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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Estoy en mi oficina, sentado, mirando la taza de café medio humeante que hacía un rato mi secretaria, Clara, me había llevado. Observaba como el vaho del líquido se elevaba en sinuosas curvas, estaba pensando, meditaba lo que sentía, parezco un chiquillo de preparatoria enfrentando su primera ilusión, aquella en la que crees que el primer amor es el único y con el que te quedarás toda la vida. Ya no soy un jovencito inexperto, ni mucho menos creo en todas esas situaciones en las que supuestamente todo es felicidad y tranquilidad, la vida es dura y me ha golpeado tan fuerte que aún no sé cómo es que sigo en pie, soy un hombre viudo, solitario y un tanto resentido, no soy para nada inocente, mi trabajo me ha hecho ser suspicaz, desconfiado, hasta embustero en ciertos momentos, es por eso que ahora mismo pienso en mi descubrimiento.

 

Tiene poco tiempo que llegué al despacho, me tomé la libertad de ir a buscar a este jovencito, a Evan, en un impulso, se me ocurrió la idea de ir a buscarlo para preguntarle una tontería, un pretexto que me sirviera como justificación para buscarlo. Cuando llegué a su lugar de trabajo escudriñé todo el sitio y no lo vi, por fortuna su amigo, el que saqué de la cárcel el otro día estaba ahí, me acerqué y le pregunté por Evan, él me dijo sonriente que se lo habían llevado. Su tono me pareció bromista, pero hubo algo que me hizo sospechar que un doble mensaje se escondía debajo de aquel comentario. Joseph, como me dijo que se llama, me hizo hincapié con que la ‘competencia’ lo requería. Asentí y me retiré, por si fuera poco un descuidado y poco educado chocó contra mí, es de esa clase de tipos que te caen mal con solo mirarlos, me fastidió, y para evitar un problema más grande lo dejé con la palabra en la boca.

 

Llegando a mi oficina, donde estoy en estos momentos, pude pensarlo todo muy bien y reconocerlo, es algo que no me había ocurrido desde hace mucho tiempo, estoy celoso. Estoy celoso de saber que alguien más está con Evan en estos momentos, estoy celoso por saber que alguien a parte de mi puede ver aquella alma valiente, estoy celoso por saber que alguna otra persona puede ganarse las miradas y las sonrisas de ese chico sin un encanto aparente. Porque a Evan no hay que verlo con los ojos ordinarios, para ver todo lo que él es y todo lo genial que existe en sí mismo, es necesario verlo con los ojos del corazón, solo así puedes apreciar de él lo que es invisible en primera instancia.

 

-- Y no te le voy a dejar tan fácil, ‘competencia’ – me dije y le dije a aquella persona que no tengo idea de quien sea, si intentas competir, te aseguro que no me dejaré ganar así de fácil, yo no soy hombre de los que se rinde tan fácilmente, soy abogado, y nadie me va a arrebatar así de fácil la nueva oportunidad que la vida me dio, no lo voy a dejar tan sencillo – Prepárate quién quiera que seas, porque te voy a hacer talco, sus miradas y sus sonrisas él me las va a regalar a mí, solo a mí – fue entonces que me puse de pie y por fin agarré mi taza de café, miré por mi ventanal, me relajaba observar la calle transitada desde ese sitio, di un sorbo a mi bebida, me supo genial, estoy decidido, es lo que haré.

 

-- Disculpe que lo interrumpa, abogado, ya llegó el cliente que estaba esperando – mi secretaria tocó, abrió la puerta y me dijo aquello, parece que ya no me teme, y me alegra que así sea.

-- Gracias Clara, hazlo pasar – me giré para verla, antes de que se retirara le volví a hablar – Por cierto, muchas gracias por el café, está delicioso – ella me sonrió, dijo un discreto ‘de nada’ y se retiró; esa persona, Evan, me hace ser mejor, aunque él no lo sepa.

 

 

 

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Luego de aquella extraña invitación que me hizo Adán Alejandro, voy de regreso a mi trabajo, fue la situación más extraña que he vivido con él, y mira que me ha hecho varias, sin embargo esta vez fue muy diferente, sentí como si hubiera sido algo más íntimo, más relajado, algo que por supuesto no es normal en ese chico cara de palo y bromista. En fin, debo estar en mi lugar antes de que Sylvia enfurezca, digo, si la señora Mercedes la fue a visitar, es seguro que por algo la regañó, y a su vez, ella nos regañará a nosotros, ya la puedo oír, ya la puedo…

 

-- ¡Pasiva! ¿Dónde está Evan? – oír, bienvenido, Evan.

