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Kaleidoscope por CrawlingFiction

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Kaleidoscope


Capítulo 5: Flor de sangre


 


Sus labios tiritaron y volvió a mirar alrededor. Esa escena le perseguiría todos los días de su vida. Sacudió la cabeza y se peinó los cabellos hacia atrás.


No podían haber asesinado a TaekWoon, les valía más vivo que muerto.


Recordó lo sucedido en el comedor.


JaeHwan, el paciente psicótico, había muerto.


¿Se había vuelto a defender?


¿Estaba vivo?


No importaban las preguntas, tenía que moverse. Cada segundo era valioso. Se levantó. Aquí tampoco era seguro para él.


Nunca lo había sido para los dos.


—¡Enfermero Lee! —alguien llamó. En tropel entraron los guardias del Hospital. HongBin retrocedió, pisando el lienzo ensangrentado. Tenía que salvar a TaekWoon del infierno al cual le había abandonado— Fuiste dado de baja, Lee, vete —dijo el enfermero cruzado de brazos en la puerta. Su plácida sonrisa era sólo una fachada. Hasta los mismos guardias miraban contrariados la carnicería tatuada en las paredes— ¡Atrápenlo! —ordenó. Un par de guardias reaccionaron y se le abalanzaron. HongBin sacó la jeringa con sedantes del bolsillo y se la clavó a uno en el cuello. Le inmovilizó por detrás y lo empujó llevándose al otro encima. Los demás le agarraron de los brazos. Dio un cabezazo hacia atrás golpeándole la cara y se zafó.


Retrocedió mirando a todas direcciones. Estaba rodeado.


Por los pasillos los ladridos endemoniados y los pasos sobre vidrios rotos se hicieron escuchar.


Tomó el gas pimienta y se los vació en la cara. Aprovechó la confusión para escapar. Corrió por los pasillos. Soltaron los perros que le perseguían entre ladridos y el ruido de las cadenas que arrastraban. Subió las escaleras a tropezones hasta la azotea. Escaló la escalerilla de emergencia y la pateó. Cayó estrepitosa en el piso sobre las bestias que saltaban queriéndole cazar. Desde el techo miró hacia la cerca que bordeaba los jardines.


No había escapatoria.


Desde abajo vio que colocaban la escalerilla metálica entre maldiciones y comenzaron a subir.


Volvió su mirada al infinito verde esmeralda.


Era todo o nada.


El corazón le latía enloquecido. Corrió sobre el techo y saltó por el aire. Cruzó la cerca y cayó aparatosamente al jardín. Sin tiempo para reparar en sus heridas corrió lo más rápido que pudo hasta la calle que le desconectaba de ese infierno blanco y gris.


Se quitó la bata bañada de sangre y la dejó tirada en dirección contraria.


Cruzó la calle sin importar la luz roja ni los autos que se detenían bruscamente a su paso y se escondió tras unos edificios. Se recargó de la pared sudoroso y sin aliento. Hilos de sangre ardían por sus mejillas rasguñadas y tenía la muñeca doblada.


Se adentró en el oscuro callejón y se ocultó tras las pilas de basura.


¿Dónde estaría? ¿Dónde podría encontrarlo?


Cogió el celular del bolsillo de su uniforme y marcó desesperado.


—¿Hyuk? ¡Hyuk! —gritó apenas reconoció su voz— ¡Necesito a la policía, por favor! ¡A tus refuerzos! ¡Se llevaron a TaekWoon, se lo llevaron! —lloró aferrado al celular— ¡Tienes que ayudarme! —suplicó desesperado.


—¡¿Qué!? —respondió igual de asustado su compañero— ¿Adónde?¡ Iremos para allá, tranquilo! ¿Estás bien? ¿¡No te han hecho nada!? ¡Ven a la estación, aquí estarás seguro! —le pidió, pero, aunque no le viera HongBin se negó. Debía buscarlo— ¿Adónde se fue? ¿Dónde es? —preguntó. HongBin tragó grueso. La mano le temblaba— ¿HongBin?


Aquel lugar…


No podía quedarse en la estación de brazos cruzados.


••••••


Un grito ensordecedor escapó por el pasillo escoltado de militares.


El suelo de porcelana blanca se rocío de sangre. Sus pies suspendidos a centímetros del suelo se retorcían entre sus súplicas porque lo mataran.


