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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Notas del capitulo:

 

 

Aclaración: Este episodio y el que sigue serán capítulos especiales, los cuales servirán de división entre la primera y segunda temporada, así que espero les gusten tanto como a mí.

 

 

 

 

 

Desde hacía un rato ya podía sentir ese típico calorcito pegajoso en mi cuerpo, a través de la ventanilla del taxi veía la costa y el hermoso y azul mar rompiendo las olas en la playa ¡Por fin había llegado! Desde que salí de la oficina lo único que hice fue pensar en el momento en el que llegara a este lugar, ya me imaginé tostando mi cuerpecito tirado en la arena, no cabe duda, vivir esclavizado en aquella agencia tenía sus beneficios, uno de ellos es tener el dinerito suficiente para venir a divertirme un rato y por supuesto, hacer una que otra travesurita.

 

Después de un rato en el que el taxista me condujo desde la terminal de autobuses al hotel, pude respirar aire puro, aunque los mosquitos me estén picando, los odio, es de lo poco que odio de la costa, los mosquitos y los animalitos esos pequeñitos que pican horrible y en mi pueblo se les llama “chaquistes”, infelices chaquistes. Miro a mi alrededor, el hotel es grande, tiene como cinco pisos y cada habitación parece tener terraza, me acomodo mis lentes para sol, hoy es mi día, hoy es mi noche y hoy es de derroche.

 

El señor taxista saca mis maletas, las deja frente a la entrada, le pago y se marcha, yo por lo pronto tomo un sombrerito que dejé fuera de mi equipaje y me lo pongo, me debo ver divino, porque yo soy una estrella. Sin embargo, sigo esperando a que aparezca, quedamos que nos veríamos aquí, hace rato que le mandé aquel mensaje y no me ha respondido, seguro ya se fue a hacer cochinadas sin mí. Tomo mi celular para marcarle cuando siento unas manos apoderarse de mi cintura, ay, pero si la gente de la costa es muy ‘cálida’ esto me va a gustar, me volteo muy gatunamente para ver a mi agresor y es entonces que con la palma de su mano casi me la estampa en mi carita para luego gritarme…

 

– ¡Buuu! – me tragué mi salivita y si hubiera tenido mi maleta de mano le hubiese soltado un golpe.

– ¡Eres una estúpida! ¡Me asustaste! – le grito, es mi amiga Anaís, desde hacía rato que no la veía.

– ¡Me asustaste! Típico de los ukes –  me imita, ya va a empezar con sus tonterías esas de dibujos gays chinos, tardé en enterarme qué era eso que siempre me decía, pero al fin lo supe, la muy tarada me dice pasiva pero en otro idioma.

– Pues no me agarres de improviso, sabes que me asusto muy rápido – le digo mientras ella me acomoda mi sombrero playero, pues por el susto casi se me cae.

– Ay sí, ya te estabas retorciendo como gusanito cuando sentiste que te agarraban las carnes, cochina – pongo los ojos en blanco y niego, es una tonta.

– Deja de decir tonterías y abrázame ¿quieres? – le insto a abrazarme y ya, olvidándonos de los corajes nos apretamos, tenía ya un buen rato que no estábamos juntos.

– ¡Me alegra que pudieras venir, amigo! – Anaís es una chica que conocí cuando trabajaba en una tienda de ropa, un negocio de un amigo de Evan, ella y yo hicimos buenas migas y no tardamos en llevarnos muy bien, es una mujer de piel morena, cabello negro que le llega a la mitad de la espalda, tiene un cuerpo bonito aunque no de modelo y la verdad de cara es linda, no lo puedo negar pero tampoco se lo diré porque la muy cretina se lo creería. 

– ¡A mí también! ¡Me urgía volver a verte! – le dije muy efusivo, ella me tomó por los hombros separándose de mí para verme a los ojos.

– ¿Estás embarazada? – y ahí va de nuevo.

– Eres una estúpida – le digo y me río.

– Ya sé, perris, tenemos mucho de qué hablar.

– Obvio, tengo demasiadas cosas que contarte.

– ¿Y Evan no vino? – me pregunta, ella es la persona más sociable que existe en este mundo, en eso de hacerse amiga hasta de las piedras ella me gana, por eso no se le hizo complicado llevarse bien con mi súper amigo Evan.

