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Ojos Cerrados por Kuromiyano

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Era como cualquier otro día en su vida. La alarma sonó con el familiar sonido de violines desafinados, apago la alarma con la misma irritación de siempre pero bien sabía que si no era ese timbre difícilmente se despertaría.

Elizabeth se levantó de la cama estirando sus brazos y bostezando. Su apariencia mañanera no tenía nada que ver con cómo vestía para el trabajo, el cabello suelto revuelto le caía a un lado en su hombro. De piyama solo utilizaba una camiseta de tirantes blanca y unos shorts pequeños y flojos, no se complicaba a la hora de vestir a excepción de en el trabajo en donde su apariencia era su tarjeta de presentación.

Como toda mañana fue al baño a despertarse dentro de una ducha de agua fría y saliendo de ahí, con la misma piyama pero con el cabello ligeramente mojado y desenredadose, se dirigió a la cocina a servirse un vaso de jugo de naranja con miel y limón para acomodar la garganta, encendió el estéreo, colocando una suave música instrumental de un soundtrack que le había gustado.Después ya más suelta se vistió para el trabajo recogiendo su cabello y colocándose uno de sus usuales trajes de mujer de negocios.

Sus días eran rutinarios, cuando volvía de sus vacaciones siempre programadas cada cierto tiempo por ella misma. A Elizabeth le encantaba viajar, por eso, cuando no trabajaba se iba de viaje al extranjero, sola o a veces con algún familiar o amigo. Pese a su personalidad reservada  y seria, era una mujer muy activa y aventurera de mente abierta e inteligente, también gustaba para sorpresa de muchos, de deportes un tanto extremos, Brian era quien usualmente la acompañaba a esa clase de actividades peligrosas como amigo.

Con poca o mucha paciencia, llegaba a su trabajo sabiendo que al momento de pisar su departamento varias personas la abordarían con urgencias que atender, ese era su trabajo al fin y al cabo, ser la representante mercantil de la empresa y hacerse cargo de la supervisión de importaciones y exportaciones, el campo de negociaciones siempre fue su punto fuerte y por ende se hacía cargo de varios conflictos de intereses.

 –Buenos días Elizabeth, siempre vienes justo a tiempo. –saludó Irene una mujer de grandes atributos en cuanto a cuerpo y pocos en cuanto a inteligencia.  Irene era una mujer latina como ella, de gran cuerpo robusto y voluptuoso, estaba en el área técnica de la empresa, era la jefa de su departamento y no era precisamente el objeto de apreciación de Elizabeth. En realidad nadie que se tomara tantas confianzas con ella era de su agrado, menos cuando las consideraba inferiores en cuanto inteligencia.

 –Buenos días. –respondió seria, sin intención alguna de sonar agradable, no era alguien hipócrita. –Tengo prisa Irene, si me disculpa. –se despidió caminando rápido hacia el ascensor sin molestarse en ver el rostro de la mujer en algún momento.

Su piso era el séptimo, uno de los más altos, el penúltimo de hecho. Cuando estaba por llegar al sexto piso el ascensor se detuvo en el quinto abriendo sus puertas a una mujer en una bata blanca de doctor. De cabello castaño claro al igual que sus ojos, una camisa blanca mangas largas de botones y pantalones negros con unos tacones de igual color. Su rostro y postura emanaba una presencia fuerte, algo aturdidor para una personalidad reservada como la de Elizabeth. En el momento en que la mujer le sonrió naturalmente a Elizabeth con un brillo curioso en sus ojos, le llamo la atención, contestando del mismo modo pero más cortes.

No se dijeron ni una palabra, pero Elizabeth pudo notar que la mujer al igual que ella, al principio la miraba curiosa, por instinto Elizabeth evitaba encontrarse con su mirada, ladeando un poco la cabeza en dirección contraria. Le parecía raro que una persona, por lo visto una doctora, estuviera ahí, le hubiera gustado preguntar pero se lo guardo al pensar que no era de su incumbencia.

