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En un verano por RiSaNa_Ho

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III. Extraño

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By Risana Ho

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…oooO*Oooo…

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¿Por qué no salen mañana a pasear por la ciudad? ¡Así podrán conocerse mejor!

John quiso arrancarse los cabellos de pura frustración cuando la señora Holmes soltó aquella propuesta que, a oídos de Sherlock y suyos, pareció más una orden sin opción a negación, y no una sugerencia. Poco antes de terminar la cena iniciaron una nueva conversación sobre trivialidades donde Sherlock no volvió a mencionar nada, como si estuviese sumergido en su propio mundo. Sin embargo, a la hora del té Violeta dejó caer la bomba. Sabía que la amable mujer solo deseaba una buena relación entre ellos, después de todo "supuestamente" pronto serían familia. John realmente intentó argumentar una excusa creíble, pero ella le sonrió, asegurándole que pasarían un momento agradable. ¿Un momento agradable junto a Sherlock Holmes? Sí, claro, y luego le dirían que perseguir asesinos por las calles de Londres también era divertido. ¡Já!

Pese a todas sus quejas internas ambos estaban ahí, caminando por las calles del centro uno al lado del otro.

Watson miró de reojo a Holmes, aceptaba muy a su pesar que ese cretino realmente era guapo, lo supo desde su encuentro en la cocina. Pero ahí, a plena luz del día, sus facciones resaltaban aún más. No podía compararlo con Mycroft –tampoco era que supiera cada detalle de éste–, a simple vista lo notaba. Mientras Mycroft desprendía un aura atrayente y elegante, en Sherlock resaltaba el misticismo y la abstracción. Como un rompecabezas que jamás conseguiría resolver. Y sin duda, lo que realmente atraía la atención eran sus ojos, e irónicamente al mismo tiempo lo ponían demasiado nervioso. Con un simple vistazo de ellos sentía que leía dentro de su cabeza. ¡Así de enigmático era Sherlock Holmes! Un día con él le fue suficiente para descubrirlo. ¿Qué más escondía bajo esa actitud incomprensible? Un segundo… ¡¿Por qué le interesaría averiguarlo?! No, no, no, John solo lo acompañaba por la sugerencia de la señora Holmes, no porque verdaderamente le importara conocerlo mejor. ¡Debía evitar cualquier tipo de contacto con él!

Posiblemente entre tantas cavilaciones hizo alguna mueca o quejido, porque Sherlock giró a observarlo, cosa que empeoró su situación haciéndole sentir las orejas calientes. Optó por mirar al frente e ignorarlo, percibiendo claramente la mirada del otro, examinándolo. Sherlock no pudo evitar sonreír ligeramente ante su tonta reacción.

—¿Y? ¿Ahora qué hacemos? Mamá nos sacará a empujones si llegamos temprano a casa.

La cuestión de Sherlock lo desconcertó por un segundo, sinceramente no pensó cuál sería su destino una vez llegaran al centro. Recordó que no había desayunado nada por los nervios y su estómago lo recalcó, en ese instante sus tripas eligieron gruñir en protesta por la falta de alimento. Si ser analizado por Sherlock causó que sus orejas enrojecieran, aquel sonido incómodo provocó que bajara la cabeza, totalmente avergonzado. Y escuchar la risa de Holmes –que le pareció más un bufido– no ayudó en nada.

—Decidido, iremos a comer algo.

Sherlock caminó, él no pudo protestar y decidió seguirlo. Anduvieron un par de cuadras y pararon frente a un pequeño establecimiento. Sherlock fue el primero en entrar, siendo recibido por un hombre grande.

—¡Hola, Sherlock! Qué bueno es verte por aquí, y veo que hoy vienes acompañado.

El tipo les sonrió y le guiñó un ojo. ¡¿Qué le pasaba?!

—Hola, Ángelo, una mesa.

—Claro, claro, la mejor mesa para ti y tu cita.

John, que decidió concentrarse en la decoración del lugar, giró rápido para negarlo.

—No, yo no soy su cita.

Ángelo no lo escuchó, o lo ignoró muy bien, y los guió a una mesa cerca de la ventana.

—Y no se preocupen, la casa invita. Iré por unas flores para que sea más romántico.