– No, le pregunté pero él se iba a ir a su pueblo, y la verdad lo entiendo, extraña su tierra y a su mamá, entonces qué mejor que esté allá.

– Eso es cierto, Evitan es un niño muy lindo, no como tú, uke.

– Yo no soy uke – le digo riendo.

– Negar que eres uke es de uke – me contesta, me abraza y me invita a pasar al hotel – En fin, hoy te tengo preparado un plan tipo ‘en perras’ así que prepárate porque será una noche de locura.

– Pues eso espero, porque vine para divertirme – le digo mientras entramos, como ella trabaja en este hotel no fue para nada difícil encontrar donde hospedarme y sobre todo ¡Gratis!

– Por cierto, ¿cómo estuvo eso de la veterinaria?

– Ah, pues mira fue así…– hoy iba a ser una noche inolvidable.

 

 

 

 

 

 

Puedo sentir cómo me están besando mi parte baja, estoy boca abajo en la cama, me siento algo mareado, y aquella lengua que anda cerca de mi retaguardia me hace sentir cosquillitas, ¡ay pero qué persona tan traviesita! Intento moverme pero mi cuerpo se siente tremendamente molido, es como si me hubiesen dado una paliza. Miro a mi lado y por la ventana noto que ya es de día, pero qué nochecita la de anoche, a decir verdad, no recuerdo exactamente qué pasó anoche.

 

– Cariño – digo con mi voz ronca y seguro tengo un aliento de perro, anoche creo que tomé mucho en la barra libre – Cariño ya deja de lamerme ahí porque me debo levantar – trato de incorporarme, me duele todo pero ya debe ser hora, sin embargo aquella lengua no me deja – Es en serio, ya debo levantarme, si Anaís ve que metí a alguien al hotel me va a regañar – y entonces por respuesta recibí un ladrido – ¡Ah, caray! – Exclamo cuando escucho ese ruido, me incorporo rápidamente, volteo mi cara y ahora sobre mí está un perro chihuahua – ¿Y tú quién eres? – Pregunto asustado, el animalito solo mueve la cabeza – Ay, es cierto, no me vas a contestar. ¿Qué hace un chihuahua lamiendo ciertas cosas de mi cuerpo? Y sobre todo ¿De dónde salió este animal? Mi cabeza me duele, siento que me da vueltas el cuarto, intentaré verme al espejo, aunque según yo ni el cuarto era de paredes color rosa, ni tenía ese sillón de posiciones para el kamasutra. Esto es raro, me limpio la cara con mis manos y a la hora de ver mi antebrazo casi me da un infarto.

 

– ¡¿Qué es esto?! – con letra cursiva tengo tatuado: Joseph y Beto, ¿Qué demonios es esto? ¿Quién carajos es Beto? ¿Qué está pasando? – ¡Tú! ¿Qué sabes al respecto? – miro al perro y este solo mueve la colita mientras da pequeños saltitos.

Tranquilo Joseph, tranquilo, todo tiene una explicación lógica, todo debe ser un sueño y nada de estos está pasando, cerraré los ojos, contaré hasta diez y cuando los abra todo será lo que debe ser, uno, diez, digo rápidamente y abro mis ojos, ¡Ay no! Todo sigue igual, ¿qué hice?

Piensa, piensa, a ver, anoche Anaís y yo fuimos al ‘Queen’ era noche de barra libre, bailamos, ella comenzó a platicar con unos desconocidos, que ciertamente parecían tipos malos, pero bueno, dicen que los malos no lo son tanto ¡Ya, Joseph! Deja de perder el tiempo y piensa. Trataba de recordar cuando mi teléfono, el cual estaba tirado al lado de la cama king size, comenzó a sonar. Luego de rebuscar por el edredón descubrí mi celular y me apresuré a contestar.

 

– Diga – a lo mejor era mi amiga.

– Oye, tenemos a tu hermana – ¿qué? ¿Mi hermana?

