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En un verano por RiSaNa_Ho

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VI. Un verano

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By Risana Ho

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…oooO*Oooo…

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[Presente]

Y después de ese verano en casa de los Holmes –y una semana de preparativos sobre la boda que le importaron muy poco por seguir pensando en Sherlock– ahora estaba ahí, sintiendo el estómago revuelto y con ganas de vomitar por el nerviosismo. Las pocas personas aún le sonrían como intentando darle ánimos, pero lo que él realmente necesitaba era valor para decir lo que deseaba.

—¿John?

John alzó la mirada y observó a Mycroft, recuperado y tan elegante como siempre en su nuevo traje negro. Luego de recordar lo que pasó, descubrió que su admiración por ese hombre la confundió con otro sentimiento, y gracias a diferentes circunstancias terminó comprometido por una mentira. Y decía gracias, porque debido a tal motivo conoció a la persona que verdaderamente quería a su lado. Sherlock podría ser el tipo menos empático del mundo, un idiota que no cerraba la boca en momentos indicados y un completo cretino, pero seguiría siendo la única persona que amaba. ¿Amor? ¿Podría ser un sentimiento así de importante? Desafortunadamente para él, sí, estaba completamente seguro de su definición. Jamás encontraría a otra persona como Sherlock Holmes. Lo descubrió por su ausencia, la falta de su compañía le hizo comprender su verdadero significado. Y no podía engañarse a sí mismo. Algo le decía que tampoco sería una buena pareja para Mycroft, John notaba que veía todo el tiempo a su amigo Greg cuando éste los acompañaba en algunas reuniones y estaba distraído. ¿Cómo no lo descubrió antes? Vaya que era idiota. ¿Por qué hacerse la vida tan difícil?

—Lo siento, no puedo casarme contigo, Mycroft.

—¿Qué?

Las expresiones de los invitados fueron de completa sorpresa, algunos comenzaron a cuchichear entre ellos. A él no le importaron las demás personas, solo Mycroft y la familia Holmes. Sin embargo sintió algo de alivio cuando, de reojo, vio a Sherrinford pedirle ayuda a Allistor y Greg para despedir a los invitados. El primogénito de la familia sabía que ese momento solo le concernía a los Holmes –y ya que Harriet no asistió a la boda, Lestrade era lo más cercano a un familiar para John. El lugar pronto quedó casi vacío y John suspiró abatido. Debía continuar.

—Soy un idiota, te mentí todo el tiempo, tú y yo jamás nos conocimos realmente —Mycroft iba a responder, pero John levantó una mano para que lo dejara continuar—. Ese día en el hospital engañé a la enfermera para saber cómo estabas, todo se salió de control —contempló a la familia Holmes, arrepentido—. Ustedes son personas maravillosas y no tuve el valor de contarles la verdad. Verlos destrozados por su accidente me hizo sentir un cobarde. Ahora comprendo que no quiero arruinar más las cosas, en verdad lo siento. No tengo justificación y entenderé si me odian.

Sin esperar una palabra de ellos, salió rápidamente del lugar sin mirar atrás. No estaría con Sherlock, pero tampoco arruinaría la felicidad de los demás.

—¿Estás bien?

Greg insistió tanto al tocar la puerta que al final salió de la comodidad de su cama y tuvo que abrirle para que dejara de molestar. ¿Acaso no veía que se sentía una mierda? Sabía que su amigo deseaba verificar que estuviera bien, pero un momento a solas tampoco lo mataría. Y como Greg no saldría de ahí hasta estar convencido por completo, ambos terminaron en la sala bebiendo un par de cervezas.

—Te lo dije hace media hora, Greg, estoy bien —John tomó el ultimó sorbo y apretó el puente de su nariz. Pero, aunque no quisiera admitirlo, tenía curiosidad por saber qué había pasado después de su dramática y cobarde huida—. ¿Y cómo fue?

—La gente siempre habla, no te preocupes, amigo. Mycroft también está bien, fuimos a tomar un café y platicar un rato.

Lestrade no mentía. La familia Holmes lo había tomado con bastante calma, como si ya supieran algo del tema. Miró a John y éste le sonrió de una manera rara.

—¿Y esa cara?

—Te gusta. —No fue una pregunta sino una afirmación—. ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¡Pudiste haberme ahorrado muchos problemas, Greg!

Greg rió nervioso, a esas alturas no valía la pena negar algo que cualquiera lo notaria a kilómetros.

—Se suponía que tú ibas a casarte con él, y yo soy tu amigo, John. ¡Jamás haría algo contra ti!

John tuvo que darle la razón. Y descubrió nuevamente que Gregory era un excelente amigo y merecía lo mejor.

—Espero que les vaya bien. En verdad, Greg, les deseo lo mejor a ambos.

—Sólo somos amigos, pero quiero ganarme su corazón. —Lestrade era una persona bastante optimista que no daba su brazo a torcer fácilmente, pero ahora debía preocuparse por el ánimo de su amigo. John también le había contado sobre Sherlock—. Tú no estás triste por lo de la boda, es porque no apareció. ¿Cierto?

