Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Pozo por Nayen Lemunantu

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

III

 

—Baja de una vez, hijo.

Kazunari soltó un bufido y se bajó del auto. Tal como lo había amenazado, su madre había estado esperándolo en las puertas del colegio para llevarlo a la dichosa academia de baile. Había querido morirse cuando la vio allí de pie; eso sí había sido una humillación pública, como si no hubiera tenido suficiente con lo que pasó con Nijimura.

Parecía que ese día, el karma quería desquitarse con él.

Se encaminó desganado detrás de los pasos de su madre, sin tomarse la molestia de levantar la cabeza. Había decidido resignarse a su destino, no tenía ánimos para discutir con su mamá, porque lo único que hacía era pensar en Nijimura y en ese idiota con ínfulas de maleante con el que andaba enredado. ¡Si hasta lo había llamado por su nombre! Mientras que a él, a pesar de estarse acostando por casi cinco meses, sólo lo llamaba por su apellido. ¿Qué significaba todo eso? ¿Acaso Nijimura y Haizaki se conocían de antes?

—Hijo apúrate, que tu hermana a esta hora ya debió haber terminado sus clases. —Su madre tenía los planes perfectos, como Hikari salía un par de horas antes que él, aprovechaba esas horas para sus clases de baile. Lo bueno era que su mamá se iría con su linda hermanita y él podría volver solo. ¡Al fin un momento de libertad!—. Hikari ya debe estar impaciente por irse a casa.

—¡Lo dudo! —respondió sin poder contener la risa—. Debe estar entretenidísima mirando a ese profesor que tanto le gusta.

—¡Basta! —susurró su madre al tiempo que atravesaban las puertas de cristal de doble hoja. Al parecer ahí todas las paredes eran de cristal, así podían verse sin problemas las numerosas clases—. Buenas tardes —dijo su madre hablándole a una secretaria de la recepción—. Traigo a mi hijo para hacerle una prueba de aptitud con el profesor Tatsuya Himuro.

—Enseguida la comunico —le respondió la mujer con amabilidad.

Kazunari recorrió el lugar con la mirada; era amplio, pulcro, moderno. A pesar de tener paredes de cristal por todos lados, la acústica era de primer nivel y nada del ruido del interior de cada sala se filtraba hasta los pasillos o la recepción. Tal vez su madre no se equivocaba del todo al decir que ese lugar era excelente. Aunque claro, eso no significaba que daría su brazo a torcer y tomaría con ganas esas ridículas clases.

Se dejó caer en uno de los sillones de la recepción y tiró su mochila junto a sus pies. No se dio cuenta en qué momento tanto su madre como la secretaria se perdieron por el pasillo de la derecha, pero aunque no la veía, podía oír su voz entusiasmada. Hablaba con un hombre, había identificado otro timbre, más pausado y grave, pero tenía la voz tan suave que no alcanzaba a oír lo que decía.

Soltó un bostezo y se arrellanó en el asiento, enrollando ambas piernas contra su pecho. De improviso le había empezado a entrar el sueño, así que se permitió cerrar los ojos un par de segundos mientras esperaba. Al hacerlo, la primera imagen que se le vino a la mente fue la de Nijimura y Haizaki en los baños.

En un primer vistazo, le había parecido que Nijimura estaba forzando al otro muchacho, arrinconándolo entre la pared y sus brazos, firmes a cada lado de la cabeza del chico de cabello gris. Pero ahora recordaba con toda claridad la sonrisa torcida que Haizaki tenía en los labios y su mano derecha posada en la cadera de Nijimura, buscando apegarlo a su pelvis; con toda seguridad lo había estado seduciendo. Si se hubiera demorado un par de segundos más en entrar, los habría encontrado besándose… o algo peor.

«Maldito Haizaki… —Aún tenía los ojos cerrados y la imagen de los otros dos muchachos estaba grabada a fuego en su cerebro—. Esta me la pagas, de eso no te quepa duda.»

