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Una Eva y tres patanes por Charly D

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No quería, en verdad que no quería, pero ni hablar, trabajo es trabajo, dinero es dinero y la quincena ya casi llega, así que no me queda otra mas que aceptarlo, llevo esperando afuera de este lugar unos minutos, si no fuera de día comenzaría a sentir miedo porque este sitio de perdición y vicio debe ser concurrido por malandros, mala copas, violadores y toda clase de fichitas.

 

-- ¡Miren nada más! El gordo de la otra noche – y para terminar de coronar el momento el grupo de encuerados de la otra vez acaban de llegar.

-- Míralo, se ve más gordo que la vez anterior, deberías dejar las hamburguesas y los tacos – otro de los ponchados esos me dijo, pues no es obligatorio estar lleno de bolas y comer zanahorias nada más.

-- ¡Ya le cayó caca al pastel! – negando con la cabeza dije aquello, no es que estuviera feliz de estar ahí.

-- Pero si se defiende el gordo – uno del grupo se comenzó a reír de mí.

-- ¿Qué? ¿Te duele que te digan la verdad, gordo? – el más pesadito de todos es el primero que me dijo gordo, ese tipo me cae de la patada, no recuerdo que tuviera los pelos rubios, aunque si soy sincero no los pude ver aquella ocasión porque era de noche y no estaba tan iluminado.

-- No, no me duele que me digan la verdad, zorra – le dije directamente a lo que un silencio incómodo se formó entre nosotros, ellos siendo tres y yo uno nos miramos.

-- ¿Me llamaste zorra? – sonrió, pero se le nota en la cara que echa chispas.

-- Sí, zorra – directamente se lo repetí, él miró a sus amigos haciendo una sonrisa ladeada para luego, con fuerza, arrojarme a la pared de ladrillo rojo aprisionando mi cuello con su antebrazo.

-- ¿Te crees muy gallito? – Me dijo al oído mientras me ahorcaba, me faltaba el aire, me estaba lastimando - ¿No vas a decir nada ahora? – intentaba liberarme pero ese tipo lleno de bolas era muy fuerte.

-- ¡Se está poniendo rojo! – uno de los encuerados aquellos gritó y se empezaron a reír.

-- ¡Anda, repítelo! – comenzaba a faltarme el aire, sin poder evitarlo recordé aquella noche, sentí como nuevamente me sometían y me destrozaban la vida, sentí como si los amigos de Alan Bernardi volvieran a atacarme, ¡no me gustaba sentirme así! como pude y por instinto de supervivencia le propiné un golpe seco en su estómago, toda la fuerza y la rabia que pude reunir la junté en ese golpe y el tipo de pelos güeros me soltó.

-- ¡Zorra! – Le grité mientras inspiraba todo el aire que podía - ¡Zorra! ¡Zorra! – Lo miré con mucho enojo – Siempre he respetado a toda la gente… A todos sin importar lo que hagan… – me seguía faltando el aire, batallaba para hablar – Pero no voy a permitir que me agredan nada más porque sí, yo no tengo su cuerpo, ni lo deseo, soy gordo, soy flácido, pero yo no me vendo por lujuria, yo vendo mi esfuerzo y trabajo por necesidad, en algo mal pagado pero decente para mí, no tengo interés en estar lleno de bolas porque mi cuerpo es mío y no estoy dispuesto a compartirlo con medio mundo – trataba de calmar mi respiración por lo agitado que estaba y por la furia que sentía – Que te quede, o mejor dicho, que les quede algo claro, ¡mi cuerpo no está en venta! – les grité con furia y con los ojos a punto de llorar, así me hubiera gustado reaccionar aquella noche, aquella horrible noche.

-- La fiesta terminó chicos, entren – el tipo que me había recibido nos dejaba entrar, pude ver que a su lado estaba el dueño, Adán Edilberto.

-- Entren, vayan a su lugar – yo seguía muy alterado – Evan acompáñame por favor – Adán estiró su mano para cederme el paso, yo asentí, lo único que deseaba era dejar de ver a aquellos tipos. Entré primero, pero pude escuchar que él habló con uno de los chicos, no sé con cual – Tu y yo vamos a hablar más tarde, así que espero que estés preparado – luego sentí su mano en mi hombro y me guio a su oficina.

 

 

Abrió la puerta del lugar donde atendía sus negocios, entré, me senté y me mantuve callado. Podía escuchar las risas, sentir los manoteos que hacía para librarme, aun llorando sentía como si me estuvieran poniendo aquel horrible atuendo, percibía como esos sujetos me jalaban de los cabellos de manera muy brusca y comenzaban a pintar mi cara, lo sentía de nueva cuenta, ¡lo sentía!, sentía como si me estuvieran acabando de nueva cuenta.

