Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Una Eva y tres patanes por Charly D

[Reviews - 110]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

 

Próximo capítulo, final de temporada.

 

 

 

Me siento como si me hubiera ido a parranda toda la noche y luego de un estado de embriaguez total estuviera tan cansado como para ir a trabajar. Camino rumbo a mi lugar con una flojera tan grande que sería imposible no demostrarla, en fin, todo sea por el trabajo. El día de ayer fue un completo cúmulo de sentimientos raros, primero aquellos tipos flacuchentos que me agarraron de su puerquito y por su culpa me puse a chillar y luego Adán Edilberto que se portó todo raro en el cine, ese encuerador algo esconde, algo bastante feo, la verdad si he de ser sincero me sentí muy conmovido por su dolor, no sé qué es, pero se ve que le duele mucho, algo del pasado lo debe tener así, bueno, supongo que a ratos porque a la salida de la película volvió a ser el mismo, me habló de tangas masculinas, aceites para masajes y comida afrodisiaca, el colmo del descaro, la desvergüenza y la lujuria fue cuando se acercó a mi oído y me dijo que el tardaba casi dos horas en ‘acabar’, entendí perfectamente su referencia y fue entonces que mi puño quedó marcado en su brazo, luego de un certero ‘cerdo asqueroso’ que le dije y terminé en mi casa alrededor de las diez de la noche, por eso digo que estoy cansado, yo soy como los pollos, apenas anochece y ya estoy listo para dormir.

 

– ¡Pero qué carita! – me dice Joseph al momento que me dejo caer pesadamente en mi silla.

– Ay, no sabes qué flojera tengo, te juro que si no fuera pobre, debiera tanto y no fuera necesario, no me hubiera levantado para venir – dejé caer mi cara en el escritorio y me cubrí con mis brazos, tal vez así pudiera dormir un poco.

– ¿Y qué? ¿No piensas contarme como te fue? ¿Eh? Pillín – comenzó a jalarme los cabellos de mi remolino, o sea aquello a lo que llama ‘gallitos’.

– ¡Déjame en paz! – le dije aún escondido en mis brazos, solo quería dormir, por culpa de Adán Edilberto no dormí todas mi horas reglamentarias.

– No seas malo, tienes que contarme como te fue con el cliente del ‘Xperia’ ¿Te hizo cosas malas? – por su tono de voz, ese ‘cosas malas’ iba referido a cosas puercas.

– ¿Es enserio? – lo miro, lo consiguió, salí de mi escondite, este sujeto no tiene consideración ni recato.

– No te hagas, si traes esa cara, es porque estuvo intensa tu noche, y como no me llamaste supuse que te la estabas pasando bastante bien, así que…– empujó un poco mi silla y se sentó en mi escritorio – Así que empieza por contarme, quiero detalles escabrosos, puercos y así – lo miro con sorpresa, ¿qué está creyendo que hice?

– De una vez te lo advierto, no hay nada raro del por qué tengo esta cara y este cansancio – lo miré con desapruebo.

– No, no, a mí no me engañas, algo tuviste que hacer para llegar así de cansado, cuéntame, ¿te estamparon contra la pared? O tal vez, no sé, ¿Te llevó al baño te quiso subir al lavabo y por tu peso lo tiraste, lo acomodaron pero se notaba que ya estaba roto y salieron del motel fingiendo que nada pasó? – ¿Eh?

– ¿De qué estás hablando Joseph? Luego por eso te dicen que eres pasivo.

– Yo no soy pasivo – me mira y se ríe nerviosamente.

– Muchas veces me ha dado curiosidad qué haces cuando sales de aquí – lo miro entrecerrando mis ojerosos ojos.

– Nada, solo ir a mi casa y llorar con mi soledad – lo sigo mirando en la misma forma.

– Claro, seguramente esas cientos de fotos que subes a tu red social, en las que estás bailando, tomando, saliendo de fiesta, abrazando personas que no conozco, son parte de tu ritual de llorar con tu soledad ¿cierto? – claro que lo he cachado, ese infeliz muchas veces se larga de fiesta y a veces termina llamando a la puerta de mi casa en la madrugada por lo borracho que está y olvidando donde vive.

– Bueno, a veces si salgo, pero poquito – me hace el ademán con sus dedos índice y pulgar.

– Cómo no – niego con la cabeza y estoy dispuesto a volver a mi lugar – Como sea, me dormiré y ya me avisas cuando llegue Sylvia – me acomodo para acurrucarme pero él me detiene.

