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Love to...Sarah Mary por Febo Apolus

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Notas del capitulo:

Hi, ¿Qué tal? Una segunda entrega de esta obra. Ojala le den una oportunidad. 

<<<SARAH>>


 


-¿Por qué únicamente la llamas, Mary? – Cuestiono Natasha.


La pelirroja llevaba unos meses saliendo con James y en ellos su figura femenina había influido en Mary de una manera severamente positiva.


 


Ahora ya no se negaba al uso de un vestido, ni a que se le dijera que era una niña.


 


-¿Cómo?


 


-Sí, ¿Por qué Steve, sólo llama a esta monada “Mary”? ¿También se llama Sarah, no?- reitero la chica a la par que besaba las mejillas de la pequeña que estaba en su regazo.


James, que hasta entonces había estado distraído haciendo caras para Mary (su sobrina, como él le decía), la miro profundamente a los ojos, como en esas veces que, siendo niño, haces una pregunta incomoda delante de los adultos. Y al ser incómodo, ninguno deseaba responderte.


 


-No lo sé- dijo el pelinegro, antes de que la chica insistiera en la pregunta y el rubio, quien fingió no escucharla mientras prepara la merienda de Mary, se fuera.


 


Pero Natasha supo que su novio le mentía, aunque y entendiendo que no era algo cómodo de hablar, también le daba curiosidad lo esquivo que se portó ante esa pregunta.


Tanto James, como el propio Steve.


 


A Natasha se le figuro que tal vez la madre de Mary, la única figura vetada en esa pequeña familia y la única femenina, después de la bebé, se había llamado Sarah.


Tal vez Steve amo mucho a “Sarah”.


 


¿Será que la bebé se parecía a la madre? Y por un momento la rubia planteo que tal vez esos ojos no eran los del azul de Steve, ni las doradas hebras, ni los rosaditos labios.


Sino que tal vez podían ser de una figura femenina, una delicada, de belleza despampanante que había arrebatado el corazón, y para siempre de Steve Rogers…y se había perdido en una muerte turbia. Que alguna vez, en una hermosa sonrisa, respondió al nombre de “Sarah”.


¿Sarah qué? Se cuestionó.


 


¿Sarah Mary, también? Lo dudaba, porque Steve si le llamaba Mary.


Sólo no la llamaba Sarah.


 


Una muerte y un amor que sobre marco a Steve, se afirmó Natasha, después de todo, se negaba en rotundo a mantener otro tipo de relación que no fuera la laboral o cortés con cuanta mujer se topaba.


 


Tal vez Steve, si había amado, de manera terriblemente profunda, a esa Sarah.


 


Tal vez esa muerte había sido demasiado trágica y dolorosa. Porque ahora se comportaba tan esquivo como la primera vez que preguntó de la madre de esa nena hermosa.


Y la respuesta la dejo triste, sin saber porque.


 


Quizá se hubiese debido a lo escueto de la respuesta “la madre de Mary no está más” le dijo aquella vez el rubio de manera tajante.


 


Ella tuvo que intuir la contundencia de la respuesta.


Sí, ella sabía, bajo conclusión, que la madre de Mary había muerto…aunque nunca había preguntado cómo, ni de qué. De tal manera, tampoco había indagado en esa herida, ni mucho menos en el nombre de ella.


 


Tal vez sí era “Sarah”.


 


Algo le dijo a la pelirroja, por el cambió en la mirada azulina de su novio, que con esa simple pregunta había tocado un punto sensible, hasta entonces desconocido, de ambos hombres y por arte de esa intuición, de la que las mujeres deberían estar orgullosas, se dijo también que tal vez tuviera que ver con ese punto del que una vez le hablo Virginia Potts.


O Pepper, como la llamaba James. Una mujer menuda, más joven que Bucky y Steve, de ojos verdes y temperamento severo que iba de vez en cuando a visitar a Sarah (como ella sí le llamaba).


 


Le llevaba juguetes, dulces y ropa a la niña. La llenaba de mimos y besos.


 


En algún momento, las primeras veces que la vio con la niña, hasta pensó que ella sería la mamá de Sarah Mary y que Rogers era su ex marido. Pero James se lo negó enérgicamente.


 


¿Entonces quién era?


 


Nunca entendió muy bien qué tipo de relación tenía ella con esos dos hombres, Steve y James; según ella, ni Rodhey, otro no amigo que venía con la rubia, ni ella eran amigos de los caballeros (como se refería a Bucky y a Steve), pero que sí tenían una relación profunda en sus vidas. Algo que tenía que ver con el pasado de Steve (o “Señor Rogers”, como le llamaba Virginia).


 


Y por supuesto con Sarah Mary.


