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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Estamos sentados en la mesa de este lugar, jamás me hubiera imaginado que Adán Alejandro fuera fanático de las hamburguesas, es decir, se ve que es un chico sano que come puras cosas orgánicas y sin conservadores, ¡cuándo me iba a imaginar que comía cosas llenas de manteca! En fin, ya llegamos y bueno, si me sacaron de mi lugar de trabajo, al menos voy a disfrutar de la comida gratis, diría mi mamá: regalados, hasta los golpes son buenos.

 

-- ¿Y vienes seguido a este lugar? – le pregunto para no verme tan seco, si me va a alimentar cuando menos debo ser cortés.

-- Bastante seguido, esta es mi mesa – me comenta señalando con las manos el objeto en el cual nos recargamos. Pongo atención al sitio, es un local bastante común, tiene la barra donde atienden a los clientes, alrededor hay varias mesas de aluminio con una hamburguesa de cerámica como servilletero, las sillas son igualmente de aluminio y al menos se ve que es un lugar muy higiénico porque está muy limpio a simple vista.

-- Oh ya, me estás compartiendo tu mesa – le digo en tono de broma, noto entonces que él me mira fijamente, siento como si estuviera buscando algo dentro de mi mirada.

-- ¿Te… te puedo decir algo? – su semblante es serio, pero su voz tartamudea con inseguridad, ¿me irá a decir alguna de sus bromas tontas?

-- A ver, dime – suspirando le doy la oportunidad de hablar.

-- Te agradezco que estés aquí conmigo – terminando su frase agacha inmediatamente su cabeza, se nota avergonzado, yo parpadeo varias veces sin terminar de comprender del todo esa actitud.

-- De nada – no pude ser grosero, ni quería serlo, pero no soy tan bruto como para no entender que él estaba muy apenado y que decir aquellas palabras le habían costado mucho de pronunciar.

-- E… espero que – su tono se hacía cada vez más bajo por lo que tuvo que aclarar sus garganta – Espero que te guste la comida de aquí – seguía sin mirarme a la cara como lo había hecho unos minutos atrás.

-- Se ve que está genial, no dudo que me guste – le contesté lo más amistoso posible, tenía ganas de reírme, no por otra cosa que no fuera su actitud, parecía un niño pequeño al cual acababan de regañar.

-- Sí, está genial – contestó con la mirada aún gacha.

-- Oye, ¿qué el piso tiene algo interesante? – me reí después de hacer mi pregunta, él me miró de inmediato y pude ver un tono rojizo en su cara.

-- No, no, no, estaba pensando – me dijo mientras asentía.

-- ¿En qué pensabas? Claro, si se puede saber – le dije juguetonamente.

-- En mi vida, en mis cosas, en alguien – me dijo con una seriedad no muy propia de él.

-- ¿Tanto era en lo que pensabas? – le respondí.

-- Pues… pues es que… lo que pasa… bueno… estoy haciendo las cosas al revés – lo miré con sorpresa, no entendí su respuesta.

-- ¿Al revés?

-- Si al revés, bueno, no al revés pero… pero si al revés – comenzó a rascarse la cabeza, creo que ni él se entiende.

-- O sea, las estás haciendo al revés pero no las haces al revés, entonces no sé si exactamente las haces al revés – esto parece un trabalenguas, como ese de los tres tristes tigres que jamás he podido decir bien, malditos tigres.

-- No, no, no, es que… bueno, ay, no sé – se notaba preocupado, pobre muchacho, sí que tiene problemas.

-- A ver, relájate, tranquilo, ordena tus ideas porque esas si las tienes al revés – le digo y en ese momento cuando él iba a hablar llegó el mesero con la comida.

-- ¡Aquí está chavos! – puso un par de platos, cada uno con una hamburguesa, papás fritas y una porción de aderezo.

-- Gracias – Adán lo miró con alivio, hasta pareciera que le salvaron el cuello, qué burradas pienso.

-- Provecho –tras decir aquello fue por nuestras bebidas y se retiró definitivamente.

 

Nos quedamos unos momentos en silencio mientras comíamos, al pasar el primer bocado no pude negarlo ¡estás cosas están geniales! Saben deliciosas, digo, he comido hamburguesas en otros lados, pero estas, estas no tienen comparación, gracias al cielo al menos puedo tener momentos geniales, digo, no toda mi vida debe ser de cosas feas, bueno, el ochenta por ciento su lo es, pero, en fin, así soy yo, ese es mi sello personal, mi mala suerte.

 

-- ¿Te gustó? – me preguntó Adán mientras me miraba.

-- ¡Me encantó! – dije aun cuando masticaba, lo sé me veo naco y puerco, pero él para qué me pregunta cuando como.

-- ¡Sí! – dijo muy emocionado y hasta el puño cerró, como si hubiera ganado algo, me recordó a la vez que gané cinco pesos en la maquina casino que estaba en la tienda de la cuadra, lo único malo es que ya había gastado veinte en esa máquina ladrona.

-- ¿Y eso? – le pregunté sonriendo, me pareció curiosa su reacción.

