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Replay. por Breil Obrealdi

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Notas del capitulo:

HI. Ladies and gentlemen! ¡Por fin, aquí tenéis, el capítulo 6! –aplausos, aplausos– Gracias, gracias. Empieza a desvelarse parte del pasado de Kouki... Y lo que todavía queda.

No os digo más, que disfrutéis de la lectura. ~

Desde entonces, empezaron a coincidir casi todos los días. Siempre encontraba algún pretexto para que hablaran, ya fuera desde pedirle ayuda con la búsqueda o recomendación de algún libro, a que le diese su opinión sobre algunos temas. No dejaba de interrogarlo sobre su vida, preguntándole por sus intereses y gustos, y hasta ahora había logrado escaquearse en mayor medida, pero no sabía hasta cuando conseguiría salirse con la suya.

Era sábado y lo habían llamado temprano para pedirle ayuda trasladando los libros nuevos a la biblioteca y clasificarlos, poniéndoles un código y metiéndolos en la base de datos. Acababa de avisar de que iba a tomarse su descanso, así que decidió subir a la azotea a que le diera un poco el sol y tomarse un zumo.

Bostezó audiblemente apoyándose en la pared y dejándose caer hasta el suelo. Cerró los ojos disfrutando de la calidez que irradiaba el sol y le provocaba un agradable cosquilleo. La verdad es que hacía muy buen día. No les habían dejado dormir demasiado la última semana, los habían despertado todas y cada una de las noches de madrugada para mandarles a hacer nuevas novatadas o que les consiguieran cosas que repentinamente se les había antojado. Hubo un chico que incluso tuvo que ir en tren a un pueblo de los alrededores a traer unos dulces porque sólo los producían en una bollería de allí. Le pagaron el billete, claro, pero luego el pobre hombre no había sido capaz de levantar la cabeza en clase.

Sin embargo, no todo era malo. Habían empezado a estrechar lazos entre todos e incluso habían quedado al día siguiente en ir a hacer un picnic al parque y echar unas canastas. La verdad es que echaba de menos jugar al baloncesto…

 

Una mano helada se cerró entorno a su garganta, alzándolo del suelo. Sus pies se agitaron, balanceándose en el aire mientras trataba de liberarse frenéticamente. Al ver que su fuerza no era suficiente empezó a arañarle, desesperado, con el único resultado de ser estampado contra el muro brutalmente. El fuerte golpe en la cabeza lo atontó lo suficiente como para quedarse inmóvil. Cuando un nuevo tirón le rompió la camisa que llevaba, abriéndosela de golpe, la repentina conciencia de lo que estaba ocurriendo y su posición le impactó, echándose a temblar.

– No… ¡No! ¡No me toques!

Reinició la ronda de gruñidos, luchando con uñas y dientes con renovada energía, aterrorizado. El otro chico se limitó en chasquear la lengua con disgusto ante su débil intento de resistencia, poniendo mala cara al ver las distintas cicatrices en su piel. No dijo nada, no necesitaba hacerlo. Era plenamente consciente de su repugnancia, pero verlo reflejado en la expresión de alguien más sólo lo empeoraba.

Entre sollozos, comenzó a gritar como un poseso, con la esperanza de llamar la atención de alguien que pasara por allí cerca. Cualquiera.

Por favor.

Atinó a escuchar su suspiro exasperado justo antes de que pequeños puntos negros apareciesen en su campo de visión, tras recibir un certero puñetazo en el estómago que lo acalló instantáneamente. Hizo un esfuerzo por no vomitar y tratar de que el aire llegara a sus pulmones. No debían de haberle hecho particular gracia sus gritos porque el agarre en su cuello era ahora más apretado.

– Me he cansado de tus tonterías… Guarda silencio o te prometo que sufrirás mucho, mucho más de lo que nunca te podrías imaginar.

Tenía un buen historial con el dolor por lo que había desarrollado cierta resistencia, pero no sentía ningunas ganas de ponerlo a prueba.

Tomando su silencio como que lo había entendido, introdujo una de sus piernas entre las suyas para separárselas. Sus ojos lo recorrían devorándolo con la mirada, pero aquello no hizo más que asquearlo. Lo liberó de su asfixiante agarre para atrapar sus muñecas por encima de su cabeza y bloquearle la vista fuera del callejón con su cuerpo. Para entonces las lágrimas ya empapaban por completo sus mejillas, deslizándose una tras otra por su barbilla hasta el suelo. Cerró los ojos sin dejar de temblar, lo hacía con tanta violencia que le castañeaban los dientes.

Con su visión borrosa de todas formas apenas era capaz de distinguir nada. No quería ni era capaz de mirar mientras el otro hacía lo que quería con él. Se mordió el labio con tanta fuerza al tratar de ahogar sus sollozos que se lo partió, notando al poco el regusto metálico de la sangre en la boca.