– Lo siento querido Evan, pero no podrás dormir a tus anchas como el flojo que eres.

– ¿Y por qué? – con toda la pereza me incorporo y lo increpo.

– Porque Sylvia ya llegó, está aquí desde antes de que llegaran los de intendencia y mira que ellos madrugan todos los días – me levanto como de rayo de mi lugar.

– ¿Y por qué no me dijiste antes? Capaz y sale, me ve todo dormidote y me corre por tu culpa, que mal amigo eres, Joseph, deveras que eres malo – me fajo la camisa y me acomodo.

– No, acuérdate que no ha sido tan mala como antes, últimamente se le ve muy tranquila, creo que la visita de la señora Mercedes le cayó bastante bien para terminar de calmar su feo carácter.

– Pues ya qué, no dormiré, espero no tener trabajo atrasado por estas salidas. Ya vienen las vacaciones y la quincena, soy tan feliz – sonrío emocionado pensando en todo lo que haré.

– Hablando de quincena, y una de las razones por las que me acerqué, ven, ven acá, Evan – saca de su bolsillo trasero una hoja doblada en cuatro y toma un lapicero de mi lugar – Hoy es el cumpleaños de la jefa, así que ando recaudando fondos de todos los compañeros para completar lo del pastel, el refresco los desechables y la botana, así que, caete con tu lana – ¿Qué? ¿Ya es ese día?

– ¿En verdad? ¿Es hoy?

– Sí, así que es tu turno, ya les pedí a las de marketing, a los intendentes, a las de recepción, a los de diseño y faltas tú – estira su mano para que le dé dinero, este cretino anda de madre ardiendo ahí celebrando cumpleaños de todos, lo que él quiere es comer pastel, traicionero.

– Ten – sacó de mi billetera dinero y se lo doy.

– ¿Diez pesos? ¿La felicidad de tu jefa vale diez pesos?  Nunca lo esperé de ti, Evan – me mira reprobatoriamente.

– ¡Ay ya! Está bien, ten – le doy una moneda de cinco y ya son quince, me anota en su lista – Ya, para que no me digas nada, por cierto ¿Tu cuanto diste?

– Ocho pesos – me sonríe y se va, ese cretino ladrón, hasta él se aprovecha de mí, solo espero que esta vez compren uno que no sea de cajeta, odio el de cajeta.

 

 

 

 

Ya era casi la una de la tarde cuando todo la oficina se arremolinó en la entrada de la cueva, Joseph llevaba el pastel con una velita delgada, otro llevaba el refresco y otro más el platón con botana. Tocamos y luego de su seco entre todos comenzamos…

 

– ¡Una mosca parada en la pared, en la pared, en la pared! ¡Una mosca, una mosca, una mosca parada en la pared! ¡Una mosca, una mosca y una jefa vestida de mujer, tan tan! – ¿Qué pensaban? En esta oficina no se cantan las mañanitas, aquí se celebra con la canción de la mosca, la odio pero es la tradición, digo, a mí me la cantan diciéndome una Eva vestida de mujer, y entonces me dan unas inmensas ganas de agarrar el pastel con las manos y arrojárselo a todos.

– ¡Sylvia, cariña! – Se acerca Joseph con el pastel y poniéndolo en el escritorio la abraza - ¡Muchas felicidades! Cumplas muchos más y te hagas viejita y arrugada como pasa – algo que me sorprende es que sus ojos se ven llorosos, sonríe, pero digo, tal vez y exagero, pero se nota triste.

 

Luego de mi amigo todos se acercan y la abrazan, es raro ver que se deje abrazar, tal vez porque es su cumpleaños no nos ha corrido a todos a nuestro lugar, pero no sé, la noto extraña. Es mi turno y me acerco a ella, la abrazo deseándole un feliz cumpleaños y la aprieto, me encantan los abrazos, sin embargo lejos de ser el abrazo de compromiso ella se aferra a mí, algo extraño está pasando por aquí.

– Muchas felicidades, Sylvia – le digo y ella asiente, sus ojos continúan viéndose llorosos.

– ¡Gracias a todos!, en especial a ti pasiva por la idea, sé que fuiste tú – dice, Joseph se ofende y niega como siempre, yo lo miro pero por más que trata ella no se ve feliz, sus ojos no lo son.

