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Todo o nada por Lady York

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Notas del capitulo:

Will y Hannibal en Montenegro con el plan perfecto para estafar al atractivo banquero LeChiffre.  

Burbujas doradas, diminutas y perfectas se desprenden desde el fondo de la copa para viajar por el largo cuello de cristal y reunirse en una fina espuma sobre el líquido. Will las observa absorto, como si su liviandad fuera lo más extraordinario que vería, lo cierto es que perdió su mente como las burbujas le recordaron el agua salada del mar arremolinándose sobre él.


—La telequinesis aún no se ha comprobado, pero como sigas observando esa copa detenidamente probablemente estallé frente a nosotros.


—Si fuera el caso y ostentara el don hacer estallar las cosas con mi mente, habrías muerto desde hace mucho tiempo atrás Hannibal— contestó automáticamente con arrogancia hacia el Doctor Lecter, pasando su persístete mirada de la copa de champán al hombre sentado frente a él.


—No, no querido Will, recuerda; intimidad y elegancia, no necesitamos una carnicería. Confío en que tu mente ha adquirido la gracia para deshacerte de mí, con la mayor delicadeza posible si es que sigues pensando en matarme. Sólo espero no pienses en suicidarte después, le restarías distinción, puedes deshacerte de una mente brillante pero no de dos, Dios colocó un par de cada especie para poblar la tierra.


—La tierra ya está poblada de locos como tú.


Hannibal sonrió y sus pupilas parecieron iluminarse. Podría decirse que la impertinencia de Will le era completamente satisfactoria, ahí en medio de un lujoso restaurante en Montenegro, con su charla oculta con la dulce música de Jazz y el sonido de las voces de otros comensales, podían pasar como una pareja cualquiera, tal vez una cita de negocios a juzgar por la vestimenta formal de ambos, o simples amigos en una cena, y es que eran más cercanos a lo segundo salvo por las fogosas miradas que se dirigían el uno al otro, sin malinterpretar, pues el fuego se debía principalmente al rencor, al menos así lo llamaba Will, mientras las miradas de Hannibal tenían una pasión especulativa y sobre todo un destello de entretenimiento. Jamás podrá cansarse de Will, de esa forma de retar cada frase suya y de seducirlo con su intelecto sarcástico.


Flirteaban, no había duda, escondiendo el agridulce sentimiento del amor-odio que se profesaban mutuamente, que a la par de sentimientos tan catastróficos, se neutralizaban y los dejaba sobre “tierra de nadie” en su campo de batalla interna, pues frente a los demás se manejaban con exacerbada diplomacia. Hannibal por su parte había aceptado que era más amor el que le confería, mientras Will se aferraba a su “odio” cuando paradójicamente se mantenía tan cerca y visible como el fruto prohibido en el Edén.   


—No como nosotros Will. Nunca como nosotros— recalcó el doctor bebiendo de su copa con vino tinto y agradeciendo al mesero quien colocó frente a él un exquisito filete noisette de cordero en termino rojo de la que se desprendía un jugo grana brillante. 


Will calló, dio un vistazo rápido de la carne roja en el plato de Hannibal y luego en el suyo repleto de mariscos frescos, camarones humeantes, ostiones fríos, tentáculos ahumados entre otros elementos que creaban una fauna marina en un plato de fina vajilla. El mar, de nuevo el mar y los recuerdos, y las heridas, y la caída, y el abrazo y… 


Pinchó con su tenedor uno de los tentáculos y lo engulló masticando lentamente, saboreando, disfrutando y Hannibal relamió sus labios, ¿por la carne o por él? Tragó y bebió de nuevo de su copa desviando la mirada hacia una mesa privada en la contra esquina del restaurante, como si un eco le hubiera susurrado para mirar directamente a ese punto. Un par de ojos lo observaban, sin insistencia, pero claramente anclados a su perfil, la mayoría de su rostro estaba entre las sombras a excepción de la franja de luz que iluminaba sus ojos, si no fuera en suma empático aquella mirada hubiera pasado como una simple casualidad.


