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Bajo llave por thery

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Tu habitación se encuentra plagada por una multitud silenciosa, sin rostros, casi sin presencia. Te das cuenta de inmediato que es una noche más de esas en la que despiertas abruptamente, con la intensa sensación de ser observado. Comienzas a respirar profundamente en un intento de aliviar el punzante dolor que se acaba de acunar en tu pecho, cuando oyes un sonido proveniente del segundo piso. Desde hace un tiempo algo te impulsa a investigar qué es lo que ocurre, pero sabes perfectamente que Vincent no te permite subir, insiste en que es mejor para ti descansar en tu habitación. Eso te parece bien, sin embargo, la curiosidad comienza a irritarte.

Sabes que necesitas descansar, básicamente pasas gran parte del día en cama porque si te levantas resistirás un par de horas como mucho. Has pasado un mes viviendo con esa rutina, por tu complexión débil y enfermiza, incluso te aterroriza salir al mundo exterior sin una mano sosteniendo la tuya. De todos modos, te levantas, y observas el reloj mural que marca sonoramente las dos y diez de la madrugada. Puedes verlo claramente porque la luz de luna se cola a través de las cortinas.

Lo has decidido.

Te obligas a abandonar la cama pesadamente, buscando tus pantuflas de conejo. No haces ruido alguno. Te aproximas hacia las escaleras y comienzas a subir apoyándote reiteradas veces en el pasamano para no desplomarte.

La primera habitación a la derecha es la que Vincent utiliza para trabajar. Está cerrada, por lo cual imaginas que debe estar en otro cuarto. Optas por continuar avanzando, desde hace un tiempo que deseas ver cómo luce el segundo piso, incluso si eso significa que te atrapen y te envíen a tu cuarto castigado. Confías en que Vincent no te golpearía por ello, en la forma que te ha tratado este mes, él no ha demostrado ser del tipo de persona violenta, todo lo contrario, él es sonrisas amables y palabras que te calman.

Es un buen hombre.

Al final del pasillo se oyen voces hablando en voz baja, las cuales atraen tu atención y te hacen proseguir investigando en aquella dirección.

Te das cuenta de que tus manos están frías, y tiemblan cómo si estuvieses expuesto a bajas temperaturas. Ignoras tus nervios, e intentas hacer lo posible por ocultarte tras la puerta.

—¿Me extrañaste?

Al principio no es una situación que puedes identificar con sólo escuchar, pero todo se vuelve obvio en la medida en que tus ojos espían cada rincón de la habitación.

Tu respiración se detiene.

La habitación luce decorada de un modo infantil, similar a la tuya en el primer piso. Sin embargo, en este cuarto las paredes están pintadas de un tono celeste, se encuentran despejadas, salvo por una repisa adornada con osos de peluche de distintos colores. No hay posters, ni un reloj, ni espejos; simplemente hay una ventana en un rincón, sellada con barras de acero de esas que se encuentran en las cárceles. Al otro extremo puedes ver una amplia cama cubierta por una manta con diseños, dos almohadas y otro oso casi destrozado.

Pero no es esto lo que te provoca repulsión.

No puedes ver su rostro, pero alguien de tu edad se encuentra recostado de rodillas sobre la cama, con sus ojos vendados, derramando lágrimas que se deslizan a través de sus mejillas. Una especie de mordaza circular se encuentra atada a la altura de su boca, silenciando su voz, reduciéndola a gruñidos. En cuanto tus ojos avanzan un poco más, recorriendo la terrible escena, puedes ver que sus delgadas manos están atadas tras su espalda. Y atrás de... Oh, dios...Oh...

Vincent está detrás de él.

Su camisa está desabotonada, sin embargo, tú no confundirías su rostro, fuese cual fuese la situación.

Puedes ver como sus uñas se hunden a través de la piel del menor, arrastrando marcas con ellas, marcas que se vuelven rojas. Sus labios te muestran una sonrisa, no la amable que te entrega cuando estás ansioso, no en absoluto, está es torcida. Cruel. Te hace sentir aterrado. Entonces detiene sus manos sobre las caderas de quien yace sobre la cama, para continuar haciendo... eso.

—No me rechaces, Noah. Sé que te gusta—. Susurra en un tono sugerente, el que apenas consigues oír en medio de los gruñidos sofocados del chico amordazado.  

Tras escuchar sus palabras, abandonas tu escondite tras la puerta para huir hasta el baño junto a tu habitación.

No conseguiste aguantar tus lágrimas y acabas por vomitar tu cena.

 

 

 

Tu estómago se niega a calmarse, revolviéndose aquí y allá en tanto regresas de la inconciencia. Tomás el borde del edredón y lo pasas por sobre tu cabeza. Ya no es cómodo, tampoco sientes la calidez de antes, otro recordatorio de que estás viviendo bajo el mismo techo que un hombre quién le ha estado haciendo algo espantoso a un muchacho de tu edad. Eres ingenuo, pero no estúpido. Puedes diferenciar lo que está bien de lo que está mal.

Cuando Vincent besa tu frente a la hora de dormir es bueno. Ayudarte a recostarte o preparar tus comidas, brindarte tus medicamentos, bueno, bueno, bueno. Entender que tu género es algo neutro es extremadamente bueno.

