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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Ya terminé de acomodar estos balones, ha sido un día bastante movido en la tienda, y eso que todavía no han empezado con mi publicidad en toda la ciudad, mi gran deseo es que este negocio vaya para arriba, cuando lo empecé mi papá me dijo que era poco probable que lograra algo, que según él lo mejor para mí era continuar con la empresa constructora que él tiene, ser el hijo del arquitecto Solís no ha sido nada fácil, y menos cuando tienes a cuesta toda una dinastía de arquitectos, la verdad es que yo nunca quise seguir ese camino, si terminé la carrera en arquitectura fue únicamente para complacer a mi papá, sin embargo en cuanto la terminé me dediqué a mi propio camino.

 

Siempre he sido un amante de los deportes, futbol, basquetbol, beisbol, natación, alpinismo, todo me gusta, sin embargo apenas le comenté a mis padres mi intención de ser futbolista pusieron el grito en el cielo, y me aseguraron que sería deshonroso que un Solís estuviera metido en actos tan vulgares como los del ámbito deportivo, por eso durante mi época universitaria aproveché para estar en todos los clubes y opciones deportivas en las que pudiera estar.

 

Todo iba viento en popa, tenía una maleta llena de sueños que estaba seguro en concretar, si bien mis padres no me apoyan en mi faceta de empresario, al menos no me odian, tenía el apoyo de mis amigos, y según yo tenía su amor, el de ella, mi ex novia Aylín, jamás olvidaré lo que ella y Franco, mi mejor amigo en ese entonces me hicieron.

 

 

 

 

 

Estábamos de pie, afuera de ese lugar, los tres nos habíamos bajado de mi camioneta para observar bien ese sitio, yo estaba encantado, no despegaba los ojos de ese local.

 

--¿Qué les parece? – les pregunté emocionado, desde que lo había visto por casualidad un día, no pude dejar de imaginarme cómo lo usaría.

-- Es bastante amplio, a mi parecer queda con lo que tienes en mente – mi amigo Franco me comentó después de escudriñar bien el sitio.

-- ¿Y tú, mi amor? – me dirigí a Aylín, mi novia durante toda la carrera, y la cual sería mi esposa.

-- Me parece muy adecuado, verás que esto irá para arriba – me sonrió, fui donde ella y la abracé, por la espalda.

-- Vas a ver que esto va a resultar bien, aquí pondré mi tienda, ya lo verán algún día – le besé la mejilla y seguí mirando, en ese sitio estaba un local amplio, en la parte de arriba tenía un gran letrero con letras rojas el cual decía ‘Se renta’, ese sería en lugar donde pondría mi tienda.

-- Pues ya sabes, en lo que pueda apoyarte cuentas conmigo, hermano – Franco me puso la mano en el hombro mientras me lo decía.

-- Igual conmigo, mi vida, estoy contigo – me sentí feliz por escuchar sus palabras, dos personas tan importantes para mí me apoyaban.

 

 

Esa tarde comencé a hacer cuentas, revisé mis estados, mis tarjetas, las alcancía que durante años había llenado, estaba dispuesto, haría realidad mi sueño, emprendería mi propio negocio y con algo que me gustara, una tienda de artículos deportivos. En una hoja ya había anotado todo lo que compraría, desde mobiliario hasta los artículos más pequeños como una agujeta.  Estaba en el escritorio de mi recámara revisando mis finanzas y mis listas cuando mi padre entró.

 

-- ¿Sigues ocupado? – el hombre vestido con camisa y pantalones informales me preguntaba, un hombre de cabellos negros con unas cuantas canas asomándose, el imponente y conocido arquitecto Héctor Solís.

-- Si pá, ya casi acabo – le contesté sin quitar la vista de mi computadora.

-- En verdad vas a proseguir con esta locura ¿cierto? – preferí no mirarlo, ya iba a comenzar.

-- Sí, estoy realizando mi análisis de costos, voy a poner mi tienda – seguía tecleando y revisando peso por peso.

-- Somos una familia con tradición, tu abuelo está muy molesto contigo, y ya sabes por qué – me dijo y fue entonces que por fin decidí hacerle frente.

-- Lo sé, pero tú y él sabían desde hace mucho que yo no iba a ejercer, me esforcé y terminé arquitectura, pero de antemano sabías que no iba a trabajar en eso.

