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What the hell is going on?! por LittleAyla

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Tres meses habían transcurrido des de que ocurrió ese "incidente" y durante ese tiempo Ritsu hizo hasta lo imposible para no encontrarse con su superior a menos que fuera estrictamente necesario. Cuando acababa su jornada procuraba hacerlo antes o después que Takano, siempre intentando dejar un mínimo de media hora de diferencia, para así asegurarse de no encontrárselo de camino a su casa y cuando no podía evitarlo volvía a casa andando o en taxi, dependiendo de su humor y las energías que le quedasen. También había procurado no frecuentar los mismos lugares de siempre, cambiando de restaurantes, bares y supermercados. E incluso evitaba preguntarle sobre las dudas que tenía, prefiriendo pedir ayuda a sus compañeros de trabajo.

Pero, para su mala suerte, esa rutina que había conseguido mantener durante casi tres meses y medio, se rompió. Y justamente debía ser ése día en el que apenas y podía dar cinco pasos sin marearse y tener que sujetarse de alguna parte.

Onodera había acabado una hora después que su jefe así que pensó que no habría problema alguno si cogía el metro, además no tenía fuerzas para ir hasta su casa andando y sabía que a esas horas tardaría más en taxi que en metro. Pero claramente no se esperaba que, cuando se sentó en uno de los asientos del metro - el cual al ser una de las primeras paradas que hacía estaba casi vacío - una figura se parara delante de él provocándole un escalofrío que recorrió su espalda.

Alzó la mirada temeroso y con un mal presentimiento y se encontró con lo que, des de luego, era lo que menos deseaba. Takano estaba allí, delante suyo, mirándolo con el ceño fruncido y mirada molesta. Genial, su día no podía ir mejor.

- Onodera - el tono de su voz provocó que Ritsu diera un respingo - ¿Se puede saber qué demonios te sucede?

- Ta... Takano-san - su voz sonó más aguda de lo normal, delatando su nerviosismo - N... No sé a qué se refiere - mintió con la vista baja y las manos temblorosas.

- Llevas evitándome des de hace días - lo acusó - concretamente des del día en el que nos acostamos - dijo como si nada y haciendo que la cara de Ritsu se tornara tan roja que avergonzaría a un tomate.

- Eso no es cierto - continuó con su mentira - Solamente no ha habido necesidad de hablar.

- No me vengas con excusas -se inclinó y apoyó una mano en el respaldo de su asiento, dejando sus rostros a escasos centímetros y, por supuesto, intimidando a Ritsu.

- ¡No son excusas! - se maldijo internamente al darse cuenta de que su voz cada vez sonaba más aguda.

- Ritsu... - la voz que hasta el momento era brusca y tosca se suavizó - ¿te arrepientes de eso? tu... ¿me odias? - los ojos de Takano lo miraban dolido.

- ¡Por supuesto que me arrepiento! - exclamó sin mirarle a la cara.

- Entonces, ¿me odias? - insistió el mayor.

- Yo...

No sabía cómo responder a esa pregunta, es decir, ¡por supuesto que quería responder con un sí! Pero cuando veía la mirada angustiada de su superior las palabras sencillamente no salían.

- Vamos, mírame a los ojos y dímelo - presionó con el ceño fruncido.

- No creo que este sea el lugar, Takano-san - murmuró Ritsu sintiendo como su estómago empezaba a dolerle más de lo normal y el mundo a su alrededor empezaba a tambalearse.

- Mírame a los ojos y dímelo, si puedes hacerlo entenderé que no me estás mintiendo así que no volveré a molestarte e incluso pediré tu traslado al departamento de literatura.

¿Sí se lo decía no lo volvería a molestar? ¿E incluso pediría su traslado a literatura? Des de luego que era una tentadora oferta. Bien, él podía hacerlo, él era capaz de decir esas dos simples palabras mirándole a los ojos. Vamos, podía y debía hacerlo para conseguir su traslado a literatura y además conseguir que dejara de acosarlo. Si lo decía podría seguir normalmente con su vida y trabajar en el departamento que realmente le gustaba.

Así que levantó el rostro y clavó su mirada en la de Takano, abriendo la boca para decirle esas simples palabras. Pero de ella no salió ningún sonido.

¿Acaso no podía decirlo?

- Yo... Yo te... - maldita sea, esa palabra no se dignaba a ser pronunciada - te... te... - sencillamente no podía decirlo y sentía como sus ojos empezaban a aguarse - yo t-te... - la mirada de Takano se suavizó y Ritsu apartó la suya totalmente frustrado.

- Entonces voy a tomar eso como un no.

En esos momentos lo único que quería Ritsu era desaparecer. Se sentía como una presa acorralada y, a pesar de no haber podido decirlo, lo que menos quería era estar cerca de él. Y, al parecer, la suerte se puso de su lado ya que en ese momento las puertas del vagón se abrieron y anunciaron que ya habían llegado a su parada, así que sin esperar ni un segundo se levantó de su sitio y, apartando a Takano de un empujón, salió corriendo hacia la salida de la estación.

Pero, como no podía ser de otra manera, la suerte lo abandonó y su mareo se intensificó haciendo que cayera al suelo.

- ¡Onodera!

Takano se aceró preocupado a él y se arrodilló a su lado. Acercó sus brazos para ayudarlo a levantarse pero el menor lo apartó de un manotazo e intentó levantarse sin su ayuda, en lo cual fracasó estrepitosamente y volvió a caer al suelo, siendo detenido por su superior. Maldita sea, todo a su alrededor daba demasiadas vueltas y su estómago dolía como los mil demonios.

- ¿Onodera? ¿Qué sucede? - su tono de voz denotaba verdadera preocupación.

- No... no es nada - balbuceó Ritsu - solo es un pequeño mareo.

Volvió a intentar ponerse en pie, esta vez con la ayuda de Takano, el cual pasó uno de sus brazos por su cintura para hacerle de soporte. Una vez Onodera estuvo en pie y tras unos segundos en los que cerró los ojos intentando calmarse y serenarse, se alejó de Masamune. Pero tras dar dos pasos unas intensas náuseas - iguales a las que tenía por las mañanas des de hacía cerca de un mes - lo asaltaron y se vio obligado a correr hasta el cubo de basura más cercano, donde vomitó toda la comida chatarra que había ingerido ese día.

- Mierda Onodera - murmuró Takano preocupado.

Ritsu no lo entendía, ¿qué le pasaba? Hacía apenas cinco minutos se encontraba bien - bueno, tan solo estaba un poco mareado pero lo atribuía a la mala alimentación que estaba llevando los últimos días - pero de pronto había venido ese intenso dolor en su vientre - el cual aún estaba presente - y ahora las náuseas.

Apoyó una mano en su cabeza e intentó acercarse a su maletín, el cual yacía en el suelo de la estación, pero todo empezó a girar con más fuerza y en su campo de visión fueron apareciendo hasta que este se volvió completamente negro y su cuerpo volvió a colisionar contra el suelo.

 


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