El sonido de las pisadas de los tacones de su madre junto a otros pasos más suaves y pausados, fueron los que lo hicieron volver a la realidad.

—Kazunari, déjame presentarte a Himuro-san. —Reconoció el timbre modulado que había usado su madre, uno que siempre usaba cuando quería dar una buena impresión. Eso significaba una sola cosa: era mejor que se comportara—. Hikari y yo le hemos hablado mucho de usted, profesor —dijo esta vez ladeando el rostro para hablarle al hombre.

Kazunari se puso de pie con un desgano evidente y rodó los ojos antes de girarse para conocer por fin al dichoso profesor. Pero al reconocer al hombre que tenía en frente, no pudo hacer menos que abrir la boca de impresión.

—T-tú… ¡Tú! —exclamó señalando con el dedo índice al hombre: el mismo desconocido con que había tenido sexo ese fin de semana. Todavía tenía un terrible dolor en el trasero por su culpa.

Himuro enarcó una ceja y lo miró sin mostrar el más mínimo signo de sorpresa o reconocimiento. ¿Se habría olvidado tan rápido de él?

—¿Acaso ustedes se conocen? —preguntó su mamá, paseando la vista de su hijo al profesor.

—Por supuesto que no —dijo Himuro con calma. Estiró los labios en una sonrisa mínima cuando miró a su madre, y este único gesto bastó para tranquilizarla.

—N-no, yo… —Kazunari tuvo que aclararse la garganta antes de continuar—. Lo que pasa, vieja, es que me sentí un poco timado, porque tu dijiste que tendría un profesor extranjero, en cambio este señor aquí presente —dijo señalando con la mano la figura alta y esbelta de Himuro—, me parece muy japonés.

—¡Kazunari! —gritó su madre horrorizada—. Himuro-san, por favor disculpe la descortesía de mi hijo.

—No hay cuidado —respondió Himuro mirándola con amabilidad—. Estoy acostumbrado a este tipo de reacciones.

—Por favor, profesor. Mi hijo tiende a ser un poco maleducado, pero cualquier problema que tenga con él, puede informármelo de inmediato.

—No se preocupe, yo sé perfectamente cómo disciplinar a jóvenes como él. —Himuro se llevó ambas manos a los bolsillos; aparentaba despreocupación total. En ningún momento apartó la mirada de la mujer—. Y en cuanto a las habilidades de Kazunari, algo me dice que tiene una flexibilidad sorprendente.

«¿Pero quién se cree este cabrón? —Para Kazunari no pasó desapercibida la doble intención que escondían las palabras del tal Himuro; estaba jugando con él y ni siquiera se dignaba a mirarlo—. ¿Cómo se atreve a decirle eso a mi vieja mientras la mira con esa calma? ¡Y el muy cretino le sonríe con una inocencia total!»

—¡Qué buen ojo tiene, Himuro-san! —Su madre miró al hombre maravillada; éste sólo rio—. Kazunari siempre ha tenido muy buena flexibilidad.

—La capacidad de saber evaluar ciertos aspectos físicos de las personas es parte de mi trabajo. No es nada del otro mundo —admitió encogiéndose de hombros. Himuro daba la impresión de ser un hombre modesto y tranquilo, sin embargo, el brillo frío de sus ojos decía todo lo contrario—. Pero no perdamos más tiempo en charlas, tengo unas inmensas ganas de evaluar el potencial de Kazunari.

—¡Claro, claro, Himuro-san! Espero que tengan una clase excelente. —Después de realizar una reverencia al profesor a modo de despedida, su madre se le acercó—. Compórtate, hijo —dijo antes de encaminarse hasta el otro pasillo, probablemente en busca de su hermana.

Kazunari casi se vio tentado a suplicar clemencia a su madre y rogarle que se lo llevara junto a ella en ese preciso instante; a esas alturas no le habría importado mucho que lo tildaran de hijito de mami por el resto de su vida, lo único que quería era mantener las distancias con ese sujeto.