-- Nada – sonrió y me miró fijamente, por unos segundos y sí, fueron segundos, me intimidó.

-- Bueno – ahora yo bajé la mirada y seguí comiendo, qué raro muchacho.

-- Me gusta alguien – casi me atraganto con mi rica hamburguesa, digo, a quién en su sano juicio se le ocurre soltar una cosa así de intima cuando comen hamburguesas.  

-- Este… yo… ¿quieres hablar al respecto? – dije mientras miraba mi comida, quería seguir comiendo, pero no podía dejar de lado tampoco si Adán quería hablar, aunque la razón por la que me volvió a sacar de mi trabajo es que tenía dudas, ¿en verdad ese contrato es tan confuso que por eso no lo entiende y me tiene que requerir a cada rato?

-- Conocí a una persona que me hizo sentir cosas – como antes, volvió a agachar la mirada.

-- ¿Y qué te hizo sentir? – pregunté con cautela, son asuntos del corazón y uno debe ser muy cuidadoso en esos terrenos.

-- Me hizo sentir cosas raras, como que me revolvió la panza.

-- ¿Entonces te dio diarrea? – le dije como chiste, él me miró con seriedad, no le hizo gracia – Perdón, mal chiste, lo siento. Entonces ¿te hizo sentir como eso a lo que llaman mariposas en la panza? – sí, recuerdo a las malditas, solo una vez las sentí y agradezco que se hayan muerto hace años, espero nunca más vuelvan a revolotear en la mía.

-- Algo así, desde la primera vez que miré sus ojos sentí algo raro, y luego me di cuenta que me gustaba – me dijo ahora desviaba su mirada a la derecha.

-- ¿Y esa persona te corresponde?

-- No lo sé, tal vez aún no, pero espero que pronto lo haga, estoy haciendo mi mejor esfuerzo porque así sea – me miró con un gesto diferente, parecía preocupado, raro en él.

-- Pues ojalá tus planes salgan como deseas, digo, eres un pesado con tus bromas y jugueteos, pero no eres una mala persona, no dudo que esa persona te pueda corresponder – le dije y mordí mi hamburguesa, mil disculpas pero la veo triste y no quiero dejarla.

-- Yo espero que en algún momento se dé cuenta de lo que siento – me dijo y dejé mi momento pasional con mi comida.

-- ¿No se ha dado cuenta que te gusta? – pregunté con incredulidad.

-- No, creo que no.

-- Pues debes estar interesado en una ciega eh, porque si dices que ya has hecho esfuerzos por esa persona debe ser más que evidente que te gusta, digo, no eres la discreción hecha hombre, eres bastante llamativo – es cierto, ¿pues que es tan burra la otra persona como para no darse cuenta?

-- Debe estarlo, pero… pero para mí mejor, porque tendré muchas oportunidades para demostrarle mi interés, y que se dé cuenta que sería capaz de bajarle las estrellas si eso es lo que desea – me dijo con ese tono que todos usamos cuando estamos… cuando estamos enamorados, recordar ese sentimiento me quitó las ganas de comer, no es un bonito recuerdo para mí.

-- Solo recuerda que si en verdad quieres a alguien no le hagas daño, porque a lo mejor esa persona ya ha sufrido y que tú llegues a hacerle daño es cruel – en automático y sin desearlo aquella noche regresó a mi mente, las burlas, la violencia, la humillación, no lo he olvidado, no olvido todo el infierno que se desató solo por haber creído que podía pisar el paraíso.

-- ¿Te pasa algo? – me preguntó con preocupación, creo que por unos segundos me perdí.

-- No, no, nada – sonreí, Alan, todo me llevaba a ese nombre, a esa persona: Alan.

-- Yo estoy aquí, ¿de acuerdo? – puso sus manos sobre las mías, lo miré, él no sabe nada de lo que pienso, o lo que recuerdo, pero su contención me hizo sentir mejor, increíblemente ese tonto bromista me hizo sentir bien cuando aquel demonio del pasado se abalanzaba sobre mí.

-- Gracias – le respondí.

-- Me sigo esforzando – sonrió y alejó sus manos, sentí frío y una extraña sensación de haber recibido más de lo que en verdad creía, o al menos esa calidez me lo hizo pensar…

 

 

 

 

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Mientras bailaba buscaba con la mirada aquella silueta, recuerdo haberla visto en la barra, me miraba con horror, y me encantó ser yo quien provocó esa sensación, yo era capaz de despertar todo tipo de instintos y sentimientos, desde los más animales hasta los más pasionales. Una vez más no estaba aquel rostro, me lo imaginaba, no volvería a pisar este lugar a menos que fuera necesario y de algún modo tendría que atraerlo de nueva cuenta. El roce de la piel de otras personas me agrada, pero ya no me satisface, estar en la cama con otra persona ya no es lo mismo, no desde que llegó a mi vida esa mirada fiera, ese espíritu indomable y valiente, ese ser irresistible y que estúpidamente me flechó.

 

-- Has estado bastante distraído – me comentó Mat mientras revisaba los ingresos de la noche.