-- ¿Cuál es el motivo para que odies tanto tu profesión?

-- No la odio, simplemente no me agrada, pá, mis intereses son otros, y como en su momento no me lo permitieron, ahora es mi turno, te complací, los complací a todos, ahora déjenme hacer mi proyecto, es mi momento – le dije sin apartarle la vista de encima.

--Adán, yo no estoy a favor de esta locura, una tienda no te va a dar el prestigio que tu apellido de por sí ya tiene, puedes tomarlo como una opción más de ingresos, pero deberías entrar al negocio familiar, al bufete conmigo, con tus tíos y tu abuelo.

-- Pá, esto no se trata de dinero, sé que lo tenemos, no me ha hecho falta nada, es más, sé que por ser parte de esta familia ya tengo asegurada una fortuna para mi futuro, pero esto es distinto, esto es parte de mi realización como hombre, yo quiero iniciar algo que sea mío, algo de lo que pueda estar orgulloso, algo que sepa que me costó pero que valió la pena – le respondí, era verdad, no lo hacía por dinero, lo hacía por ser un proyecto personal.

-- ¿Y si fracasas? – fue mordaz en su tono de preguntar.

-- Será mi fracaso y aceptaré mi derrota – contesté, no deseaba perder, pero era una posibilidad, estaba en juego todo lo que invertiría.

-- Si esa es tu decisión está bien, pero no me meteré ni para bien ni para mal, eso tenlo en cuenta – estaba molesto, dio media vuelta y se marchó de mi alcoba, ya lo sabía, ni él ni el abuelo estaban a favor de mi decisión, me convertí en la oveja negra de la familia.

 

 

Me cité con el dueño del local, medio la cita, revisamos cada rincón, cada espacio de ese lugar, imaginé dónde pondría cada vitrina, cada anaquel, hasta el letrero de mi negocio ya lo tenía diseñado, estaba emocionado, acepté las condiciones, el costo de la renta, acepté todo ¡Ya quería abrir mi tienda!, firmamos el contrato y por fin el plan estaba en curso.

 

Quise que fuera una sorpresa, llevaba una botella de vino espumoso, conduje con precaución, pero deseaba llegar pronto, iría a ver a Aylín, desde su casa llamaríamos a Franco para que nos alcanzara y brindaríamos.

 

Llegué feliz, su madre me recibió, una señora muy amable, pero cuando me vio se notaba algo nerviosa, varias veces ya había ido a su casa, por eso podía decir que la notaba diferente, miró a un lado de su puerta y por instinto dirigí la mirada hasta su punto de interés, vi el coche de Franco, sonreí aunque me pareció curioso que él estuviera en casa de mi novia, ninguno me dijo nada al respecto, al ser de confianza entré aunque mi suegra seguía viéndose muy extraña.

 

Le expliqué que iba a buscar a mi chica, estaba feliz, subí como loco las escaleras, en el cuarto de mi novia se escuchaba la música a muy alto volumen, quise abrir la puerta pero esta estaba cerrada con seguro, de repente la canción que sonaba terminó y hubo un lapso de silencio, los pude escuchar, no soy tonto, desde que la puerta tenía seguro me pareció raro, pero ahora, se escuchaban jadeos, besos, palabras entrecortadas, todo lo pude escuchar en aquellos tal vez diez segundos de silencio, miré a la señora y esta solo cerró los puños asustada. Toqué tan fuerte como pude, me tenía que hacer escuchar, el sonido de la música tenía que quedar bajo en comparación al que yo hacía. De repente el volumen bajó, seguí tocando como loco, no dije una sola palabra, solo tocaba la puerta, esta se abrió y cerré los ojos pesadamente.

 

--¡Adán! – exclamó asustada. Estaba mudo, mi novia tenía una sábana envuelta y en la cama, Franco estaba recostado.

-- ¿Usted lo sabía, señora? ¿sabía que esto ocurría en su casa? – dije sin quitar la vista de las personas que creía eran mi novia y mejor amigo.

-- Yo… yo por favor – no dijo más, Aylín me miraba con terror.

-- Escucha, Adán… – él se puso de pie luego de colocarse sus bóxer.

-- Firmé el contrato hoy, la tienda en un hecho, traje vino – les mostré mi botella y dije sintiendo mis ojos inundarse de lágrimas – Quería que festejáramos – sonreí amargamente. Ella comenzó a llorar, ahora entendía esas reuniones entre ellos, varias veces los noté muy cercanos.