El contacto visual duró apenas unos cuantos segundos, interrumpida por la figura de un camarero que atravesó llevando un carrito de servicio, Will regresó la vista a su plato recordando el porqué seguía sin gustarle mirar a los ojos de las personas, esos ojos habían quedado en su memoria de corto plazo y ni siquiera había visto realmente su rostro, el contacto le impidió cualquier observación más allá de la aparente cicatriz en su parpado derecho.


—Te ha mirado de esa manera desde ayer en el casino— mencionó su acompañante cortando otro bocado de su carne casi cruda.


—¿Lo encuentras grosero?


—No por el momento, considero que es un hombre con buen gusto. Su nombre es LeChiffre, banquero, goza de las apuestas grandes en la mesa de póker.


Will lo miró y elevó una ceja.


—Así que encontraste tu objetivo— dejó los cubiertos sobre el plato y posó las manos sobre la mesa.  


—Es adecuado, sin mucha gente alrededor, un hombre solitario, mantiene un muy conveniente bajo perfil.


—Entonces no tiene una señora Fell que yo pueda suplir—de nuevo el hálito del sarcasmo en las palabras del joven— ¿Lo asesinarás?


—Tal vez no sea necesario, siempre y cuando cuente con tu ayuda—dijo Lecter tomando la mano de Will sobre la mesa, el intento primario de joven fue alejar la mano, pero Hannibal lo tenía bien sujeto, arrastró su mano frente a él y dejó un suave beso sobre el dorso. Graham no haría un espectáculo frente a la gente a su alrededor, lo que menos quería era llamar la atención de nadie, no cuando apenas unos meses atrás habían salido con vida de Estados Unidos y se habían convertido en prófugos de la justicia. Dejó que Hannibal besara su mano y él apretó la suya a cambio, hundiendo las uñas en su palma con fuerza cortando la piel, el doctor pareció divertido y soltó la mano con cuidado mirando de reojo al banquero, quien seguramente había observado su intercambio afectuoso.


Lecter observó el rastro de sangre en su palma y lamió una diminuta gota que escapó de las heridas. Will sonrió satisfecho y volvió a su cena. Cuando giró de nuevo al rincón donde LeChiffre se encontraba sólo había un lugar vacío.


—¿Qué clase de juego tienes en mente?— cuestionó Will.


—Has dejado claro que eres un buen pescador, sabes cuál es el señuelo correcto para este pez.


—¿Y si es un tiburón?


—Haz pescado cosas más peligrosas. Esta noche iremos al casino de nuevo, hagamos algunas apuestas.


—El dinero se acaba Hannibal y lo sabes.


—Por eso estamos aquí, nuevas identidades y nuevas cuentas bancarias.  


Más tarde Hannibal y Will se encaminaron al casino, la noche aún era joven y las apuestas pululaban en las mesas menos exclusivas, Will caminó por delante hacia el bar y Hannibal lo siguió de cerca colocando su mano en su espalda baja guiándolo suavemente. Y de nuevo los ojos de LeChiffre sobre él, el hombre estaba cerca de la barra del bar recargando su antebrazo izquierdo y en la mano derecha un vaso de licor con hielo, al fin Will se detuvo en su aspecto, era extrañamente parecido a Hannibal, en estatura, peso, y facciones, exceptuando la cicatriz en el ojo y el color de cabello, LeChriffre tenía el cabello oscuro.


Se ubicaron muy cerca del objetivo, Will entre ambos hombres, distrayéndose momentáneamente con las personas y las apuestas, etéreas miradas hacia el objetivo con curiosidad. Hannibal pidió dos whiskis y le tendió uno a su compañero, cuidando de acomodar un riso su cabello detrás de una oreja en un gesto protector y amoroso. Will quitó la mirada del banquero entonces, pero no se giró hacia Hannibal, tomó unas fichas que el doctor tenía en una charola y fue hacia la ruleta sabiendo que LeChiffre aún lo miraba.


—Excelente elección— dijo el banquero audiblemente hacia Hannibal—Old Pulteney Vintage de treintaicinco años. Un whisky aromático. Muy equilibrado. Algunas personas vienen aquí por el Kavalan.