—Esperaba que llegara al final. ¡Por Dios, que tontería! Ni siquiera debe acordarse de mí, y yo aquí sin poder sacármelo de la cabeza.

—Llámalo.

John lo miró como si hubiese dicho la blasfemia más terrible del mundo. Greg comprendió que debía quedarse callado en cuanto al tema de Sherlock Holmes.

Una semana. Habían pasado siete días del "incidente" de la boda. Desde ese momento no había vuelto a cruzar palabras con ningún miembro de la familia Holmes, y dudaba que ellos quisieran recibirlo con los brazos abiertos luego de lo ocurrido, aunque Greg asegurara lo contrario. Tampoco los creía malas personas, pero cualquiera estaría ofendido por un mentiroso que pasó el verano engañándolos. Y por supuesto, no tenía noticias de Sherlock.

Su rutina comenzó de nuevo, no le apetecía revolcarse en su inmundicia y colgarse de alguna lámpara o, mucho peor, darse un tiro. Las cosas iban de acuerdo a su curso, el trabajo en la clínica había aumentado desde que le entregaron su propia consulta –a Sarah también tuvo que contarle la verdad y, aunque recibió un regaño por no confiar en ella, lo ayudó a su propio modo. En las mañanas pasaba por su café con Molly sin encontrarse a Mycroft, éste iba por Greg para desayunar y le alegraba que su relación fuera avanzando poco a poco. Ambos, a su manera, eran buenos hombres. Al menos algo bien resultó de aquel absurdo enredo. Le costaba admitirlo abiertamente, todavía le dolía la ausencia de Sherlock. Le sorprendía como, en poco más de un mes, habían cambiado sus prioridades.

Debía comenzar a olvidarse de todo, dejar de fijarse en personas imposibles. Había pensado en ahorrar lo suficiente y viajar en sus próximas vacaciones para dejar de recordar a idiotas insensibles. Trabajaría muy duro y alcanzaría su objetivo.

Cuando llegó a la clínica Sarah lo esperaba en la pequeña recepción. Le entregó su mocachino y ella le sonrió.

—Hola, John, ¿qué tal tu mañana?

Un asco.

—Bien, nada nuevo. —Lo mejor sería cambiar de tema y pensar en otra cosa—. ¿Hay algún paciente para mí?

Sarah disfrutó de café, caminó al mostrador y le entregó un expediente.

—Pues sí. El paciente presenta insomnio, falta de apetito, agotamiento físico y mental, agresividad…

—¿Agresividad? Posiblemente solo sea estrés.

Sarah negó.

—No estoy segura, es un caso especial. Mejor no te cuento más y revísalo tú mismo, ya está en tu consultorio.

John encogió los hombros, acomodó su bata y fue directo a su consultorio, en su camino revisó los papeles del expediente, no decían mucho en realidad y la parte del nombre estaba en blanco.

—Buenos días, señor…

—Creo que esa es una pregunta bastante obvia, sabes mi nombre, John.

Watson casi dejó caer los papeles y, sino fuera porque realmente estaba viéndolo, creería que su cerebro le jugaba malas bromas al imaginarse la voz de Sherlock en su futuro paciente. Pero no era su imaginación, Sherlock sí estaba ahí.

—Sherlock.

—Hola, John.

—Pensé que… ¿Qué haces aquí?

Sherlock bufó molesto ante la cuestión, ni él mismo sabía responderse. El crimen había sido bastante interesante; secuestro, homicidio, ningún sospechoso, algo de extorción y un poco de información clasificada del gobierno Ucraniano. Sin embargo, aun con un gran acertijo frente a su nariz, no lograba concentrarse por completo. No podía sacar a John de su cabeza. Imaginar la boda y verlo sonriendo junto a su odioso hermano hacía que su concentración desapareciera como humo. Pero al mismo tiempo intentaba recordarse que John estaría más seguro junto a él, tendría una relación estable en un lugar aburrido y una vida monótona. Fuera de peligro. En instantes como esos odiaba a su privilegiado cerebro por guardar cada uno de los detalles que vivió junto a John. De hecho, tenía una habitación reservada para él en su Palacio Mental.

No obstante, cuando su madre y Allistor le llamaron para decirle que la boda se había cancelado, fue como si su cerebro volviera a funcionar al cien por ciento y las pistas del caso, que antes no tenían sentido, encajaron correctamente como piezas de rompecabezas. Le tomó menos tiempo del que imaginó y al otro día estaba alcanzando un vuelo con destino a Londres, pero una vez que estuvo ahí no supo qué más hacer. ¿John lo odiaría? No deseaba quedarse con la duda, debía enfrentarlo y darle uso a la última compra que realizó en Ucrania antes de abordar el avión.

—¿Sherlock?

La voz de John le hizo regresar de sus pensamientos.

—Sabes que no soy bueno con sentimentalismos.

—Lo sé, me lo dejaste claro la última vez que nos vimos.

Sherlock asintió, observándolo directo a los ojos.