—Que no soy su cit-

¡Bah! John dejó de quejarse, parecía demasiado cansado intentar explicarse y ser ignorado. Tomó el menú que estaba en la mesa, Sherlock tampoco dijo nada y al final decidió ordenar algo ligero. No tardó mucho para que su orden llegara y el mismo hombre colocó las flores mientras levantaba su pulgar en aprobación. John prefirió omitir el gesto y empezó a comer. No obstante, unos segundos después notó que solo él comía, Sherlock estaba ahí sin quitarle la mirada de encima. Incómodo, dejó a un lado su plato.

—¿Qué?

—Aún me pregunto qué vio mi hermano en ti. —A Sherlock jamás le gustó irse por las ramas, siempre fue muy directo. Con John no sería la excepción—. Siempre esperé que la persona que se fijara en él fuera retrasada, pero tú pareces demasiado normal. No veo nada extraordinario en ti.

—¿Gracias?

—No fue un cumplido.

—Lo sé, no pareces la clase de persona que hace cumplidos.

Holmes entrecerró los ojos.

—Y tú no eres exactamente un "pez dorado". Nunca habló de ti.

—Las cosas se dieron demasiado rápido.

¿Un pez dorado? ¡Ni siquiera sabía lo que significaba! A John no le gustaba por dónde estaba yéndose la conversación, decidió intentar desviarla con un nuevo tema. No que él quisiera conocer más de ese atractivo hombre, sería por el bien de resguardar su mentira. La cual, por algún motivo, estaba seguro que Sherlock la descubriría el cualquier momento.

—¿Y qué haces? ¿También trabajas para el gobierno? ¿O eres policía?

Lo recordaba, tanto Violeta como el mismo Sherlock habían mencionado algo sobre "casos". ¿Cómo olvidar la maldita cabeza en la nevera? La profesión más cercana era forense o detective, pero ciertamente Sherlock Holmes no tenía pinta de un buen hombre que trabajaba por el bien de la justicia como su amigo Greg. Sherlock lo miró por un segundo, recargó su espalda en la silla y respondió.

—Soy Detective Consultor.

—¿Qué es un Detective consultor?

—Es un trabajo que yo mismo invente, cuando la policía es tan incompetente para resolver casos complicados, yo los resuelvo por ellos.

John frunció las cejas, asimilando la información.

—La policía no contrata aficionados.

Sherlock le sonrió de manera rara, se incorporó nuevamente y juntó sus manos bajo la barbilla, mirándolo nuevamente sin parpadear. Por fin tendría la oportunidad que tanto buscaba; deducir a John Watson.

Lo que pasó después fue tan rápido que John sintió que la cabeza le daba vueltas. Sherlock le habló de todo, o al menos la mayoría de su vida, desde su falta de comunicación con su hermana Harry, el ser huérfano y tener un empleo como farmacéutico. ¿Acaso era un adivino? O mucho peor…

—¡Lo sabía, me investigaste!

Sherlock rió.

—Por favor, John, me subestimas. No soy tan simple

—¿Entonces cómo?

—Solo es observación.

La nueva lista de detalles que acreditaban sus deducciones le causó tanta impresión como el primer monólogo. John parpadeó varias veces, asombrado por cada palabra que salía de esos finos labios. Y estuvo seguro de algo; era un completo idiota. Muy inteligente y fantástico, pero al final un idiota.

—Eso fue brillante. Seguro lo escuchas muy seguido.

—No, de hecho, tú eres la primera persona en decírmelo.

—¿En serio? ¿Qué dicen los demás?

—Vete a la mierda.

John comenzó a reírse, y entonces Sherlock supo que John Watson no era una persona tan común como lo pensó en un principio.

—Hazlo de nuevo.

Había terminado su comida desde hace más de media hora pero seguían sentados en la misma mesa sin intención de moverse. John demostró cierto gusto por escucharlo hablar de las cosas que la mayoría de las personas jamás notaba.

—¿Sabes? No soy una clase de payaso para divertirte, John.

John volvió a reír. ¡Dios! Tendría que ponerle un altar a Violeta Holmes, porque realmente estaba pasándosela muy bien junto a Sherlock. Ignoró sus quejas y señaló discretamente con la cabeza a sus próximas víctimas.

—Con esas personas de allá.