—Podría pedir un Dalmore de sesenta años y él seguiría prefiriendo aquel con el barco en la botella— sonrió mirando a Will un instante. Luego extendió su mano al hombre junto a él— Hannibal Lecter.


—LeChiffre— dijo dando un apretón— así que conoce de Dalmore.


—Dalmore Selene, específicamente.


—El club es bastante selecto. Conservo en una caja de seguridad un Dalmore Oculus— comentó el banquero. Mirando por el rabillo del ojo a Will, su delineada espalda, sus hombros y sus delicados labios. Y su piel tensa en el cuello cuando Will se rascó la barbilla elevando el mentón.


—Apuesto a que algunos caracoles rebozados en ese Dalmore realzaría los sabores a la perfección— Hannibal miró de nuevo a Will quien parecía absorto en la ruleta en la mesa de apuestas.


—Es posible, lo tomaré en cuenta la próxima vez que decida degustarlo.


—La vida es muy corta para no hacerlo— inquirió Lecter dando un trago a su vaso— se debe tomar todo lo que la vida ofrece, de otra manera ¿dónde estaría la diversión?  


 —En apostar, arriesgar para ganar. ¿A qué se dedica Hannibal?


—Soy psiquiatra.


—Un psiquiatra de vacaciones en Montenegro, sabe su apellido me parece haberlo escuchado en algún lado ¿Lituania tal vez?


Will logró escuchar la pregunta de LeChiffre, no pudo evitar tensarse, ¿podría saber quiénes eran?, se retiró de la apuesta y caminó hacia ellos, sus ojos recorrieron de nuevo la figura del hombre con el frac de terciopelo negro, al lado de Hannibal quien vestía un traje de tres piezas color tabaco y camisa en un tono crema. El banquero le sonrió, sin lugar a dudas estaba interesado en él, fue extraño y excitante el descubrir su propio poder sobre los acontecimientos.


—¿Qué sucede?— preguntó mientras Will convenientemente se acercó a los hombres directo a los brazos del doctor. Hannibal llevó sus manos a las caderas del hombre bajo el saco sosteniéndolo con familiaridad, palpando la calidez de su piel a través de la ropa. Aprovechando el juego para explorar los limites.


—He perdido, al parecer hoy no es mi día de suerte— contestó— sería mejor que nos retiremos.


—¿Se da por vencido tan rápido?— preguntó LeChiffre dejando su vaso sobre la barra.


—Y usted me juzga más rápido aún.


—Will, el señor LeChiffre— los presentó— es un gran conocedor de whisky.


—Un placer, Will Graham— le tendió la mano separándose de Hannibal enfocando su atención en el hombre.   


—El placer es mío. Entonces si no se ha rendido puede darle una oportunidad a las cartas esta vez.


—Me temo que las cartas me aburren, y como puede ver me he quedado sin fichas.


  El banquero sonrió, sacó de su bolsillo cinco fichas doradas de diez mil euros y las colocó en la mano de Will.


—Ahora consiga probar suerte con el Blackjack.


—No puedo aceptarlas.


—Será un préstamo, si gana puede devolvérmelas.


Will miró a Hannibal buscando fingidamente su aprobación, Hannibal asintió con un gesto alegre.


—¿Me muestra?


—Por supuesto— dijo el banquero acercándose sólo un poco.


—Iré a revisar nuestros fondos, confío en que el Señor LeChiffre cuidará de ti un momento— mencionó Hannibal y compartió una mirada con el hombre— no tardaré.


Lecter los dejó y LeChiffre llevó a Will a la mesa del Balckjack, pidió también dos wiskis más invitándole a Will la bebida.


—¿Y bien?— preguntó Will entornando sus divinos ojos hacia su presa.


—Haga su apuesta Will, yo le iré indicando conforme avancemos— le dijo.


Las apuestas se abrieron y Will colocó una de las fichas al frente, había dos jugadores más a los cuales se les entregó dos cartas, incluyendo a la banca, Will observó y LeChiffre sobre su hombro.  