-- No soy pasiva, y mi amigo está ahí – Joseph, como pocas veces cuando Sylvia lo insulta, se mantuvo calmado y me señaló con el pulgar.

-- ¡Tú, nombre de mujer, ven acá! – ¿A quién diablos le dijo nombre de mujer?

-- Lo siento amigo, creo que la señora Mercedes le dijo sus cuatro frescas y está que echa chispas – me dijo en voz baja mi amigo, situación que me hizo temer - ¡Ah! Y te debo un chisme muy bueno, si es que sales vivo de la cueva te lo contaré – sin más me empujó para avanzar rápido, cretino, como a él no lo están llamando seguramente no le importa que me regañen.

 

 

Con paso lento avanzo a aquel lugar del cual salí vivo hace rato, pero esta vez no sé si lo logre, todos la santos si me oyen, yo sé que no soy muy creyente, ni muy religioso, ni muy cercano a la iglesia, ni muy recatado, ni muy paciente, ¡Ay no! Qué me van a estar ayudando si nunca hago nada de la iglesia, ya valí, ya valí. Llegó a aquel lugar en el cual nadie quisiera estar.

 

-- Hola, Evan, toma asiento – ese tono suave y dulce no es normal, no es normal.

-- Hola – contesto muy nervioso.

-- ¿Dónde estabas? – su tono sigue siendo tranquilo.

-- Pues fui con uno de los clientes con los que cerré el contrato de promoción, de hecho usted me dijo que fuera con él – era cierto, ella me obligó a salir, y valió la pena, una comida gratis no se rechaza nunca.

-- Ah, que olvidadiza soy – dijo con esa voz dulce que no me trago – Entonces, ¿me dices vieja senil que todo olvido? ¿Eso me quisiste decir? – su tono comienza a cambiar.

-- No yo no dije… – ¡Ay no!

-- ¡No me digas vieja entonces! – me gritó y traté de hundirme lo más posible en mi lugar.

-- Pero yo no… – con miedo intentaba debatir.

-- ¡No rezongues! – me vuelve a gritar y me callo, es lo mejor en mi caso, no provocar a la fiera.

-- No sé qué clase de trabajo has hecho, si has sido lo suficientemente convincente o lo suficientemente básico para que los clientes te estén requiriendo a cada rato – más tranquila me dijo aquello.

-- No la entiendo – ella me miró con desgano y tuvo que inhalar profundo.

-- A ver, Adán Alejandro Solís, Adán Gregorio González y Adán Edilberto Murrieta, estos tres últimamente te han estado requiriendo y deseo que no sea porque estás haciendo mal tu trabajo – se cruza de brazos y me mira.

-- Pues, creo que si lo he hecho bien ¿no? – sonrío, digo, trato de aligerar la tensión, imagínate frente a ti ochenta kilos de carne furiosa que están a punto de caerte encima, harías todo por salvar el pellejo.

-- Ah, ya veo, entonces, ¿te requieren como para qué? Si dices que lo hiciste bien, es porque ya quedó, ¿o para qué te llaman? – ahora que lo pienso es cierto, ¿para qué lo hacen?

-- Pues, yo, pues creo que para, no sé, tal vez… –  estoy hecho un lío.

-- Evan, Evan, Evan, la vida no es sencilla, y supongo que tú lo sabes, al final de cuentas, deberás tomar decisiones y debes ser bastante consciente de ello, porque las consecuencias de lo que hagas son algo que te perseguirá mucho tiempo.

-- No la entiendo – de qué habla.

-- Dime una cosa, ¿quién de estos tres clientes es el más complicado de tratar?

-- Ah, eso, eso es sencillo – ay, por un momento no supe de qué hablábamos.

-- Pues el más complicado de tratar, es Adán Edilberto, es muy pesado a veces.

--¿Pesado? ¿En qué sentido?

-- Bueno, es que a veces me molesta, pero nada que no pueda lidiar – me observaba fijamente.

-- Muy bien, curiosamente este hombre, el buenote, Adán Edilberto me solicitó tu presencia en su negocio esta tarde, y te comisiono para que acudas a esa cita – sentí como mi quijada se caía al suelo y como en las caricaturas, mis ojos salían de su órbita.

-- No es cierto – dije tratando de entender que era una broma.

-- Es cierto, bastante cierto.

-- Pero… pero… ¿por qué yo? ¿Y si va Joseph? – digo, a él no le disgustaría ir.

-- No, no, para esa pasiva – la última palabra la gritó para que fuera audible por toda la oficina.

