evento involucraba no solo su existencia sino la del resto de su equipo, Midorima estaba comenzando a desear que Kise nunca hubiera nacido.

La invitación había sido muy simple: un mensaje de texto con la dirección del siete —como si él no la conociera ya— y el recordatorio de llevar una o dos bebidas alcohólicas por persona. Todo adjuntado a un montón de emoticones y el horario en que debían presentarse.

Quizá el tema de aquella fiesta hubiera sido ignorado si Miyaji —que justo estaba en el vestuario cuando el celular del peliverde sonó— no hubiera tenido la idea de molestar al escolta y arrebatarle el aparato para saber quién había sido la persona que había mensajeado al de gafas.

Por supuesto que no pasó mucho tiempo antes de que Ōtsubo y Kimura también se enteraran —teniendo en cuenta que Miyaji salió corriendo en dirección a la cancha, a los gritos y aun con el celular en la mano, decidiendo, sin oír los firmes reclamos de Midorima, asistir a la fiesta.

— ¿Fiesta? —preguntó Takao dejando caer la pelota que tenía entre las manos. — ¿Dónde? ¿Puedo ir?

—Todos estamos invitados. —le contestó Miyaji con una sonrisa. Detrás de él, Midorima suspiró resignado al darse cuenta de que nadie lo estaba escuchando.

—Kise Ryouta, de Kaijo, cumple años. —comentó Kimura tomando el celular y dándoselo al de ojo de halcón. Takao lo tomó curioso y en silencio leyó lo que decía el mensaje.

—Ah, el compañero de Shi… de Midorima-kun. —dijo Takao devolviéndole el celular a su senpai.

Nadie le dio importancia a la forma en que el diez llamó al peliverde. Intuían que algo había pasado entre los dos para que el drástico cambio de actitud por parte de Takao hiciera acto de presencia, pero no tenían el valor suficiente como para preguntar. Mientras aquello no interviniera en el desempeño de ambos durante los partidos —y no lo estaba haciendo—, no se meterían en medio.

Midorima se acomodó las gafas una vez recibió su celular de vuelta y le contestó un frío y seco OK a Kise antes de cerrarlo. Se cruzó de brazos y observó de forma fija la figura de Takao.

¿Cuánto tiempo más iba a comportarse de esa manera con él?

Si bien ahora le hablaba de forma normal y su sincronización seguía siendo la de antes, el pelinegro había cambiado bastante su forma de tratarlo.

Ya no lo acompañaba a comprar sus amuletos de la suerte para el día siguiente luego de clases ni tampoco lo iba a buscar a su casa por las mañanas para ir al instituto. Además de que había dejado de llamarlo ‘Shin-chan’ y que solo le hablaba durante las prácticas del equipo.

Midorima era demasiado orgulloso como para admitir que todos aquellos cambios le generaban algo extraño en lo más profundo de su pecho, así que decidió ignorarlos y hacer de cuenta que todo estaba bien. Pero algo más estaba pasando que lo tenía inquieto.

Durante esa semana que habían estado algo distanciados, Takao se había vuelto particularmente cercano a Ōtsubo. No es como si fuera extraño que el base de un equipo se llevara bien con el capitán, después de todo se suponía que entre ambos debían armar las jugadas. Pero la cercanía de Takao hacia el mayor realmente molestaba a Midorima.

—Ōtsubo-senpai, ¿tú vas a ir? —preguntó Takao mientras recogía el balón que había dejado caer anteriormente. El mayor sonrió.

—Claro que sí. Al parecer, promete ser una buena fiesta.

—Entonces yo también iré. —contestó el diez con otra sonrisa.

Una pequeña vena comenzó a palpitar en la frente de Midorima al oír eso.

¿Por qué el capitán? ¿Por qué, de entre todos los del equipo, Takao prefería al capitán? ¿Por qué no podía ser él?

Midorima frunció el ceño al darse cuenta de aquella última pregunta formulada en su cabeza y desechó esa línea de pensamiento de inmediato.

No le importaba. No tenía por qué importarle que Takao ya no lo admirara como solía hacerlo. O, al menos, eso era lo que se repetía a sí mismo mientras caminaba hacia el vestuario para guardar su teléfono celular en su bolso.