-- Ella no te ama, es la verdad, al que quiere es a mí – me dijo secamente Franco.

-- ¡Cállate! – ella intervino aun llorando.

-- Es la verdad, ya no tienes que ocultarlo, te necesita por dinero, pero es algo que yo le daré, así que déjala ir, es mía, ya no tienes que invertir más en ella, seré yo quien la mantenga, no te necesita más – ese tipo era un cerdo asqueroso, mi supuesto mejor amigo.

-- Dinero, solo estabas conmigo por dinero – solté una lágrima – No era necesario que te obligaras a estar con alguien por algo tan banal – le estiré la botella – Toma, es un buen vino, no tiene alcohol, es fino, tómalo – con manos temblorosas se extendió sus brazos – Es lo último que tendrán de mí, disfrútenlo y festejen, hoy por fin este idiota se quita de su camino – me di la vuelta estaba que reventaba, pero prefería irme con la dignidad intacta – Solo por favor no se vuelvan a acercar a mí.

 

Salí de ese lugar, llegué a mi auto, manejé en silencio, no deseaba ir a mi casa, no quería ver a nadie más, deseaba estar solo, regresé a la que sería mi tienda, abrí, entre y vi todo oscuro, vacío, se escuchaba el eco de mis pasos.

-- Mi tienda – dije en voz baja, fui a un rincón y me senté, en completa soledad me decidí a llorar, me acaban de traicionar y perdía a mi mejor amigo y a la mujer que deseaba para esposa, en ese lugar, a oscuras lloré durante horas, ese día mataron una parte de mí, y muy difícilmente lo olvidaría.

 

 

No creí volver a confiar tanto en alguien de nueva cuenta, seguí con mis planes, abrí mi tienda, estuve repartiendo volantes por todos lados, hice ofertas, abría todo el día, poco a poco iba ganando mis clientes, poco a poco iba creciendo, pero no era suficiente, tenía que hacer algo más, mucho más masivo, debía contratar publicidad y eso hice. Aquella mañana cuando llegó a mi vida un ángel, o así me pareció al principio, cuando entró a mi local pude ver su silueta iluminada por la luz del sol, las sombras que se formaron en el piso parecían un par de alas que salían de él, Eva con N al final, esa mañana lo conocí, la persona que me hizo ver que no todo el mundo se mueve por dinero, por interés o por avaricia, una persona que estaba dispuesta a tenderme su mano aun cuando yo era un completo desconocido, el muchacho que me hizo sentir un revoloteo en la panza.

 

-- Evan – sonreí al recordarlo aquella tarde en el campo de futbol, quise lucirme para que me viera, y lo logré, desde la tribuna él me daba ánimos, me apoyaba y dijo que le pareció genial mi chilena, era oficial, me había visto y yo me volví menso por ello, deseo ver pronto a Evan y es un hecho, lo buscaré y lo volveré a ver, es una promesa…

 

 

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Estúpido Adán Edilberto, me hizo pasar un muy mal rato, ese imbécil firmó el contrato luego de fastidiarme durante horas, ni su asistonto lo pudo controlar, y su mugre teléfono que sonaba y sonaba, creo que lo quieren secuestrar, y si es así ojalá se lo lleven a Marte al muy infeliz, lo odio con un odio profundo e infinito. Por su culpa apenas pude ir a cambiarme y bañar, el abogado me estaría esperando y no podía dejarlo plantado, no luego de que se portara tan bien conmigo, aunque sigo pensando que alguien lo suplantó y este que está es un clon muy bien hecho pero programado para la bondad.

 

Ya es noche y tarde, apenas tengo tiempo para llegar, voy al cajero a sacar los últimos centavos para completar mi dinero y así poder pagar lo que consumiré. Entro al cubículo del cajero, introduzco mi tarjeta, tecleo mi nip, ¡Listo! Mi cuenta total es de…

 

