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Kaleidoscope por CrawlingFiction

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Kaleidoscope


Capítulo 4: Obra de arte en la blanca habitación


 


Sentado en su escritorio miraba al celular. La sonrisa de TaekWoon con flores en las manos le devolvía la mirada. Detallar esos ojos era su castigo personal. Del negro abismal al negro tachonado con estrellas sobre sus cabezas en la noche.


Una vida segura, un jugoso cheque y el anonimato a cambio de su silencio. Cuando firmó esos documentos de confidencialidad al ser nominado a la transferencia de ala ahora le sabían a un contrato con el diablo.


El mundo no era como creía.


¿Una vida segura e indiferente o romper de esa propia convencionalidad? HongBin no era un revolucionario en lo más mínimo. Podría haberse hecho de la vista gorda o forzarse a creer que el destino de TaekWoon estaría mejor en cuatro paredes que siendo un peligro para la sociedad y él mismo.


Era lo más coherente. No se trataba de buenos ni malos, de blanco y negro. ¿O sí lo era? A este punto del juego la justicia tampoco le interesaba. Él no era buena persona, ni justa ni revolucionaria.


Era sobre amor.


Alguien abrió la puerta de su pequeña oficina: era HakYeon con una gruesa carpeta y una caja vacía de cartón.


—HongBin, tenemos un nuevo ingreso en el pabellón —dijo sin quitar la atención a su carpeta— Masculino de cuarenta años, aparentemente esquizofrénico. Aquí están los reportes, necesito saber por qué particularidad lo reasignaron aquí —la arrojó sobre su escritorio pasando de largo.


—¿No lo dice el historial siquiera? —respondió. La presencia del hombre le era inquietante.


—Particularidades aprovechables para nosotros no —replicó.


¿Su nueva misión? ¿Pretender con sonrisas más amistosas que la de los otros enfermeros adivinar que otro fenómeno les habían asignado analizar?


No parecía tan complicado cuando firmó el acuerdo de confidencialidad. Sólo quería dinero y estatus.


Y esa sonrisa dulce reflejada en su celular se lo complicó de más.


—TaekWoon… ¿adónde lo llevarán? —preguntó al hombre de blanco que se servía una taza de café— Proyecto Y, HakYeon —insistió— ¡É-Él puede cambiar! ¡Lo he visto de cerca! He convivido con él, lo he tocado, lo he escuchado, yo… —desesperó poniéndose de pie— ¡Le puedo ayudar! ¡ustedes no han hecho eso por él ni por nadie! —cogió la carpeta y se la tiró—¡No les importa! ¡Lo dejaron pudrirse allí y lo van a vender como un monstruo de circo! —HakYeon se mantuvo en silencio, viendo de reojo las hojas desperdigadas a sus pies— ¿Y sus sueños, HakYeon? ¿Y sus oportunidades? —quebró.


—Es afortunado —al fin dijo— Tiene la oportunidad de contribuir con su Nación como nadie más —una sonrisa furtiva nació de sus labios— Soldados, médicos y maestros, van y vienen. Todos héroes en sus ámbitos, en sus localidades. Él será algo mayor que eso, un héroe anónimo. Alguien que nunca existió y que nadie recordará —se sacó del bolsillo un papel doblado y lo dejó sobre el escritorio. Era su cheque por el trabajo realizado—


—¡Me prometiste que no le harían nada malo! —gritó azotando la madera con el puño— ¡Sólo eran estudios científicos!


—Te dije que el mundo no es como creías, HongBin —dejó la caja sobre el escritorio y se fue.


Le había dado la oportunidad de escapar sin represalias.


••••••


Sentado en medio de su habitación blanca pintaba un cuadro. Tenía la puerta entreabierta dejando pasar algo de brisa para no marear por el olor. No tenía pinceles así que se las arreglaba con los dedos, era divertido.


Se sentía feliz.


Ese beso y salir premiado con muchos estuches de acuarela del taller habían sido sus primeros y mejores regalos.


Fue extraño, pero nadie le regañó por lo sucedido en el comedor. Era tan confuso, como si hubiera perdido momentáneamente el control de sus sentidos. O más bien, finalmente haberlo encontrado.


Mentiras dulces y un abrazo fueron su despedida. Tenía ganas de verle hoy y salir a los jardines a pasear. Debería esconder su más especial obra bajo el colchón, sin embargo, valdría la pena el misterio.


Quería que fuera su regalo.


La pequeña sonrisa sembrada en su rostro se ensanchó al dejar de trazar el carmesí de sus mejillas sobre el lienzo. Las manos, la ropa y hasta el pelo llenas de pintura seca. Y con los ojos centellando de realización;


Su primera pintura a rosas, azules y amarillos desde que había sido internado.


Quiso titularla “Caleidoscopio” pero le pareció muy presuntuoso para la sencillez que su corazón quería revelar. Inclinó y con cuidado trazó su nuevo título, más sencillo y más apegado a lo que creía.


La puerta se abrió.


—¿Señor Jung? —TaekWoon subió la cabeza y su alegría ensombreció— Acompáñenos por favor —instó uno de los militares. Rápidamente había sido rodeado y la puerta bloqueada.