Sherlock bufó, aunque también tenía una sonrisa dibujada en sus labios. Jamás esperó que estar junto a John sería realmente interesante. A simple vista podría pasar como una tipo simplón y común, pero tenía algo que lo alejaba de las demás personas. Rememoró al sinnúmero de personas con las que siempre trataba, y nunca había platicado por tanto tiempo con una sola r10;sin que ésta terminara dándole un puñetazo o gritándole un par de insultos. ¿Qué hacía diferente a John Watson? Podrían ser muchas cosas o nada en específico, solo era consciente de un gran detalle gritándole en voz alta: Mentiroso. Pero cada vez que deseaba examinarla mejor, la sonrisa de John por una nueva deducción suprimía la voz por completo.

Otro punto importante… ¿Desde cuándo deducir se convirtió en su juego personal?

—Ella es una viuda que aún recuerda a su marido constantemente. A un lado su hijo, un pescador sin trabajo. Mira su suéter puesto de mala manera, está claro que le incómoda, podría ser el diseño o el material, lo que significa que fue un regalo, posiblemente de su madre y por ello lo eligió para ponérselo en ésta ocasión.

—¿Quiere que su madre vea que le interesa? ¿Por qué?

—Seguramente por dinero. ¿Recuerdas que acabo de decir que está desempleado? Por atención, John. Éste restaurante no es muy caro, pero aún así ha elegido la porción más pequeña, mientras a su madre le han llevado el mejor plato y postre. Quiere impresionarla.

—¿Y cómo sabes que es pescador?

—Es obvio, las cicatrices de sus manos lo distinguen; anzuelos. Son viejos y sugieren un desempleo de varios años. Ella tiene dinero y está viuda, sus alhajas y anillos son de oro autentico. También tiene un perro para pasar sus ratos con él y no sentirse completamente sola. "¿Cómo lo sabes, Sherlock?" —Imitó la voz de John antes de que éste abriera la boca—. Por el pelo en las medias y las mangas de su blusa, posiblemente un Cocker debido al tamaño de las hebras. Y por los gestos que hace con la boca cada vez que su hijo le dirige la palabra, estoy seguro que no le dará ni una libra.

Finalizó confiado.

—Increíble, Sherlock.

—¿Sabes que los has dicho en voz alta?

—Lo siento, yo no quise molestarte.

—No, está bien… me gusta.

Realmente era cierto, cosa que a él mismo le confundió. Volvía a cuestionarse; ¿qué hacía diferente a John Watson?

Cuando Greg salió de Scotland Yard pensó que por fin tendría esa noche de descanso que su cuerpo le exigía desde el último caso, habían logrado encontrar a la chica secuestrada. Finalizar con éxito la misión y ver el resultado de su arduo trabajo, provocó que las fuerzas lo abandonaran. Estuvo dispuesto a entrar en su auto e ir directo a su apartamento, pero la repentina llamada de John truncó sus planes. Watson sabía que no era hora para pedirle un favor, pero hasta apenas esa tarde recordó que su identificación la había dejado en la recepción del hospital, y luego por tantas cosas en su cabeza la olvido recoger. Pudo haber ido por la mañana, sin embargo el hospital quedaba en su trayecto y no tardaría ni cinco minutos.

Ingresó al edificio y la enfermera de la recepción le entregó rápido la ficha al identificarse con su placa. Ya estando ahí, le entró cierta curiosidad por conocer al tipo por el cual John tenía tantos problemas. No le costó hablar con el médico y hacerle creer que era un procedimiento de rutina sobre el progreso del paciente en el caso.

Entonces, al pasar a la habitación y observar al hombre postrado en la cama, comprendió muchas cosas que hasta ese día pensó absurdas.

Gregory Lestrade siempre creyó que John exageraba por obsesionarse de un sujeto que solo conoció por unos minutos, pero ahora lo entendía. Porque el hombre en la cama, a pesar de su aspecto famélico debido al accidente, era realmente guapo. Su pálida piel resaltaba más los mechones pelirrojos sobresalientes de las vendas y su perfil distinguido le provocó una sensación extraña. Sus pies se movieron solos y paró a centímetros de la camilla, espacio suficiente para tomar su mano entre las suyas y percibir la frialdad en sus largos dedos.

Y por un motivo incomprensible la apretó más fuerte, brindándole el calor que posiblemente no lo sentiría, pero que él deseó trasmitirle.

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Continuara…

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…oooO*Oooo…

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