-- ¿Qué? – Pregunto incrédulo, esto no es posible – ¿Ciento cuarenta y dos pesos? – maldito banco, me ha robado, estoy dispuesto a entablar una demanda, malditos rateros, me quedaban casi cuatrocientos, yo lo recuerdo, solo porque ya no hay personal, que si no les iba a armar un numerito, malditos tranzas, pero van a ver, imprimo mi historial de movimientos, los voy a demandar, y es entonces que veo los gastos de mi cuenta, olvidé que mi servicio de ‘streaming’ está dirigido a mi tarjeta, por lo que hace unas horas jaló el monto y me dejó en la calle, ah, pero eso sí, ¿Quién puede ver películas y series a gusto por las noches? - ¡Ay pero que idiota! – buena la hubiera hecho, demandar al banco solo porque olvidé que mi servicio se paga en automático, en fin, ahora sacaré los últimos centavos que me quedan, maldita pobreza. Tecleo el número ciento cuarenta, y no saco los dos pesos porque no me los dará. Y entonces esa leyenda aparece: solo le puedo ofrecer billetes por la cantidad mínima de 100 pesos. ¡Infelices! Solo puedo sacar cien pobres pesos, me moriré de hambre hasta la próxima quincena, quizás y si vendo manualidades de papel saque algo de dinero, que tonto, ni siguiera sé pegar bien las bolitas de papel china en el dibujo de la bandera, menos podré hacer manualidades decentes, es oficial, moriré de hambre y sin dinero. Retiro mis últimos cien pesitos y me voy, no sin antes dedicarle una maldición al cajero, rateros.

 

Camino y camino, no gastaré en un taxi, llego a la catedral y esa es mi referencia, ahora debo ubicar ese lugar, el restaurante se llama ‘Lenoir’, miro atentamente los nombres de los lugares y luego de dos cuadras llego, he pasado por aquí de día y puedo decir que este lugar no se ve tan imponente como de noche, luz amarilla, los ventanales con grabados abstractos, desde la calle puedo ver las lámparas de cristal, este lugar es fino, lo bueno es que traje mi saquito y pantalón de vestir, digo, para no desentonar, me imaginaba que sería un lugar elegante, pero no tanto, respiro hondo e ingreso.

 

Si por fuera se ve bonito, por dentro es otra cosa, me recordó a la escena del comedor de la película ‘Titanic’ esa donde hay un monto de gente bonita y glamurosa, apenas entro y un señor bigotón me detiene.

 

--Buena noche caballero ¿Tiene reservación? – como me tomó desprevenido di un par de pasos para atrás.

-- Este, si, pues, tengo una cita, digo, una noche… ¡digo! Una reunión con el abogado Adán Gregorio González – esto es muy fino, la verdad.

-- Ah, el abogado González, es cliente frecuente y además lo está esperando, pase por favor – me extiende la mano y me deja pasar para luego llevarme. Avanzamos por varias mesas y noto que este es un lugar muy concurrido, mucha gente cena aquí, esto no se parece en nada al restaurante de tacos al que me llevaron en la tarde – Es aquí caballero – nos detenemos en una esquina, la cual tiene unos sillones de algo que parece terciopelo rojo y una mesa de cristal con madera, ahí está el abogado el cual se pone de pie en cuanto me ve llegar.

 

-- Buena noche Evan, me alegra verlo – me dice mientras se abotona su saco – Tome asiento, se acerca a mí y me indica que me puedo sentar, este sillón está bien cómodo – Tráiganos la carta por favor – le dice al camarero y este se retira.

-- Buena noche, disculpe la demora, es que pasé al cajero – y me peleé con él por dejarme en la calle, debí decirle.

-- No se preocupe, me alegra que llegara – me dice sin quitarme la vista de encima y lo único que hago es mirar de un lado a otro, esto es incómodo.

-- Está bonito este lugar – alcanzo a decir, la verdad es que no sé de qué hablar con él y es lo único que se me ocurre.

-- Sí, es un lugar agradable para tener una cena plácida con la persona adecuada – me dice y yo me siento aún más incómodo que antes, es oficial hoy ha sido un día de locos, estos Adanes me obligarán a suicidarme un día de estos.

-- Si, ¿verdad? – le contesto y desvío mi mirada a otros comensales. En eso llega en camarero y nos entrega las cartas, las cuales están forradas en algo que parece vinil color negro y en el frente tiene el logo del restaurante, hasta en eso son finos, he ido a lugares en los que el menú está escrito con faltas de ortografía en una cartulina fosforescente.

-- Adelante Evan, pida usted – sonrío por cortesía, miro el menú y casi me da un infarto, ¿Es enserio? ¡Una sopa de piñón cuesta doscientos pesos! Sigo mirando la carta y lo más barato es una copa de vino la cual cuesta ciento veinte, que es casi lo que yo traigo en la cartera, ¡No puede ser!