– Buen chico…

Su mano libre fue a parar a su pantalón, provocando que se echara a llorar con más intensidad si posible.

Por favor…

 

Se despertó jadeando con lágrimas rodando por su rostro. Tardó un par de minutos en reaccionar, ser capaz de distanciarse del sueño y reconocer su entorno. No estaba allí. Ya no estaba en aquel mísero callejón. No estaba en peligro…

Se frotó con manos temblorosas el cuello como si todavía pudiese sentir su presión y tragó saliva compulsivamente, respirando de forma errática. Su móvil vibró en el bolsillo y al sacarlo pudo comprobar que tenía una llamada perdida de Hyuga, su senpai.

Oh… Hace tiempo que tenía que haber vuelto al trabajo.

Lentamente, pues sentía las rodillas algo débiles, se puso en pie. E iba a guardar el móvil cuando vio que una gota de agua le manchó la pantalla. ¿Estaba lloviendo? Se dio cuenta entonces de que seguía llorando. Apretando los dientes, se frotó los ojos con rabia queriendo detenerlo. Era cosa del pasado y ya era hora de superarlo. No podía permitir que le siguiera afectando durante el resto de su vida.

 

***

 

A Akashi no solían pillarlo con la guardia baja muy a menudo y a pesar de todo, nada pudo desconcertarlo más que el momento en el que vio que Kouki volvía de su pausa con los ojos enrojecidos y algo hinchados. Un profundo ceño se instaló entre sus cejas. ¿Acaso alguien había osado hacerle daño? ¿Habría recibido una mala noticia? Buscaría al responsable para hacerle pagar por lo sucedido.

Hacía casi dos semanas de su primer tropiezo en la biblioteca y había aprovechado su recién adquirido trabajo allí para visitarlo prácticamente todos los días. Su estatus como líder del Clan Rakuzan, nombre que le había puesto él mismo a la banda, así como de estudiante modelo requerían de él que pasase bastante tiempo estudiando y explorando nuevas estrategias. Su padre le había dejado muy claro que podía hacer lo que quisiese siempre que fuese el mejor en ello, no implicase a la familia y demostrase que estaba a la altura de heredar el negocio familiar. En apariencia, un importante puesto en el mundo empresarial pero con una gran influencia y poder en los barrios bajos.

A cualquiera le extrañaría este interés aparentemente salido de la nada que Akashi profesaba por Kouki, pero lo cierto es que no estaba del todo injustificado. A los pocos días de su encuentro, había notado cierto cambio en el patrón de comportamiento de Kuroko y sus amigos, entre los que se encontraba el moreno. No le pareció que fuera algo de vital importancia, pero por si acaso, mandó a Midorima a que lo investigara un poco más a fondo. Descubrió el asunto del gato que habían adoptado en secreto y aunque en principio no le resultaba una molestia, tampoco le parecía correcto que estuviesen cuidando allí de un animal por lo que decidió que hablaría con ellos más adelante para que lo regalasen.

Pensaba hacer que el propio Midorima, quien ya estaba al corriente, fuera el que les informara de ello pero, estaba dirigiéndose a una de sus habituales reuniones cuando lo vio. En el patio trasero, al otro lado de la valla, dos chicos parecían estar divirtiéndose con algo. Resultaba ligeramente sospechoso, pero no tenía tiempo para lidiar con ellos y dado que no era de su incumbencia, estaba alejándose cuando alcanzó a reconocer la voz del moreno entre la risa del resto, que se había detenido abruptamente. Con cuidado de no ser visto, retrocedió sobre sus pasos para comprobar lo que sucedía. Para su incredulidad, Kouki estaba agachado en el suelo recibiendo los golpes de aquellos individuos que ahora se mostraban abiertamente enfadados, sin tratar de defenderse. Iba a intervenir en ese mismo instante cuando vio a Kagami y Kise correr hacia ellos y alejarlos de él para darles una buena tunda.

Visiblemente adolorido, el muchacho había adoptado una posición sentada y parecía analizar algo con la preocupación reflejada en su expresión. Entrecerrando los ojos pudo ver un bulto… ¡El gato! Debía de haber estado protegiéndolo. Tal vez se les hubiese escapado. Se ve que no debía tener nada grave, porque enseguida esbozó una sonrisa devastadora que provocó que su corazón diese un brinco, dejándolo sin aliento y arrasando por completo con todas sus defensas. Más tarde sería denominada, la sonrisa angelical.

¿Cómo alguien de ese mundo podía tener una sonrisa tan pura…?