– Disculpa pero yo no tengo hermanas – sin decirle más le cuelgo, qué tontería, en este instante tengo cosas más importantes que resolver. Pongo mi móvil sobre el cajonera que está junto a la cama y en ese instante veo una hoja, ¿será que alguien me dejó una nota? Espero que sea explicándome esto que ocurrió. Más me hubiera valido no leerla – ¡¿Qué?! – grité como loco, de verdad, esto no me puede estar pasando, no puede, no puede… ¡Es un acta de matrimonio! Aquí dice que José Guadalupe Cisniega se casó en la capilla del amor con Roberto Castañón Higueras, ¡No me pude haber casado en la capilla del amor! Digo, todavía hubiera sido un lugar decente pero no, no, la capilla del amor, qué sucio y bajo es ese tal Roberto que ahora es mi esposo, lo que me hace pensar ¿Dónde estará? – ¿Tú no sabes dónde está mi marido? Ese que no conozco y ni sé cómo diablos nos casamos – le vuelvo a cuestionar al perro pero este solo se da la vuelta para que le rasque la panza, ¡Por todos los cielos! Mi celular vuelve a sonar y tomo la llamada.

 

– Oye tú, ¡Tenemos a tu hermana! Si la quieres…

– Mejor oye tú, yo no tengo hermanas, así que deja de fastidiar que tengo cosas más urgentes qué hacer, y si me sigues molestando, te juro que iré a donde estés y te…– le iba a decir de lo que se iba a morir cuando escuché aquella voz de fondo.

– ¡Joseph! ¡Ayúdame por favor! ¡Estos tipos son malvados! – era la voz de Anaís, ella estaba con aquel tipo, y por lo que entendía eran varios.

– ¡Anaís! Respóndeme, ¿estás bien? ¿No te han violado? ¿Son negros?

– Tú desapareciste al Ruso, si quieres ver a tu hermana tendrás que pagarlo muy caro – ¿El Ruso? ¿Quién es el Ruso?

– Pero… ¿pero quién es el ruso? – le pregunto pero me cuelga, ahora sí estoy perdido, me casé, me tatué, secuestraron a mi amiga y ahora creo que asesiné a un capo de la mafia rusa. Me levanto pero al hacerlo un fuerte dolor de espalda baja me da – ¡Úpale! Estuvo buena la noche – me digo cuando me incorporo, no debo perder tiempo, mi amiga corre peligro y debo averiguar dónde está. Me apresuro y cuando termino de ponerme la camisa mi móvil vuelve a sonar… – ¡Por favor! ¡No la maten! ¡Sé que es desesperante, es ninfómana, grotesca pero no es mala! – comencé a berrerar, fingí llorar para ver si así puedo convencerlos de que dejen ir a mi amiga.

– ¿De qué estás hablando Joseph? – me quedo helado cuando al otro lado de la línea escucho a Evan.

– ¿Evan? Este… hola – respondo con nerviosismo, esto está mal, muy mal.

– ¿En qué rayos andas metido ahora? – se escucha enojado, de hecho se oyen voces masculinas de fondo ¿no se supone que está en su rancho solo con su mamá?

– En nada, en nada – demonios, a ver si no sospecha nada.

– Está bien, no me meteré en tus asuntos por ahora porque tengo algo que preguntarte, por eso te llamé – ¡Ay no! Espero que no sean más problemas.

– Dime – con cierto temor le dije, no quiero más problemas.

– ¿Le dijiste a algún cliente o conocido o ciertos patanes dónde estaría yo vacacionando? – conozco su tonito y puedo jurar que no está nada feliz.

– No, para nada, no le dije a nadie, lo prometo – es cierto, yo no fui de chismoso, bueno al menos no en esta ocasión.

– De acuerdo… ¡Oye tú deja esa foto! ¡Así no barras porque asustas a las gallinas! ¡Vas a incendiar mi casa! Te dejo, tengo asuntos por acá que resolver, espero puedas arreglar los tuyos, adiós – luego de aquellos extraños gritos que dio se despidió, al menos no me preguntó detalles, ¡Ay no! Debo comenzar mi búsqueda. Agarro al chihuahua, pues ni modo que lo deje aquí solo, y me lo llevo con todas mis demás cosas, primero debo regresar al antro, es de día y tal vez no haya nadie pero por algún lado debo empezar.

 

 

 

En cuanto salí, el sol me dio una quemada de retina que siento milagroso el no haber quedado ciego. Estoy mareado, adolorido, crudo, desvelado, asustado y cargando a un perro que no sé de dónde salió, luego de caminar y preguntar por dónde andaba porque me perdí, llegué al ‘Queen’, comenzaba a darme sed, esto es horrible. Toqué la puerta, esperé, volví a tocar, seguí esperando, como no vi que alguien hiciera el intento de abrir iba a golpear con un tuvo que estaba junto a la puerta cuando un grandote vestido con playera color negro abrió.