Finalmente las puertas se abrieron y Elizabeth pudo salir de esas cuatro paredes que en algún momento se habían convertido en una jaula de incomodidad para ella.

–¡Elizabeth! Cariño que bueno que llegas, mira esto. –dijo Nick mostrándole unos papeles apresurado. Las puertas del ascensor aún no se habían cerrado por completo y por fuerzas mayores a las de ella volteo a ver a la mujer en el ascensor encontrándola sonriéndole a modo de despedida de una forma un poco rara desde su punto de vista.

Suspiro. No era momento para andarse distrayendo con nimiedades.

……..

El edificio era muy amplio y enorme, cuando entro, la sala de recepción lo hacía sentir como una diminuta hormiga entre muchas otras,  nunca entendía cuál era el punto de hacer las sedes principales tan fastuosas. Tal  vez era una manera de decir “yo soy grande” .

Le fue un poco difícil hallar con quien ubicarse para presentarse como nuevo jardinero de los patios de la empresa. Un hombre gordo, nada agradable a la vista lo recibió con soberbia haciéndole sentir imperiosas ganas de cometer su primer asesinato. Con una sonrisa forzada y una ligera mirada amenazante  acepto rechinando y se fue a ver los patios de la empresa para empezar a trabajar, afortunadamente no era un trabajo en que tendría que asistir todos los días, tal y como había leído en la hoja de órdenes de  benjamín, todo lo que tendría que hacer seria mantener ese patio impecable y elegante como siempre.

 Mas desde su posición solo tenía limitado acceso al edificio como parte del mantenimiento, tendría que ingeniárselas para lograr infiltrarse más profundamente. 

Mientras recortaba las ramas, se preguntaba sobre Neil. Trabajaría en una biblioteca nacional, sería fácil para él adaptarse, probablemente se ganaría la confianza de todos convirtiendo su alrededor en su campo de piezas. Sabía que Neil era alguien álgido y abstruso. Si no fuera por los años que llevaban juntos como compañeros desde la niñez, se preocuparía seriamente de protegerse la espalda. Un tipo sumamente peligroso, que lo entendía perfectamente… y él, a veces se preguntaba si podía decir lo mismo.

Terminando una parte del jardín decidió trabajar las partes más altas del follaje por lo que necesitaba la escalera.

 En la entrada al jardín, un niño pequeño jugaba con un avión de papel, su padre estaba ocupado en algo que él llamaba “negocios” dejándolo en el jardín para que se entretuviera mientras él trabajaba. El niño estaba tan absorto con su juego que se topó con un cuerpo mucho más grande que él suyo y cayó al suelo.

. –¡Hey! –grito Daniel, al sentir el pequeño impacto

Daniel observo al niño en el suelo  torciendo su boca en una mueca de disgusto al sentir las ganas de llorar del niño.

. –Ten más cuidado por donde juegas niño. –siseó.

Se acercó, agarro al niño por debajo de los hombros  y fácilmente lo puso de pie. El niño lo quedo mirando un poco aturdido, se había asustado y pensaba que lo iban a regañar. Miro los ojos de Daniel brillando en advertencia, por instinto sabía que no debía de llorar, así que sorbió los mocos, tímidamente dando dos pasos hacia atrás.

. –Perdón. –

El niño se disculpó, pero la forma acongojada en como lo decía irrito a Daniel. –Cuando pidas disculpas a alguien niño… -levanto su barbilla, los ojos oscuros y brillantes de Daniel dejaron anquilosado al niño. –Infla el pecho y habla con propiedad. ¡Eres un hombre! –

Daniel soltó al niño decidiendo seguir su camino sin darle una mirada más.

……..