Hacerle eso a alguien de cualquier edad, es terrible

Es enfermo saber que Vincent es capaz de torturar de ese modo. Pensaste que era una persona de confianza, él te hizo pensar que realmente era amable. Te adoptó, te llevo hasta su propia casa, se preocupó por ti cuando no te sentías bien, consiguió medicinas, te dio de comer, te arropo y trato con cariño.

No podrás verlo a los ojos. Desde ahora en adelante nada podrá ser lo que era antes.

Has yacido en tu cama por casi una hora con el estómago vacío y lágrimas en tus ojos, repitiendo en tu mente, una vez tras otra las imágenes de Vincent.  

En verdad es mucho por asimilar. La persona de tu edad atada, sin la habilidad de ver o hablar, sin tener permitido moverse… ¿Durante cuánto tiempo ha estado allá arriba? Él lucía extremadamente delgado. Tanto como cuando Vincent te llevo hasta su casa.

Su nombre es un peso muerto en tu mente, un recordatorio constante de lo que recientemente descubriste. Los ruidos del segundo piso se han detenido, sin embargo, eso implica que Vincent debería bajar luego... No sabes si lo prefieres en el piso de arriba con el otro niño, o abajo contigo.

¿Es egoísta pensar de esa manera?

¿Eres el siguiente? Tal y como viste en esa pesadilla.

¿Te va a utilizar para que hagas eso también?

Ojos cubiertos. Voz acallada. Revolcándote en sufrimiento, sin poder gritar, ni forcejear para huir. Ya eres débil tal como eres, si te pusiera en esa situación te destrozaría. Te arrebataría las esperanzas que él mismo te había dado.

Vincent era dios y destructor al mismo tiempo.

 

Llegas a la conclusión de que debes salir a toda costa de ahí. Sobrevivir en las calles es mejor que ser atormentado por una ansiedad tan agobiante que llegas a ver doble. Dos camas, cuatro lámparas, dos cocinas. Muchas escaleras.

Escuchas pasos acercándose.

Es débil, pero dejas escapar un suspiro de tus labios pálidos. Te apegas a la puerta principal, manos lentamente cayendo desde tu rostro para llevarlas hasta los números que desactivan la cerradura digital. Tecleas frenéticamente sin tener la menor idea de la combinación de números. No tienes pistas, pero te encuentras tan desesperado que ya no estás pensando racionalmente.

Debes marcharte, necesitas hacerlo ahora.

—¿Oliver?

No, no, no, no, no.

¡NO!

Él va a herirte, te arrastrará hasta su cuarto y atará tus manos, tus piernas, desgarrará tus cuerdas vocales, la piel pálida que posees se volverá rojiza, sangrarás y llorarás para finalmente morir por extenuación.

Morirás allí encerrado.  

—Te... — No salen. Tus palabras no salen, tu respiración pesada lo impide y él se está acercando.

—¿Qué haces despierto a esta hora?

Vincent se detiene al final de la escalera, su traje está en perfecto orden. No luce en absoluto como alguien que acaba de cometer un crimen. Sientes deseos de vomitar otra vez. Apenas puedes notar que sus cejas rubias están fruncidas sobre los ojos que brillan ante la luz de luna proveída a través de los amplios ventanales.

Su apariencia es amenazadora.

—Te-tenía sed—. Te las arreglas para mentir, mordiendo tu labio inferior.

—Ah—. Él no menciona el hecho de que tus manos se encuentra en los botones.

—Debes regresar a la cama, los niños necesitan varias horas de sueño.

Sus grandes manos te sujetan por los hombros y gentilmente te guían de regreso a tu habitación. Sientes asco ante su tacto. Hace un momento estaba tocando al niño del segundo piso. Acariciando su cuerpo de una manera inadecuada, y ahora está tocándote a ti como si fuera lo más normal del mundo.

Vincent te arropa con tu cobertor rosado y cierra la puerta con llave.

Tiemblas y sientes como la bilis empuja a través de tu garganta. Te fuerzas a ti mismo, y la tragas.  

 

***

 

La semana ha avanzado lentamente, cómo la moción lenta de los videos. Has sido alimentado, sedado, y bañado. Lo usual.

Vincent te regala las mismas sonrisas amables, acaricia tu cabello y te besa en la frente. Pretende que no te sobresaltas cada vez que se aproxima hacia ti o que no coloca pastillas extras en tu comida.

De todos modos, tú estás casi agradecido por ello. Si no lo hiciera no conseguirías dormir en absoluto. Y últimamente dormir se ha convertido en tu actividad favorita.

Es viernes, y Vincent te avisa que tiene una reunión a la que asistir ¿De qué trata? No tienes la menor idea, él es siempre reservado con lo que respecta su vida laboral. Antes de marcharse te besa en la mejilla y crees sentir que ese momento se vuelve eterno.

Quieres echarte a llorar. No lo haces.

Una vez que sale a través de la puerta principal, te sientas frente a las escaleras alrededor de unos quince minutos. Estás seguro de que su automóvil ya partió, pero quieres asegurarte. Deseas subir al segundo piso otra vez, a pesar de que no estés seguro de si eres capaz de hacerlo.

