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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Notas del capitulo:

 

¡Inicio de temporada!

 

 

 

Ya está anocheciendo, el autobús se detuvo en el paradero de mi hermosa tierra, respiré hondo, hacía tiempo que por el trabajo no me aparecía por este rumbo, ahora siento unas inmensas ganas de sonreír, de pensar que dentro de poco estaré con mi mamá, con mis viejos amigos, mi ranchito adorado ‘Tres Valles’, tomo mis maletas, las demás cosas que traje aparte de mi equipaje y comienzo a andar. El paradero queda frente al camino real, este es una carretera de terracería cubierta de piedra de grava, mi casa está pasando un enorme campo de futbol que está frente a una escuela, ambos se encuentran a un lado de la carretera principal, por lo que tendré que caminar un poco antes de llegar a mi hogar. Parezco hormiga arriera pues voy cargando varias cosas, unas para mi mamá y otras para mi gente, mis amigos.

 

Cada vez que paso por este enorme campo de futbol, una cancha de pasto natural y unas porterías hechas de tubo que se está oxidando, me acuerdo de mi infancia, corríamos por este lugar mis compañeritos de la primara y yo, no importaba si había llovido, al contrario, saltábamos sobre los charcos y reíamos mientras hacíamos la competencia de quién sacaba más agua, pese a todo tuve una infancia maravillosa, entre mis recuerdos está aquel exquisito pan de elote que hacía mi mamá, por lo de su enfermedad tiene muchos años que no lo hace, lo que menos quiero es que se fatigue, por eso mismo no le pido que lo haga. Por ir sumido en mis pensamientos no me percaté que casi me estrello con un coche, ¿pero a quién se le ocurre dejar un coche frente a la escuela? ahora que lo noto, hay una camioneta y una motocicleta, separadas por varios metros, ¿será que algún vecino tiene visita? ¡Quién sabe! Yo mejor camino con cuidado porque está oscuro y no me quiero dar un sentón en medio de la noche.

 

Luego de aquella caminata, por fin, veo el foco de la entrada encendido, mi casa. No es la gran cosa, mi papá antes de morir nos dejó una casita hecha con tablas y techo de lámina, así son casi todas las casas de estos rumbos, sin embargo yo no podía permitir que mi mamá viviera así, por lo mismo durante años estuve pagando para que poco a poco ella tuviera una casa de material, solo pude hacer dos habitaciones, la que es su recámara, su sala comedor, y ya la cocina ella aceptó que siguiera siendo de tablas y lámina, pero al menos ella está cómoda. Me acerco a la puerta de metal, está pintada de color rojo y tiene unos cristales opacos que ocupan la mitad de la misma, saco mis llaves y abro, por fin estoy en casa.

 

 

– ¡Mamá! ¡Ya llegué! – le hablo y de su recamara apoyándose de un viejo bastón aparece mi madrecita.

– ¡Hijo, qué gusto verte! – la figura encorvada de mi mamá aparece en el umbral de la puerta de su recámara, su enfermedad le ha deformado sus deditos, sus huesos le duelen muy seguido, por ello es que mando dinero para que una vecina la cuide todos los días.

– Mami, no te levantes, yo iba a ir, a ver, ven siéntate – de inmediato le acerco una silla, no me gusta que se esfuerce de más, en encuclillo frente a ella y la miro a sus cansados ojos – No sabes las ganas que tenía de verte, te he extrañado mucho.

– Ay mijo, yo también, pero allá en la ciudad tienes mucho trabajo y yo entiendo que no puedes venir muy seguido – ella, con mucha suavidad, me acaricia el cabello.

– Sí, eso es lo malo, pero bueno, afortunadamente soy vacaciones y estaré unos días por acá, contigo – me siento tan feliz de verla, solo me queda ella, mi papá tiene muchos años fallecido, por lo que mi mamá y yo somos nuestros propios compañeros.

– ¿Y cómo te ha ido? ¿Cómo te sigue tratando tu jefa, Sylvia? – me pregunta animosa.

– Pues bien, todo bien, Sylvia…– me quedo pensando, conozco a mi señora madre y es muy preocupona, por eso mejor le diré una mentirita piadosa – Mi jefa está súper bien, se va de vacaciones un buen rato, espero que le vaya muy bien a donde va – le comento, si le digo la verdad que pasa mi jefa es capaz de deprimirse y no deseo eso.

– Ay, qué bueno hijo, ¿tienes hambre? Te voy a servir – se iba a levantar cuando la detuve.

– Nada de eso señora, yo me sirvo, bueno, nos sirvo, porque quiero que me acompañes a tomar un cafecito con esto – de mis bolsas saqué un envoltorio de papel, dentro había un par de rebanadas de pan de elote que había comprado en la terminal de autobuses.

– ¿Qué es eso hijo?

– Es pan de elote, así que quédate sentadita en lo que yo pongo a calentar café para cenar esta delicia – le digo mientras voy a la cocina que está al fondo, prendo la estufa y luego de vaciar el líquido en un recipiente de peltre, lo caliento.

– Hijo, por cierto, me dijo Benita que ya se acabaron unas pastillas, las que me habías comprado hace quince días, que te lo recordara.

– Sí mamá, iré por ellas mañana cuando baje al pueblo, porque aquí en el ranchito no creo que la farmacia lo tenga – ¡Se me había olvidado! Ese medicamento es carísimo, lo bueno es que lo podré comprar con la prima vacacional que me dieron, menos mal, ni modo, la chamarra tendrá que esperar, quizás y con el aguinaldo me alcance, solo espero encontrar una parecida para entonces.

