Sobre una nube está Kise Ryota junto a su novio Kagami Taiga ambos miran a los mortales pasar, quienes vienen en pareja o solitariamente.
—Los mortales se ven muy pequeños desde aquí —dice el rubio.
—Estamos en una nube Kise —Kagami ríe y pasa una mano por el cabello del rubio.
Esté se sonroja.
Ambos ríen de repente, su risa es algo alta. Las maravillas de la juventud, no tienen porque preocuparse.
Dejan de reír.
—¿Por qué los humanos son libres?
La pregunta del rubio desconcierta a Kagami.
—Porque ellos pueden elegir que hacer con sus vidas.
—Algo que nosotros no podemos —susurra Kise—, creo que es porque ya nacimos en una situación predestinada.
Kagami asiente.
Vaya que es cierto, los Dioses no pueden hacer cosas incorrectas, son Dioses, y deben hacer las cosas bien, nada mal, todo debe ser perfecto.
Ambos están en una relación desde hace tiempo; Kise está enamorado de Kagami, puede actuar de manera natural cuando está con él, puede ser él mismo.
Están juntos a pesar de las circunstancias y es que, por ejemplo, Apolo no apoya a esa relación, y no porque sean hombres, vaya que no es por eso, hay muchas parejas del mismo sexo en el Olimpo, por ejemplo, Riko (la ayudante de los Dioses) y Momoi (hija de Afrodita), el problema, es que, tener a esa belleza cerca de ti es un infierno.
Porque Kise no está para una relación, oh, vaya que no. Según Apolo.
Kagami, por su parte, no está enamorado, o tiene ilusiones o ama al rubio, simplemente lo quiere y siente una fuerte atracción por él, aprendió a tenerle cariño, más no amor y, hay que ser sinceros, comenzó a salir con él porque la atracción por él era bastante grande.
Es difícil.
El rubio es inalcanzable, por no decir que todos los hijos de Afrodita son casi prohibidos.
Sacaron la belleza de su madre.
Kagami se pone de pie, para después extender sus alas, completamente de color blanco.
Kise se coloca a su lado y se abalanza a besarlo, el pelirrojo lo sostiene por la cintura y después lo levanta levemente.
—Te quiero —dice Kise.
—Yo también.
[...]
El pelirrojo regresa a su casa, su padre lo observa con con una ceja arqueada, Kagami se da cuenta de eso y se detiene.
—¿Qué pasa? —pregunta.
—¿Dónde estabas? —pregunta Apolo.
—Tú sabes con quien, no tienes porque preguntar —Se cruza de brazos.
Apolo suspira con frustración, ¿Por qué su hijo tiene que salir con el hijo de Afrodita precisamente? ¿Por qué no con alguien más? Si su hijo no quiere una chica, bien, no importa, puede ser cualquier otro Dios.
—Aún sigo creyendo que puedes tener a quien quieras, y no precisamente a ese muchacho.
—Padre... -
—Es mucho más que una simple cara bonita ¿Sabes? Es una arpía.
—No porque en tus tiempos Afrodita no te haya amado no significa que voy a pasar lo mismo que tú —dice el pelirrojo con molestia.
—Aléjate de él, Taiga.
—No lo haré.
—Nunca te enamorarás de él.
—Yo lo quiero.
—Cuando encuentres a alguien que llene tu corazón, lo olvidarás. Sólo quieres su belleza, todos quieren eso.
Kagami suspira y se va a su cuarto, cierra los ojos tratando de no perder la paciencia, ¿Por qué su padre llega a pensar eso? ¿Acaso no sabe con quién está hablando? Él es una luz. Una que nunca se apaga.
[...]
El rubio se mira en un espejo de su habitación, da vueltas sobre si mismo y admira su innata belleza.
—Tengo tanta suerte —Se dice para sí mismo—, el mejor novio, mi familia, mis amigos... -
Se interrumpe a si mismo inesperadamente, y luego da un largo suspiro.
—¿Por qué siento que algo me hace falta? —Se pregunta de repente.
Se observa por un largo rato y luego sale.
Esta caminando por el salón principal del Olimpo, donde todos los Dioses se reúnen para hablar “tranquilamente” y discutir las situaciones que pasan actualmente.
Dentro de un año más, él podrá formar parte de esas reuniones, y de alguna manera lo hace sentir importante.
—Mira nada más —dice una voz detrás de él—, Kise Ryota.
El rubio voltea y lo ve.
—¿Qué quieres Apolo? —pregunta el rubio enojado.
—Nada, sólo estaba paseando por aquí, y pensando.
—¿Tú piensas? Vaya, esa no me la sabía ¿Es nueva? —Kise sonríe.
—Que gracioso, sólo vine a decirte algo; aléjate de mi hijo.
—¿No quieres algo más? —pregunta Kise con frustración—, estoy harto en que te metas en nuestra relación.
—Un cualquiera como tú nunca va a cambiar, eres igual a tu madre.
—Yo no soy así, y deja de meter a mi madre, no voy a permitir que hables mal de ella.
—Tú no has cambiado y nunca lo harás, ¿Por qué te aferras a mi hijo si lo engañas?
—¿Qué? —Kise se confunde en esos momentos.
—¡¿Qué está pasando aquí?! —Y esa voz es de Zeus.
.
.
.
Momoi se cruza de brazos cuando lo escucha, eso no es posible, todo eso es mentira.
Reo levanta una ceja, disgustado por todo lo que Apolo está diciendo de su hermano.
—Intento de nuevo acercarse a mí —dijo el Dios de manera firme—, no creí que volvería a lo de antes.
—Parece que extrañas tus costumbres Ryota.
—¡Eso no es cierto!
Atenea mira de forma expectante.
—Yo no creo en todo esto —dice la Diosa.
—Pues debes creerlo Atenea, yo nunca miento —dice Apolo.
Atenea es cierto que no quiere a Afrodita, que no la soporta y que la detesta con toda su vida, pero ya se ha remediado de sus errores y tratan de llevarse “bien” y no cree que el rubio haya hecho todo eso.
—Yo sigo defendiendo que no lo hizo —Vuelve a decir Atenea.
Y, además, lo hace más por su propio hijo que por ella misma.
—Yo no miento Atenea.
Por otro lado, en un lugar escondido, está Akashi Seijuro, escuchando atentamente lo que los Dioses están hablando; aprieta los puños con fuerza, casi encajándose las uñas por tal mentira.
«Porque Ryota no es así».
Zeus suspira, no es la primera vez que escucha una queja sobre Kise.
Es cierto que el rubio fue así, pero cambió, lo hizo cuando se enamoró, cuando comenzó una relación completamente seria y formal con Kagami Taiga.
Akashi sabe que algo está mal aquí.
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