—Para ganar sus cartas deben sumar veintiuno, puede pedir cartas a la banca, no más de cinco, el que se acerque más gana.


—¿Tan sencillo como eso?


—No, nunca es tan fácil.


—Que mejor, nunca me han gustado las cosas fáciles.  


Will obtuvo una puntuación baja en la primera apuesta, LeChiffre sólo observo en el primer juego, el joven perdió, sin embargo, lo alentó a realizar una segunda apuesta, a la par le insistió en el segundo juego que pidiera una carta más, le dijo que doblara la apuesta cuando la banca obtuvo cartas bajas, Will lo hizo y ganó. El juego fue bastante entretenido y aunque Will sabía perfectamente cómo jugar dejó que el banquero le mostrara, por supuesto, eso requirió de su cercanía. LeChiffre se inclinó sobre Will acorralándolo contra la mesa de apuestas, sutilmente, indicando cuando debía pedir una carta o hacer la apuesta con un tacto suave sobre su hombro o su espalda.  


Para cuando Hannibal regresó Will y LeChiffre habían triplicado las apuestas ganando dos a uno, por lo que Will pagó su deuda y un poco más. Al terminar se retiraron y tomaron asiento en el bar.


—Espero que éste sencillo juego de cartas no le haya aburrido.


—No, creo que debía darle la oportunidad— sonrió ampliamente. De pronto observó como una lagrimita roja se asomó por el ojo herido del banquero, éste desvió su mirada y se limpió con su pañuelo. Will lo observó y luego Hannibal entró en su campo visual.


—Lamento la demora, al parecer deberemos esperar una transferencia el día de mañana— dijo Hannibal tomando asiento junto a Will.


—Esta bien, el señor LeChiffre se encargó de mostrarme el Blackjack, tal vez ahora pueda hacer algunas apuestas más grandes.


—Podría ser en póker esta vez, mañana se abrirá una mesa exclusiva para miembros distinguidos, aun si no desea participar le aseguro que observar será igual de lúdico— se dirigió a Will y luego al doctor—¿Usted apuesta Hannibal?


—Posiblemente lo haga, tengo mi amuleto de la suerte justo a mi lado.


—Tal vez sea yo quien haga las apuestas Señor LeChiffre— dijo Will.


—Entonces los espero mañana.  Ahora debo retirarme. Fue un placer.


Will y Hannibal lo despidieron, en poco tiempo también dejaron el bar y fueron hacia las habitaciones, Will entró seguido de Hannibal, después de todo debían continuar con el papel.


—Tenemos suerte de que el señor LeChriffre sea asiduo a las apuestas, tenemos algo a lo que no se resistirá.


—¿Y después qué Hannibal, me apostarás como una simple ficha?


—Al igual que él, nunca juego sin conocer bien las reglas del juego. Apostaremos, el ganará y al verme quebrado lo buscarás. En su habitación hay una caja fuerte donde guarda dinero y pasaportes, y los números de sus cuentas bancarias.


—¿Por eso te ausentaste?


—Acordamos que serías el señuelo Will.


—¿Y cómo se supone que yo abriré la caja fuerte?


—Tiene una cerradura con lectura de huellas digitales, lo haremos cuando LeChiffre esté dormido, podrás abrir desde dentro de la habitación— le informó el doctor disfrutando del rostro contraído de Will— pondremos un somnífero Will, sólo eso, no pondré en juego tu dignidad.


—Bien. Ahora soy tu caballo de Troya.


—Nadie se resistiría a tan precioso tributo.


—Puedes dejarme ahora, estoy seguro que nadie observa en los pasillos. Quiero dormir.


Hannibal asintió y le dio las buenas noches. Will no respondió, lo vio salir y se volvió hacia el baño, tomó una ducha, ¿qué demonios estaba haciendo?, siguiendo a Hannibal como un perro faldero, ahora en su juego de estafar a un hombre, alguien que no tenía importancia, por supuesto, pero había visto en sus ojos soledad y esperanza, y su cercanía… ¡Demonios!, su cercanía le había hecho pensar en Hannibal, en su abrazo a la orilla del acantilado, en su estrecha relación, tan íntima que no había sido necesario ningún otro contacto para saber que no podría alejarse de él nunca más.