—Sígueme, el salón que ocupo está en esta dirección.

Se vio obligado a ladear el cuello hacia Himuro, éste ya avanzaba por el pasillo con las manos en los bolsillos y un caminar tranquilo. Kazunari soltó un suspiro y recogió su mochila, miró una última vez hacia atrás, si veía a su madre ahí estaba seguro que se largaría a correr hacia ella, pero ya no estaba, de seguro se había metido dentro de alguna de las salas. Se encaminó detrás de los pasos de Himuro, éste ya le había sacado una enorme distancia y lo esperaba de pie junto a una puerta abierta.

—Estos son los camarines —le dijo cuando por fin llegó junto a él—. Entra. —Indicó con la palma de la mano hacia arriba. Kazunari dudó unos segundos, pero terminó por hacerle caso—. Por favor, vístete con ropa adecuada para este tipo de actividad.

—¿Ropa adecuada? —Se dio la vuelta rápido y se encontró de frente con los ojos grises y fríos de Himuro, fijos en él; un escalofrío le recorrió la espalda—. A mí nadie me dijo nada de la ropa —dijo pausado. Se sentía como un estúpido, justamente frente a una persona ante la que no tenía intenciones de verse débil.

—Bueno, no te preocupes, a ti puedo hacerte otro tipo de prueba. —Los labios de Himuro se estiraron formando una sonrisa. Avanzó en su dirección con pasos pausados y suaves, casi inaudibles—. Una prueba que no implique ropa en lo absoluto.

¡Así que se acordaba de él! Y toda la escena con su madre, todo ese fingido desinterés, había sido puro teatro. ¿Cómo podía actuar con esa naturalidad frente a su mamá? ¿Acaso tenía nervios de acero? ¿Es que no tenía escrúpulos? A este Himuro tendrían que darle un premio al actor del año, era increíble. ¡Hasta él se había creído su discurso desentendido! Hasta pensó que esa noche debió haber estado colado y no recordaba nada de lo que hizo. Pero se equivocó, Himuro recordaba, y muy bien. 

—Oye, espera un momento, creo que te estás confundiendo un poco conmigo, Himuro-san. —Aunque se sentía nervioso, no dejó que se trasluciera a su cara. No retrocedió, sino que le plantó cara al hombre que seguía viéndolo con una sonrisa en los labios—. Que tú y yo hayamos follado una vez…

—Varias veces, Kazunari —lo corrigió—. Fueron en realidad…

—¡No importa cuántas veces hayan sido! —Ahora fue su turno de cortar el discurso del otro. Si había algo que no quería hacer, era recordar todo lo que pasó esa noche; aún se creaba un vacío de adrenalina en su estómago de sólo acordarse—. El punto es que eso no se volverá a repetir. Déjame decirte algo que espero te quede claro, yo tengo pareja y no tengo ninguna intención de engañarlo con un sujeto como tú.

—Lo dices como si la fidelidad fuera algo que se te diera muy bien —comentó Himuro con una sonrisa suave en la boca—. Como si nunca lo hubieras engañado.

—Esa vez no cuenta —dijo mientras negaba con la cabeza—. Yo estaba ebrio y tú… —Lo miró de arriba abajo, una sonrisa torcida apareció en su rostro de un momento a otro—. Usted es un depravado que se folla a menores de edad. Recuérdelo siempre, profesor.

Ante sus palabras, Himuro rio. Si Kazunari hubiera sabido lo que le provocaba al oírse llamar así, habría parado en ese instante.

—No me trates con tanto respeto. Entre nosotros hay confianza, así que puedes llamarme Tatsuya.

—¡Ni lo sueñes! —comentó, endureciendo a propósito la voz—. Le aconsejo que empiece a notar las distancias entre nosotros, profesor. De lo contrario, tendré que denunciarlo por acoso sexual. —El hombre volvió a reír, esta vez más largo.