 


Tampoco entendía mucho del pasado de ambos.


Sólo sabía, por rumores apenas creíbles, que ambos eran amigos de infancia pero que durante un tiempo algo entorpeció su relación, a tal grado que estuvieron a punto de olvidarse el uno del otro.


 


Sí, a tal grado había llegado aquella querella.


 


Tampoco es como si en algún momento Natasha se hubiese puesto a indagar, porque, si era verdad lo que analizaba, el pasado de ambos debía de tener algo lo bastante doloroso como para no querer ser narrado y ella no iba a obligarlos.


 


A veces James le decía, en un comentario perdido que odiaba un poco a Steve y que gustoso lo haría volver al pasado, antes de Sarah Mary, sólo para romperle los dientes.


Quién sabe por qué.


 


Virginia, en algún momento de una conversación trivial mientras visitaba a Steve, y cargaba a la pequeña Sarah Mary.


 


Si, también le había entrado la curiosidad de si la rubia, ya no la madre, sino era tía de la pequeña.


 


Una sonrisa tímida y un “ojala” fueron las respuestas de la rubia en esa ocasión, besando la mejilla de la niña, como ella misma hacía.


 


Virginia le habría mencionado algo sobre una herida, no amorosa exactamente aunque algo muy similar, que James tenía en lo profundo de su pecho.


 


Algo que le detuvo en el terreno amoroso durante mucho, mucho tiempo.


 


No quiso ahondar demasiado, porque no era cómodo hablar de eso, pero sí le dijo que estaba feliz de que ella, Natasha, apareciera en la vida del morocho.


 


Tal vez por fin pudiera seguir adelante. Si ella le ayudaba.


 


¿Salir delante de qué? Se preguntó la pelirroja.


¿Ayudarlo a qué?


 


Entonces entendió, haciendo inferencias, que ellos se comportaban igual ante el mismo tópico.


 


Ante el mismo asunto, ante la misma persona.


 


Que ella ya había visto esa mirada, que James le mostró por breves segundos ante su pregunta.


 


Sí, ya había visto esos ojos abatidos. Sí, cuando lo conoció.


Ebrio y roto; en un bar de media muerte.


 


-Pero no le preguntes a Steve – comentó Bucky, trayéndola de vuelta a la escena, en un tono que parecía petición de un favor, mientras le sonreía nostálgicamente -. No le gusta hablar de eso.


 


La mujer lo miró inquisitivamente, pero el oji-azul le hizo una mueca que provoco una risa a ella y a Sarah.


 


Al rato lo olvido. Pero sí, sí supo que era verdad, que ellos, Steve y James, se comportaban casi abatidos, ante la mención de la madre de Sarah Mary.


 


Lo que James le ocultó ese día y tardaría un año más en contarle era que, a Steve le traía un mal sabor de boca llamarla “Sarah”, pues Tony, el padre de la bebé, la llamaba así, en honor al profundo amor que el rubio le tuvo a su madre.


 


E irónicamente el rubio prefería llamarla “Mary” como la madre del contrario que llamarla con el nombre predilecto del moreno. Prefería eso a recordarlo.


 


Tampoco le contó el detalle de porqué a él sí le molestaba llamarla Mary y prefería llamarla Sarah.


 


Pero aún era pronto. Aún, dentro de él las cosas seguían revueltas. Aún dependía de la existencia de Sarah Mary para no sentirse miserable. Para saber que ese ser maravilloso de alegría imprudente y disparatadas seriedades, que conociese por capricho del destino, había sido real.


 


Y la prueba era esa bebé que era sostenida por esa preciosa mujer.


 


Y sabía, así como aquella primera vez que la vio, sabía que ella era la indicada.


 


Que esa chica de cabellos de fuego sabría darle freno a su autodestrucción. Pero aún era pronto para exponer su corazón así.


 


Todavía no podía decirle cómo su corazón se había roto hacía años y la gran importancia que tenía, para él, Sarah Mary.


 


Aunque pronto ocurriría. El tiempo lo diría.


 


Sí, tal vez fuera por eso.


 


Porque ella, como alguna vez lo fuese Anthony, era un torbellino que nada ni nadie frenaba, y que en su miserable tristeza –porque sí, Nat estaba rota por un pasado en él que tampoco había indagado aún – era una obra maestra. Entre risas y alegría.


 


Ella le habría agradado a Tony.


 


Y por un brevísimo momento, James sintió que Tony, desde donde quiera que estuviera, le daba ánimos...


 


…ánimos como para ser feliz; como lo era la pequeña Sarah Mary, en medio de esa carcajada.
 

 
Notas finales:

Gracias por leer. 

Dejen sus comentarios. 

Bonito día. 


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