Una mañana, Dean entró a la cocina y se quedó sorprendido cuando encontró a Cas haciendo el desayuno.
—Buenos días, Dean.
Dean devolvió el saludo con torpeza y miró como el ángel se movía con agilidad por el lugar.
—¿Café, Dean?
—¿Café?—repitió como sino entendiera la pregunta. Se aclaró la garganta—. Oh, sí, sí... claro.
Castiel le acercó la taza con el líquido caliente.
—¿Leche?
—No, solo está bien.
—¿Azúcar?
—No...
—¿Y un beso de los buenos días?
—Eso sería genial, Ca-...
Dean se detuvo en seco.
Espera...
¡¡¡ESPERA UN MOMENTO!!! ¿QUÉ DIJO?