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Kaleidoscope por CrawlingFiction

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Kaleidoscope

Capítulo 8: Concepción

 

Frascos con embriones disecados les rodeaban.

La segunda fase de Proyecto Y.

Con TaekWoon en brazos detallaron el lúgubre almacén. Archivadores, pizarras con fórmulas complejas y fotos de él señalándole como una especie de Adán de inframundo. Quizás, en esos cadáveres y en esos documentos estaría la explicación de su desgracia.

¿Mera casualidad? ¿Una jugarreta del destino? ¿Una maldición? ¿Algo evitable?

Bloquearon la puerta con más muebles y se ocultaron tras un rincón. La pérdida de sangre comenzaba a debilitar a HongBin. Se acurrucaron juntos para conservar calor.

—L-Lo siento… —atinó a decir HongBin mirando al piso. Ya a estas alturas no importaba, el daño estaba hecho.

Él fue partícipe de la aberración que se reflejaba en los cristales a rebosar de formol.

No era menos vil que HakYeon, porque la indiferencia es lo mismo que la acción.

—Yo… yo lo siento —finalmente pudo pronunciar— No debí nacer —no hubo autocompasión en sus palabras trémulas. Era una resolución objetiva y consciente. Tampoco pretendía que le contradijeran. Nada ni nadie sería capaz de quitarle ese hecho de la cabeza:

Su existencia era la razón de tanta muerte y maldad por la ambición.

Y HongBin lo entendió.

—Come, vamos, debes tener hambre —hurgó los bolsillos de su bata ensangrentada y le enseñó una barrita de cereal— El tipo que tenía este traje… pues… —hizo mérito en sonreírle para aliviar su espíritu. Le abrió el pequeño paquete, troceó un pedazo y se lo acercó a la boca. TaekWoon comió lentamente, de a ratos perdiendo la conciencia por la pérdida de sangre.

El rastro hasta su escondite era una lamentable alfombra roja.

Ambos estaban débiles, pero aun así HongBin apretaba la pistola en su mano y con la otra peinaba sus cabellos en caricias.

No sentía merecerlo.

Los asesinos no merecen amor.

Y, aun así, HongBin estaba a su lado.

Aunque fuera un monstruo se acercó y creía en él y sus deseos de ser algo totalmente diferente.

—Tengo miedo —confesó acurrucado a su pecho— Antes… antes decía que quería volver a sentir, pero es horrible hacerlo…

—Sentir no son sólo cosas malas —se convenció a sí mismo de ello también. Rodeó con firmeza su cuerpo y apoyó la mejilla sobre sus cabellos— ¿No has sentido felicidad? Yo sí, y sólo por eso aceptaría sentir dolor una y otra vez —murmuró.

—¿Por qué has sentido felicidad? —preguntó apretando la barrita de cereal en su mano.

—Por ti —confesó en un hilo de voz— Ver en lo que te volviste. En lo que yo me volví, sólo por estar juntos —miraba a la puerta bloqueada con la pistola en mano. Así se le fuera la vida en ello, le tenía que proteger— Sólo por eso, por las flores amarillas esas que tanto te gustan. Por volverlas a ver lo acepto.

—No quiero morir… —HongBin le estrechó contra su pecho que subía y bajaba más lento por el desangramiento. ¿Es parte de ser un asesino temerle tanto a la muerte? ¿temerle tanto a la soledad?

Él lo sabía, lo más probable era morir.

—Estaremos bien —prometió. TaekWoon alzó el rostro y le miró— Sólo toca esperar… —le sonrió con terneza, acariciando su mejilla con el pulgar.

—¿Y después?

—Después… —lo pensó unos segundos para ensanchar su sonrisa agotada— Tendremos una cita —el pelinegro le devolvió la sonrisa con suavidad. A este punto ya ni sabía que era el amor, todo lo que había creído era un teatro. Pero, aun así, la calidez se asentó en su estómago y algo dentro su cabeza le dijo que sí. No eran de esas voces destructivas que peleaban por comérselo vivo. Era finalmente su propia voz, alta y clara por sobre sus demonios— En el parque a ver de esas flores amarillas —prometió también.

—¿Y después de ese después? —su pulso se perdía a causa de su pierna destrozaba y mal vendada. Siempre había sido un ferviente a la vida, aunque ella hubiese sido encierro, soledad y mentiras. ¿Una vida sin nada de eso era posible?