¿Por qué LeChiffre tenía que sentirse atraído hacia él? ¿por qué tenía que verse tan parecido a Lecter? ¿por qué él mismo se estremeció con el toque del banquero cuando le susurró en el juego de cartas? Will sacudió el agua de su rostro con las manos, no quería pensar en eso, simplemente se ceñiría al plan, tomarían nuevas identidades, darían otro salto a la nada y se perderían, ya no más Hannibal Lecter ni Will Graham, todo se quedaría en el pasado.


Se metió a la cama intentando no pensar en las manos de Hannibal sobre su cadera, o acariciando su cabello. No podía, no debía.


Por la noche del día siguiente, Hannibal, Will y LeChiffre se vieron en casino nuevamente, como acordaron el banquero los condujo a la mesa principal donde algunos miembros ya esperaban, era un amplio salón, con una gran mesa de póker al centro. Will respiró el agradable aroma a vainilla del lugar, reprimiendo cualquier nervio, después de esa noche no tendría que ver de nuevo a LeChiffre y las cosas entre Hannibal y él podían regresar a la normalidad. Mientras tanto se conducía con coquetería, dejando que Hannibal se mostrara tan afectuoso como quisiera, con ligeros y ocasionales besos en su cuello, palabras dulces susurradas en su oído y aquellas manos que exploraban sus ángulos sin temor. Lo detestaba, Lecter se divertía podía sentirlo y eso le llenaba de ¿rabia?, por supuesto, ¿qué otra cosa podía sentir?  


En la mesa de póker LeChiffre lo seguía observando por instantes y luego se concentraba nuevamente en la partida, analizando el juego con dos dedos sobre su cien, su cara no mostraba expresiones, pero Will podía detectar cuando estaba tenso y las cartas parecían no favorecerle. Graham pidió un trago y separándose de Hannibal lo llevó hasta la mesa al lado del banquero quien lo miró bastante sorprendido.


—Para la suerte— le susurró y se alejó. Había hecho su movimiento, destapando las cartas en su mano, ahora todo era cuestión de suerte.


Hannibal por su parte entró a la mesa de póker en la segunda ronda, ya sólo quedaban tres jugadores más incluyendo al banquero. Las cartas se repartieron y de los cuatro juegos dos fueron ganados por Hannibal y dos más por LeChiffre.


—La suerte nos sonríe a ambos esta noche Dr. Lecter— mencionó LeChiffre cuando en la última jugada sólo habían quedado ellos dos.


—Oh, no se confíe demasiado LeChiffre, recuerde que mi talismán me acompaña esta noche— señaló con la mirada a Will recargado en la barra del bar.


—Es lo más valioso que tendrá después de ésta partida— concluyó LeChiffre con una sonrisa.


Las cartas fueron repartidas, el juego se desarrolló neutral, hasta que el croupier mostró la jugada en la mesa se presentaron tres cartas, diez de picas, diez de corazones y J de corazones, el croupier giró sus dos cartas y consiguió un Full House añadiendo un diez de trévoles y una J de diamantes.  Hannibal sabía que LeChiffre ganaría esa partida puesto que en su mano ostentaba otro Full House con una reina de tréboles y una J de tréboles, aunque ganara en la mesa sólo había quince millones de euros, la apuesta más grande estaba en su otra mano, la carta bajo la manga. Innegablemente lo estaba disfrutando, no sólo el juego con las cartas que podía contar a la perfección al igual que LeChiffre, un buen oponente, tal vez de los mejores por sus años de práctica en el póker, pero lo que más le divertía era Will, realmente se lucía en su papel, el cómplice perfecto. Fue momento de mover sus piezas, colocar a Will en el lugar indicado.


—Dígame LeChiffre, ¿realmente cree que se puede apostar contra la vida?— preguntó Hannibal revisando sus cartas y doblando su apuesta subiendo la tensión por saber quién sería el ganador.


