Se detuvo abruptamente.
Estuvo a punto de caer por lo que parecía, según uno de sus libros, un barranco.
Miró por todos lados. No había rastro de su hogar.
Se había entusiasmado y se alejó demaciado ¿Ahora cómo regresaba a su hogar?
—Maru— lo vió pasar de largo y fue cuando lo notó, a los lejos se apreciaban casas pequeñas y una gran castillo, cómo aparecían en su libro ¿Era un pueblo?
Descendió lentamente, trataba de acercarse al pueblo.
—Hermoso.
Eran árboles de flores rosadas y de manzanas. Se acercó para tomar una manzana roja. Pero no llego a sus destino. El suelo bajo sus pies se abrió y cayó. Logró sostenerse de una rais.
—Auxilio. Alguien ayúdeme— gritó desesperado pero no había nadie. Era imposible que alguien estuviera cerca.
Observó hacia el fondo del hoyo. Había unos picos, y grandes cuchillos.
Sollozó. Iba a morir y eso le pasaba por desobedecer a su tío.
Sonidos acercándose lo alertaron. Había dos opciones: era quién había hecho esa trampa, o alguien pasando cerca.
—¡Ayuda! Alguien ayúdeme— gritó a todo pulmón.
——————
_¿Escuchaste eso?
—Sí—su tranquilo paseo había sido interrumpido. Les había costado tanto convencer a sus padres de salir.
Su corazón salto al escuchar las voces —Ayúdenme.
—Definitivamente alguien pide ayuda.
—¡Ayúdenme!— gritó lo más que pudo.
Se bajó del caballo y corrió hacia la voz.
Notó que alguien se detuvo junto frente a él.
—Hermano. Hay alguien aquí. Rápido.
—A un lado, Tetsuya— observó y notó que la persona estaba algo lejos, así que se arrodilló y tendió la mano — Toma mi mano.
—N-No puedo— sollozó, tenía miedo de soltarse y caer.
—Hazlo . Tú puedes— se estiró un poco más —Confía en mi.
Asintió, soltó su mano e intentaba sujetarse de quién lo ayudaba.
En cuento tomó la mano, jaló con todas sus fuerzas. Sintió a su hermano menor sostenerlo de la cintura y tirar de él.
Cayó sentado en el bordo del hoyo— Gracias. Muchas gracias— alzó la mirada y se encontró con unos hermosos ojos rojos.
—¿Esta bien?
Observó a la otra persona. Era peli celeste de ojos celestesr03;. Era hermoso.
—Sí. Muchas gracias. Me han salvado.
—¿No eres del reino, verdad?
-—¿Reino?— frunció el ceño.
—Sí. Estos son los límites del reino de Rakuzan— respondió el de ojos ojos rojos. La castaña se notaba confundida.
—¿Reino de Rakuzan? ¿Aun existen los reinos?
Se miraron entre ellos —Sí. Existe 5 de ellos. Rakuzan, Tōō, Kaijo, Shūtoku, Yōsen y... Seirin.
—¿Y Teiko? Se supone que fue un reino destruído.
—Sus gobernantes se separaron, y cada quien construyó su propio reino. De eso, han pasado 200 años.
Se volvieron a mirar ¿De donde había salido esa chica?
—¿Cómo te llamas? ¿A que reino perteneces?
—Kōki. Me llamo Kōki. No soy de ningún reino.
—No puedes ser de ningún reino. Tienes que pertenecer a alguno.
—No lo sé.
Una pequeña ave paso entre los hermanos y se posó sobre el hombro del castaño.
—¿Qué pasa Maru?... ¡¿Encontraste el camino a casa?! Qué bien —se levantó rápidamente.
—...— No era una mujer, era un doncel.
—Muchas gracias por salvarme. Me tengo que ir. Adiós — hizo una reverencia y corrió detrás de Maru.
— Seijūrō... Kōki-san se dirige a Seirin.
—Ya lo noté.
—No parecía reconocernos...
—No hablemos de esto con nadie.
—Esta bien. Será mejor regresar a casa.