Quería creerlo.

Su vocecita lo pedía.

—Seremos felices —la voz apenas fue audible. TaekWoon cerró los ojos y la barrita de cereal escurrió entre sus dedos fríos.

••••••

SangHyuk con pistola en mano subía por las escaleras de emergencia del laboratorio. Escuchaba el ir y venir de los demás empleados, haciéndole esconder a cada paso. Necesitaba dar con HongBin y escapar de este lugar.

—¡Alto ahí! —una voz gritó, congelándole la sangre. Pero no, no fue para él. El hombre de blanco soltó sus carpetas aterrorizado.

Un disparo y desplomó en medio del pasillo. SangHyuk tras otra pared estaba petrificado.

Era un exterminio.

Más militares aparecieron disparando a matar a los científicos que huían despavoridos. En medio del desastre corrió escaleras arriba, topándose con quienes menos hubiera querido

—¡WonSik! —sin dudarlo ambos se apuntaron con sus armas.

—¿Cómo atreves a apuntarle a tu hyung? —reclamó con una sonrisa afable. SangHyuk apretó la mandíbula y mantuvo su posición.

—Lo supiste desde un principio… —gruñó, a lo que el hombre encogió de hombros— ¡Maldito! —gritó— ¡Están acabando con todos!

—No puede haber testigos... —replicó con simpleza, bajando uno a uno cada escalón— Así es la vida, niño.

—Bastardo… —el sudor corría por sus sienes más no cegaba su empeño.

WonSik bajó su pistola y la tiró a sus pies. El menor retrocedió extrañado.

—Mira, si hacemos un trato ambos podemos salir ganando —dijo con las manos en alto— Buscamos a tu amigo y nos vamos sin problemas. Ellos no te harán nada si vas conmigo —propuso. El chico vaciló y miró a otra parte— ¿Vas a llorar por la vida de quienes jugaban con ella? Es justicia divina… —ronroneó.

—¿Dónde está HongBin? —reclamó.

—¿Tu amigo? Creo saber dónde —estiró la mano hacia él— ¿Trato?

••••••

Entreabrió los ojos, volviendo de su desmayo. Giró a ver a TaekWoon y sobresaltó. Acunó sus mejillas frías y buscó su pulso.

Estaba vivo.

Estaban vivos.

—TaekWoon… —acarició con debilidad sus cabellos pegados al rostro cubierto de sudor helado. Hasta en la máxima de las inclemencias le era precioso. Un retrato a oleos fríos y lienzos precarios. Simplemente arte en su singular y taciturna manera— ¿Me oyes?

El hombre entreabrió los ojos.

—Estaremos bien —repitió su juramento.

—¡El ejército, con las manos arriba! —gritó una voz a la lejanía. HongBin empuñó su pistola y apuntó a la puerta.

—¡¿HongBin!? —escuchó alguien llamarle. Era SangHyuk— ¡¿HongBin, ¡¿dónde estás!?  —soltó el arma e hizo amago de levantarse, sin embargo, la mano helada de TaekWoon apretó su muñeca. Lucía asustado.

—¡No debe quedar nadie! —ordenó una voz.

—¡No, esto es un error! ¡S-soy soy investigador de Proy-! —imploró alguno de los custodios de la puerta.

Un rocío de disparos y gritos se volvieron silencio tras segundos.

Era una emboscada.

••••••

—¿Qué mierda hacen…?

SangHyuk con los ojos llenos de lágrimas observaba la media decena de cadáveres en el pasillo.

—Te dije que no puede quedar nadie aquí —repitió WonSik con una sangre fría que le dio náuseas. Toda su vida había jurado que su trabajo era sobre proteger personas.

No exterminarlas.

—¿Sí? Entendido —hablaba el líder de la operación por el intercomunicador. Al acabar la conversación se dirigió a su subordinado— Hay órdenes expresas de eliminar a Proyecto Y —explicó escueto— La primera fase de investigación fue completada y recogieron todo lo necesario. Ya no es útil —los soldados asintieron y se abrieron paso entre los cadáveres aglomerados en la puerta.

La sonrisa de su amigo, sus palabras, la corona de flores amarillas.