La risa de Himuro era suave y pausada, nada de estridente como la suya, era más bien tranquila, de una elegancia poco común; de esa clase de risas que absorben, envuelven e invitan a escucharlas eternamente. Kazunari quedó hipnotizado por su risa y sólo pudo mirarlo, fascinado.

—Me haces dudar de tu inteligencia, Kazunari. El sábado en el bar parecías más listo. ¿Habría sido el alcohol?

Esta sola mención, hizo que arrugara el ceño; Himuro estaba demostrando que tenía un extraño don para encabronarlo a niveles que creía reservados sólo para Haizaki.

—Takao —lo corrigió—. Tú a mí me llamas Takao.

—No te recomiendo que intentes chantajearme con eso del acoso, Kazunari —dijo remarcando mucho el nombre, demostrando que no tenía intenciones de llamarlo por su apellido—. El único que saldrá perdiendo eres tú. ¿Qué diría tu pobre madre al descubrir la clase de hijo que tiene? Nadie podría culparme por lo que hice, yo estaba en un bar de adultos, mientras que tú mentiste sobre tu edad para seducir a un hombre mayor.

Kazunari soltó un jadeo de consternación. Eso no podía estarle pasando a él. Efectivamente ese día el karma había decidido cobrárselas todas juntas.

—Tú a mí me respetas —dijo con voz grave y modulada, ronca de indignación.

—Lo único que te estoy dando, es la clase de respeto que tú mismo te ganaste, Kazunari.

—¡Maldito desgraciado! ¿Quién te has creído? —Los ojos de Kazunari destellaban odio—. Cuando le diga a mi novio que has estado acosándome, verás lo que te espera.

—Otra vez con lo del novio. —Himuro suspiró, desganado—. ¿Qué crees que dirá tu novio cuando vea esta marca? —preguntó casi con inocencia, mientras sus largos dedos le acariciaban el cuello, justo sobre la marca rojiza que aún lo adornaba.

—¡No me toques! Eres un pervertido. —Se quitó las manos del hombre de un manotazo. Himuro volvió a reír; tal parecía que él lo divertía muchísimo—. Y para que te quede claro, cuando Nijimura lo sepa y vea esta marca, sólo lo tomará como una evidencia de mi palabra —mintió, prefería la muerte antes de pedirle ayuda a Nijimura, pero si eso servía para mantener a Himuro alejado, mentiría cuántas veces fuesen necesarias—. Créeme que te arrepentirás si continúas molestándome.

—¡Ah, Kazunari! —Himuro soltó un suspiro largo; la sonrisa que lo acompañó y la forma en que entrecerró los ojos, hizo ver el gesto como de melancolía pura—. Deberías dejar de perder el tiempo con niños. Yo te puedo hacer mucho más feliz. —El gesto triste desapareció en un parpadeo.

Himuro volvió a avanzar en su dirección, pero esta vez no se molestó en dejar un espacio razonable entre ambos, lo empujó con el cuerpo hasta que su espalda se estampó contra el frío metal de los casilleros del camarín y se tomó la molestia de mantenerlo sujeto por los hombros; estaba completamente inmovilizado, tanto por la fuerza del hombre mayor como por la sorpresa.

—¿Q-qué…? ¿Qué estás haciendo? —No pudo finalizar su pregunta. Himuro terminó de acortar las distancias entre ambos y le rozó el cuello con la boca.

Sus labios estaban fríos, pero eran suaves y delicados. Se posaron sobre su piel y con este gesto bastó para erizarle los vellos de los brazos. No estuvo seguro en qué momento pasó; parecía que su cuerpo traicionero había decidido dejarlo en ridículo, porque a pesar de todas sus palabras filosas, bastó con ese simple beso para que cerrara los ojos y se dejara llevar. Supo que había perdido el control en el momento en que su boca soltó un gemido y sintió cómo los labios de Himuro se estiraban en una sonrisa. Y de improviso, lo mordió con fuerza.