—Recuperó todas sus reacciones. El inhibidor ya no hace efecto —dictó al hombre de bata y mascarilla que tomaba notas con diligencia. TaekWoon sacudió los grilletes que le tenían colgado del techo y gritó otra vez. Las lívidas navajas afincadas a sus costados le impedían respirar.


Más sangre cayó a sus pies en el amplio laboratorio.


El olor aséptico entremezclado con la sangre era nauseabundo.


Giraron una perilla y los puñales mecánicos se clavaron más entre sus costillas. Querían llevarlo al límite de la locura.


Las pesadas cadenas chirriaban sin cesar.


—Ha recuperado toda la sensibilidad, doctor Cha —concordó el hombre mirándolo tras el cristal protector— ¿Subimos el nivel?


—Sí. No quiere colaborar —asintió ajustándose la mascarilla blanca contra su rostro acanelado— Sólo cuiden de no joderlo mucho —los grilletes se abrieron tras un bufido de aire y cayó al piso. HakYeon entornó los ojos y entró al cuartucho semejante a la sala de interrogatorio de cualquier estación policial. Sólo un cristal les separaba de su experimento. TaekWoon retrocedió a rastras. No podía caminar por el balazo que había volado su rodilla en pedazos. Desnudo y torturado querían despojarle de su humanidad.


Querían volverlo una máquina.


—¿Qué sientes? —le preguntó sin real interés observando su respiración costosa y la sangre que brotaba de sus heridas abiertas.


—Miedo —confesó sin atrever a mirarle. Las lágrimas de sus pestañas estrellaban en la blanca porcelana.


HakYeon giró a ver al científico al otro lado del cristal y le hizo una seña.


Giraron otra perilla.


Su cuerpo se encogió por el choque eléctrico directamente implantado en su cabeza. Se llevó las manos a los cabellos, arrancándoselos desesperado mientras gritaba y gruñía. La sangre goteaba de su nariz y oídos, pero era incapaz de matar.


No quería convertirse eso. Luchaba para no ser lo que ellos querían.


No quería ver más sangre a su causa.


Quería ser libre. Seguir tomando café y hacer coronas de flores amarillas con HongBin. Correr como niños traviesos y probar de nuevo de sus labios dulces.


Quería ser humano.


HakYeon cruzado de brazos le miraba con desdén.


Forzarían su mente y cuerpo hasta dejar de sentir, de querer y vivir. Sería un arma militar. La más valiosa y deshumanizada del ejército.


—Más fuerte —insistió insatisfecho del cuerpo tembloroso que se contenía de obedecerle. Su asir torpe al suelo liso era patético.


Mas corrientes eléctricas estallaron dentro su cabeza. Se cubrió los ojos con las manos entre gritos endemoniados.


El líquido intraocular de sus ojos escurrió entre sus dedos engarrotados. La presión a sus nervios derramó el humor acuoso y dejó dos charcos debajo sus pestañas inferiores.


La tortura de detuvo el instante preciso para no matarlo.


Un par de pasos vibraron en el suelo. Era incapaz de escuchar con claridad.


—¿Qué sientes? —repitió. TaekWoon parpadeó ofuscado con los ojos arrasados y rojos por los vasos que se habían roto.


—Quiero a HongBin —murmuró atreviendo a mirarle.


Una fuerte bofetada le cruzó la cara y le hizo escupir sangre.


—Sube el voltaje —volvió a ordenar, pero el científico negó con la cabeza. No podían arriesgarse a matar a su nuevo y mejor juguete. HakYeon bufó y se puso de pie. TaekWoon se arrastró pesadamente agradeciendo en silencio ese instante de calma. Una patada a la cara se desquitó de su miseria— ¿Aun quieres a HongBin? —volvió a patear— ¿¡Aun lo quieres!? —reclamó.


Se apartó y suspiró, volviendo a su inverisímil expresión pacífica.


—N-No eres HakYeon… —susurró pasando el puño por su labio partido.


—¿No tienes curiosidad sobre saber quién eres? —preguntó con una sonrisa— Te haré el favor, por el año que estuvimos juntos —TaekWoon cabizbajo intentó ignorarle. No importaba saber quién era. Él ya lo tenía claro,


No era un monstruo.


Tiró de la cadena a su cuello como a un perro y le alzó la cabeza para que le mirase.


Ese rostro corrompido por la Ciencia. Sangre, moretones, miedo, hambre y sed dibujadas sobre sus delicadas facciones angelicales.