 

– ¿Qué quieres? – el tipo pelón y mal encarado me miró, yo solo sonreí.

– Hola – ya me puse nervioso.

– ¡Pero si eres Locatrevi! – ¿cómo? Lo miro con extrañeza.

– No, no, creo que se está confundiendo, yo no soy esa loca no sé qué – es un error, obviamente.

– ¿Cuál error? Tu eres Locatrevi – bajó su mano al bolsillo y en automático me eché para atrás, seguro saca un arma y me dispara, luego de dos segundos supe que no, solo sacó su celular – Mira, le robaste la peluca a una de las chicas trans, te doblaste a modo de corpiño esa camisa que traes y comenzaste a bailar sobre la tarima, y dijiste que tu nombre artístico era Locatrevi – me mostró el video.

 

Yo sobre el escenario y estando ebrio comenzaba a hablar.

Esta noshe, la única e inugala… inigua… iniguala… bueno, la única, la divina ¡Locatrevi! ¡Y todos me miran me miran me miran! – por andar de borracho y dando vueltas me caí de sentón – Grashias publico conocedor, grashias, lo quiero mucho, mucho – sentado sobre la tarima y ebrio me puse a llorar, mi peluca mal puesta se me comenzaba a caer – Se me va a salir satanás, se me va a sa…ya no pude decir más, porque ahí, sobre el escenario me vomité, pero vomité con ganas que más de una mentada me llevé.

 

– ¿Viste? Eres loca Locatrevi – no lo puedo creer, no lo puedo creer.

– Pero, bueno, solo tú tienes ese video ¿cierto? – pregunté esperando una respuesta afirmativa.

– ¿La verdad? No, me lo pasaron, este video debe estar en el celular de todos los asistentes de anoche – ¡Trágame tierra! Pero de verdad ¡Trágame completo!

– De acuerdo, ¿puedo pasar para revisar la escena del crimen? Ando buscando a una amiga desaparecida.

– No, de hecho tú y tus acompañantes están vetados de por vida de este lugar, nunca pueden volver a entrar luego de lo que pasó anoche, así que no.

– Ay, solo por hacer un show que divirtió a todos no creo que sea para tanto.

– Eso fue lo de menos Locatrevi, ¿no te acuerdas lo que hicieron el Beto y tú hermana la gritona? – ¡No puede ser! ¡No más!

– No, ¿qué hicieron?

– Solo te puedo decir que protección civil y la policía terminaron aquí, en esta misma puerta – odio este lugar, lo odiaré toda mi vida – Y mira no es por ser mal plan pero tengo que descansar, solo porque era tú Locatrevi no te agarré a puñetazos por haberme despertado, así que ya, llégale y déjame dormir.

– Oye, antes, ¿sabes dónde pueden estar mis acompañantes? – él dice que andaba con gente aunque no sé quiénes serán, yo solo recuerdo a Anaís.

– La verdad no sé, aunque oí que tenían que ir a ver a un tal Ruso, y ya, aunque también, anoche según sé tú y el Beto se iban a casar, que se amaban mucho y ya darían el gran paso – ¡No vuelvo a confiar en Anaís! ¡No lo vuelvo a hacer!

– Ah, sí, claro… lo amo – si tan solo supiera quién es ese tipo – Otra pregunta y ya ¿sabes dónde está la capilla del amor?

– En el centro, cerca de un parque, casi al lado de una glorieta con la estatua de la Diana cazadora.

– Muy bien, gracias – sin contestarme me cerró la puerta en la cara, esto es peor de lo que pensé, no solo maté a un delincuente europeo, ahora también soy una drag queen, ¿Qué más? ¿Qué más? Siento mi teléfono vibrar en mi bolsillo y lo saco para contestar.

 

– Se te acaba el tiempo, tu hermana está en peligro, si no das la cara pronto, te juro que esto se va a poner feo – sin decir más me cuelga, ay no, ay no, la van a matar – ¡La van a matar! – le grito al perro y este me ladra, ¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer? Si no encuentro pronto a Anaís, la matarán y la venderán por cachitos a los caníbales, ¡Odio mi vida! ¡Odio mis vacaciones! ¡Odio a mi marido!...

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por su lectura!

 

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