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La felicidad a través del sol en tus ojos por desileo

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Podía escucharlo. Nuevamente estaba llorando, hace bastante tiempo que no lo hacía, desde…

─¿Por qué? Se supone que no debía pasar nada… fue tan repentino. ¿Qué debo de hacer ahora?

Estiró su mano en un vano intento de consolarlo, pero sabía que jamás lograría hacerlo, pues ni siquiera podía tocarlo. Tan solo ser testigo mudo de su sufrimiento.

─No llores por favor… si tan solo yo pudiera…

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Fenris vio por la ventana, pensando en el tiempo que había transcurrido. En un abrir y cerrar de ojos ya habían  pasado dos semanas desde que comenzó a vivir con los Hawke (aunque Bethany no dormía en la mansión, iba a visitarlos todos los días a excepción de los días de descanso).

Desde que Helios lo llevó al taller, decidió trabajar en él, puesto que no quería depender tanto del hombre. Tardó en aprender a tallar y a colocar correctamente las partes de los juguetes, pero todos en el taller le tenían mucha paciencia pues, según las palabras de Varric, una vez que conocías a Merril conocías la paciencia.

No tuvo otro episodio como en el estudio de Hawke, haciéndole sentir tranquilo y un tanto egoísta, mas no pensaba mucho en ello. Decidió dejar de reflexionar y concentrarse en cocinar el desayuno, el cual era muy elaborado puesto que era día de descanso en el taller.

Tenía planeado pasar un día tranquilo, hasta que la voz de Meredith llegó hasta la cocina.

─Helios, tienes que decidirte.

Por la mente del elfo pasó vagamente la idea que, desde que Hawke echó a la mujer, no la había visto en toda su estancia. Tal vez estaba preparando todo un arsenal para convencer al hombre de que él era un mal prospecto, por lo que resignado a tener que defenderse de la madrastra apagó todas las cacerolas y salió al encuentro con ella.

Confirmando su teoría, pudo ver al par discutir y escuchar a Helios decir.

─Ya le he dicho que me voy a casar con él y nada de lo que diga me hará cambiar de opinión.

Molesta, la mujer refutó.

─Ya basta de esto, Helios, es momento de que abras los ojos.

Notando la presencia del elfo, la mujer atacó inmediatamente.

─Por lo que veo, tu sirviente sigue aquí sin pagar renta.

Inmediatamente a Fenris le hirvió la sangre al escuchar las ofensivas palabras de la mujer, pero en vez de responder con las mismas palabras, decidió darle en donde más le dolía.

─Buenos días, Helios. Buenos días, madre.

La mujer lo vio molesta respondiendo con el mismo tono.

─No hay motivo para que me llames así, ni siquiera estamos emparentados, sobre todo porque no permitiré que un elfo como tú que ni siquiera sabe su lugar se case con mi hijastro. Sobre todo por la pequeña sospecha de que seas un indigente que se quiere aprovechar de nuestra fortuna.

Interviniendo en la discusión de los dos, Hawke aportó.

─Fenris no es ningún indigente, viene de una familia respetable aunque no rica. Su padre es un Botanista criado con los Dalishianos hasta la edad suficiente para ser admitido en la Universidad de Tevinter en donde conoció a su madre presa de la esclavitud y la liberó. Actualmente está investigando una nueva especie de flor en las Marcas Libres.

Fenris no supo si debía darle la razón a Helios o detenerlo de lo que parecía ser una historia demasiado alocada, siendo secundado por Meredith la cual respondió.

─¿El hijo de un intelectual? Eso me suena falso. Realmente, ¿cuál es el apellido de su familia? Si mal no recuerdo, jamás me lo ha dicho.

El elfo comenzó a ponerse nervioso, pues parecía que en vez de ayudar, Helios parecía empeorar la situación. Sin embargo, el nombrado no mostró ni un atisbo de duda para responder.

─Su apellido es Nephrite.

Soltando un bufido de incredulidad, la mujer se dirigió nuevamente a Fenris para responder.

─Entonces, señor Nephrite, ya que usted es el hijo de un botánico, debe de saber de la materia.

El elfo observó a la mujer asombrado, no creyendo lo que le estaba pidiendo, sobre todo porque no sabía absolutamente nada de plantas. Con tono victorioso, Meredith cuestionó.

─¿Por qué tienes esa cara? ¿Acaso estuviste mintiendo? Bueno solo hay una manera de saberlo. ¿Sabes el nombre de esta especie? Debe ser realmente sencillo para ti.

Le tendió una planta de tallo delgado y hojas grandes en forma muy parecida a un corazón,completamente verde.  Comenzó a examinarla, trataba que su mente amnésica recordara cualquier cosa que le pudiera ayudar. Intentando tranquilizarlo, Hawke comentó.

─No tienes que demostrarle nada.

A pesar de las palabras de Helios, y sabiendo que si se quedaba callado sería humillado por la mujer, continuó buscando la respuesta en su mente, sin embargo, antes de que pudiera detenerse, respondió sin pensar.

─Raíz élfica…

Anonadada, la mujer intentó nuevamente.

─No basta con que me digas el nombre, quiero una descripción de ella.

Casi por inercia, la describió completamente.

