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Replay. por Breil Obrealdi

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Notas del capitulo:

Yyyyy, ¡he aquí por fin el nuevo capítulo! –grandes aplausos–. Gracias, gracias.

Espero que os guste, luego en las notas finales os comentaré un par de cositas. Y sin más dilación... ¡A leer! ~

En su desesperada huida, el gato había tirado varias cajas precariamente apiladas hacia un lado y parecía haberse quedado atrapado debajo. Ese perro seguía tratando de alcanzarlo, rascando encima de las cajas para apartarlas. Glubs. Era más grande de lo que le había parecido en un principio. Y sus dientes mucho más afilados. Muy tarde para echarse atrás. Su conciencia no le permitiría vivir tranquilo a sabiendas de que había abandonado a un gatito indefenso frente a esa bestia.

Vamos, Kouki. Piensa.

Tenía que haber alguna manera en la que pudiese distraer la atención del perro sin acabar él en el hospital. Una forma de espantarlo… Sus ojos analizaron frenéticamente todo el lugar.

¡Eso mismo!

Recordaba, de haber visto alguna vez en un documental, que el mejor modo de enfrentarse a un animal peligroso era hacer mucho ruido y fingir ser más grande que él, para asustarlo y obligarlo a retroceder.

Le temblaban las manos al coger las tapas metálicas de unos cubos de basura postrados a un lado. ¡Valor! Empezó a gritar chocándolas con todas sus fuerzas con los brazos alzados, precipitándose hacia el animal. Pillado desprevenido, se giró para encararlo. Sacudía la cabeza molesto por el ruido y acabó huyendo por patas. Nunca mejor deicho.

Dios. Izuki, un viejo amigo suyo, estaría orgulloso de él.

Los lastimeros maullidos no cesaron y esto lo trajeron de vuelta a la realidad. Apartando con cuidado las cajas, no fuera a pillarlo ente medias y herirlo accidentalmente, dio con la fuente de su preocupación.

– Oh… Pequeño. —murmuró para sí.

El gatito era todavía un bebé, apenas debía tener un par de meses. Dejando de lado la suciedad, se le veía algo desnutrido, signo de que probablemente vivía en la calle. Al verlo, trató de retroceder asustado, pero tropezó. Cojeaba de una de sus patas traseras.

Sabía que en la resi no se aceptaban animales… Pero no podía simplemente abandonarlo a su suerte. Un increíble par de ojos disparejos, uno verde y otro azul, le devolvieron la mirada. En cierto modo, le recordaban bastante a… Sacudió la cabeza, no queriendo rememorar el vergonzoso encuentro. 

– Minino, minino… Vamos, pórtate bien. Voy a cuidar de ti, ¿vale? 

Se ve que no estaba muy de acuerdo con que lo cogiera, porque en cuanto lo tocó se puso como una fiera y le arañó allí donde pudo.

 

***

 

– ¡¿Qué?!

– Furihata-kun, deberías calmarte. Estás llamando mucho la atención.

Algunas personas se habían detenido a mirar tras su grito, murmurando por lo bajo.

– ¡No, pero…! ¡Eso es tiranía!

– Somos plenamente conscientes de ello Furihata-kun, pero debes creerme cuando te digo que oponerte no te traerá más que problemas.

Miró ceñudo al peliazul. Ni qué decir que durante todo este tiempo seguía con el gatito en brazos. ¿Por qué cedía tan fácilmente? ¿Acaso no debería estar él también indignado? ¡Ni que fueran robots sin sentimientos para mangonear a su antojo! Él siempre había querido entregarle su primer beso a alguien a quien quisiera, por eso a día de hoy seguía esperando a esa persona. No para regalarlo a la primera de cambio. 

Sus amigos estaban extrañamente silenciosos. Había esperado que por lo menos Kagami o Kise lo apoyasen, pero parecían resignados.

– …Sabéis algo que desconozco, ¿verdad?

Al cabo de un momento, los tres asintieron con la cabeza con asombrosa sincronización.

– ¿Y no podéis decírmelo?

Negativo.

– Simplemente genial. —rascó las orejas del felino reflexionando.

¿Qué sería lo suficientemente grave o importante para que no pudieran confiar en él?

La verdad es que la situación no le hacía particularmente ninguna gracia, pero tampoco quería ponerlos en un compromiso presionándolos. Kuroko interrumpió en ese momento su retahíla de pensamientos al cambiar de tema.

– Furihata-kun… Perdona que te pregunte, pero, ¿qué haces con un gato?

– ¡Ah! Casi se me olvidaba. Veréis, me lo he encontrado en la calle cuando venía para acá y no podía dejarlo allí estando herido… Así que pensé que a lo mejor podría quedarse con nosotros unos días, por lo menos hasta que se recupere.

La mirada escéptica que le dedicaron le dijo todo lo que necesitaba saber. Kuroko como siempre resultaba imposible de analizar, se limitó a estirar una mano para probar él también a acariciarlo.