-- Ay, pero qué calor, ¿No lo sienten? – quise disimular el sudor frío que sentí, ¿Cómo salgo de esta?

-- Prenda el clima por favor – Adán no tardó ni dos segundos en decirle aquello al mesero, el cual de inmediato se retiró para obedecer la instrucción.

-- Gracias – pero no era calor, eran nervios ¿Cómo diablos pagaré esta cena?

-- ¿Ya decidió? – me pregunta, y yo niego haciéndome menso mientras veo el menú, quién no lo ha hecho para disimular su pobreza frente al mesero.

-- Este, sigo revisando – digo muy propio, pero por dentro quisiera salir corriendo.

-- Muy bien – dice y deja su carta en la mesa, el mesero se acerca de nueva cuenta.

-- ¿Va a ordenar, caballero? – le pregunta a Gregorio, el cual niega.

-- Primero que ordene mi acompañante – ¡Demonios! Él no va a pedir hasta después de mí y yo no quiero pedir porque me endeudaré con media quincena, ¡Ya mejor llévame Diosito!

-- Eh, pues… ¿Qué será bueno? ¿La carne es a término medio o tres cuartos? – pregunto muy casual, tengo un plan.

-- La cocción puede variar de acuerdo al gusto de usted, puede ser bien cocida o al término que usted prefiera – ¡Y me salió mal! Quería que me dijera que solo la daban medio cruda para así negarme y verme fino y no pobre.

-- Oh, qué bien – fingí un tono elegante, ¿Qué haré? Miro al frente y el abogado espera, esto me pone más nervioso.

-- Si desea puedo elegir por usted – me dice él y yo asiento.

-- Claro – ya valí gorro, quién me manda a aceptar una invitación a un restaurante caro.

-- Tráiganos de entrada crema de champiñón con rodajas de pan de ajo, como plato fuerte dos pastas al perejil y un filete con salsa páprika, ambos cortes a tres cuartos y una guarnición de vegetales al vapor.

-- ¿Alguna bebida?

-- El vino de la casa, es todo – dijo y el señor mesero se fue, yo me quedé temeroso, me saldrá caro, le hubiera dicho que fuéramos a unos tacos, digo, doña Tifo me los da en doce pesos y siento que es caro, ahora pagar por una crema que cuesta ciento cuarenta creo que es peor.

-- ¿Está todo bien, Evan? El clima es de su agrado, ¿necesita algo? – me pregunta y yo sonrío.

-- No, nada – me sale un hilo de voz, estoy en problemas, en serios problemas.

 

Luego de un rato llega la dichosa crema, y ponen una cosa que parece pan de caja cortado en rebanadas, ni hablar, si me va a costar caro cuando menos lo voy a aprovechar.

Tomo mi pedazo de pan y lo remojo en mi crema para comérmelo mojadito. Noto que el abogado está poniéndole mantequilla con una cucharita, y es así que me doy cuenta que me veo naco y falto de cultura al remojar el pan en la crema. Bajo mi pedazo de bolillo y me avergüenzo, qué pena.

 

-- Me han dicho que tiene un buen sabor si se come así – el abogado me dice y deja su cubierto a un lado, remoja su pan tal cual lo hice yo y lo come sopeado – ¡Tiene un sabor excelente! – me dice después de comerlo.

-- Sí, sabe rico – sonrío e interiormente le agradezco su gesto.

-- Es más, deberíamos comerlo así ¿Le parece? – asiento.

-- A comer entonces – sonrío y comemos nuestra crema sopeando el pan, el mesero que se acerca a nosotros para preguntar si todo está bien nos mira extrañado, pero ya me siento más en confianza.

 

-- Y dígame Evan, ¿Lleva mucho tiempo trabajando en esa agencia de publicidad? – me pregunta mientras esperamos nuestro plato fuerte.

-- No, no tanto un par de años.

-- Oh ya, pues aprendió bastante bien, mire que me dejó muy sorprendido cuando me explico el paquete publicitario que me darán, sabe hacer muy bien su trabajo.

-- Muchas gracias, he escuchado que usted es un abogado muy prestigiado, me llamó la atención que fuera usted quien se entrevistara directamente conmigo cuando pudo hacerlo alguien más.

