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La persona correcta por Chaque-chan

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Notas del capitulo:

'Fiesta - Tercera Parte.'

El paisaje era extraño.

Estaban pasando cosas que no se veían todos los días.

O, por lo menos, que alguien jamás se hubiese imaginado que pasarían.

El jardín trasero estaba dividido en tres zonas muy bien definidas a partir de las personas que se encontraban en ellas. Por un lado, estaba la mesa del jardín donde Kagami y Himuro jugaban beer-pong y eran observados por Nakamura, Imayoshi, Wakamatsu, Riko y Kiyoshi. Se había generado una especie de apuesta —ideada por Imayoshi— donde el castigo del perdedor era beberse una botella de sake de una sola vez y entera. Pero el castigo era compartido y si el jugador caía, aquellos que lo alentaban caerían con él. Por lo que Riko y Kiyoshi le gritaban desesperados a Kagami para que ganara mientras Nakamura y Wakamatsu le susurraban palabras de aliento al oído a Himuro. Imayoshi, por su parte, se encontraba parado frente a la mesa, en medio de ambos bandos, con esa sonrisa perturbadora tan propia de él y mirando la situación analíticamente.

En la otra punta de la casa, muy lejos de la mesa de beer-pong, Hyuuga y Sakurai estaban teniendo una competencia de escoltas en la cancha de básquet de la casa de Kise. Los balones no dejaban de entrar en la canasta una y otra y otra vez al mismo tiempo que el marcador imaginario aumentaba de a poco. Por cada tiro que Hyuuga hacía, Sakurai se lo devolvía sin piedad. Estaba siendo un uno-a-uno espectacular y era una lástima que nadie los estuviera mirando. Pero entonces, Sakurai apretó los labios con fuerza y dejó caer el balón. Hyuuga chasqueó la lengua molesto y tomó el balón al tiempo que se acercaba al nueve y le gritaba casi de forma inentendible a causa del alcohol.

— ¡¿Qué demonios te pasa, hongo compungido?! —exclamó arrastrando las palabras y pronunciando varias eses de más. — ¡¿Ahora por qué mierda haces puchero?!

Sakurai no le contestó y simplemente se llevó una mano a la boca y la otra al abdomen, a la altura de la boca del estómago. Se dobló sobre sí mismo y su cuerpo comenzó a sufrir cortos espasmos.

—Oi, ¿estás bien? —preguntó Hyuuga un poco preocupado. El ver al castaño en ese estado logró que los efectos del alcohol se desvanecieran de un momento a otro.

Hyuuga dejó el balón en el piso y lentamente fue acercándose a Sakurai mientras éste se doblaba más y sufría nuevos espasmos. Colocó ambas manos en los hombros del castaño y lo obligó a incorporarse para que lo mirara a la cara.

— ¡Oi, hongo! ¡¿Qué te pasa?!

Tal vez contestar esa pregunta no había sido la mejor idea que Sakurai había tenido en su vida. Pero le parecía descortés no decirle nada y, además, ya no podía contenerse por mucho tiempo más.

Hyuuga iba a preguntar de nuevo, al borde de la desesperación, cuando la voz de Sakurai salió desgarrada de su garganta y de su boca escapó una mezcla de vodka con jugo de naranja y la cena de esa noche.

La camisa blanca del de gafas quedó totalmente teñida de naranja de la cintura para abajo y luego de que Sakurai terminara de vomitar, soltó el agarre de sus hombros dejándolo caer de rodillas al suelo.

—L-Lo… Lo siento. —fue todo lo que el de Tōō pudo articular antes de seguir vomitando, esta vez en el piso de la cancha.

Era la primera vez que Sakurai iba a una fiesta y, por ende, que bebía alcohol. No tenía idea de los efectos desastrosos que aquella sustancia podía generarle a su cuerpo. Y mucho menos sabía que en aquel estado no era recomendable moverse tanto como lo estaba haciendo durante aquel partido.

Hyuuga, por su parte, se quedó estático, mirando hacia la nada, con los ojos abiertos como un par de platos. Parecía no importarle que ahora su camisa dejaba caer gotas de alcohol semidigerido y olía a comida casi rancia. Y cuando Sakurai terminó de expulsar todo lo toxico por su boca, la expresión del cuatro solo logró asustarlo más.

Lejos de la ira a punto de estallar de Hyuuga, casi al final del terreno de la casa de Kise, Tsuchida no dejaba de suspirar y negar con la cabeza totalmente frustrado. El lago tenía veinte, veinte centímetros de profundidad. Ni siquiera un bebe podía ahogarse allí. Pero Koganei estaba demasiado ebrio como para razonar aquello y mientras movía sus brazos aleatoriamente de un lado a otro, gritaba a todo pulmón que, por favor, lo rescataran o iba a terminar ahogándose.