 

--Evan, ¿Te encuentras bien?

-- No, no otra vez – me acerqué y lo abracé, lo abracé tan fuerte como pude, tenía miedo, esas risas las escuchaba de nueva cuenta, era como si los volviera a oír burlarse de mí.

-- Tranquilo Evan, todo está bien – él me abrazó, no me gusta llorar, pero no puedo evitarlo, tengo miedo, mucho miedo.

-- Ellos, ellos… Ellos – los podía sentir otra vez.

-- Tranquilo Evan, estás a salvo, tranquilo – ni siquiera pensé que fuera Adán Edilberto, solo necesitaba sentirme seguro, no me gusta sentir miedo.

-- Ellos… – poco a poco me fui relajando, ellos ya no estaban, hace años que desaparecieron de mi vida, hace mucho, ya no existían en mi vida.

 

Luego de unos minutos, él salió y me quedé solo en su oficina, no sé dónde dejé mi carpeta, tal vez afuera, cuando aquel tipo de cabellos rubios me atacó. Hay momentos en los que me odio, me odio tanto por seguir atacado por aquel pasado, por seguir permitiendo que Alan Bernardi y todos sus amigos me ataquen de nuevo, por seguir temiendo de algo que ya ocurrió hace mucho tiempo. Pero en verdad que he tratado de superarlo, sin embargo no puedo, no puedo sacarlos de mis recuerdos, momentos como los de hace rato me hacen revivir aquella pesadilla, mi mente me juega una mala jugada, es como si sintiera sus sucias manos sobre mí nuevamente, me odio y los odio por hacerme sentir así.

 

Me estremezco al escuchar la puerta abrirse, con rapidez limpio mis lágrimas con el dorso de la mano, respiro y los mocos suenan, esos miserables mocos siempre son traicioneros, cuando más discreto quieres ser suenan horriblemente.

 

-- Toma – Adán me está entregando una botella con agua – Pensé que podrías tener sed – tomó asiento  y puso sobre el escritorio mi carpeta – Por cierto, me entregaron esto, es tuyo.

-- Gracias – acepté el agua y alcancé mi carpeta.

-- Con respecto a…

-- No quiero hablar de eso, por favor – no, no deseaba recordar.

-- Con respecto a ese asunto por el cual te llamé, mira estas dos opciones – ¿Qué? Pensé que iba a hablarme de… bueno, pensé mal, este boludo puede ser prudente. En fin, miro al frente y hay dos imágenes.

-- ¿Cómo?

-- Mira, elige cuál de las dos es de tu agrado – miro nuevamente y veo que hay un par de volantes con el nombre de dos películas que están de estreno, una es una comedia melosa y romántica, o al menos así se ve, otra es la imagen de una película de acción de un conocido antihéroe.

-- No, no entiendo – lo miré sin comprender aún todo.

-- Sólo elige un volante y ya – este boludo se ve sospechoso, pero le daré un voto de confianza – Pues para mí es claro que este – señalé uno.

-- Justo lo que pensé – sonrió – Pues bien, andando, toma tus cosas y ven conmigo – ahora sí estoy hecho un lío.

-- ¿Cómo? No entiendo.

-- Tú solo ven conmigo, y no, no te voy a secuestrar y robar tus órganos – se me acercó demasiado a la cara - ¿O tal vez sí? – nos miramos unos segundos y me incomodé – Anda, Eva… N – soltó la carcajada y abrió la puerta para que saliéramos.

-- Era demasiado pedir… ¡Demasiado! – Salí gritando, ya se había tardado – Gracias – le dije una vez que estuve afuera, debía hacerlo, se portó muy bien conmigo en esos momentos que pasé.

-- No es nada, vamos, que el tiempo apremia – no sé por qué lo sigo, pero lo sigo, espero no arrepentirme, quizá es porque mientras me abrazó no sentí miedo, me sentí protegido, por primera vez y durante un recuerdo de aquella noche no sentí tanto miedo…

 

 

 

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Me abrazó y sentí una rara sensación, verlo llorar me descolocó un poco, es increíble ser testigo como alguien como Evan se puede desmoronar, aquel espíritu también es capaz de sufrir, es un ser humano al final de cuentas.