—¿Lo comprendiste? No lo creo. Quise decir que no soy bueno con ellos, mas nunca acepté que no los tuviera por ti, John. Lo cual está completamente fuera de mi lógica, sabía que estabas engañándonos, pero no quise interferir en la boda porque reconocía que al lado de Mycroft estarías a salvo. ¿De qué? Pues de mí, sería más peligroso si te quedabas a mi lado. No quería arriesgarme a que te pasara algo, nunca me lo perdonaría, primero me tiraría de la azotea de un edificio antes de permitir que alguien te hiciera daño, John.

De acuerdo, John comprendía que Sherlock nunca sería un experto en el área de los sentimientos, pero esa declaración era lo más romántico que le habían dicho. Y viniendo de Sherlock Holmes significaba mucho más, a su bizarra manera, Sherlock admitía que daría su vida por él. Para protegerlo. Estaba esforzándose mucho.

—Yo…

—Espera, John, aún no he terminado. Después de irme y pensar que estarías mejor con mi hermano, no pude concentrarme, entonces debía regresar y decírtelo a la cara, y creo que ese no es el punt-

Intuía que Sherlock no terminaría su monólogo si él no lo detenía. Así que lo jaló de su inseparable bufanda azul y unió sus labios. ¿Qué mejor que un beso para dejarlo sin palabras? Antes se quedó con las ganas y ahora, teniéndolo ahí diciéndole incoherencias, no pudo resistirse. Para su sorpresa, Sherlock no dudó en corresponderle al instante y lo cargó, sentándolo sobre su escritorio. Tiró los papeles y demás objetos acomodados para hacerse lugar en él.

Lo besó como si hubiesen pasado años sin verse. Para ambos casi así les pareció.

John pasó las manos por la nuca de Sherlock, profundizando más el beso, solo separándose de vez en cuando para tomar algunas bocanadas de aire y retomar su tarea. Y hubiesen repetido el proceso, sino fuera por el fuerte sonido de una tos mal disimulada. John le dio un empujón a Sherlock y, mientras acomodaba su bata, bajó del escritorio. Sarah sonrió, observando a su amigo peinar sus cabellos en un nulo intento por volver a colocarlos en su lugar.

—Lo siento, toqué varias veces. Ahora entiendo por qué no me han escuchado —rió y miró a Watson—. Solo quería decirles que no se tomaran tan en serio eso de "revisar al paciente". Aún tenemos mucho trabajo, John.

John asintió nervioso, sintiendo las orejas calientes. A su lado Sherlock bufó cuando ella cerró otra vez. John recordó otro punto importante.

—¿Y tu familia?

—¿Qué hay con ellos?

—Supongo que me odian por mentirles. No fue nada agradable nuestro último encuentro.

Sherlock movió la mano, restándole importancia.

—Ellos no te odian. De hecho, tuve que impedirles que me acompañaran. Mi familia entiende que no deseabas causarles daño, y supongo que también intuían algo sobre nosotros, creo que no eres bueno para ocultar cosas, John.

—Pero Mycroft…

—Mi hermano está tan encantado con Gavin que no recuerda ni cómo te llamas.

—¿Gavin?

—Tu amigo.

—Es Greg.

—Lo que sea, a ellos no les importa tenerte de vuelta. Además, no los veremos mucho, quiero que seas mi médico asistente en los casos. ¡Viajaremos por varios países! Podemos pasar unos días en el 221B.

John quedó sin palabras, y aliviado, al saber que la familia de Sherlock lo aceptada nuevamente.

—¿El 221B?

—Nuestro nuevo apartamento, al menos si aceptas esto —Sherlock sacó una cajita negra y le mostró el anillo de oro que guardaba dentro—. ¿Quieres casarte conmigo, John H. Watson?

—¡Pero ni siquiera hemos sido novios, Sherlock!

—Está bien, ¿quieres ser mi novio?

Sonrió, moviendo la cabeza ligeramente.

—Sí.

—Ahora que eres mi novio, ¿quieres casarte conmigo?

—No creo que así funcionen las cosas, Sherlock.

Holmes arrugó las cejas.

—Pero esperar es aburrido.

—¿Sabes? Le has quitado todo lo romántico al momento.

—Y eso te gusta.

—Por Dios, claro que sí.

John volvió a besarlo y fue correspondido por los finos labios de Sherlock, sabiendo que les esperaba un largo camino por delante. Juntos, complementándose, podrían lograrlo.

Y si algún día alguien le preguntaba en qué momento se enamoró de Sherlock Holmes, no dudaría en responder que un veranofue suficiente para que ese excéntrico hombre robara por completo su corazón.

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Fin

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…oooO*Oooo…

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Notas finales:

Antes que nada quiero agradecerles por llegar hasta aquí. Me hizo feliz saber que la historia fue de su agrado. Sé que también fue corta (y algo rápida por la falta de tiempo y la fecha). 


¡Nos leemos en otra ocasión! ¡Cuídense mucho!


Gracias x leer (°~°)


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