 

Comemos el pastel en su oficina, ella accedió a poner música desde su computadora, platicamos, reímos, echamos bromas, comemos papitas y frituras, tomamos refresco, el pastel tiene horas que se acabó, el que no se puso vivo no alcanzó la fotocopia de rebanada que nos dieron, en fin, es un ambiente de tranquilidad, yo no he podido evitar mirarla y analizar, sonríe, golpea a Joseph, le dice pasiva, amenaza, pero sigo insistiendo, sus ojos se notan tristes, muy tristes.

 

 

 

– Bueno, espero que hayan planeado sus vacaciones pero no los nuevos, ustedes este año se quedan, ya será hasta el próximo, los que si pueden, ya saben que se libraran una semana del trabajo, aprovéchenlo porque les hará falta, vaya que sí, cuando regresen lo van a necesitar – suelta su maléfica carcajada, algo nos tiene preparado seguramente, yo por lo pronto ya sé que haré, ya hasta puedo oler la hierba de mi rancho, deseo enormemente ver a mi mamá, solo espero que esto acabe pronto y me pueda ir a descansar a mi casa.

 

Luego de un rato de fiesta volvemos a nuestras labores, salimos, tiramos la basura que hicimos y al menos veo que todos seguimos por lo menos con un poquito de refresco para aguantar el tiempo que nos falta para salir.

 

– Oye Joseph – le hablo a mi amigo y con la mano le digo que se acerque – ¿No notaste rara a Sylvia? – le pregunté en secreto.

– No, te dijo algo ¿me va a despedir? ¿Qué sabes? – me pregunta y yo niego con la cabeza.

– No, burro, me refiero a que si no la notaste no sé, algo extraña – le digo y él se queda pensando.

– Ahora que lo dices no la note rara, pero algo tiene planeado, por lo último que nos advirtió es seguro que alguna maldad nos tiene reservada para cuando regresemos de vacaciones – me dice, tal vez es eso, algo nos tiene preparado.

 

– Oigan, ¿ustedes ya saben que harán con sus vacaciones? – se nos acerca una chica de recepción, tiene todavía pastel en su plato, ¡qué bárbara! Yo ya me lo hubiera comido, bueno, de hecho ya lo hice.

– Pues yo, me iré a asolear como lagartija una playita – dice mi amigo muy emocionado.

– ¿Y tú, Evan? – me pregunta, apenas me lo cuestiona y mis ojitos brillan.

– Mi amigo se irá a su ranchito, uno cerca de la sierra, su tan amado Cuatro Valles – dice Joseph haciendo ademanes.

– Pues sí, mi amado Cuatro Valles – le dijo luego de darle un codazo – Voy a pasar esos día allá y con mi mamá, hace rato que no la veo y ya la extraño.

– Dichosos ustedes, yo que aún no cumplo el año tendré que esperar hasta las próximas para poder irme una semanita.

– Todos pasamos por eso, por cierto querida, quiero ver si en tu catalogo tienes cremas o bloqueadores… – mi amigo se lleva a la compañera y yo me voy a mi lugar, me quedo mirando a la entrada de la cueva, sigo pensando que algo está raro por acá.

 

 

Hoy tratando de avanzar con la captura de los datos de mis clientes y demás trabajo rezagado por tantas veces que he salido de comisión me dieron las tres y media de la tarde, ya la oficina a esa hora estaba casi desierta, Josesph me esperó un rato pero como vio que me tardaba se fue, me dijo que luego me veía en mi casa, yo traté de adelantar lo más posible, no quería irme de vacaciones dejando todo en desorden. Seguí y poco después de las cuatro había terminado de capturar, ordenar mis carpetas y limpiar mi escritorio, digo aún faltaba un día para irnos pero debía adelantar para no quedarme luego. A esa hora ya casi nadie estaba, salvo una chica de recepción, todos los demás se habían ido, la jefa seguía en su cueva, y como soy necio y curioso, no podía quedarme con dudas, me levanté de mi lugar y con todo el miedo que esa oficina puede causar me acerqué y toqué le puerta, un tenue ‘pase’ me hizo abrir. Sylvia acomodaba sus cosas.

 

– Disculpe, vine a decirle que ya me voy – la miré y se notaban sus ojos rojos.

– ¿Desde cuándo me avisas que ya te vas? – trata de rehuirme la vista.

– Lo que pasa es que me quedé ordenando unos pendientes…– con cierto temor me acerqué a ella – Disculpe, jefa ¿le pasa algo? – estrujándome los dedos le pregunté.