Mi empleado me había avisado que Eva N había llegado, sin embargo unos momentos después regresó con Mat y conmigo para decirnos que los bailarines estaban armando una gresca, no pude evitar ir para poner orden, pero cuando llegué vi a aquel muchachito que tiene algo atrayente para mí, golpear a Dael, mi bailarín, le llamó zorra y puso en su lugar a ese grupo, según me enteré, esos tres comenzaron a agredir a Evan y algo que me encantó es que él solo pudo darle su merecido a ese grupito de gandallas e idiotas. Pero, hubo algo que me alteró, fue cuando le vi esas ganas llorar y aquel terror tatuado en la mirada, por eso mismo decidí deshacer rápidamente aquel espectáculo y llevar a Evan a un lugar privado. Estando en mi oficina  se aferró a mí, me abrazó de tal modo que no pude evitar atraparlo en mis brazos y protegerlo, en efecto, ese muchacho está aterrado, lo sentí por la fuerza de su abrazo y las lágrimas que no dejaban de caer, algo le había pasado, estaba muy alterado, cuando mencionó a ellos, no supe si se refería a los bailarines o a otras personas.

 

Tras finalizar el abrazo, y por lo poco que lo conozco supuse que no le agrada que lo vean llorar, por tal motivo lo dejé solo, aprovecharía ese espacio para resolver un asunto.

 

-- ¿Y quién diablos te crees que para agredir a los demás, estúpido? – estaba encarando a Dael.

-- Es que él empezó, Adán – se excusó.

-- ¿En verdad? ¿Quieres que revise las cámaras? Puedo hacerlo, imbécil – me acerqué y lo tomé por el cuello de su camisa – Espero que te haya quedado claro que ese chico tiene más huevos que cualquiera de ustedes, y él solo se bastó para darte tu merecido, pero si por error a ti o cualquiera de ustedes, se les ocurriera volver a molestar a Evan, no solo él le romperá la cara, ¿si entienden verdad? – miré fijamente a mi bailarín.

-- Sí, Adán.

-- Eso espero – lo solté y cayó sentado en su sillón – La próxima vez, no respondo – no dije más y salí, pobres de ellos si desafían esta advertencia.

 

-- Hasta yo tendría miedo – me dijo Mat mientras regresaba a la oficina.

-- Pues no se te ocurra agredirlo, porque no será necesario que yo entre al quite, él solito se basta para romper caras.

-- Y eso te gusta ¿verdad?

-- Claro que sí, es un hombrecito hecho y derecho, me encanta eso de él.

-- Ya vi – soltó la carcajada y me entregó unos volantes – Toma, aquí está lo que me pediste, pero estoy seguro de la imagen que va a elegir…

-- El antihéroe – dijimos los dos al mismo tiempo.

-- Sí, él no es para nada de esas cosas rosas y románticas, este es de balas, trancazos y sangre – dije y regresé con él, hoy le daré una sorpresa y espero que le guste, al menos espero que la pase bien conmigo, solos él y yo…

 

 

 

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La oficina estaba bastante tranquila, mi jefe aún no llega de su compromiso, ha tenido varias reuniones importantes esta semana, y a diferencia de antes se nota mucho más alegre, realmente me parece un cambio radical y la verdad me gusta mucho más así que como era antes, trata a los demás de un modo diferente, me llama por mi nombre, se porta como todo un caballero, aun no entiendo el porqué de su cambio, pero me agrada que sea así.

 

-- Buenas tardes señorita – un hombre con barba y vestido de traje me habla.

-- Buenas tardes, ¿en qué le puedo servir? – dejo de teclear en mi computadora y le ponga atención al señor, se ve como un hombre joven.

-- Quisiera hablar con el abogado Adán Gregorio González – me dice, tomo mi bloc de notas, es un cliente y debo darle el mejor servicio.

-- Me apena decirle que el licenciado no está, se encuentra en una reunión en los juzgados y no tiene hora de regreso.

-- Oh, pues sí es una pena, me urge hablar con él, tengo excelentes referencias de él y quisiera que llevara mi caso.

-- De manera muy general, aclaro, me podría decir qué tipo de asunto es, para comentarle cuando llegue.

-- Quiero que lleve el trámite de mi divorcio – me dijo mientras sacaba su celular y leía algo.

-- Muy bien, es sobre su divorcio, ¿me puede proporcionar sus datos? Así el licenciado se pondrá en contacto con usted.

-- Claro, mi nombre es Alan Bernardi Landeros, mi teléfono celular es… – comencé a anotar, el abogado se hará cargo de esto muy seguramente, es muy hábil para estos casos, no por nada tiene el prestigio que tiene, aunque es mucho más afecto a lo penal.

-- Muy bien señor Bernardi, en cuanto regrese le comunico su asunto y le llamaremos.

-- Lo espero entonces, me urge. Buena tarde – sin más se fue, yo solo espero que regrese, desde que cambió es más agradable la oficina, mucho más agradable…

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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