—¡Ah! —Abrió los ojos de golpe y forcejeó para quitarse al mayor de encima—. ¿Qué me…? ¿Me mordiste?

Himuro soltó una risa por la nariz, se pasó el pulgar por todo el largo del labio inferior y se relamió los labios. Kazunari se había llevado una mano al cuello por instinto. Esa mordida había sido fuerte, y la marca que de seguro dejaría, iba a ser demasiado visible para pasar desapercibida.

—Me encantaría que me contaras mañana qué cara pone tu novio cuando vea eso —le dijo divertido—. Estoy muy seguro que no le gustará.

—¡Enfermo mental! —Kazunari lo miró atónito—. Eres un… ¡Eres un depravado!

—No te hagas el inocente conmigo, puede ser que te conozca sólo desde el sábado, pero aprendí a conocerte muy bien, Kazunari. —Himuro le habló impasible. Él sólo pudo mirarlo tratando de demostrar todo el desprecio que sentía en ese instante; si había algo que no soportaba era que jugaran con él, y Himuro lo había estado haciendo desde el momento en que se conocieron—. Y sé, sin ninguna duda, que te gustó mucho.

—Mantente alejado de mí, ¿me escuchaste? —A pesar de aparentar un tono de voz amenazante, Himuro sonrió y se le volvió a acercar.

Lo tomó de la barbilla, usando la fuerza justa entre firmeza y delicadeza, y le alzó el rostro. Usó su pulgar para mantenerle la boca entreabierta mientras lo miraba fijo a los ojos. Aunque habría podido apartarlo, no lo hizo… No quería hacerlo. Esperó hasta que Himuro bajó la boca hasta la suya y lo besó, capturándole la boca con los labios antes de adentrarse a recorrerlo con la lengua.

—Cigarrillos… —murmuró Himuro sobre sus labios—. Tienes un sabor dulce y picante a la vez… ¡Me encanta esa combinación! —Y Kazunari se rindió. Debía reconocer que ese sujeto besaba como los dioses.

«No debería estar haciendo esto… —pensó. Sin embargo, abrió más la boca—. Este tipo es desagradable y viejo y lo odio y yo amo a Nijimura. —Subió las manos por el pecho de Himuro hasta enredarlas tras su cuello—. Nijimura… ¿Quién es Nijimura? ¡Dios, qué bien besa este tipo!»

—Basta de juegos. —Himuro se despegó de manera tan abrupta, que lo dejó por varios segundos con los ojos cerrados y la boca abierta, esperando por un contacto que jamás regresó—. Debemos irnos a la clase ahora.

—¿Qué…? ¿De qué estás hab…? —Kazunari parpadeó, estaba aún absorto. Pasaron unos instantes hasta que comprendiera lo que Himuro le estaba tratando de decir—. ¡Ya te dije que yo no traje ropa!

—En los casilleros de visitas hay ropa adecuada. —Himuro abrió una de las puertas metálicas y dejó ver varias prendas de todos los tamaños y colores—. Apresúrate, porque la clase ya va a comenzar y no tengo ganas de seguir perdiendo el tiempo.

—Tú… ¿Qué? —Lo miró descolocado, Himuro se había llevado las manos a los bolsillos y lo miraba como si estuviera viendo a un retrasado mental. «¿De verdad este cretino tiene cara para decirme algo así después de la forma en que me besó? ¿Pero quién se ha creído?»—. ¿Así que yo te hago perder el tiempo?

—Mi sala está justo en frente. —Himuro se dio la vuelta y abrió la puerta, pero antes de salir, dijo con voz suave—: Si llegas tarde, te castigaré.

Kazunari se quedó mirando, atónito, cómo la puerta se cerraba en un movimiento lento, dejándolo solo, sumido en un mar de pensamientos confusos y sensaciones revueltas.

—¡Como odio a este tipo! —gritó importándole bien poco si Himuro lo oía o no—. Pero esto no se va a quedar así. ¡Te vas a arrepentir de haberme conocido, Tatsuya Himuro!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).