—Siempre apuesto cuando sé que voy a ganar. Todo o nada— respondió LeChiffre subiendo aún más la cantidad en la banca colocando quince millones más.  


 —¿Incluso el amor?— Lecter pareció nervioso frente al otro hombre, su total sólo ascendía a diez millones más, apostó todo lo que tenía cuando el croupier aceptó la entrada—He pasado años intentando conquistar a éste hermoso hombre, ¿puede apostar el conquistarlo en una sola noche?


—¿Está en condiciones de apostar algo como eso?— dijo colocando su mano contra la mejilla. Tentado con las posibilidades.  


Hannibal extendió la mano hacia Will quien caminó hasta él para tomarla.


—Usted lo dijo LeChiffre, su diversión está en apostar, apostemos. Una noche para enamorar a Will Graham. ¿Acepta?


—Siempre y cuando el señor Graham esté de acuerdo.


—Lo estoy.


—¿Señor LeChiffre?— preguntó el croupier extrañado con la situación.


—Aceptaremos eso como pago, no se preocupe.


Era el turno de Hannibal de descubrir sus cartas, reina y jota de tréboles, fingió alegría, el croupier anunció el Full armando con sus cartas reina de tréboles, jota de tréboles, LeChiffre movio sus dos dedos en la cien, y Will supo que blofeaba, descubrió sus cartas As y rey de tréboles.


—Flor imperial, Monsieur LeChiffre gana — anunció el croupier.


—Al parecer lo ha perdido todo Dr. Lecter.


—No del todo, recuerde que sólo tiene una noche para enamorarlo. Y Will Graham es el hombre más testarudo que he conocido. La apuesta se mantiene— dijo poniéndose de pie con un gesto malhumorado.


Hannibal se retiró y llamó a Will a su lado fingiendo nerviosismo, Graham asintió no sin antes despedirse de LeChiffre, tomó una de sus fichas, la besó y la dejó entre las manos del banquero.


—Hasta esta noche— susurró Will y continuó su camino siendo sostenido celosamente por el doctor. Separándose bruscamente cuando llegaron a la habitación.


Will se preparó mentalmente mientras Hannibal colocó el somnífero en una de las copas que llevaría hasta la habitación de LeChiffre. No tenía idea de la conversación que entablarían, si LeChriffre lo consideraba sólo como un chico de compañía o buscaría un pago tangible, después de todo podía intentar enamorarlo de cualquier forma que se le ocurriera.


—Está listo, puse el somnífero en ambas copas. Asegúrate de que lo beba por completo. Esperaré cerca de las habitaciones, cuando se haya quedado dormido pon el letrero de no molestar en la perilla de la puerta.


—¿Si no funciona?


—Funcionará. Toma esto, si debes beber retrasará el efecto.


Will frunció el entre cejo, se tragó la píldora, tomó las copas y una botella de champan. Caminó con determinación hasta el ascensor y subió al quinto piso. Una vez frente a la habitación estuvo a punto de desistir, cerró los ojos un momento y se decidió a tocar. LeChiffre abrió, en ese momento vestía su camisa negra sin el saco o la corbata, los pantalones se estrechaban a la perfección sobre su cintura y sus piernas, Will le dedicó su mejor sonrisa.


—¿Puedo pasar?


—Adelante.


—Traje champaña para celebrar su victoria esta noche, arrasó con el casino— dijo dejando la botella sobre una mesa pequeña al centro de la estancia bajo la mirada escrutadora del mayor.


 —No parece sorprendido señor Graham, al contrario, parece agradarle el hecho de que su amante perdió.


—Mi amante— Will abrió la botella y sirvió las copas—Si juegas pagas, él lo sabía y aun así apostó. Es posible que ésta sea mi venganza. Una dulce venganza.


—Reconozco a un buen mentiroso cuando lo veo, un rostro puede mostrar alegría y por dentro estar completamente roto, le llamamos blofear en el póker— LeChiffre aceptó la copa, pero no bebió. Llevó su mano al rostro de Will y lo acarició ligeramente con las yemas de los dedos. Graham no se movió, sus ojos fijos en los de LeChiffre. Bajo esa mirada severa, incrementada por la cicatriz fresca, estaba un hombre que había sufrido, la marca en su rostro era la prueba de su pasado, algo que no desaparecería tan fácilmente y él lo comprendía. De pronto la cicatriz hecha por el Dragón recién curada pareció de nuevo abierta y tocó su mejilla con la lengua.