—¡No! —corrió y se interpuso. Los hombres rieron en burla— ¡Él! ¡Él es su amigo!

—WonSik, encárgate de tu moc- —SangHyuk de un fuerte puñetazo hizo caer al oficial de bruces. Dos oficiales se le lanzaron encima, a lo que se defendió a puños hasta sacar su pobre pistola y disparar. WonSik se sumó, forcejeando por el dominio de la situación— ¡Entren y acaben con ese fenómeno! —ordenó el oficial blandiendo su mandíbula rota. Los hombres obedecieron y entraron de una patada al laboratorio de HakYeon.

De un golpe con la culata tiró a WonSik al suelo y corrió hasta las escaleras.

Estaba acorralado. Recibió un tiro a la espalda, derribándolo al suelo, pero no se iba a rendir. Se levantó y corrió hasta llegar al siguiente piso.

—¡Maldito niño! —le persiguió disparando sin control. Los disparos resonaban por el pasillo en un eco espeluznante.

El chico sin escapatoria saltó por una ventana del cuarto piso.

Un fuerte golpe.

—¡Oficial Han, dios mío! —gritó una oficial de policía que peinaba la zona mientras los demás entraban al edificio. Ya habían llegado los refuerzos. Corrió y le miró. Había caído de espaldas sobre un auto estacionado— ¡Los paramédicos, rápido! —ordenó desesperada a otro policía.

De su cabello escurría sangre y le faltaba un zapato.

—N-No… —sollozó de entre sus labios chorreados de sangre.

Le había fallado.

A ambos, les había fallado.

Desde arriba WonSik le miraba sonriente.

—Imbécil —dijo y se dio vuelta. El oficial estaba delante de él— Oh, señor Kim, ya la situación fue resuelt-

Un rocío de disparos hizo eco en el pasillo. El cadáver desplomó por los escalones.

—Más para mí —sonrió bajando las escaleras.

••••••

HongBin y TaekWoon miraban a todas partes en busca de una salida.

—¡Limpia la zona! —mandó otra voz. Los fuertes pasos y sollozos de los agonizantes se filtraban hasta su escondite. TaekWoon se cubrió las orejas y se mecía temblando de terror.

Escuchó golpes insistentes a la primera puerta del laboratorio.

—¡Tenemos que salir de aquí! —se levantó de golpe y buscó desesperado una salida. Más, no la había.

No había ninguna puerta o ventana en el almacén.

TaekWoon señaló al techo.

El ducto de ventilación.

Con prisa HongBin se trepó a un archivador y tironeó de la rejilla con su brazo ileso en vano. Gritó, maldijo, pero no cedía a sus ruegos.

—¡Está bloqueada! —gritó propinándole un puñetazo al metal. Miró a TaekWoon y una idea se le vino— ¡TaekWoon! —bajó trastabillando y le tomó de los hombros— ¡Rómpelo! —ordenó.

—¿Q-Qué? —palideció.

—¡Tú puedes! ¡Con la mente! —insistió— ¡Con ella cogiste la pistola!

—¡No! —le soltó y retrocedió a rastras— ¡No, no puedo!

—¡Hazlo! —suplicó— ¡Si nos quedamos aquí nos matarán! Tu puedes, concéntrate y hazlo. ¡No eres sólo muerte, por favor!

TaekWoon llorando negaba una y otra vez con la cabeza.

Estaba aterrado.

—¡No! —lloró.

—¿Doctor Cha? —inquirió una voz, cada vez más cerca— No, olvídenlo… Están muertos. Busquemos al fenómeno.

—Sigue la sangre —convino otro soldado.

Ambos se miraron sin aliento.

—¡El ejército! ¡Salgan de allí! —gritó. A empellones la otra puerta se forzaba. Los archivadores derrumbaron.

Sólo otra endeble puerta les separaba ahora.

—¡Maldita sea, hazlo! —le zarandeó. TaekWoon temblaba del miedo— ¡Hazlo! —insistió.

Empujó a HongBin lo más lejos que pudo y cerró los ojos con fuerza con los dedos clavados en sus cabellos empapados de sudor.

Se concentró, tenía que dominarlo.

Tenían que ser libres.

Lo anhelaba como nada más en la vida.

No más gris ni ocre. Amarillo, azul y rosa.

Un caleidoscopio de luz.