Todo siempre parecía ser una broma con el diez, así que no pasaba nada sino se tomaba en serio lo que éste decía.

¿Verdad?

Quizá solo estaba actuando de esa forma desde hacía una semana para molestarlo, como siempre.

¿Cierto?

— ¡Maldición! —exclamó Midorima al tiempo que pateaba una de las bancas del lugar y luego se sentaba en ella con toda la frustración del mundo sobre sus hombros.

No tenía otra opción, no quería elegir otra. Iba a tener que ir a la fiesta de Kise para evitar que Takao se volviera más cercano al capitán y así averiguar qué era lo que le ocurría al diez como para que lo tratara de esa manera.

—Menos mal que traje mi amuleto del día de hoy para contrarrestar mi mala suerte. —murmuró el escolta mientras observaba su muñequera.

Esa muñequera se la había regalado Takao un par de meses atrás sin razón alguna y el amuleto que sugirió Oha-Asa para cáncer ese día era un regalo de parte de un ser querido.

 

 

 

 

—Es nuestra oportunidad.

—No podemos dejarla pasar.

—Tenemos que saber qué pasó.

—O sino, todo estará perdido.

En una esquina de aquel enorme Maji Burger, un grupo de seis jóvenes se encontraba reunido alrededor de una mesa con sus pedidos en el centro. Parecían una especie de grupo de mafiosos pero solo se trataba de un grupo de estudiantes de instituto.

Sus voces se oían bajo, como si murmuraran algo, en una actitud bastante sospechosa. Solo uno de ellos se encontraba recostado contra el respaldo de su asiento, con una sonrisa en su rostro y un sorbete entre sus labios que succionaba de vez en cuando para beber de su batido de frutilla.

— ¿No creen que se están tomando esto muy a pecho? —habló Kiyoshi aún con el sorbete entre sus labios. Riko y Hyuuga lo fulminaron con la mirada.

— ¿Tú no estarás muy relajado? —dijo Hyuuga con tono molesto.

—Es que —comenzó el siete mientras se sentaba de forma correcta y apoyaba los codos sobre la mesa. —si Kagami y Kuroko no les dijeron nada, ¿no será porque no quieren hacerlo?

— ¡No! —exclamó el de gafas. —Somos sus senpais, deben confiar en nosotros. Algo se deben traer entre manos como para no querer hablar.

Kiyoshi suspiró. Hyuuga no iba a admitirlo pero el castaño estaba seguro de que solo estaba involucrado en todo aquello por chismoso.

—Riko, ¿tú qué opinas?

—Yo solo estoy preocupada por cómo les afectará esto en juegos futuros y… —se detuvo un momento y miró en todas direcciones. — ¿E Izuki-kun? ¿Por qué no vino?

—Hyuuga lo sacó a patadas mientras veníamos aquí. —contestó Koganei. Riko parpadeó confundida.

— ¿Y eso por qué?

—Porque Izuki hizo una rima en referencia a sus gafas y… ya sabes.

Riko suspiró resignada y negó con la cabeza.

—De todas formas —siguió Kiyoshi aún con su batido en sus labios. —, si ellos no quieren decírnoslo no hay caso.

Todos —menos Hyuuga— asintieron de acuerdo con ese comentario hasta que Mitobe comenzó a agitar sus manos en el aire y a abrir sus ojos repetidamente.

Los chicos se quedaron en silencio y expectantes a que Koganei hiciera una traducción de lo que el pelinegro estaba tratando de decirles. Pero el alero estaba muy ocupado haciéndole ojitos a la cajera del lugar.

— ¡Koga! —exclamó Hyuuga furioso. Koganei se tambaleó en su asiento a causa del susto pero pronto se estabilizó y se limitó a hacer lo que todos estaban esperando ansiosos.

—Mitobe dice que, ya que vamos a la fiesta de cumpleaños de Kise —comenzó el castaño. —, en vez de obligar a Kagami y a Kuroko a que nos digan qué pasó entre ellos, esperemos a que se pongan un poco ebrios y así preguntarles con más calma. Después de todo, si están ebrios no sabrán por qué les preguntamos eso y no se negaran.

Si bien todos se preguntaban cómo hacía Koganei para entender al más alto luego de una sola mirada, también consideraron que la idea de Mitobe no sonaba nada mal.