Tsuchida intentó frenarlo cinco veces de que se arrojara allí y trató otras tres de reprenderlo para que dejara de hacer escándalo por semejante estupidez. Pero aquello nunca iba a funcionar si la ebriedad de Koganei era potenciada por la ebriedad del actual capitán de Kaijo, Hayakawa. Ambos chicos chapoteaban desesperados en aquella baja cantidad de agua mientras escondían el rostro en la misma para luego salir y gritar que se estaban ahogando.

—Mitobe, ¿tú también estás ebrio? —preguntó Tsuchida, ignorando de momento el griterío de los otros dos. Mitobe negó con la cabeza.

Tsuchida volvió a suspirar. Al parecer, Mitobe estaba imitando a Koganei solo para ser un buen amigo.

—Vamos a buscar algo con que secarte y quedémonos adentro. —dijo Tsuchida al tiempo que se giraba y comenzaba a caminar en dirección a la casa.

Mitobe asintió, independientemente de si Tsuchida lo vio o no, y se puso de pie en el lago para salir y seguir a su compañero.

— ¡Mitobe, ayúdame! —gritó Koganei desesperado y aun chapoteando. Pero el pelinegro no se giró en su dirección.

—Tu amigo es muy aburrido. —acotó Hayakawa, también dejando de chapotear. Koganei asintió.

—Ah, tengo sed. —dijo luego de un suspiro.

— ¿Vamos a la cocina por algo de beber?

—Claro.

Ambos se pusieron de pie, se sacudieron un poco las ropas empapadas de agua y salieron del lago por el mismo camino que se habían ido los otros dos.

 

 

 

 

Dentro de la casa de Kise el panorama era bastante diferente.

Si bien las mejillas sonrojadas y los balbuceos inentendibles seguían siendo el factor común al igual que en el exterior, parecía que dentro de aquellas paredes había cierto toque de paz.

Cuando entraron, Mitobe y Tsuchida pasaron frente al sofá donde antes se encontraban Midorima, Miyaji y Kasamatsu. Pero esta vez, en sus lugares, se encontraban Furihata, Fukuda y Kawahara jugando un confuso juego de palabras inentendibles a causa de su estado de ebriedad. Sin embargo, en el juego, el que se equivocaba al momento de repetir la oración dicha por el otro —y eso estaba determinado por el que había hablado anteriormente y de su nivel de alcohol en sangre como para admitir lo que realmente había dicho—, debía beber otra medida de lo que fuera que hubiera en la mesa del living.

Estaban muy ebrios, sí. Pero estaban sentados y totalmente encerrados en su juego. Así que no eran un peligro para nadie.

Cuando Mitobe y Tsuchida doblaron en el pasillo a un lado de la escalera, una risa escandalosa estalló en la cocina. Al parecer, Miyaji estaba descubriendo sus dotes como comediante y, gracias a la enorme cantidad de alcohol que Okamura había ingerido, parecía que le estaba saliendo bien.

— ¿Siempre es así de idiota? —le preguntó Fukui a Kimura mientras oía otra de las tontas bromas de Miyaji.

—Se podría decir lo mismo de tu capitán, ¿no? —dijo el ala pivót antes de beber un poco más de cerveza. Fukui sonrió.

—Eres malo.

—Tú empezaste. —contestó Kimura encogiéndose de hombros. —Pero te conviene que Miyaji no te escuche.

— ¿Se va a enojar? —preguntó el rubio entre risas.

—Te va a arrojar piñas y mi familia tiene un almacén. —le contestó el cinco de Shutoku con seriedad. Fukui parpadeó dos veces confundido y se lo quedó mirando fijamente.

Tsuchida volvió a doblar por el pasillo hacia la derecha, seguido por Mitobe, cuando Momoi apareció apoyada sobre la puerta del baño. Llevaba puesto un ajustado vestido color agua marina que a penas y llegaba hasta el borde inferior de sus glúteos y que dejaba a la vista sus enormes pechos gracias al pronunciado escote.

El nueve de Seirin tuvo que menear la cabeza un par de veces para hacer desaparecer su sonrojo y antes de hablar se aclaró la garganta.

—Di-Disculpa. —dijo Tsuchida lo más serio posible. Momoi giró el rostro y lo miró entre ebria e incrédula. — ¿Po-Podrías correrte? Tengo que abrir la puerta y…

— ¡Tsuchida! —exclamó una voz con tono molesto. El nueve se giró para encontrarse con la tambaleante anatomía de Izuki. — ¡Trátala con más respeto! ¿No ves que es una señorita?