-- ¡Qué no soy pasivo! – mi amigo gritó desde afuera, creo que toda la cuadra lo pudo escuchar.

-- ¡Sí lo eres! – volvió a decir la jefa y solo pudimos escuchar un grito de frustración – Para tu amigo ese tengo otros planes, no se me olvida que estuvo en la cárcel y eso lo voy a castigar, y no importa que se lo digas, él no sabe ni cómo ni cuándo le caerá la voladora, pero algo es seguro, le caerá – lo siento por Joseph, pero se ve que esta mujer amargada tiene planes siniestros o tal vez lo ponga a hacer memorándums para que en lugar de salir a las tres salga a las siete de la noche, no sería la primera vez que nos castigara de esa forma.

-- De acuerdo, iré a ver a ese sujeto.

-- Es a las cinco, sales de aquí a comer y te vas a tu cita con ese cliente.

-- Si – dije con desgano, genial, otra vez con ese patán mentecato. Me levanté y di media vuelta, ya casi iba a salir cuando ella me detuvo.

-- Yo en tu lugar si la tendría difícil, no sabría por quién decantarme – la miré sin entender muy bien lo que me decía.

-- O sea, ¿cómo? ¿A qué se refiere? – le pregunté con mucha curiosidad.

-- Ya me di cuenta que efectivamente tú ni siquiera estás enterado de lo que tienes frente a ti, ni lo que están haciendo por ti – se sentirá bien, digo, a lo mejor la señora Mercedes la regañó tanto que se volvió loca y por eso dice disparates como abuelita olvidadiza, como esa que leí en una novela de un chico bien feo que su abuelita con Alzheimer lo metía en problemas todo el tiempo.

-- No comprendo.

-- Pero yo sí, anda, vete a tu trabajo y haz lo que debes – me echó de su oficina, al salir respiré aliviado, sobreviví.

 

No sé qué diablos pasó ahí dentro pero, estoy seguro que nada de lo que me espera por la tarde será bueno, odio a mi jefa abusona y grosera, pero la compadezco, se está volviendo loca, pobrecita, ya está viejita.

 

 

 

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Reviso que el escenario esté en óptimas condiciones, las butacas de la barra ya estén limpias, mi negocio, el que tanto me ha costado levantar, deseo que sea el mejor de la ciudad. Cuando decidí contratar un paquete publicitario nunca me imaginé lo que me iba a encontrar, jamás pensé que el día que recibiría a Eva Noriega sería el que me cambiaría las cosas otra vez. Para empezar, no imaginaba que Eva era un hombre, uno que por cierto detesta que le digan cosas de mujer, es bastante hombrecito y eso me agradó desde el inicio.

 

-- ¿Lo hiciste verdad? – Mat me mira mientras toma un trago en la barra.

-- Obviamente, ¿pensaste que no?

-- Por unos segundos pensé que dejarías tranquilo a ese muchacho – sonrió mientras negaba con la cabeza.

-- Ese muchacho se me está escapando de las manos y debía ponerme en el tablero de juego.

-- ¿Y si no le interesa tu juego?

-- Lo descubriré. Me conoces y sabes que no soy de los hombres que se quedan con dudas, yo también competiré contra ese que no conozco.

-- Me recuerdas aquella época en la que te la jugaste por Bárbara.

-- Y mira, si no lo hubiera intentado jamás la habría conquistado, aún me pregunto qué sería de nosotros si su madre no la hubiera separado de mí.

-- Quién sabe hermano, tal vez y hasta padres serían – soltó una carcajada mi amigo y confidente.

-- Ya tendríamos como cuatro o cinco, yo quería muchos hijos, el primero se hubiera llamado Josué, claro en el caso de haber sido niño – suspiré, algo que nunca fue, ni hablar, el destino no quiso que quedáramos juntos.

-- ¿Realmente tienes interés por Evan?

-- Sí, aunque aún no sé reconocer de qué tipo, pero de que me interesa, me interesa – le arrebaté su trago y lo bebí yo – Y me interesa mucho más de lo que piensas – me volví al escenario, miraba mientras pensaba.

 

 

-- Jefe, un muchacho está allá afuera, se llama Evan Noriega y dice que tiene una cita con usted – uno de los guardias de la entrada me avisó, volteé mi rostro para mirar a Mat, él sonrió negando.

-- ¡Qué esperas! Hazlo pasar – le di una palmada en la espalda a ese muchacho, dije que me iba a poner en el tablero del juego y eso justamente voy a hacer, entrar en la competencia y derrotar a mis adversarios, era un hecho…

 

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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