Ninguno sabía cómo eran Kagami y Kuroko en estado de ebriedad —aunque tampoco se esperaban la gran cosa— pero si eso los ayudaba a saciar su curiosidad, lograrían que tomaran hasta no poder seguir de pie.

— ¡Bien! ¡Está decidido! —dijo Riko poniéndose de pie y con una mirada de determinación en el rostro. —Nuestro objetivo de esta noche será embriagar a Kagami-kun y a Kuroko-kun hasta que digan por sí mismos qué pasa entre ellos.

Hyuuga festejó internamente mientras Koganei y Mitobe asentían ante las palabras de su entrenadora. Por su parte, Kiyoshi y Tsuchida solo suspiraron resignados mientras negaban con la cabeza. Ambos sabían que nada bueno podía salir de ese plan tan improvisado y con tantas probabilidades de fallo.

 

 

 

 

Nunca le había levantado la mano a una mujer, aquella idea ni siquiera habían cruzado su mente ni una sola vez. Pero si su amiga de la infancia seguía insistiéndole de esa manera, tal vez comenzaría a tenerlo en cuenta.

Solo quería tener una tranquila siesta en la azotea de su instituto como todos los días —luego de saltarse las últimas tres horas de clase— y sabía que tarde o temprano, Momoi subiría a decirle que debía dejar de saltarse los entrenamientos. Estaba bien, podía manejar aquello.

Pero que la chica subiera para reprocharle el por qué se había negado a ir a la fiesta de cumpleaños de Kise esa noche ya le parecía demasiado molesto como para lidiar con ello.

—Satsuki, no me obligues a sacarme los zapatos. —la amenazó Aomine mientras acomodaba la punta de su pie derecho en el talón de su pie izquierdo.

—Haz lo que quieras, Dai-chan. —lo desafió Momoi mientras se cruzaba de brazos e inflaba los mofletes en un puchero. —No me iré de aquí hasta que digas que vas a ir a la fiesta de Ki-chan.

Aomine suspiró molesto y se dio vuelta, dándole la espalda a Momoi que seguía firme en su lugar y mirándolo furiosa.

El moreno había puesto como excusa que no iría a la fiesta del de Kaijo si eso requería que debía viajar hasta Kanagawa. Pero aquello estaba muy lejos de ser cierto.

La distancia no le incomodaba, lo que realmente le incomodaba era que debía volver a ver a Kise luego de la confesión que éste le había hecho, una semana atrás.

No tenía ni la más pálida idea de qué cara poner cuando volviera a estar con el alero frente a frente. Sobre todo si se tenía en cuenta que luego de la confesión se fue del instituto Kaijo directo a tomar el tren para ir a su casa, olvidando su bolso en dicha escuela —razón por la que Momoi también estaba enojada con él.

Aomine tenía muy en claro que su corazón era solo de y para Kuroko. Pero tenía que admitir —por poco que le gustara— que el hecho de saber que le gustaba a Kise lo había descolocado un poco.

¿Por qué él? ¿Qué había hecho para que Kise se fijara en él de esa forma?

Sabía que era atractivo hasta la médula, tenía a la mayoría de sus compañeras de clases —y varios compañeros— comiendo de la palma de su mano, pero no entendía que podía verle un tipo como Kise —más atractivo que él y con tantas mujeres alrededor— como para llegar al extremo de confesársele.

Pero ese no era el problema principal. Lo que tenía inquieto a Aomine era que no sabía qué hacer.

Más allá de lo descarado que podía llegar a ser algunas veces, sabía que no era lo correcto que se apareciera en la casa de Kise, en su cumpleaños, como si nada hubiera pasado entre ellos. Aunque tampoco podía faltar sin siquiera dar una excusa un poco más convincente. Siempre había considerado al rubio un poco molesto, pero nunca lo suficiente como para defraudarlo de esa manera.

Aún seguía siendo su amigo.

O, al menos, así lo consideraba él.

Ahora que lo pensaba bien, cuando Kise se le confesó, él no contestó ni un sí ni un no. Solo se fue y lo dejó solo.

Quizá Kise lo había invitado porque aun guardaba la esperanza de que le correspondería y el hecho de invitar al resto del equipo solo era una excusa.

No. Él no le correspondería. Él amaba a su ex sombra. Y debía dejárselo en claro al rubio a como dé lugar.

