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Abecedario Stucky por CassandraBlake

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···Atractivo···

Suspiró por vigésima vez en el camino. Escuchaba silencioso las palabras y quejas del más joven mientras ambos volvían al modesto departamento que compartían tras una desastrosa cita doble —una más que añadir a la lista—.

—¿Lo ves? Ni siquiera tú me escuchas, no sé cómo pretendes que alguna chica se fije en mí o tan siquiera me escuche—

El reproche le sacó un suspiro más. Sí, ese era su pequeño, inseguro y tímido pero tierno Stevie.

—¿Y acaso tú me escuchas a mí?— devolvió el reproche mientras entraba al departamento, siendo seguido del menor quien se hallaba algo pensativo y desanimado.

—Sí lo hago— fue su sencilla respuesta.

Cerró la puerta y suspiró. Inmediatamente se dirigió a un viejo escritorio en el cual reposaba su cuaderno de dibujo. Ese era uno de sus métodos para encontrar tranquilidad.

—No, no lo haces —siguió a su joven amigo, obligándole a voltear, obteniendo una mirada interrogante— Te he dicho muchas veces que eres un chico valiente, inteligente, amable, honesto y… Atractivo— conforme hablaba se iba acercando cada vez más a Steve.

Hizo una pequeña pausa durante la cual un corto silencio se instaló entre ambos, entre este Barnes pensaba que Rogers era simplemente perfecto, siempre se lo había parecido, ocasionando que a veces se sintiera culpable por darse cuenta de que sentía algo más que amistad por el muchacho.

—Tú eres atractivo, demasiado atractivo y en muchos sentidos, además del físico —interrumpió lo que sea que su amigo fuera a continuar diciéndole, cayendo en cuenta de lo extrañas que sonaron sus palabras, más aun por el modo en que las dijo: Un murmuro suave— P-por eso es que no comprendes mi situación, Bucky— corrigió lo dicho, intentando hacer que dejara de parecer extraño.

Con el calor subiendo a sus mejillas buscó apartarse del mayor, sin conseguirlo ya que lo tenía —en cierto modo— acorralado contra el escritorio.

El corazón de Bucky latió rápidamente, producto de aquellas palabras dichas de esa manera. A eso se sumó la tierna imagen que tenía frente a él: Un sonrojado y aparentemente abochornado Stevie.

Por un momento dejó de tener miedo de lo que podría ocurrir si le decía sus verdaderos sentimientos a su mejor amigo.

Poco a poco fue acortando distancia entre ellos, inclinándose ligeramente para acercar su rostro al del más joven, dejando ver sus intenciones de besarlo.

Golpes a la puerta del departamento los interrumpieron.

—¿Bucky?—

Aquel llamado lo hizo reaccionar.

Desde su posición —sentado en el extremo inferior de la cama— examinó con la mirada el lugar en el que se hallaba, recordando que estaba en una habitación grande de la lujosa Torre Stark. Alzando un poco más su vacía mirada se encontró con dos personas de pie frente a él; el Capitán América con La Bruja Escarlata a su lado. El hombre le miraba con preocupación mientras que la chica lo hacía con curiosidad.

—Wanda, ¿necesitabas algo?— Rogers preguntó amable a la joven, girándose a mirarla con duda y una pequeña sonrisa puesto que hacía tan solo unos segundos ella había tocado la puerta pidiendo permiso para entrar.

—Venía a avisarte que la cena está lista, por si gustan ir o por si prefieren que les traiga algo— respondió con la misma amabilidad, intercambiando miradas entre ambos hombres.

—Sería mejor si nos trajeras algo, por favor— respondió con petición.

Era consciente de que los Vengadores estarían a la expectativa, intrigados e incluso inquietos por la presencia del ‘Soldado de Invierno’ en la torre, pero de igual modo era consciente de que Bucky estaba afectado con todo lo que había ocurrido y que se encontraba indispuesto para conocer a los demás.

Bastaba con decir que ni siquiera sabía a qué Bucky tenía frente a él. Cuando lo llevó ahí estaba inconsciente y solo le quedó insistir en que se trataba de su amigo, mas verlo ahora —momentos después de despertar— en estado de semi-shock le hacía no estar seguro de ello.

—De acuerdo, no tardaré— la joven les dedicó una pequeña sonrisa antes de salir de la habitación, cerrando la puerta tras ella.

Steve suspiró y volvió su vista a Bucky, quien a su vez fijó su mirada en la puerta como si esperase algo. ¿Esperaba a que Wanda volviera? Lo observó con una mezcla de confusión y preocupación.