El de Seirin alzó las cejas asombrado y abrió la boca con la intención de decir algo pero nada salió de entre sus labios. Momoi rió por lo bajo e Izuki, como pudo a causa de su estado, le guiñó el ojo.

Entonces, detrás del base con ojo de águila, apareció Moriyama con una botella de champagne en su mano y tambaleándose igual o más que Izuki.

— ¿Qué le están haciendo a esta inocente dama? —preguntó el escolta arrastrando cada sílaba de la cada palabra y apoyándose contra la pared a un lado de Momoi. Tsuchida suspiró e Izuki frunció el ceño.

—Tú no te metas, idiota. —masculló el cinco de Seirin realmente molesto.

—Señorita, ¿la están molestando? —preguntó Moriyama con una sonrisa, acercándose a Momoi e ignorando por completo la exclamación de Izuki.

La chica volvió a reír por lo bajo y esta vez se sonrojó aunque era difícil decir si era a causa de la vergüenza o del alcohol que en ese momento circulaba por su cuerpo.

Lo que sucedió después, Tsuchida no lo vio porque, harto de la situación estúpida que Izuki estaba generando, movió a Momoi sutilmente a un lado y se metió en el baño junto con Mitobe para hacer lo que debían de una buena vez.

 

 

 

 

Ya habían pasado casi dos horas desde que todos los jugadores llegaron a la casa de Kise y comenzaron la fiesta.

Furihata, Fukuda y Kawahara habían bebido tanto gracias a su confuso juego de palabras que terminaron profundamente dormidos uno sobre el otro en el enorme sofá del living.

Tan pesado era el sueño de esos tres que ni siquiera se mutaron al oír el estruendo que provenía de la cocina.

— ¡Idiota! —exclamó Miyaji tomando del cuello de la camisa a Hayakawa.

Cuando Koganei y el actual capitán de Kaijo ingresaron nuevamente a la casa, se encontraron con que Okamura, Fukui, Kimura y Miyaji estaban jugando frisbee con un plato de porcelana. Por supuesto que olvidaron por completo la razón por la que habían ido a la cocina en primer lugar y se unieron al juego con los mayores.

Sin embargo, Hayakawa era el que más ebrio estaba de los seis y cuando fue su turno de aventar el plato utilizó tanta fuerza que Miyaji no fue capaz de atraparlo y el plato resbaló entre sus manos, chocando contra el piso y rompiéndose en miles de pedazos.

Inmediatamente el alero de Shutoku explotó en gritos iracundos y se abalanzó sobre el cuerpo de Hayakawa, aunque Kimura y Fukui estaban intentando detenerlo.

Koganei por su parte comenzó a temblar, Miyaji realmente daba miedo en este estado. Sin embargo, recordó haber visto uno de los compañeros de Hayakawa en el pasillo cerca de la escalera antes de pasar a la cocina y que el mismo se encontraba con su propio compañero, Izuki. Así que, como alma que lleva al diablo, salió corriendo al pasillo al lado de la escalera.

En efecto, Izuki se encontraba allí —sentado en el piso, contra la pared y la mirada en el techo, pero allí estaba— pero el compañero de Hayakawa no. ¿A dónde se había ido? Koganei podía jurar que lo había visto hablando con Izuki y alguien más en el pasillo.

—Izuki. —habló Koganei al mismo tiempo que se inclinaba para acercarse al base. En el momento que lo hizo, un fuerte olor putrefacto lo golpeó por lo que tuvo que taparse la nariz con la mano antes de hablar. —Izuki, ¿dónde está el chico de Kaijo que estaba contigo?

El base giró el rostro y enfrentó a su compañero con sus ojos fríos y la mirada perdida.

—Se fue arriba. —contestó Izuki con voz monótona.

— ¿Arriba? ¿Por qué?

Koganei no entendió muy bien por qué —no entendía muchas cosas a causa del alcohol— pero cuando terminó de formular aquellas preguntas, de un momento a otro, Izuki comenzó a llorar desconsolado y a balbucear cosas inentendibles mientras abrazaba con todas sus fuerzas el torso de Koganei y lo manchaba con vomito.

— ¿Q-Qué? ¿Qué pasa? —preguntó Koganei confundido, pero Izuki solo seguía llorando.

Si bien el base estaba ebrio, su llanto no era a causa del alcohol.

La razón por la que se encontraba sentado allí en el piso y con toda la ropa manchada por su propio vomito era que, también le había vomitado el vestido a la pobre de Momoi. Y aunque no había sido intencional, la chica no pudo evitar enojarse, insultarlo, pegarle e irse junto a Moriyama a una de las habitaciones del primer piso.