-- No, al contrario estuve más atento, buscando – sonreí para luego tomar un trago de whisky.

-- ¿Crees que en verdad va a aparecer por aquí?

-- Deseo que así sea – miré mi vaso vacío, me parecía interesante mirarlo mientras pensaba, Evan Noriega, un tipo sin la más mínima gracia física, pobre, asalariado y sin buena suerte, pero su alma era la atractiva, soy un cerdo, un tipo sin prejuicios o temores, sinvergüenza como tantas veces me han llamado, pero aún puedo ver un poco de la gente, aún puedo distinguir a un buen ser humano, y él en ese aspecto es maravilloso.

-- Pues aunque lo desees te vas a quedar con las ganas.

-- Lo sé, por eso tendré que robármelo – sonreí de solo imaginarlo, pero claro que sería capaz, si fuera necesario me lo robaría y lo llevaría muy lejos de mi rival, yo lo voy a derrotar.

-- No lo dudo, pero él te daría una paliza antes de que pudieras hacerlo.

-- ¿Evan? – pregunté socarronamente.

-- No, tu competencia, quien ya está ganándose ese muchacho – sus palabras me hicieron sentir cólera, apreté mi vaso, recordé a esa señora, a esa mujer que me separó de mi primer amor, no volvería a permitir que alguien parecido me lo volviera a hacer.

-- Pues a puños nos mediremos, porque yo no estoy manco.

-- No sabes si él tampoco.

-- Pues que se atreva y veremos quién puede más – no, no me volvería a pasar.

-- Pues pon manos a la obra, porque vas muy atrasado y te van a ganar.

-- No, yo ya había decidido algo, si él no se aparecía hoy, yo me le voy a aparecer mañana – sonreí, estaba completamente consciente de ello, Evan Noriega te voy a conquistar.

-- Por cierto tienes tres llamadas perdidas, mientras bailabas sonó tu teléfono – Mat me alcanzó mi celular, obviamente lo dejo cuando estoy en el escenario.

-- Otra vez este número – ese número telefónico, todos los días recibo esa llamada, nadie me contesta, ya estoy acostumbrándome.

-- Otra vez, ¿no piensas hacer algo?

-- No, seguramente pronto se cansará, esa persona es tan cobarde que ni siquiera me puede hablar cuando contesto, hasta es divertido, quien sabe tal vez y hasta es Evan – solté una carcajada al decir aquel disparate.

-- ¿Estás de broma cierto? En primer lugar porque estas llamadas las recibes desde mucho antes de conocer a ese chico, y segundo, él tiene tantos o más huevos que tú como para quedarse callado – mi amigo también rio, tiene toda la razón, Evan no se quedaría callado, me maldeciría todo el tiempo, pero no se quedaría callado.

-- Efectivamente, eso me gusta también, lo valiente que es, ese coraje que no tiene cualquiera – Evan Noriega, el chico asalariado con el coraje de tres cabrones juntos.

 

 

 

 

Estaciono mi vehículo frente a la agencia, aquí es. Luego de cerrar mi vehículo y poner la alarma me acerco a la entrada, ni se espera la sorpresa que le voy a dar, ya hasta puedo ver su cara de odio, eso es lo más divertido de todo, es tan fácil hacerlo rabiar, es tan simple de mostrarse tal cual es. Me acerco y choco con un tipo que tiene cara de pocos amigos.

 

--Tenga cuidado – me dice, me mira a través de sus gafas, va vestido de traje, se ve elegante a comparación mía que llevo unos jeans y una camiseta color negro.

-- No te vi – su tono no me agradó, tampoco tenía que ser educado entonces.

-- Entonces levante la cara cuando camina – me dijo y sin esperar se marchó, imbécil, con esa cara de serio no dudo que se la pase amargado todo el día.

 

Olvidando ese incidente continué mi camino, llegué hasta su área de trabajo, miré a todos lados y no lo noté, eso sí, me di cuenta de todas las chicas que me miraban y ese muchacho también, sonreí y me acerqué.

 

-- Buen día, busco a Evan Noriega, ¿me dices dónde está? – le pregunté a ese muchacho que me miraba.

-- El tercero del día – se rio escandalosamente y yo con él.

-- ¿El tercero? – pregunté aun riendo.

-- Lo que pasa es que se fue con un cliente que lo requirió y ese llevaba mucha prisa en llevárselo, así que tienes mala suerte, ya se fue – como si se burlara me dijo y fue entonces que dejé de reírme, así que ese desconocido se me adelantó hoy.

-- Ya veremos si tengo tan mala suerte – me dejé de reír y di media vuelta, no me voy a dejar tan ganar tan fácilmente – Por cierto, hazme el favor de decirle que Adán Edilberto estuvo aquí, ¿cómo te llamas?

-- Yo le diré, y mi nombre es Joseph – me contestó aquel muchacho tan pintoresco.

-- Hasta la vista Joseph, aunque creo que me veras seguido por acá – le guiñé el ojo y me fui, esta guerra está por empezar ‘ilustre desconocido’…

 

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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