—¿Bucky? ¿Te… encuentras bien?— su voz denotaba su sentir.

No obtuvo respuesta, eso lo hizo suspirar. Resignado dejó la plática para cuando su amigo reaccionara; de momento se dedicaría a revisarlo.

—Estabas herido cuando te traje así que voy a revisarte— avisó para no alterarlo al acercársele.

Dicho eso se sentó al lado derecho del castaño, revisando su brazo y su cuello. Los cortes y hematomas ya casi desaparecían por completo. Suspiró una vez más pero ahora de alivio. Corroboró que Barnes estuviera tranquilo, previo a atreverse a retirar lo más posible el traje de Soldado de Invierno para examinar las heridas que tenía en un costado y la espalda, encontrándolas también cerca de sanar por completo.

Reacomodó el traje con una apenas perceptible sonrisa. Una cosa menos de qué preocuparse, no obstante…

Físicamente sanaría; lo preocupante era su estado mental.

Tantos meses buscando a su amigo sin descanso para al final encontrarlo en una base de Hydra, la cual fuera su objetivo al serle encomendado que la investigara y destruyera. Pero, aparentemente, Barnes no estaba ahí en calidad de agente de Hydra ya que el Soldado de Invierno estaba combatiendo contra gente de la base.

Confundido no pudo evitar agachar la cabeza y suspirar. Recobró la compostura a los pocos momentos, dispuesto a ser fuerte por su amigo, porque él lo necesitaba así.

Al volver a posar su mirada en el castaño a su lado se encontró con que él le miraba de manera profunda, algo que no sabía decir si era bueno o malo.

—Recordé algo— habló tranquilamente, notando la sorpresa que causó en el otro, esto a su vez le sacó una sonrisa apenas perceptible y un ligero brillo en su mirada antes opaca.

Quiso decirle ‘Soy yo, punk’, en verdad deseó poder decirle eso, pero no era James Buchanan Barnes, o al menos no se sentía como aquel hombre de bien que quería proteger a su país. No, ya no era el mismo.

Por su parte… Una inmediata sonrisa adornó los labios del Capitán.

Tenía a su amigo de vuelta.

No del todo pues sabía que los daños que Hydra había provocado dejarían marcas profundas que probablemente estarían presentes en él para siempre. Pero no estaba solo, no iba a abandonarlo. Daría su ayuda y apoyo incondicional a aquel quien fuera la persona más importante para él.

Llevado por el abrigador sentimiento de haber recuperado a Bucky se permitió abrazarlo, aunque se mantuvo perceptivo y atento de sus reacciones para saber si la acción le incomodaba. No podría describir el gusto que sintió al verse correspondido con la misma fuerza y —quisiera creer— que con el mismo sentir.

—¿Qué recordaste?— indagó con voz suave y sin romper el contacto.

Repentinamente tuvo el miedo irracional de que al soltar al castaño este escaparía y desaparecería una vez más. Pasó saliva al mismo tiempo en que respiraba profundo para calmarse. El aroma de su mejor amigo llegó a su nariz y sólo aspirándolo discretamente fue capaz de encontrar calma.

No había modo de que supiera que a Bucky le sucedía exactamente lo mismo.

Temía perder a quien era su luz, a quien siempre lo fue. Creía que al soltarlo algo malo podría ocurrir. Se obligó a serenarse en pos de poder contarle las imágenes que habían pasado por su cabeza cuando despertó y se sentó en aquel sitio. Solo esperaba que no se tratara de una alucinación producto de su torturada mente.

—Durante todo este tiempo he estado recordando cosas sobre ti, sobre nosotros—

Comenzó a hablar, manteniendo el abrazo, aspirando el aroma de Steve como un aliciente para traer a flote todos los detallados recuerdos obtenidos luego de visitar el museo y más en especial el que acababa de surgir.

—Pero ahora recordé… El día de la peor cita doble que hemos tenido. No parabas de quejarte sobre que no eras del tipo de ninguna chica porque no eras atractivo— durante el resumen sintió que el cuerpo entre sus brazos se tensaba, por ello se apartó estrictamente lo suficiente para poder mirar el rostro de su amigo.

Steve se había quedado sin habla y con un rubor amenazando con teñir sus mejillas. Recordaba ese día. No había absolutamente nada que le hiciera olvidar las tiernas palabras con las que Bucky lo había descrito ni mucho menos el momento en que se inclinó hacia él, estando a punto de besarlo cuando alguien interrumpió tocando la puerta del departamento.