 

Luego de que estuviera muy caliente, serví el café en un par de tazas, mi mamá ha cuidado la que traje, fue un detalle que nos mandó la señora Mercedes a todos los que trabajábamos en la agencia en aquel entonces, una taza serigrafiada con el nombre del empleado y el logo de la agencia. Esa era mi taza favorita, pues me recuerda a cuando por fin conseguí un trabajo estable. Puse las dos tazas en la mesa de la sala comedor, luego ayudé a mi mamá a ponerse de pie, la acerqué y tomó su sitio. Cuando la acomodaba me miró y acarició mi mejilla.

 

– Si tu papá te viera estaría orgulloso del hijo que tiene, así como me siento tan feliz de ser tu mamá – me decía mientras sus ojos se ponían llorosos.

– Ay mami, yo soy el afortunado de haber tenido un papá tan bueno como el que tuve y una mamá que me ha cuidado toda mi vida – le digo mientras la miro.

– Buen cuidado te he dado, tú te has dedicado la vida a trabajar para cuidarme, a veces siento que soy una carga para ti – sus ojitos comienzan a llorar, no me gusta verla así.

– Nunca vuelvas a decir eso ¿me oyes? Nunca, para mí no eres una carga, nunca lo has sido y nunca lo serás, me siento muy feliz de que con mi trabajo pueda hacer algo tan importante  como lo es apoyarte, así que olvida eso que acabas de decir o me voy a enojar – le digo tranquilamente mientras con los dedos le limpio su mejilla.

– Soy tan bendecida de tener un hijo tan bueno como tú – me dice, si supiera lo feliz que me hace escucharla, saber que gracias a ese trabajo de días y horas ella puede tener calidad de vida, me siento satisfecho y capaz de trabajar el doble si con eso ella estará mejor.

– Anda, toma tu café porque se enfría y así no sabe tan bueno, y no olvides el pan, que probé un poquito y está riquísimo. 

– Sí hijo, con sus deditos limpió sus lágrimas y comenzó a probar su café – le pido al cielo que me la conserve muchos años más, francamente no sé qué haría sin ella – Está muy bueno este pan, eh, ¿Dónde lo compraste?

– En la terminal de la ciudad, te lo dije, está muy rico – le contesté y justo en ese momento tocaron la puerta ¿quién sería a esta hora?

 

Me levanto y voy a abrir cuando lo veo.

 

– ¡Vito! – exclamo al ver a uno de mis mejores amigos, él junto con su hermano éramos inseparables, de hechos nos apodaron ‘Vito, Gabito y compañía’.

– ¡Evan! No pensé verte hoy – se acerca y me abraza, yo empujo la puerta y cierro.

– Pues aquí estoy, llegué hace rato ¿Y Gabito? – pregunto por su hermano Gabriel, él se llama Víctor.

– Aún no regresa del potrero, de seguro no tarda en darse su vuelta por acá, pero mírate, todo un citadino, tu ropilla, eh – me dice mientras me jala un poco de mi playera tipo polo.

– Ya tú, déjame – sonrío y entonces él cambia la cara a una de sorpresa.

– ¡Eh se me olvidó! Por saludarte se me olvidó a lo que venía – de inmediato abrió la puerta que cerré, volteo a ver a mi mamá y ella se queda igual de confundida que yo – Mira, este joven te está buscando.

 

– Buena noche – ¡No! ¡Díganme que no es cierto!

– ¡Santa cachucha! – digo completamente sorprendido, él en cambio con una sonrisa de oreja a oreja,  Adán Alejandro estaba frente a mí.

– Perdón por la hora pero llegué hace rato – pe… ro, no, ¿cómo? Estoy confundido, ¿qué hace este hombre aquí?

 

 

– Buenas noches – detrás de Vito y de Alejandro escucho una voz, sería imposible, sería una broma que se tratara de la persona a la que me recordó esa voz. Sin embargo bastaron unos segundos para corroborarlo – Buenas noches, Evan – Adán Gregorio se colocó al lado del otro Adán, ¿Qué es esto? Me quedo con la boca abierta, ¿qué pasó aquí?

– Abogado – es lo único que alcanzo a decir mientras lo miro.

– Disculpe la hora, pero arribé hace un rato y me tomó tiempo averiguar su domicilio – esto debe ser un sueño, digo, ya solo faltaría que…

 

 

– ¿En serio así se paren las vacas? Eso es un nuevo descubrimiento para mí – abro los ojos enormemente, esa voz, ese tono, esa risa, yo los conozco – Buenas tengan todos – se posiciona al lado de Gregorio, es así que Adán Edilberto llega acompañado de mi amigo Gabito.

– ¡Ay no! – exclamo, en hilera, uno junto a otro, tengo frente a mí a Adán Alejandro, Adán Gregorio y Adán Edilberto, ahora, ellos se comienzan a mirar, los tres lo hacen con extrañeza, con cierto recelo hasta que el stripper habla de nuevo.

 

– Así que son ustedes – seriamente los ve, los otros también responden.

– Con que era usted – Gregorio lo mira muy fríamente.

– Por fin aparece la competencia, ya me había dicho mi madrina que no era posible que estuviera solo en esto – los tres Adanes están en mi casa, frente a mi mamá, a mis amigos, frente a mí y se acaban de conocer, lo que me deja pensando es ¿Ustedes? ¿Competencia? ¿De qué hablan estos sujetos? Trato de no gritar porque no sé, pero un presentimiento me dice que esto apenas comienza…

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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