A pesar de no entender ninguno de los balbuceos de Izuki, Koganei siguió consolándolo y al ver que el baño estaba desocupado, levantó al base y lo invitó a pasar para lavarlo y, de paso, calmarlo.

 

 

 

 

Se asomó al living.

Nada.

Suspiró.

Si había algo que odiaba más que la vocecita de su mejor amiga era la capacidad de Tetsu para desaparecer de la mismísima puta nada.

Desde que había llegado a la fiesta, Aomine se había dicho a sí mismo que lo primero que tenía que hacer era buscar a Kuroko y obligarlo a darle una respuesta a su confesión. Pero ya había paseado por casi toda la casa y no había encontrado ni una sola pista sobre el paradero de la pequeña sombra.

Además, estaba intentando por todos los medios posibles evitar a Kise para no tener que afrontar el bochorno de tener que contestar la propia confesión que él había recibido. Y si bien la casa donde quería evitar a Kise era del mismo alero, la tarea se le estaba haciendo bastante fácil.

Lo único que Aomine encontró en cada esquina de la casa, muebles y el piso eran botellas y botellas de diferentes bebidas alcohólicas, las cuales tomó del cuello y se las llevó a los labios para beberlas hasta terminarlas.

Por lo tanto, cuando se asomó al comedor —la única habitación que no había inspeccionado hasta el momento— no pudo evitar chocar contra el marco de la puerta a causa del mareo.

—Susa-senpai, ¿has visto a Satsuki? —habló Aomine sosteniéndose de la pared con las manos a medida que avanzaba hacia el alero.

Todos los allí presentes —Liu, Tsuchida, Mitobe y Kobori— levantaron la mirada de sus teléfonos y se quedaron mirando al ala pivót totalmente confundidos. Estaban seguros de que ni en sus más locos sueños Aomine era así de respetuoso frente a sus superiores.

Kobori y Lui se miraron sorprendidos al igual que Tsuchida y Mitobe que habían llegado allí no hacía más de dos minutos atrás. Luego todos miraron a Susa al mismo tiempo, pero éste no había cambiado su expresión en lo absoluto.

Susa sabía que la única forma en que Aomine se mostrara obediente y sumiso era estando bajo el efecto de una amenaza de Momoi o alguna sustancia extraña. Y teniendo en cuenta las mejillas sonrojadas y el extraño caminar del as, Susa estaba seguro de que se trataba de la segunda opción.

—No. No la he visto, Aomine. —contestó Susa con tono neutral. Su habla salió pausada y tranquila porque tanto él como el resto de los que estaban en esa habitación no habían ingerido ni una sola gota de alcohol.

De hecho, si Aomine hubiera prestado un poco más de atención —o si hubiera estado un poco menos ebrio— hubiera notado que sobre la enorme mesa del comedor había casi diez botellas de agua totalmente vacías.

— ¿Para qué la estás buscando? —volvió a hablar Susa. Pero como respuesta solo recibió un chasquido de lengua.

—Era demasiado perfecto como para ser verdad. —comentó Kobori mientras veía como Aomine salía del comedor con un sinuoso zigzag. Todos asintieron de acuerdo con el pivót de Kaijo y volvieron a fijar sus ojos en sus teléfonos.

Cuando salió del comedor, Aomine se vio obligado a pasar por la cocina para llegar al living. Y cuando ingresó se topó con un escenario bastante confuso y escandaloso.

La situación confusa era que en el piso de la cocina, con los brazos y piernas totalmente extendidas, y con la boca abierta y chorreando baba, se encontraba el que Aomine reconoció como el capitán de Yosen. Sobre él se encontraba otro integrante de Yosen que Aomine no conocía pero que no era alguien más que Fukui, que estaba abofeteando a su capitán con la intención de despertarlo.

Aomine levantó la mirada y la posó en la situación escandalosa.

Por un lado, apoyado contra la puerta de la heladera, con los brazos extendidos y una mueca de real enojo en el rostro, se encontraba el que Aomine conocía como el senpai cascarrabias de Midorima. Al parecer, Miyaji estaba intentando alcanzar a alguien que estaba frente a él.

Pero algo se lo estaba impidiendo. Y eso era el cuerpo de Kise que tenía apoyada su mano derecha en el pecho del de Shutoku con la intención de detenerlo.

Del otro lado de la cocina, cerca de la puerta y con la otra mano de Kise sobre su pecho, estaba el actual capitán de Kaijo, Hayakawa. Que si bien se mostraba decidido a pelear con Miyaji, se escondía detrás de la espalda de Kise para mantenerse fuera de peligro.