– ¡Vamos, chicos! ¡Moon es verdaderamente bueno, os lo prometo!

– …¿Ya le has puesto nombre?

– ¿Y esos arañazos de la cara?

– Oh. Es que estaba asustando cuando lo recogí, ¡pero míralo ahora!

 El pequeño dormía plácidamente, ronroneando por lo bajo debido a las caricias. Eso sumado a la expresión suplicante del chico, les hizo imposible negarse. Fue el propio Kagami quien resoplando, se rascó la cabeza antes de decir.

 – Está bien. Pero tú te encargas de enseñarle donde debe hacer sus “cositas” y de que se mantenga alejado de mis zapatillas.

 – ¡Genial! —exclamó entusiasmado el chico.

 La sonrisa que esbozó podría haber cegado al sol.

 – Furihata-kun, tenemos que entrar. Escóndelo en tu mochila y si no puedes, en la mía hay espacio.

 – ¡Voy!

Le alivió saber que contaba con el apoyo de sus amigos, si se hubieran negado, aquello lo hubiera entristecido de sobremanera. En esa ocasión sin embargo, era incapaz de dejar de sonreír. Parece que después de todo las cosas sí que mejorarían.

 

 

 

Prácticamente ya adaptado al frenético modo de vida que imponían las novatadas, los días transcurrieron velozmente. A pesar de las iniciales reticencias a la temporal adopción del gatito, sus amigos estaban encantados y se turnaban para mantenerlo oculto y cuidar de él. Cuando se veían obligados a participar todos a la vez en una novatada, lo soltaban en la azotea. No solía ir nadie y era una zona abierta decorada con alguna que otra planta, con lo que Moon se entretenía. Incluso le construyeron una pequeña casita de cartón con una vieja toalla dentro para que estuviera más cómodo.

Al principio, el pobre animal había estado histérico al despertarse en un entorno desconocido, pero con el paso del tiempo parecía haberles cogido cariño. A pesar de todo, no dejaba que Kise se le acercara y de vez en cuando había llegado a robarle una de sus zapatillas cuando no miraba, para llevársela a algún rincón y afilarse en ella las uñas. Por las noches, había cogido la costumbre de acostarse a los pies de su cama.

Verlo así lo conmovía profundamente. 

No se atrevía a pensar en el momento de despedirse de él, regalándoselo a alguien que pudiera darle un hogar.

Le acarició la cabeza por última vez tras servirle su desayuno a modo de despedida. 

De camino a la universidad, le llegó un email avisándole de que habían recibido su solicitud para el puesto de la biblioteca y que se pasara luego por allí para hablar con el encargado y decidir si se lo daban.

Un par de horas más tarde pudo conocer al fin al que sería su superior, que resultó ser el delegado de un curso mayor, un chico más o menos alto de pelo oscuro y gafas. Le explicó cuales serían sus tareas, entre las cuales estaban revisar que las salitas individuales y grupales de estudio estuvieran en orden, ayudar con la búsqueda de libros a quien lo solicitara y recolocar correctamente aquellos que estuvieran en el carrito una vez este estuviese al completo. Y podía empezar ese día mismo. Según le estuvo contando, al parecer no había mucha gente que estuviera interesada en ese trabajo porque no pagaban mucho y lo veían como una pérdida de tiempo, pero aquello no lo desanimó. 

También le explicaron que la biblioteca cerraba a las siete entre semana y a las dos, sábados y domingos, por lo que su deber era que a la hora de cierre todas las salitas estuviesen vacías y recogidas, pues al cabo de una hora llegaría el equipo de limpieza a cargo. Durante el periodo lectivo de exámenes el horario se ampliaba a las ocho de la tarde durante todos los días de la semana. Y para concluir, lo guió a una pequeña habitación del personal donde podían calentar agua y hacerse café. 

Después de acompañarlo la mayor parte de la tarde para ayudarlo con sus tareas y comprobar cómo lo hacía, viendo que se desenvolvía bien decidió dejarlo por su cuenta y se marchó a continuar con sus quehaceres. Ya faltaba relativamente poco para cerrar y el chico sólo podía pensar con quien estaría Moon en ese momento. Se supone que le tocaba a Kuroko, pero le habían surgido unas prácticas de última hora…

El otro día se había cruzado con una tienda de animales, tal vez si le daba tiempo podría pasarse a echar un vistazo y puede que comprarle algo con lo que jugar. 

Ya no quedaba casi nadie en la biblioteca así que se pudo manos a la obra con las salas. La gran mayoría estaban vacías, sólo tenía que revisar dos o tres así que aprovechó de paso para ir a estrenar la máquina de café. Iba a darle su primer sorbo cuando al entrar a la última de las salitas casi se le escapó la taza al suelo.

Oh, Dios.

No podía ser.