—Y aquí estamos, dos mentirosos poniendo su mejor cara de póker. ¿Porqué aceptó la apuesta señor LeChiffre?


—Hay algo en usted que me intriga señor Graham, en los brazos de su amante parece florecer, fue tal vez una pizca de envidia lo que me hizo voltear hacia usted. La belleza de su rostro es casi comparable a la oscuridad que parece rodearle— dejó la copa sobre la mesa.


—Y planea descifrarla esta noche.


—Tal vez no, sólo quiero adentrarme en ese bosque de tinieblas de donde viene—LeChiffre le quitó el saco y lo dejó a un lado sobre una silla— Hay un vacío en sus ojos, es como mirar por un acantilado hacia el mar de un azul oscuro— le dijo el banquero.


—Dicen que la última imagen que registra el cerebro antes de morir puede verse a través de los ojos. Tal vez eso es lo que ve. Lo último que vi antes de morir y renacer aquí— dijo con sinceridad de nuevo frente a frente. Sintiendo sus latidos acelerarse, porque ese hombre se parecía a Hannibal y su voz podía ser similar también si quería.


—Entonces renace nuevamente esta noche y mañana, si no quieres marcharte puedo traer la primavera para ti al despertar.


Will se sintió conmovido por sus palabras y sonrió tristemente, si tan sólo pudiera realmente alejarse de las garras de Hannibal, si pudiera creer en las palabras de aquel hombre. Tomó el rostro de LeChiffre entre sus manos observando el parecido con el doctor. El banquero en cambio enredó sus brazos sobre su cintura, rodeándolo lentamente.


—Brindemos por la víspera de la primavera— volvió a tomar las copas y brindaron. LeChiffre bebió hasta la última gota y Will dejó la suya a un lado arrastrando al hombre hacia la habitación para evitar que le prestara atención a su copa casi llena.  


Llegaron con paso lento a los pies de la cama, LeChiffre le acarició la barbilla con sus pulgares y delineó sus suaves labios, se inclinó para besarlo pero Will giró el rostro, no, no podía hacerlo, no podía besarlo porque no era Hannibal, el hombre en cambio dejó su beso sobre la mejilla de Will con cuidado, tal vez consiente de que Will no quería traspasar los límites de un acuerdo. Se hizo camino con más besos sobre la barbilla, el lóbulo de su oreja y su cuello, desabotonando su camisa. Las manos de Will estaban sobre la cadera de LeChiffre incapaz de moverse, esperando que el somnífero hiciera efecto lo más pronto posible, las hábiles manos del otro palparon la piel desnuda de su torso y luego la de su espalda de abajo hacia arriba. LeChiffre lo atrajo más a su cuerpo mordisqueando su cuello y Will no pudo evitar un suspiro, el otro hombre tenía la temperatura elevada y respiraba pesadamente contra su cuello, era el ejemplo de la concupiscencia que se apoderaba de aquel cuerpo y amenazaba con contagiarlo. El banquero tocó su larga cicatriz en el abdomen, la sonrisa en su vientre, lo miró y Will tragó saliva, no hizo preguntas y atacó son sus labios la clavícula izquierda de Will bajando la camisa de sus hombros para descubrir la herida de bala, se detuvo un instante, se sentó sobre la cama y Will junto a él.  


LeChiffre intentó besarlo de nuevo, pero Will susurró un no, apenas soportando su propio deseo ya presente en la parte inferior de su anatomía, el mayor no lo obligó, sin embargo continuó tocando su piel y sus cicatrices recostándolo sobre el colchón y pegando su cuerpo. Cuando Will sintió uno de sus pezones aprisionado en los labios del banquero se aferró a su camisa abrazando su cuerpo ancho y sólido, LeChiffre coló una de sus piernas entre las de Will y empujó suavemente su pelvis contra Will quien no pudo evitar gemir comenzando una fricción necesitada hasta que LeChiffre dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre él. Se había quedado completamente dormido.