─La raíz élfica la usaron por vez primera los elfos de Arlathan, y de ahí  viene el nombre. La raíz potenciaba la eficacia de sus medicamentos, así que, cuando el Imperio venció a los elfos, los maeses adoptaron su uso y su popularidad se extendió a todos los rincones del Imperio. Las raíces se pueden usar con muy poca preparación. Si se frota su savia sobre una herida, por ejemplo, se acelera la curación y neutraliza el dolor. Mascar una rodaja de raíz alivia las dolencias menores, como la indigestión…

Enojada y avergonzada, Meredith le detuvo.

─Ya es suficiente, probaste tu punto. Tan solo cállate y…

Sin completar su frase, dio media vuelta y salió de la casa hecha una furia, dejó solos a los “prometidos”. Pasmado, Hawke comentó.

─Pensé que no recordabas nada, pero parece que una parte de tu mente recuerda perfectamente las flores. Bueno, después de todo tú… ¿has recordado algo de ti mismo?

A pesar de que deseaba que su respuesta fuera afirmativa, puesto que todo lo anterior había salido de la nada en su mente, confesó.

─Realmente lo que dije hace un momento parece algo parecido a cocinar. Tal vez lo he hecho tantas veces en mi vida que mi mente no lo ha podido olvidar, pero ningún recuerdo ha surgido.

Fenris pudo ver la decepción en el rostro de Helios, mas pronto fue cubierto por una sonrisa amable para contestar.

─Ya veo. De todas maneras nos has salvado, al menos no la veremos por aquí en un largo rato. Bueno, tenemos el día libre hoy, así que, ¿qué deseas hacer?

Viendo alrededor, decidió rápidamente.

─Primero que nada, terminar el desayuno, después podemos seguir con la limpieza de la mansión.

Hawke asintió sin mucho ánimo, pues la limpieza no era de sus actividades favoritas, por lo que Fenris aprovechó que Hawke se había sentado para continuar con el desayuno y servirlo en la mesa.

Al terminar, ambos se dirigieron hacia la parte baja de la mansión, donde se encontraba el almacén que en tiempos de los Amell había servido para conservar los vinos pero, desde que el padre de Helios se casó con la única hija de los Amell, dejó de funcionar.

Pudieron corroborar eso perfectamente en cuanto abrieron la puerta y fueron recibidos por montañas de polvo volando por toda la habitación. Tosiendo fuertemente, Helios comentó.

─Pensé… que no habría… tanto polvo. Espera aquí… traeré trapos para limpiar… y cubrirnos la cara. Regreso… en un momento.

Hawke salió corriendo del lugar, el elfo se quedó solo viendo el amplio y oscuro cuarto, pensando en el tiempo que tardarían en limpiar todo ese desastre. Su mirada se detuvo junto a unas cajas derrumbadas al fondo de la estancia y juró ver cómo algo se movía hacia ese lugar.

Quería atribuirlo a su imaginación, pero no pudo ignorarlo cuando la puerta del fondo que separaba las habitaciones del almacén se cerró estrepitosamente, por lo que se acercó cuidadosamente y abrió nuevamente la puerta, esperaba sorprender a lo que sea que estuviera ahí.

Frente a él se encontraba un hombre desaliñado, con el cabello rubio  atado a una coleta floja que dejaba escapar gran parte de su cabellera que llegaba hasta su cuello acompañado de un par de ojos color café y una barba que comenzaba a crecer acentuando mucho más ese aspecto, mas su ropa estaba en perfecto estado, de buen ver pero no elegantes.

Para desconcierto de Fenris, el hombre sonrió y maulló, pero al notar que la cara del elfo le veía con confusión, su rostro mostró una gama de emociones: primero imitó su gesto, después se iluminó como si hubiera resuelto algo y finalmente palideció completamente asustado, tanto así que con velocidad sobrehumana tomó el pomo de la puerta y cerró la habitación.

Ofendido por este gesto (sobre todo por tratarse de un intruso) volvió a abrir la puerta, sin encontrar pista alguna sobre el hombre. Tan concentrado estaba en el evento, que la voz de Helios le sorprendió cuando le habló.

─Perdón por hacerte esperar, he traído todo lo que necesitamos.

Fenris salto unos cuantos centímetros del suelo, dirigiendo su vista hacia Hawke, comenzando a explicar rápidamente.

─Hawke, había una persona aquí, en el almacén. De repente estaba conmigo y al siguiente desapareció.

El elfo pensó que Helios comenzaría a buscar a la persona, sin embargo, sonrió mientras respondía.

─¿Lo has visto? Así que está en esta habitación.

Completamente perdido, Fenris preguntó.

─¿Es algún amigo de la familia o algo así?

Negando lentamente, Hawke explicó.

─Podría decirse. Es el fantasma rubio que aparece de vez en cuando. Yo jamás lo vi, pero mi padre aseguraba que estaba por aquí.

El elfo no sabía si la reacción de Helios ante la presencia de un fantasma era demasiado entusiasta para las personas normales. Antes de poder dar su opinión, explicó.

─No es nada maligno. Según mi padre, ese hombre era un hada del libro de dibujos. Decía que aquello creado con el corazón tiene un poder misterioso, y que ese hada nació de un libro de dibujos. Antes pensaba que era una historia inventada por él, pero ahora creo que es cierto.

Pudo sentir el peso de la vista de Hawke sobre él, como si él fuera el responsable de esa hazaña. Cariñosamente, tomó el brazo de Fenris y comentó.

─Bueno, es momento de que comencemos a limpiar, si no estaremos aquí todo el día.

Asintió para después tomar uno de los trapos y comenzar a limpiar, dejando de lado la historia que Helios le había contado, esperando no encontrarlo de nuevo.

 


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