Sentado sobre la silla, con la cabeza apoyada sobre su mano en la mesa estaba el dichoso pelirrojo de ese día. Por su respiración pausada y ojos cerrados, supuso que debía de haberse quedado dormido estudiando, pues el escritorio estaba a rebosar de papeles. Acercándose un poco, pudo notar que ciertas ojeras se marcaban bajo sus ojos con lo que debía de estar cansado. A pesar de su vergüenza inicial, ahora que lo veía así casi le parecía… ¿Mono? Obligó a su mente a alejarse de ese rumbo de pensamientos y dejó la taza encima de la mesa, con cuidado que no manchar nada. Le iba a hacer más falta que a él.

Le apenaba tener que molestarlo, tampoco es que le apeteciera especialmente debido a como se habían conocido la primera vez, pero no le quedaba otra. Apenas acababa de rozarle el hombro cuando el otro reaccionó con unos impresionantes reflejos incorporándose y tirándole del brazo con el que lo iba a tocar mientras con la otra mano lo apuntaba con unas tijeras que había sacado de vete tú a saber donde.

Se echó a temblar a causa del susto, con los pelos de punta.

¡Joder!

Tardó unos segundos en reconocerlo, pero supo que lo había hecho en el momento en el que aquellos inquisitivos ojos se encontraron con los suyos, aunque no apartó las tijeras ni un ápice de su garganta. De alguna manera, se las ingenió para ser capaz de hablar.

– L-Lo siento mucho. N-… No pretendía a-asustarte, lo prometo. Soy e-el nuevo ayudante de la biblioteca y no falta mucho para que cerremos… —sabía que debía de haber sido difícil entenderlo pues no había dejado de tartamudear, pero dada la precariedad de su situación, estaba justificado.

– Tu nombre.

– ¿Qué? —dijo estúpidamente.

Lo había pillado desprevenido.

– Dime tu nombre. —repitió con calma

– Fu-Furihata Kouki, clase 1B, me gusta el baloncesto y… 

– Es suficiente, tranquilo. 

Enmudeció al instante.

Esbozando una pequeña sonrisa, lo soltó apartando las tijeras y guardándolas en el estuche.

– Lamento mis modales. Últimamente me he visto en varias situaciones algo peliagudas y se podría decir que tengo los nervios a flor de piel.

– C-Comprendo…

Por supuesto que no lo hacía, no tenía ni idea de a qué podía estar refiriéndose el chico exactamente por peliagudo, pero tampoco pretendía ahondar en el asunto.

– Y… ¿Tú como te llamas?

Cuando el silencio volvió a instaurarse entre ellos se arrepintió de haberle preguntado nada. Lo mejor hubiera sido que ahora que ya estaba despierto y lo había avisado, se hubiese marchado…

Estaba a punto de pronunciar alguna excusa para hacer eso mismo cuando se decidió a hablar.

– Seijuurou.

– ¿Uh? ¿Pero no es ese tu nombre de pila…? 

– Así es.

– Pero, ¿y tu apellido? Acabamos de conocer--

Una nueva mirada por su parte lo mandó a callar. Muy bien, si no quería decirle su apellido él, por su propia seguridad, él no iba a insistir.

– Bueno, Se… Seijuurou-kun. He de marcharme para terminar con mis obligaciones. 

– Aguardo encarecidamente un nuevo encuentro entre nosotros, Furihata-san.

Sin responder nada a eso, pues sabía que estaba haciendo alusión a la última vez, sintiendo como le quemaban las orejas despareció por la puerta. Las salitas restantes las recogió casi a la velocidad de la luz, no fuera a ser que se volviera a cruzar con el peli--, con Seijuurou.

 

Por otro lado, el pelirrojo no pudo evitar ampliar su sonrisa tras el afortunado encuentro, sus rasgados ojos sobre la taza de café que le había dejado el moreno. La cosa se ponía interesante.

Notas finales:

Bien, bien. Vayámos por puntos. Primero... Siento si os parece que la historia está yendo demasiado lenta, peeeero he de decir que no falta mucho para empiece a haber algo más de acción y drama, que dicen que es bueno. Todavía no he decidido si llegaré a escribir lemon pues nunca he probado a hacerlo, pero de todas formas me gustaría saber lo que pensáis. Si preferís que haya o no. ~

En segundo lugar, como compensación por el tiempo que he tardado y el que voy a tardar en sacar cada capítulo, he preparado como un extra cortito que no sé si lo subiré en esta historia o crearé una serie en la que añadiré la historia y cualquier posible extra o especial que se me ocurra.

Y hablando de especiales, como ya falta relativamente poco para Octubre he estado pensando que podría hacer algo más adelante por Halloween... ¿Qué os parece?

Lamento de corazón haber tenido que postergar la frecuencia de publicación, pero no tengo muchas opciones. (> <) Espero poder saber pronto de vosotros, lectores, que me acompañáis en la travesía que representa esta historia y os guste tanto como a mí escribirla. See you!


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