— ¡Lo voy a matar! ¡Lo voy a matar lenta y dolorosamente! —exclamó Miyaji peleando contra la fuerza de Kise para alcanzar su objetivo.

— ¡Miyaji-san, tranquilo! ¡No es necesario que se ponga así! —decía Kise nervioso porque la situación de le estaba yendo de las manos.

— ¡Atrévete y verás, idiota! —exclamó Hayakawa resguardándose detrás de Kise.

— ¡Senpai, no empeores las cosas! —gritó el rubio.

La discusión sin fin continuaba y Aomine estaba comenzando a sufrir una fuerte jaqueca que, seguramente era a causa del alcohol. Pero no le importaba, solo quería que todo aquel molesto escandalo parara.

Así que caminando increíblemente derecho, se acercó a aquel trío y de un solo puñetazo calló las quejas del de Shutoku, dejándolo semiinconsciente en el piso.

El capitán de Kaijo salió corriendo al living al segundo y Kise se quedó helado en su lugar mirando a Miyaji y Aomine intercaladamente.

—A-Aominecchi, ¿qué hiciste? —preguntó Kise en estado de shock. Aomine chasqueó su lengua.

—Ya me tenían hartos con todos sus gritos.

Kise notó la forma en que las palabras salieron de la boca del cinco y, sumando sus mejillas sonrojadas, no tardó en decidir que Aomine estaba demasiado ebrio.

El siete de Kaijo dejó salir un suspiro resignado y luego de giró hacia la puerta para ir al living por su senpai para decirle que no se preocupara por el plato roto, que no lo haría pagar por ello. Pero la mano de Aomine se cerró en torno a su muñeca y lo detuvo a medio camino.

El cuerpo de Kise quedó frente al de Aomine y por un instante, el rubio sintió que el tiempo y la atmosfera entre ambos se habían detenido totalmente. Los azules ojos de Aomine brillaban con una intensidad mayor que las mismas luces de la casa y Kise podía jurar que había quedado totalmente hipnotizado por aquel fenómeno.

—Kise. —habló Aomine con voz seria. Kise sintió derretirse internamente al oír aquella voz tan masculina.

En sus fantasías y sueños, cuando Aomine se le declaraba, lo miraba y le hablaba de la misma manera. Por lo que Kise —dejándose llevar por los efectos del alcohol que circulaba por su sangre— no pudo evitar sentir miles de mariposas revolotear dentro de su estómago.

Ese era su momento, ¿verdad? Por fin iba a conseguir lo que tanto estaba esperando.

—Dime, Aominecchi. —contestó Kise totalmente embelesado por la presencia del moreno.

— ¿Has visto a Tetsu?

Las luces se apagaron y el alto barullo de la fiesta golpeó los oídos de Kise con toda la fuerza del mundo. Su garganta se cerró abruptamente y comenzó a sentir unas fuertes nauseas a lo largo de todo su esófago. La vista se le tornó borrosa y antes de que pudiera darse cuenta, se había soltado del agarre de Aomine inconscientemente.

‘Tetsu.’, resonó en su cabeza con fuerza.

¿Cómo podía haber sido tan estúpido? ¿Cómo había sido tan pretencioso? ¿Acaso no conocía su lugar aún?

Tantos años compartiendo el mismo uniforme y la misma cancha y aún creía que podía tener una oportunidad frente a Kuroko.

—Qué estúpido. —murmuró Kise por lo bajo, escondiendo sus ojos llorosos bajo su flequillo. Aomine alzó las cejas sorprendido.

— ¿Kise? —preguntó preocupado, acercándose a él. Pero Kise lo alejó de un empujón. — Oi, ¿qué demonios te pasa, rubia tonta?

Fukui levantó la mirada sorprendido al oír aquella bofetada hacer eco en la cocina. Aomine se encontraba con el rostro volteado a un lado y la palma de la mano sobre su mejilla, mientras Kise miraba el piso, hipando, apretando los dientes y con las manos hechas puños.

—Vete. —dijo Kise en un siseo. No levantó la mirada para comprobar si el cinco le hizo caso o no, pero si oyó las pisadas del mismo saliendo de la cocina, pasando a su lado, y luego el fuerte portazo que propinó antes de salir de la casa.

Notas finales:

YA SE PRENDIO ESTA MIERDA!

Bueno, me calmo.

Pero en serio, QUE BELLA BOFETADA DIOS MIO!

Bueno, basta.

Como siempre, son libres de dejar escrito lo que quieran en sus rw! Muchas gracias por seguir leyendo hasta ahora! Que tengan bello fin de semana!

Matta ne!


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