Era hermoso.


—Tu, Jung TaekWoon, no existes —empezó a narrar— Naciste un diez de noviembre de mil novecientos noventa, sí. Tu familia te abandonó en un orfanato dentro una caja de cartón —le soltó y caminó por el laboratorio sucio de sangre, orina y mierda de su nueva propiedad—Llovía, estabas muerto de hambre y llorabas como un demonio —rio suavemente, como si dulces momentos se trataran— No localizaron jamás a tus padres. Nadie en su sano juicio lo hubiera querido, ¿no crees? Eras diferente —murmuró embelesado mirando su desnudez flagelada en el suelo. La blanca e inocente piel tan deliciosamente corrompida. ¿Este no podía ser su propio concepto de amor? — El orfanato quiso limpiarse las manos. Con castigos o con premios no lograban domar eso, eso que le decían maldición, dentro de ti —TaekWoon costosamente se arrastró hasta uno de los tantos charcos de sangre en el piso. Se humedeció el dedo de su propia sangre coagulada y dibujó una flor en el blanco lienzo de cerámica. Era su voto de promesa por HongBin— Acudieron médicos y curas. Nadie daba respuesta a la mierda que eras, hasta que llegó la Ciencia. Tienes tanto potencial… —siguió contando aquella voz dueña de sus pesadillas— Nos ocupamos de ti. O, mejor dicho, mi mentor se ocupó de ti. Te buscamos una familia, una escuela, un hogar, un novio para emular la vida más normal posible —se dio vuelta y le miró— Todo era mentira, nadie era de tu propiedad, nadie realmente te amó. Sólo dejamos el tiempo correr para estudiarte de cerca, para analizar tu mente y explotarla en lo que queríamos.


—P-Pero… mamá… papá… el accidente… —balbuceó con hilitos de sangre y saliva escurrir por sus labios resecos— Tu, ¡tú estabas ahí! —HakYeon le tiró de la cadena ahorcándole.


—Ellos ya sabían mucho —la frialdad de sus palabras le hizo estremecer— Y quienes saben mucho deben ser eliminados, como HongBin —le sonrió acariciando su mejilla amoratada con los nudillos— ¿Yo? Encubrieron mi muerte —rio soltándole— Por eso ese cadáver tan desfigurado, por eso la cremación. Salí malherido del accidente —se recogió la manga de su bata blanca enseñándole la horrenda cicatriz que cruzaba desde su hombro hasta el antebrazo— Tu poder se nos hizo inmanejable y creó el accidente. Siete muertos, incluyéndome —le dijo. TaekWoon abrió los ojos de impresión y lagrimeó. No, no podía ser un monstruo. No quería serlo— Te internamos en el Hospital para tenerte supervisado y cultivamos tu potencial a nuestro antojo. Encontrado que controlarlo encontraríamos que multiplicarlo en más y más personas. Al ejército les eres interesante, TaekWoon —le sonrió con aquella peligrosa serenidad.


—Pero HongBin… H-h… —se atropelló su nombre entre sus labios. El hombre bufó y negó con la cabeza.


—Cometimos un error. No creí fuera tan tonto para interponerse —admitió encogiendo de hombros— Nunca debió saber demasiado, pobre niño… —TaekWoon gritó y se le quiso arrojar encima, pero la cadena a su cuello le detuvo.


—¡No le hagas nada! —rogó arañando el aire. HakYeon se rio.


—Eres el culpable de todas las desgracias que te rodean, TaekWoon —escupió con severidad— Tu maldita familia, el loco del comedor y ese soldado. Todos murieron por tu mente enferma.


Se quedó quieto y miró a sus manos sucias.


Podía verla; la sangre de sus caídos.


Le tomó fuertemente del mentón y acarició su labio con el pulgar.


—¿No te consuela saberlo? No necesitas el mundo real, sólo crearías problemas —le ronroneó con suavidad— Si aceptas trabajar con nosotros vivirás. Nadie te hará daño y tendrás una vida larga y segura. Rehúsate a ello y será peor para ti —le soltó y se encaminó a la puerta— Es tu destino, Proyecto Y —le echó una última mirada de desprecio y cerró a sus espaldas dejándole solo.


TaekWoon pegó la frente al suelo y miró la flor de sangre que había pintado.


Era su promesa por sobrevivir.


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