Ni siquiera le había importado sacrificarse por el gato para mantenerlo a salvo aunque nada le asegurara que sus amigos iban a aparecer para ayudarlo. Su respeto por él creció y la conclusión emergió en su cabeza de forma clara. Furihata Kouki tenía que ser suyo.

Y no quería estropear su felicidad arrebatándole el felino, por lo que toleraría su presencia. Haría todo lo que estuviera en su mano para conseguir que sonriera así en más ocasiones.

Era por eso que resultaba chocante su estado actual. La otra vez no derramó ni una sola lágrima y ahora se notaba que ira incapaz de concentrarse en nada de lo que hacía. Ya se había tropezado dos veces, chocado contra el marco de la puerta, tirado accidentalmente todo el carrito de los libros y de no ser por él, casi se hubiese tirado encima toda una estantería. Ahora tampoco huía de él, se limitaba a escucharlo con la mirada perdida y no había mostrado el más mínimo atisbo de emoción desde que había vuelto. Algo tenía que haber pasado.

– Furihata-san. —pronunció su nombre queriendo llamar su atención, pero este no le miró.

– Furihata.

Kouki.

Aquello por fin pareció traerlo de vuelta a la realidad y al encontrarse con sus ojos, estos eran los de alguien atormentado. Maldición. No podía simplemente dejar que sufriera así.

Parecía que su supervisor, Hyuga Junpei si no recordaba mal, también había notado su estado de ánimo porque estaba tratando de suplir la mayor parte su trabajo y mandó al chico a sentarse un rato. Se acercó a él, ambos eran delegados de sus respectivas clases por lo que ya se conocían de haber coincidido antes, y le dijo que Kouki no se sentía muy bien por lo que lo acompañaría de vuelta a la residencia para asegurarse de que llegase de una pieza. Echándole un rápido vistazo de reojo, estuvo de acuerdo con él y le dio las gracias.

– Kouki, vámonos.

El chico tan solo pestañeó, mirándolo con confusión cuando cogió sus cosas y lo cogió con cuidado del brazo instándole a que se levantase.

– ¿Irnos? ¿A dónde? Todavía no he terminado.

– Sí lo has hecho. He hablado con Hyuga y dice que ya puedes marcharte. No estás en posición de trabajar sin poner en riesgo tu seguridad y la del resto, por lo que te ha dado el día libre.

– Ah…

El arrepentimiento y la culpabilidad fueron evidentes. No le gustaba causar problemas a los demás.

– Es preferible que ahora descanses y te repongas. Así luego podrás volver y recompensarlo. ¿Está bien?

Asintió cabizbajo y permitió que lo guiase a la salida. Mientras caminaban, no habló. No tenía intención de presionarlo para que le contase nada, de hacerlo podría sentirse acorralado y herirlo. Puede que todavía no confiase en él lo suficiente para recurrir a él, pero tenía la esperanza de que algún día lo haría. El trayecto se le hizo algo corto, inmersos en un cómodo silencio. Iba a entrar con él, pero una corta llamada por parte de Reo, su segundo al mando, le hizo saber que iba a ser imposible. Su presencia era requerida de inmediato en el cuartel general.

– Lo siento, Kouki. —se disculpó al colgar. — Esperaba poder pasar más tiempo contigo, pero he de ocuparme de unos asuntos.

Como tenía la vista clavada en el suelo, le obligó a mirarlo directamente a los ojos alzándole con suavidad la barbilla.

– Trataré de resolverlos lo antes posible, pero siendo sincero no sé cuando podremos volver a vernos. Así que… —lo soltó y sacó una de sus tarjetas personales para tendérsela y asegurarse de que la guardaba antes de proseguir hablando. — Si alguna vez te sientes mal, tienes algún problema o simplemente necesitas hablar con alguien, por favor, llámame. Es mi teléfono personal y sabré que se trata de ti si lo haces.

Como parecía haberse quedado estático observando la tarjeta y no le decía nada, decidió que era el momento de irse, pero entonces por segunda vez en un mismo día, Kouki lo sorprendió. Le estaba dedicando la sonrisa angelical. A él.

– Muchas gracias Seijuurou-san, en serio, eres muy amable. —y enseguida desapareció tras las puertas de la residencia.

Que los dioses se apiadasen de su alma. 

Notas finales:

Yyyy... ¿Qué os ha parecido? A partir de ahora habrá un poquito más de drama. Preparaos para lo que se avecina. Me da penita hacer sufrir a mi pobre bebé, pero supongo que es inevitable para el desarrollo de la historia. (u u)

La verdad es que no estoy segura si más adelante tendré que cambiar el rate a +18, ¿os importaría mucho? ¡Recordad decirme lo que os ha parecido en los comentarios! Son una gran fuente de inspiración y aliento, en serio. Muchas gracias por leer y hasta la próxima. <3


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