-- La verdad fue una serie de eventos que me condujeron a ser yo quien lo atendiera y fue una coincidencia muy agradable debo decir.

-- Ah, bueno – me siento incómodo otra vez.

-- Quisiera reiterarle mis disculpas, no fue adecuado el modo en el que lo traté, y quisiera pedirle que lo olvidara.

-- ¿Olvidar qué, abogado? – le dije, como pocas veces lo he podido descifrar, ahora sí puedo darme cuenta que sonrió, me sonrió.

-- Es usted asombroso Evan, sería para mí un verdadero placer contar su amistad.

-- Pues luego de ver lo que ha hecho y como contrato a Clarita de nueva cuenta, créame que el que se sentirá honrado seré yo – le contesté, me pareció sincero el señor abogado y por qué no darle una oportunidad para ser amigos.

-- ¿Amigos entonces? – me extiende su mano.

-- Amigos – le extiendo la mía y le sonrío, puedo ver que su mirada es diferente, parece más relajado y hasta más tranquilo.

-- Me agrada su forma de ser, una persona como usted, que sabe defender el honor y la dignidad no se encuentra todos los días.

-- Muchas gracias y de paso quiero agradecerle su detalle, en verdad no esperaba que me regalara un pluma de esas, créame que le agradezco su regalo y sobre todo sus palabras, no tiene idea de cómo me ayudaron.

-- Si le sirvió de algo me alegro haberlo hecho, es un halago saber que le gustó – hizo un gesto que pareció una sonrisa, quizá y el señor abogado no es tan malo, yo lo juzgué por la primera impresión, pero no parece mala persona, no al menos como aquellos de hace tantos años.

 

Iba a cortar mi carne, la cual ya nos habían traido cuando mi teléfono comenzó a sonar, justo a la hora de la cena. Vi la pantalla y supe quién era, mi amigo Joseph, ese muchacho, ¿Qué querrá?

 

-- Disculpeme por favor, debo atenderla – le dije a mi nuevo amigo.

-- Adelante – me dijo y tomé la llamada.

 

-- Hola – me dice con su voz juguetona de siempre.

-- ¿Qué pasa Joseph? Estoy cenando – le contesto en tono bajo, me llama justo cuando iba a comer mi costosísimo filete que aún no sé cómo pagaré.

-- ¿Apenas? Sí que eres tardado hasta para eso – este tonto solo está jugando, le colgaré.

-- ¿Solo para eso me llamas? ¿En verdad?

-- Sí, bueno y para otra cosita – este menso, ya se me hacía raro que me llamara a esta hora

-- ¿Qué?

-- Pues que estoy en la delegación, detenido y solo te puedo decir que tres gatos y un conejo estuvieron involucrados – ¿Cómo? Abro los ojos enormemente.

-- ¿Qué demonios? – me quiero levantar de mi lugar pero al hacerlo me pego en la pierna con la mesa y casi le tiro la copa de vino al abogado, ¡Auch! Me dolió.

-- Estoy en la delegación norte, ven por mí, sácame antes de que me lleven a los separos y me violen tres negros, ¡Adiós! – me cuelga, está en la cárcel, ¡Está en la cárcel el muy torpe! ¿Tres gatos y un conejo? ¿Qué demonios pasó?

 

-- ¿Pasa algo Evan? – el abogado me pregunta una vez que bajo el teléfono.

-- Adán, ¿Sabe usted qué clase de delito se puede cometer en el que estén involucrados tres gatos y un conejo?

-- ¿Cómo? – me pregunta contrariado, lo mismo pienso yo.

-- Me tengo que ir, mi mejor amigo está detenido por algo que no sé aún como pasó.

-- ¿Su amigo está en la cárcel?

-- No es tanto mi amigo, es como un hermano, él me rescató hace muchos años y quiero devolverle el favor para luego golpearlo hasta cansarme.

-- Muy bien, usted necesitará una abogado.

-- Cierto, ¿Dónde conseguiré uno? – me quedé pensando, dónde podría conseguir un abogado a esta hora.

-- Adán Gregorio González, abogado – me extiende la mano, pero qué idiota soy, ¡él es abogado! – Y estoy a sus pies – me dice, me siento un poco extraño, solo un poco – Adelante Evan, tenemos que irnos – ¡Me va a acompañar! Me siento doblemente raro, creo que será una noche larga, muy pero muy larga…

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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