Suspiro por milésima vez en la tarde y se acomodo mejor entre las almohadas. El cálido viento de primavera entraba por el enorme ventanal de la habitación, meciendo las cortinas blancas. Llegando a su rostro, meciendo incluso, un poco de su cabello castaño.
Hizo un pequeño puchero y miro hacia afuera, el bailar de los pinos debido al viento junto con aquel color anaranjado y rosado del atardecer daban una buena foto digna de una postal, o en todo caso, un buen cuadro. Sonrió para sí y de un brinco salto de la cama, dirigiéndose hasta una de las maletas que estaban cerca de la puerta, sacando de ella una libreta de dibujo y un pequeño maletín lleno de lápices, colores de madera, borradores entre otros objetos de dibujo.
Sin pensarlo dos veces acerco una silla a la ventana, sentándose ahí para comenzar a plasmar en aquella hoja de papel la hermosa vista que sus ojos estaban apreciando.
—Anthony, cariño, la cena esta lista
Escucho los ligeros golpeteos a la puerta, seguidos de la delicada voz femenina de su abuela, sin embargo estaba tan concentrado en su trabajo que, aun continuando, respondió.
—Bajo en un momento abuela
—Anthony, espero que no estés coloreando de nuevo. Sabes lo que piensan tus padres respecto a eso
—Es arte abuela—hablo con fastidio, aun sin dejar de dibujar, y claro que, la mujer adulta aun seguía hablando fuera de la habitación—.
—Hay cariño, solo espero que tus padres no se enteren porque…
Bufo con molestia y fastidio, levantándose de la silla y dejando sus cosas arriba de la cama, encaminándose a la puerta para después abrirla y mirar a su abuela aun con aquella mueca de molestia por ser interrumpido.
—Abuela, justo por eso me mandaron aquí, a mitad de la nada…—susurro lo último, haciendo un puchero y mirando a otro lado—.
—Lo vez, te dejaron conmigo por un tiempo para que despejes tu mente y te diviertas un poco—La mujer de blanca cabellera sonrió, acariciando la sonrosada mejilla del chico—Aunque bueno, heredaste el dote artístico de tu abuelo…
— ¿¡Entonces porque abuela…!? Yo quiero… amo dibujar…
—Bien, bien Anthony, no discutiremos de tus aficiones ahora. Andando que la cena se enfría
—De acuerdo…
Rodo los ojos con fastidio mientras seguía a la mujer, bajando las escaleras hasta la sala, pasando después al comedor. La casa de su abuela era enorme y muy acogedora, y lo mejor de todo es que se encontraba a las afueras de la ciudad, en el bosque, al igual que unos cuantos vecinos ancianos más. Pero eso no era lo interesante, más bien era que en el bosque había tantas cosas por dibujar y apreciar, era imposible no haberse llevado consigo sus utensilios de dibujo.
Sonrió encantado mientras mordía su labio inferior, por la noche saldría a dibujar el pequeño lago que había cerca de ahí. De solo imaginárselo resaltando con la brillante luz de la luna y…
—Ni lo pienses Anthony Johnson, ¿Crees acaso que no te conozco bien, jovencito?
— ¿Pero de que hablas abuela?—pregunto con fingida voz, continuando con su comida—.
—Conozco esa sonrisa, tu abuelo hacia exactamente lo mismo cuando se trataba de sus dibujos. Ni creas que saldrás por la noche
— ¿¡Que!? Pero porque abuela…
—Oh así que planeabas salir… no tenía idea, dije lo primero que me vino a la cabeza, aunque, gracias por confirmármelo…
Se quedo atónito, realmente sorprendido y ultrajado. Su abuela, aquella mujer de setenta años, ¡era muy inteligente!, o quizá él era muy estúpido, no sabía pero, había echado a perder la oportunidad para salir.
—Lo siento abuela…
—No te preocupes cariño, pero, prometo recompensarte—hablo la mujer, sonriéndole al chico y llevándose los platos sucios a la cocina—.
— ¿¡De verdad!?—pregunto emocionado, había una pequeña esperanza de que lo dejase salir aunque sea un pequeño rato— ¿Cómo?
—En el sótano, guarde todas las piezas de arte que hiso tu abuelo…
Sus ojos color mielbrillaron de felicidad. Su abuela mantenía cerrado el sótano bajo llave, no le gustaba mucho ver objetos que le recordaran a su abuelo y su ausencia… Seguro y aquel lugar estaba cerrado desde que murió su alegre abuelo, hace cinco años.
—Abuela, no es necesario si tu no…
—Oh cariño, tómalo también como tu regalo por tu cumpleaños dieciocho
— ¿¡Lo recordaste!?
— ¡Por quien me tomas jovencito, aun no estoy tan vieja para que se me olviden las cosas!
—Y-yo no quería expresar eso pero bueno… —Le sonrió divertido, esquivando el golpe que pensaba darle la mujer—.
—Oh y, Anthony…
— ¿Sí?
—Dejare que conserves el objeto que más te guste…
— ¿¡Eh, de verdad!?
—Por supuesto
— ¡Gracias abuela!—grito emocionado, abalanzándose a abrazar a la mujer— Andando, andando, abre la puerta del sótano por favor
—Que impaciente. De acuerdo, muy bien, muy bien
Vio como su abuela acercaba sus manos al cuello, tomando una cadena que traía enganchada aquella llave.
—Con que ahí estaba…
Escucho la ligera risa de su abuela, después camino por el pasillo que daba a la cocina, donde había unas escaleras que descendían hasta una puerta de caoba.
—Anthony, quiero que conserves la llave… puedes entrar aquí cada que tu lo desees
—Abuela… muchas gracias…
—Bien, te dejo mi niño, tengo que lavar los trastos.
La mujer le sonrió y camino escaleras arriba, escuchando como sus pasos se perdían en el pasillo.
Trago grueso, y, con su mano temblorosa llevo la llave hasta la cerradura. Se sentía nervioso y emocionado, muy emocionado.
Inhalo aire para después exhalar decidido. Sonrió y giro la perilla, sus orbes miel recorrieron el amplio lugar, todo cubierto de polvo y, al parecer, había unos cuantos cuadros ocultos tras unas sabanas de apariencia grisácea debido al tiempo y suciedad.
Comenzó a recorrer el lugar, encontrando un montón de objetos. Su mirada se centro en algo cuadrado que estaba oculto por una sabana, al final del cuarto pegado a la pared, tras unos pequeños jarrones y baúles.
Algo le llamaba la atención de aquel objeto por lo que, sin esperar más, quito la sabana, dejándola a un lado. Se decepciono un poco al ver solo un pequeño librero.
Suspiro decepcionado, mirando los libros, tomando el más grande y llamativo de todos.
— ¿La puerta?
Tomo asiento en el suelo y hojeo el libro, de páginas amarillentas y aquel extraño titulo. Se sorprendió un poco al ver que el libro, pese a ser grande, estaba incompleto, solo una pequeña parte de la mitad tenia contenido, lo demás eran páginas en blanco.
<Pero que extraño…> pensó.
Sin tomarle mucha atención, se concentro en una de tantas hojas, leyendo un poco para saber de qué iba toda aquella tontería. Aunque conforme más leía, más se interesaba por lo que decía…