Momoi se estaba por poner de pie, totalmente resignada y decepcionada de que sus insistencias no habían tenido el efecto que ella quería, cuando Aomine se giró y la tomó de la muñeca.

—Iré. —habló el cinco. A Momoi se le iluminaron los ojos y una sonrisa se dibujó en su rostro. Pero Aomine apretó su mano en torno a la muñeca de la pelirrosa. —Pero solo si no me arrastras contigo de compras por el resto del mes.

Momoi rió y se le abalanzó encima para abrazarlo.

— ¡Gracias, Dai-chan!

Aomine chasqueó la lengua con molestia pero de todas formas apoyó su mano en la espalda de Momoi y la acarició.

—Tetsu-kun se pondrá contento de saber que vas. —dijo la chica aun abrazándolo. Aomine sonrió.

No solo iría y aclararía las cosas con Kise, sino que también interceptaría a Kuroko en algún momento de la noche y lo obligaría a darle una respuesta a su propia confesión, estuviera o no de novio con Kagami.

 

 

 

 

—Bueno, Yuki-chan. Si mi Ryou-chan hace estragos, me llamas. Muchas gracias por venir, nos vemos mañana en la noche.

Kasamatsu asintió ante cada palabra que la madre de Kise le decía y, cuando ésta se despidió, la saludó con la mano y cerró la puerta. Detrás de él, Moriyama, Kobori, Hayakawa y Nakamura hacían un intento casi sobre humano por no reírse.

— ¿Y ahora qué, Yuki-chan? —dijo Moriyama entre risas mal disimuladas intentando sonar como la mamá de Kise. Kasamatsu dejó las llaves de la casa en un plato que repasaba sobre una mesa, a un lado de la puerta, y se giró para fulminar a su equipo con la mirada.

—Kasamatsu-senpai, ¿me ayudas? —gritó Kise desde la habitación contigua. Kasamatsu caminó por el pasillo y antes de ir donde Kise, se detuvo.

—Me las pagarán más tarde. —murmuró el base en un siseo de amenaza. Los cuatro jóvenes asintieron aun aguantando las risas y luego se dispusieron a seguirlo hacia el living, donde estaba el rubio. Cuando llegaron, todos se quedaron algo extrañados. —Kise, ¿qué haces?

El rubio, que estaba agachado a un lado del sofá, se incorporó y se sacudió las manos antes de hablar.

—Bueno, esta alfombra es muy importante para mi mamá. —comenzó el rubio con una sonrisa tímida. —Tengo miedo de que alguien vomite y quede arruinada.

—Y estabas pensando en moverla. —comentó Nakamura. Kise asintió.

—Pero primero hay que  mover el sofá y los demás muebles.

—Tranquilo, te ayudaremos. —dijo Moriyama con una sonrisa.

Con paciencia y mucha fuerza, los seis jóvenes movieron el enorme sofá para luego hacer lo mismo con la mesa ratona, el mueble de la televisión y los otros cuatro sillones individuales que conformaban el espacioso living. Después entre todos enrollaron la enorme alfombra y la llevaron a cuestas sobre sus hombros hasta el primer piso, a una de las habitaciones de huéspedes.

—Bien, ¿algo más que debamos esconder? —preguntó Hayakawa mientras bajaban las escaleras. Kise negó.

—Eso es todo. La heladera ya está vacía para que pongan todas sus bebidas allí y hoy en la tarde me encargué de acomodar el jardín de modo que nadie rompa nada.

—No tienes mucha confianza a tus amigos, ¿no? —preguntó Moriyama.

—No tenemos confianza en el equipo de Tōō. —dijo Kasamatsu cruzándose de brazos.

—Si es verdad que parecen algo… problemáticos. —comentó Nakamura rascándose la nuca. — ¿Por qué los invitaste, Kise?

—Bueno… —comenzó el rubio con una sonrisa nerviosa. —Aominecchi y Momocchi son mis amigos, después de todo.

Hayakawa y Kobori asintieron ante ese comentario en acuerdo mientras Kasamatsu desviaba la vista hacia otro lado.

Kise a veces podía ser tan transparente.