Will jadeó con frustración y alivio, respirando la colonia cara en el cuello de su víctima, tenía que calmarse antes de enfrentarse a Hannibal y llevar a cabo el plan, empujó a un lado el peso muerto del hombre y se sentó respirando acompasadamente para dejar que su excitación bajara, pero fue demasiado tarde pues el doctor se precipitó dentro de la habitación.


—¿Qué haces aquí?— musitó comenzando a abotonarse la camisa.


—Asegurándome de la rapidez del somnífero—dijo sin pasar por alto el rostro acalorado de Will y lo abultado de sus pantalones.


—Ya lo has comprobado, ahora hay que darnos prisa.


Will se puso de pie y ayudó al doctor Lecter para arrastrar el cuerpo inconsciente de LeChiffre hasta la caja fuerte, ahí había al menos quince millones de dólares en efectivo y dos números de cuentas bancarias, tarjetas de identidad y un pasaporte. Hannibal se encargó de hacer las llamadas pertinentes para mover el dinero a tres cuentas diferentes en las Bahamas donde no le rastrearían, la confirmación requirió nuevamente las huellas de LeChiffre y una confirmación de voz que Hannibal no tuvo problema en imitar.


Cuando regresaron al hombre a la cama cayó de su bolsillo un inhalador plateado que Will recogió y puso en su mano, LeChiffre abrió los ojos en ese momento y lo tomó por la muñeca.


—La primavera, mi primavera— dijo parpadeando como si batallara por mantener los ojos abiertos y la lágrima de sangre se deslizó pesadamente por el lagrimal.


Will lo recostó de nuevo zafando su mano.


—No, sólo soy el invierno— mencionó cuando LeChiffre se volvió a dormir.


Hannibal observó con recelo tomó a Will por la cadera separándolo de la cama.


—Debemos irnos. Antes de que decidas recoger otra mascota herida.


El joven se removió molesto por sus palabras, el doctor no lo dejó alejarse de sus manos y forcejearon.


—¿Y qué si lo hago?


—Sólo será otro placebo, porque no es eso lo que quieres.


—Tanta vanidad— espetó Will forcejeando de nuevo pero esta vez más cerca de Hannibal, el doctor atrapó sus brazos por la espalda y lo sostuvo del cabello, el joven logró soltar sus manos y las llevó al cuello de Hannibal presionando con enojo— Te odio.


—Lo sé— sonrió y se acercó más al rostro de Will aún con su resistencia, jaló de su cabeza unos centímetros más hasta que estaban respirando el mismo aire hasta que el beso fue inevitable, Will abrió la boca mientras empujaba el cuerpo de Hannibal lejos de él sólo para que Hannibal los apretara juntos sin dejar espacio entre ellos. El beso se intensificó, llamando a participar a sus lenguas y dientes, a los suspiros, a los brazos de Will ahora enredados en el cuello de Lecter.


Will se dio cuenta que eso era lo que había querido, era verdad, nada podría suplir el ardor que Hannibal provocaba en su alma y en su mente.


 —Es hora— dijo el doctor apenas separándose. Will asintió.


Hannibal tomó uno de los trajes de LeChiffre y se vistió, salieron de la habitación y del hotel, Will y Monsieur LeChiffre. En el camino a la bahía de Bar, Hannibal le entregó una nueva identificación y pasaporte.


—¿Lee Fallon?— preguntó Will mirando la fotografía del pasaporte— el parecido es enorme.


—Ciudadano americano. Fue una suerte dar con él.


—¿Está muerto?


—No, el falsificaste encontró esta coincidencia en el sistema y fabricó el pasaporte.


Graham pareció de acuerdo con la respuesta y guardó el pasaporte en su saco.  


Cuando llegaron a la bahía de Bar rentaron un bote que Will navegaría rumbo a su nuevo amanecer, tal vez su primavera estaba por llegar al fin.    


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