Flores amarillas y más de ese latte vainilla en la cafetería juntos.

Los metales se retorcieron, chirriaron y los muebles combaron.

La rejilla del ducto estalló y cayó al suelo. TaekWoon abrió los ojos y miró al techo.

—¡Sí! —lloró.

¡Eran libres! ¡Al fin su mente lo era!

—¡HongBin! —giró a verle y las lagrimitas de alivio se congelaron en sus mejillas rociadas de sangre.

El hombre cayó al suelo.

El silencio pitaba a los oídos.

—No… ¡no! —desesperado se arrastró y le volteó. Gritó al ver su pecho bañado en sangre. Respiraba costosamente y estaba frío.

Le había partido a la mitad.

Sangre escurría por el nacimiento de su cabello, delatando la incipiente línea que profunda en su pecho le arrebataba la vida.

Un corte limpio y rápido.

La máquina perfecta para matar había nacido.

—¡No, no! —lloraba acunando sus mejillas— ¡¿Por qué!? —empuñó su ropa, que segundo a segundo se bañaba de sangre. El piso, sus mismas manos.

Era una obra de arte, de esas que HakYeon había anhelado.

No había más que eso.

Muerte, no era más que muerte.

—E-Está bien —resopló HongBin con una pequeña sonrisa. Sus ojos húmedos y esa maldita sonrisa eran lo peor— Estoy bien… Estaremos bien —tosió sangre.

—¡Deja de mentir! —imploró ya cansado de eso, de que todo sobre él fuera una mentira. Pegó la frente a su pecho y lloró destrozado.

La puerta comenzó a sonar.

Su última oportunidad de amar.

—Escapa tú, vamos… —murmuró ronco. Con debilidad su mano alcanzó la suya y la estrechó. Sus dedos entrelazaron— Apúrate…

—¡No! —gritó temblando irremediable por el llorar que ya era insuficiente— No… Q-Quiero ir al parque contigo, ¡quiero vivir contigo! —apretó su mano templada— ¿Por qué lo hice? Sólo soy un monstruo… —sollozó.

La otra mano de HongBin se estiró lentamente. Temblaba también.

Alcanzó la pistola a su lado. Enlazó el índice al gatillo.

Los golpes a la puerta de su escondrijo se acrecentaron. Desde afuera empujaban los muebles y gritaban maldiciones.

—Tu pintura… ¿era yo? —le sonrió entre lágrimas— Era… era hermosa —elogió con sinceridad— Había querido eso, que volvieras a pintar como antes. En amarillo.

—No me dejes… —recargó su frente a la suya entre hipidos— Te quiero… —confesó a milímetros de sus labios en carmín.

—Yo a ti… —sonrió con una plenitud que le sobrecogió— Tu familia, el del comedor, el soldado, HakYeon. No eres un asesino… —susurraba a ojos entrecerrados— Amarillo, eres todo amarillo —suspiró. Apuntó la pistola— Nadie murió por ti.

—¡N- ¡No, espera!  —trató de detenerlo.

Un disparo.

La puerta se rompió y seis hombres apuntaron.

—¡Ahí está! —señaló el oficial— ¡Disparen!

••••••

A lo lejos, por el estacionamiento, los paramédicos empujaban la camilla para meterla a la ambulancia. SangHyuk a duras penas estaba consciente. Y, aun así, sus ojos vidriosos estaban clavados en ese lugar.

El suelo estremeció.

Escuchó a sus compañeros gritar y resguardarse. Los paramédicos se miraban extrañados y con prisa corrieron con la camilla a cuestas.

—¡El edificio! —señaló alguien.

El laboratorio como sacudido desde el centro de la tierra se derrumbó cuan castillo de naipes. Piso por piso se desmenuzó hasta quedar en ruinas.

Sólo quedó eso.

Ruinas.

En medio del polvo y arena los policías tosían.

—¡Despejen la zona! —escuchó a alguien decir— ¡Llamen a los bomberos!

Las voces y órdenes se hicieron confusas en su cabeza. Nada de eso importaba.

—No… —murmuró mirando la pila de escombros y dejando las lágrimas correr.

Finalmente.

Eran libres.

 

Fin

Notas finales:

Gracias por leer hasta el final.

Nos volveremos a encontrar pronto <3


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