Si tenía que ser sincero, Kise no tenía la intención de invitarlos al principio. Había sufrido una fuerte humillación luego de confesarse ante Aomine —que salió caminando del instituto sin siquiera darle una respuesta. Pero Moriyama había insistido tanto en que invitara a Momoi —porque quería deleitarse con la ropa que suponía llevaría la pelirrosa a la fiesta— que no pudo negarse de forma convincente.

Además, creía que la humillación sería peor si actuaba de forma inmadura ante el moreno y no lo invitaba a su cumpleaños. Lo que menos quería era alejarse de él. Quizá no conseguiría su amor pero, a esas alturas, se conformaba con ser su amigo más cercano.

—Hablando de bebidas —dijo Kobori. —, deberíamos guardar las nuestras antes de que se calienten del todo.

Nakamura y Moriyama asintieron y ayudaron al pivót a llevar las bolsas a la cocina. Cuando regresaron con los demás al living entre todos se dispusieron a colocar los muebles en su posición original y una vez terminada esa tarea, salieron al jardín dejando solos a Kise y Kasamatsu.

—Senpai. —lo llamó Kise. Kasamatsu giró el rostro para mirarlo. —Gracias.

La boca de Kasamatsu se abrió varias veces pero nada logró salir de ella. La sonrisa que Kise tenía dibujada en su rostro en ese momento lo había dejado totalmente atónito.

Muchas veces había soñado con esa sonrisa, pero cuando se enteró que al rubio le gustaba el cinco de Tōō, había perdido todas las esperanzas que tenía de alguna vez lograr que Kise le sonriera de esa manera.

Ahora que realmente estaba pasando, no sabía cómo reaccionar.

Nunca se lo había puesto a pensar en profundidad, pero estaba seguro de que su vida sería muchísimo mejor si pudiera ser capaz de ver esa sonrisa todos los días de su vida.

‘Díselo.’, le dijo una voz dentro de su cabeza y Kasamatsu sabía muy bien a qué se refería.

Estaban solos, Kise lo estaba mirando a los ojos y le sonreía de una manera que nunca antes lo había hecho. Si no aprovechaba esa oportunidad que Buda le estaba dando, era un completo idiota.

—Kise. —habló el base con tono serio. El rubio alzó las cejas y sin borrar su sonrisa asintió, dándole a entender que lo estaba escuchando.

De repente, Kasamatsu sintió como una enorme presión lo aplastaba desde los hombros, obligándolo a hundirse en el piso. Los nervios se hicieron presentes en su piel, que se erizó y comenzó a sudar en la zona del rostro. Su garganta se había vuelto muy seca de un momento a otro y creía que había perdido toda capacidad de hablar sin razón alguna. Un nudo se instaló en la boca de su estómago y comenzó a sentir como algo se revolvía dentro del mismo generándole una desagradable sensación de ansiedad.

— ¿Senpai? —preguntó Kise al ver que el mayor no contestaba. No creía estar lo suficientemente sordo o loco como para creer que el base lo había llamado.

Sin embargo, Kasamatsu no movía ni un solo músculo, ni siquiera los de su cara. Estaba paralizado por el miedo y las ansias. Su mayor miedo era que Kise lo rechazara y si seguía así no pasaría mucho tiempo antes de que eso se hiciera realidad.

—Ki-Kise, yo…

Entonces, sonó el timbre.

Kise salió corriendo al recibidor para abrir la puerta y darle la bienvenida al equipo de Midorima que había sido el primero en llegar.

El resto del equipo de Kaijo volvió a entrar al living para saber quién había llegado.

Y Kasamatsu había perdido la oportunidad de su vida.

Notas finales:

Lo siento, de nuevo me atrasé! Aunque, esta vez solo fue por un día así que espero sepan disculparme!

Como han estado? Cómo estuvo su semana? Espero que bien y que el fin de semana la pasen mejor!

Quiero comentarles que mi epoca de examenes ha comenzado y estoy corriendo contra el reloj para llegar con todo y así aprobarlos, por lo tanto espero me tengan paciencia si nuevamente me atraso con la actualización (Y si, me refiero a que, quizá, vuelva a atrasarme una semana completa en la actualización)

Como siempre, sus opiniones y criticas son más que bienvenidas así que no duden en dejarlas cuando terminen de leer el capitulo!

Hasta la semana que viene, si Dios lo quiere! Matta ne!


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