—¿Y HongBin? —preguntó en un hilo de voz. No estaría muerto… ¿cierto?


—Sólo obedezca —otro soldado le apuntó con una escopeta capaz de cubrir las blancas paredes de su prisión de sus sesos. Se oía nervioso. Le tenía miedo.


TaekWoon le daba miedo.


—Pero estoy pintando —los soldados se miraron con un deje de malicia. Sin previo aviso uno de ellos le pateó las costillas y desplomó a un lado de su cuadro. TaekWoon apretó los dientes y cerró los ojos.


Los soldados se hicieron a un lado y alguien más entró a la habitación.


—TaekWoon —llamó. Como accionado por una campana subió la cabeza.


Esa voz la conocía desde lo más recóndito de sus sueños, llantos y pesadillas.


Palideció y comenzó a temblar de miedo.


—¿H-HakYeon? —vaciló inundándosele los ojos de lágrimas. Se llevó las manos a la cabeza y la sacudió comenzando a gimotear de pánico.


No podía ser cierto. Era una alucinación. A veces las tenía, a veces le veía por los pasillos o los jardines. A lo lejos, como un espejismo en el desierto que tenía que ser eso: espejismos.


—Tanto sin vernos, ¿no crees? —le sonrió— Espero me hayas extrañado como yo lo hice en este… ¿año y medio? que estuve muerto —ensanchó la sonrisa con una serenidad escalofriante. TaekWoon negó fervientemente con la cabeza. Mechones negros colgaban de entre sus dedos.


—¡N-No eres HakYeon! —gritó desgarrándose la garganta.


La sonrisa se ensanchó un poco más.


Disfrutaba de verle enloquecer por su misma presencia.


Aún recordaba sus besos, sus caricias, sus regalos y promesas. No porque le importase, sino para grabar esa cara ilusionada ahora vuelta un deshecho de lágrimas y gritos demenciales. La comparación era satisfactoria.


—Sí, sí que lo soy —dijo. TaekWoon miró a todos lados. Los soldados le apuntaron— Soy tu prometido. Pero, será consuelo saber que toda tu vida ha sido una mentira, así no tendrás mucho que extrañar —los hombres le tomaron de los brazos y le obligaron a levantarse.


—¿A-A qué te refieres? ¿¡Qué harán conmigo!? —se retorció entre gritos. El vaso de agua y las acuarelas se volcaron entre sus patadas.


—En el mejor de los casos morirás —volvió a sonreírle con sombría cortesía. Su rostro en un segundo cambió a una máscara indiferente y cruel— Llévenselo —ordenó.


TaekWoon se retorció y de un rápido empujón se quitó a uno de los hombres de encima. Le dio un puñetazo al otro y trató de escapar. De una patada el tercer soldado le tiró al piso y le apuntó con la escopeta.


Un instantáneo cruce de miradas con su superior fue suficiente: HakYeon de pie en la entrada de la habitación asintió tranquilamente.


TaekWoon se desgarró la voz de un grito.


Los ventanales de los pasillos estallaron en cristales.


Sangre y sesos salpicaron las blancas paredes con su horror.


El cadáver cayó pesadamente al piso delante de TaekWoon quien lo miraba con los ojos bien abiertos de terror.


La cabeza y medio torso desfigurados.


—¡Bastardo! —gritó el otro soldado horrorizado y apuntó.


Un disparo inundó de eco los pasillos del edificio.


            HakYeon mantuvo la sonrisa en sus labios y se limpió la sangre que le había salpicado la mejilla;


            Esto si era una verdadera obra de arte.


••••••


Subió corriendo las escaleras y cruzó el pasillo rociado de cristales.


—¡TaekWoon! —de un empujón abrió la puerta.


Retrocedió conteniendo las ganas de vomitar de espanto.


Las paredes impolutas como si fueran el único rincón ajeno y puro ante todo mal eran ahora un retrato espeluznante de sangre, sesos y dolor.


Entró pisando el charco de sangre: casquillos de balas y pintura derramada.


¿Había llegado tarde?


Sus piernas flaquearon y cayó de rodillas en medio de la habitación ensangrentada hasta el techo.


Había sido una masacre.


Sus manos temblaban y su rostro deformó en llanto amargo. Golpeó el piso, se jaló los cabellos, maldijo al Cielo y a sí mismo.


Un lienzo rociado también de sangre estaba en el piso. Se acercó a gatas y pasó la mano, apartando el rastro rojizo sobre la obra.


En una esquina estaba el título y la fecha junto a su firma:


“Amarillo”


Sentado y sonriente con una corona de florecillas amarillas sobre su cabeza. Había césped verde limón alrededor y botones lilas también. El cielo azul era tan claro que enceguecía con su luz.


Un caleidoscopio a rosa, azul y amarillo. Un caleidoscopio de luces tornasol y emociones redescubiertas pese a la maldad.


Una sonrisa y flores amarillas: la contraparte de su fotografía.


Tan vivido y dulce que atravesó el pincel y se traducía más allá de las palabras;


Lee HongBin entre flores y con una amplia sonrisa de ojos centelleantes.

Notas finales:

nada mas fluff que leo retratista de hongbines con flores amarillas.


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