Aprietas tu mandíbula con tensión y te das el valor para mover tus pies. Durante los últimos días tu salud se ha vuelto frágil nuevamente, aun así, tienes fuerzas para levantarte.

En frente de la puerta del desconocido, presionas tu oreja contra la puerta para escuchar antes de ingresar. Tu corazón palpita con rapidez ante el miedo de ser atrapado. ¿Qué ocurriría si Vincent mintió con lo de la reunión? Quizás sólo lo dijo para descubrirte, para luego castigarte como lo hizo con...

—Noah— susurras, dándote cuenta de que tu mano está girando el pomo de la puerta.

La habitación esta en completa oscuridad, incluso a esta hora del día. Tus manos se aferran desesperadamente a la pared, hasta que encuentras el interruptor y enciendes las luces. Entonces te encuentras con su figura sobre la cama, sentado de espaldas hacia ti.

—Sal —. Dice cortante.

Sin decir nada, te aproximas hacia el joven, admirando lo fuerte que es. A diferencias de ti, él no se alarma cuándo alguien entra en su cuarto.

—Dije que salieras.

No lo escuchas, en su lugar te abres paso hasta sentarte junto a él en el borde de la cama, descansas tus manos sobre tus rodillas e intentas calmarte. Recién entonces, te permites observarlo con atención. Su cabello es rubio oscuro y cae desordenado hasta sus hombros. Sus ojos son verdes y están colmados de esa típica desconfianza adolescente. Pese a su cuerpo delgado, notas que sus facciones masculinas lo hacen muy diferente de ti.    

—No estoy aquí para lastimarte... La semana pasada, vi lo que ocurrió... He estado en la casa por lo que parece ser un mes—. Te sientes nervioso, hace mucho que no podías hablar tan abiertamente con otra persona—¿Tu nombre es Noah, cierto?

El chico te confirma su nombre asintiendo con la cabeza.

—Él habla de ti— murmura, sus ojos verdes penetran los tuyos—. Le gusta hablar de ti cuando me jode.

Su lenguaje es cortante, desagradable y en un principio es obvio que te disgusta, pero así es cómo son las cosas, no es nada más que la verdad. Esa es la forma más directa para describirlo.

—Quiero ayudarte... a que salgas de aquí—. Susurras sintiendo la calidez de las lágrimas formándose en tus ojos.

Estás tan asustado.

—¿Salir de aquí? Ya es muy tarde para eso, si quieres llevarme contigo sólo sería peso muerto.

No entiendes que quiere decir. Él se da cuenta y suspira con resignación pasándose la mano por su desordenado cabello.

—Mira, no quiero que alguien ingenuo cómo tú se envuelva en esta mierda, tienes que irte de aquí cuanto antes. Si te saca de la casa, escapa cuando se dé la vuelta. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?

Asientes con la cabeza, pero en verdad no estás seguro de si entiendes lo que él quiere decirte.  

—Voy a mostrarte algo.

Noah busca entre medio del colchón y saca una bolsa plástica con una gran cantidad de pastillas rosadas en su interior.

Abres los ojos con sorpresa y dejas escapar un sonido ahogado.

—Él me trae al menos una comida por día, junto con dos pastillas, pero nunca se queda para verme comer. Dice que desperdicia el tiempo que puede pasar contigo. —Noah entorna sus ojos y se come una pastilla como si fuera un caramelo—. Cree que soy un idiota por estar aquí aislado, pero si hay un idiota en esta casa definitivamente sería él. No sabe que sé fingir estar drogado... He estado aquí por tanto tiempo.

Noah intenta mostrarse firme al decir lo último, sin embargo, tú sabes cómo reconocer a alguien lastimado cuando lo miras a los ojos. Él es un adolescente al igual que tú, quizás tiene un par de años más, pero luce de tu edad. Quisieras saber que ha pasado durante todo el tiempo que ha estado aquí pero no te atreves si quiera a preguntar.

—Oye… ¿Podrías al menos visitarme cuando él se vaya? —pregunta Noah, sacándote de tus pensamientos.

—Puedo traerte comida si quieres… Incluso dulces—

—Oliver—. Te interrumpe con firmeza—¿Entiendes la situación en la que estás metido? No puedes continuar viviendo en este lugar, Vincent va a lastimarte…

—Tengo miedo de huir solo. No tendría a donde ir.

Noah deja escapar un suspiro.

—Visítame cuando estés seguro de que él no está en la casa... Sé que es peligroso, pero si hablamos el miedo puede desaparecer por un momento, ¿no lo crees? —Su expresión se suaviza, haciéndote sentir más tranquilo.

Su petición es arriesgada. Vincent puede aparecer en cualquier momento y destruirlos a los dos. Podrías perder todo el cuidado que tanto se ha esforzado en entregarte. Encerrarte como lo ha hecho con Noah. Robarte la libertad que tienes y desgarrarte de adentro hacia afuera.  

Al final, aceptas, cargando con el peso del caos sobre ti.

 

 

 

 

 


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