—¿Recuerdas todo?— fueron las exclusivas palabras que consiguió decir, recalcando la última, observándolo con una mezcla de sentimientos que extrañamente El Soldado de Invierno no consiguió descifrar.

Asintió como única afirmación, contemplando con agrado el calor que acudió al rostro del Vengador. Quería terminar con la distancia entre ambos, debido a que por muy escasa que fuera sentía que le dolía. Quería tomar sus labios tal y como estuvo a punto de hacerlo ese día. Quería volver a ser el James Buchanan Barnes que le dedicó esas afectuosas y animadoras palabras a Stevie, a su Stevie. Quería, pero no podía.

Ya no era aquel. Era un asesino.

—¿Bucky?— llamó al ver esos perfectos ojos ensombrecerse de nuevo. Todavía no tenía idea de qué decir respecto al recuerdo, pero de lo que sí tenía idea es de que pensamientos turbios estaban rondando la cabeza de su amigo.

—¿Aún te parezco atractivo en muchos sentidos?— puso solo un poco más de distancia entre ambos para darle perspectiva de lo que era ahora.

Sin embargo se arrepintió de la pregunta apenas la hizo, pero había sido algo que no había podido controlar. Entonces se preguntó qué era más doloroso: No recordar nada sobre quién era, o recordar lo que había sido y ya no era más.

La interrogante desestabilizó a Rogers, aun así fue un hecho que ni siquiera tuvo que pensar en la respuesta.

—Sí. Sigues siendo fuerte, determinado, valiente y capaz de salir adelante en las adversidades —suavemente colocó su mano en el brazo metálico— No eres exactamente el Bucky que conocí ni con el que viví, pero mantienes tu esencia a pesar de lo sucedido, y eso es suficiente para que siga admirándote y pensando que eres atractivo… —su mano abandonó el frío metal para posarse en la cálida mejilla, acariciándola lentamente, sintiendo un agradable cosquilleo en su palma por la barba de algunos días que el otro tenía— En muchos sentidos— dedicó una sincera y cálida sonrisa mientras los sentimientos en su mirada se iban descifrando ante su acompañante quien casi no podía creer lo que ocurría.

A pesar del daño que provocó… Steve seguía creyendo en él, admirándolo y… amándolo. No había modo de equivocarse, esa celeste mirada le declaraba amor.

Una vez más se encontró queriendo ser el de antes para así poder devolverle las amorosas palabras.

No volvería a ser él.

Hubo muchas cosas que quiso pero nunca tuvo; lo aceptó. Del mismo modo hubo cosas que no quiso, estas habitualmente pasaron sin que él pudiera hacer nada; también lo había aceptado. Pero ya no más.

Quería a Steve. No quería alejarse de él y no quería perderlo. Ahora podía escoger, era libre de hacerlo. Y lo escogía a él, escogía quedarse con aquel tonto que nunca huía de las peleas.

Si bien ahora ya no era capaz de poner sus sentimientos en palabras, todavía podía expresarlos de otro modo, pues en lugar del hombre que decía cosas tan lindas quedó uno de acciones.

Sus manos bajaron lentamente por la espalda de Steve hasta que se posaron en su cintura, apretándola ligeramente. Acto seguido atrapó aquellos labios que siempre deseó besar. Sintió que su contacto fue un poco brusco y torpe en un comienzo, llevándole a tener un corto momento de inseguridad.

Retomó la confianza en sus acciones cuando se vio bien correspondido por esos exquisitos labios, contacto al cual se añadió el sentir de la otra mano del hombre pasar por sus cabellos hasta llegar a su nuca, sujetándola como un silencioso gesto con el que le pedía no romper el beso.

Cumplió su petición no solo manteniendo el beso, sino profundizándolo.

Lo necesitaba, necesitaba a Steve en su vida para que esta tuviera sentido. Deseó decírselo, pero solo le quedó demostrarlo en el vehemente y hambriento beso, consiguiendo hacer palpable su sentir.

Rogers se estremeció y conmovió con todos los sentimiento que percibía durante el contacto. Bucky lo amaba y lo necesitaba del mismo modo en que él lo hacía. No dudó en hacérselo saber a través de ese encuentro entre sus labios.

Con el beso Bucky supo que su hogar estaba ahí, ahí al lado del hombre que no lo consideraba un monstruo sino que aún le consideraba ‘atractivo en muchos sentidos’.


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