– ¿A mí? – la miro, levanta su cara y puedo ver que efectivamente ha llorado.

– Sé que no debería meterme, es más, pude decirme chismoso y metiche si quiere, pero desde hace rato la noto extraña, triste más bien – desde mi lugar, cerca de la entrada le comento.

– ¿Y por qué piensas eso? – no puedo estar equivocado ahora, su pregunta es más para saber el por qué lo deduje.

– Sus ojos se notaban tristes desde hace rato, aunque sonreía y nos amenazaba como de costumbre, no era la misma, usted tiene algo y no estoy aquí para saberlo, solo quería que supiera que todo va a estar bien, sea lo que sea.

– Evan, tengo cáncer – mis ojos se abrieron enormemente, esa mujer, tan enérgica, fuerte, dura, implacable, comenzaba a llorar delante de mí, esa estatua firme comenzaba a desmoronarse.

– Eso no es posible – no podía creerlo, no quería creerlo, era mi jefa, la malvada Sylvia, pero la que todos a nuestra manera apreciábamos.

– Por eso vino la señora Mercedes, le dije que tenía que hablar con ella, solo que no esperaba que fuera tan pronto, el día que vino apenas en la noche había pedido una cita con ella.

– Pe… pero todo, todo va a estar bien, Sylvia, todo – rompiendo las reglas y los límites, me acerqué a ella y la abracé – No se preocupe, todo va a salir bien, todo, le aseguro que saldrá bien librada de esto.

– Gracias… gracias Evan – lloró en mi hombro, yo que no soy más que su empleado puedo entender el difícil momento por el cual está pasando.

– Ya verá, saldrá de esto, seguirá gritándonos, castigándonos y haciéndonos miserables, por favor luche por su vida, no se rinda, sea fuerte, enfrente esta batalla como la guerrera que es – no pude evitar ser empático, lloré con ella.

– Gracias, te juro que voy a ganarle la batalla, te lo juro – continuaba llorando y yo con ella.

– Así debe ser su actitud, usted saldrá vencedora, así como es ese cáncer le hará los mandados – le sonreí, quería darle ánimos.

– Hoy fue mi último día de trabajo, Evan – me dijo y la miré con sorpresa – Hoy me retiro de la jefatura de esta oficina, luego de todos estos años me tengo que ir.

– ¿La señora Mercedes la despidió? Eso no es justo, si quiere yo voy a hablar con ella – me estaba indignando, sería una injusticia que la echaran solo por estar enferma.

– No, no, ella es una mujer muy humana, me retiró de la jefatura porque me dará el tiempo y los recursos para tratarme, me retiro para iniciar las quimioterapias, ella me está apoyando en todo.

– Sylvia, Sylvia – lloré con ella, es justo en estos momentos cuando te das cuenta del valor que tiene la gente.

– Gracias por tus palabras, y tu apoyo, aunque yo no he sido la mejor jefa contigo.

– Olvide eso, lo importante es su salud, usted, quiero verla regresar un día por esa puerta, como la mujer ruda que es y que siempre será.

– Y cuando yo regrese tú también debes ser diferente y haber elegido tu camino, el correcto – la miré, no entendí sus palabras.

– ¿A qué se refiere?

– Tienes tres opciones y en algún momento tendrás que elegir una.

– ¿Tres opciones?

– En su momento lo sabrás – nos soltamos y regresó a su silla para tomar unas bolsas – Es hora de irme, mañana inicia esta batalla.

– Y la ganará, se lo aseguro, ganará.

– Vaya que sí, le daré una paliza a este maldito cáncer – esa es la Sylvia que conozco, aún aterrada como debe estar, debe conservar esa actitud para lograr vencer – Sigue trabajando duro, y demuéstrale al que será tu nuevo jefe que puedes con tu trabajo, que eres un buen elemento, Eva – me dijo sonriendo, por primera y única vez, no me enojé, deseaba que fuera así, la Sylvia de siempre.

– Claro que sí, jefa – con sus bolsas en mano continuó su camino a la salida.

– Adiós, Evan.

– Hasta pronto, Sylvia – aun llorando me despedí, no le diría adiós, pues algún día la volvería a ver, de eso estaba seguro. Dio la media vuelta y continuó con su camino, ahora tiene un asunto más importante que dirigir esta agencia, tiene una cita con la vida, con su vida…

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

 

¿Quieres seguir esta historia en wattpad? ¡Pica la liga!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).