Loving you
Recostados en el sofá, Dean y Castiel se encontraban disfrutando de una tarde de domingo.
El frío del exterior no se podía comparar con el cálido ambiente del salón. La temperatura había descendido drásticamente con el correr de las semanas y el clima hacía estragos en la ciudad.
Así que el nido de amor (como lo había llamado Dean), consistía en varios cojines y una manta que cubría a los dos hombres, manteniendo el calor.
Sobre la mesa de café aún se evidenciaba las tazas vacías y los restos del pie de manzana que habían decidido cocinar en conjunto por la mañana.
Cas trató de acomodarse y apoyó su cabeza en el pecho de su pareja. Por su parte, Dean lo envolvió en un abrazo mientras canturreaba una canción que sonaba de fondo. El hombre había decidido poner a funcionar el tocadiscos, oyendo la música que había heredado de sus padres. El aparato se situaba al lado de su equipo de música moderno y de las cajas de mixtapes que le había regalo a Castiel con los años. Lo nuevo y lo antiguo se fusionaban en algo que era puramente de Dean.
Desde su posición, no podían notar como la tarde caía de a poco. El cielo se teñía de colores y un fuerte viento empezaba a levantarse, moviendo las hojas secas que todavía se aferraban a las ramas de los arboles.
Ellos se encontraban en su mundo, aprovechando la ocasión para reconectarse y pasar un día juntos, sin preocupaciones. Sólo ellos dos y nadie más.
Se movieron después de un tiempo, extendiendo sus piernas y brazos para que no se entumecieran, verificando una vez más que no había posibilidad de que se cayeran del sofá.
La mano libre de Dean jugó con el cabello indomable de Cas hasta descansar en su espalda. De forma inconsciente, comenzó a realizar pequeños círculos con las yemas de sus dedos y Castiel tatareó de satisfacción con la caricia que recibía.
—Dean...
—¿Qué pasa, Babe?
—Si sigues haciendo eso... creo que voy a quedarme dormido—comentó soñoliento.
El hombre sonrió, pero no se detuvo. En cambio, sus movimientos eran mas seductores.
—Oye, ¿no te gustaría quedarte toda la noche aquí, Cas?
Castiel gimió y levantó su cabeza para mirar a su amante.
—¿Estas insinuando algo más, señor Winchester?
—Tal vez...—le guiñó el ojo y siguió—. Entonces, ¿qué dices? ¿cómo en los viejos tiempos?— preguntó esperanzado. Casi haciendo un leve puchero con sus labios.
Castiel amoldó su rostro sobre el cuello de Dean y depositó un beso sobre su piel, causando en el hombre un estremecimiento agradable.
—Eso me gustaría, Dean—susurró y a los pocos segundos se rió cuando escuchó un grito de triunfo.
Momentos así nunca se olvidan.