El olor a libros era tranquilizante para su olfato, el silencio en la biblioteca creaba un aire curioso, enigmático, casi mágico entre el laberinto de estantes llenos de libros, era un mundo de conocimiento, de poder para él. Quien dirigía la biblioteca, John Silver, era un señor anciano que lo recibió con gran afabilidad, una cortesía que no se esperaba en un principio pero que correspondió correctamente. Le mostro como se organizaba la biblioteca, los libros, los estantes, los géneros y los autores, cuáles eran los pasos a seguir con las personas si es que deseaban alquilar el libro, le escribió una lista en braille de todos los libros en la biblioteca, incluyendo la fecha de creación, el autor, la editorial…etc. El anciano John le había brindado tanta información  de entrada que las horas se le fueron rápidamente…

. –Los libros de Bronowski se encuentran aquí, al sur-este de la biblioteca, en el estante numero 15 después de la pequeña serie de libros de misterio de Anna Rose. –explicaba. –Benjamín me hablo muy bien de ti y viniendo de él, debes de ser un jovencito muy capaz. –lo miro a la cara elevando la cabeza por la diferencia de altura entre ambos. –Y luces capaz… -suspiro cansado mirando nostálgico el rotulo de un libro que tenía a mano en ese momento. –Me haces recordar mis días de juventud, es una época en donde lo imposible es posible  y a la vez que irracional e imparcial… -coloco el libro en una abertura entre dos más en el estante y le sonrió a Neil conteniendo una risa en la garganta. –Te deseo éxitos chico… ya sabes que hacer de ahora en adelante, no necesitas darme excusas al faltar, con tal de que no traigas el trabajo a este templo estaré muy contento contigo. –

Con un asentimiento de cabeza, sin decir más de siete palabras de presentación Neil comenzó a trabajar por las siguientes dos horas de jornada que le quedaba. Pensó en las palabras del anciano. John debió de alguna manera trabajado con benjamín en la juventud de ambos, si de algo estaba seguro desde hace mucho tiempo, era que si una persona estaba relacionada con benjamín, podía estar cien por ciento seguros que se trataba de algún compañero de trabajo, dedicados en su momento al mismo negocio que él y Daniel en el presente.

Recogió una pila de libros en una mesa recién desocupada, con la intención de llevarlos a su lugar. El eco de sus pasos resonaba en sus oídos delatando lo vacío que estaba el lugar, eran pasos ligeros, despreocupados. Sus rulos se mecían al mismo ritmo de estos acariciándole la bronceada piel. Sus manos enguantadas procuraban hacer el mínimo ruido para no interrumpir el silencio, como si esta fuera la regla del lugar, la donosura de sus movimientos indicaban cierta delicadeza, algo curioso, parsimonioso, como si los libros fueran sagrados y fuera un pecado tocarlos con tosquedad. Fue cuestión de minutos, Neil había logrado envolver el aire de la biblioteca a su alrededor volviéndose parte del recuadro como algo natural, alguien que no podía faltar.

Neil no se preocupaba mucho por cómo conseguir información sobre la misión, tenía el presentimiento de que la ultranza de tal sujeto sería algo espontaneo como siempre. Al final todo se reducía a una simple acción sostenida por muchas otras, no tan sencillas.

 Pero todo era por el bien de la misión.

Si se sentía mal por ello no era la cuestión, la misericordia gritaba en él, ávida por ser escuchada, tocando la puerta fuertemente en el corazón, pero la razón de su ser era simplemente…lograr sobrevivir.

Cada misión era un reto de supervivencia que él y Daniel tenían que enfrentar. No era algo noble, no era algo aceptable, no era ni siquiera justificable pese a la clase de personas que normalmente eran su blanco, lo sabía. Daniel también lo sabía y ambos estaban seguros, de que si algún día la muerte viniera por ellos, le darían la bienvenida con los brazos abiertos de ser posible y aceptaría el castigo de todos sus pecados.

Pero…mientras ese día no llegase…

Cumplirían con su trabajo al pie de la letra.

 





Notas finales:

¿Review?

 

Gracias por leer!!!


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